jueves, 25 de agosto de 2016

Washington Benavides: EN LA CORRIENTE OSCURA…




Washington Benavides
























De qué río
De qué torrente interminable
De la conciencia
De que trasfondo de tacho o de tesoro
Del subconsciente
De qué novedad o reiteración de lo diario
De lo que pisan tus pisadas
De tus pies desnudos en la claridad
Del agua del Iporá sobre arenas
Dignas de escribir en ellas con algas
Y mojarras de plata escapadas
De un panel constructivista de Don Joaquín Torres García.
Escribir en ellas lo que no pudo Shelley
Lo que no dijo Gerard de Nerval
En la Rue de La Vielle Lanterne
Colgado como un pobre bufón
En las manos delicadas de niñas de 
tapices de Goya y sus peleles
Lo que no alcanzó, el desdichado Edgar Allan Poe
Después de escribir The Raven
 o la Caída de la Casa Usher
lo que escribieran Keats o Isidore Ducasse
antes que la Inevitable los cegara
a los 24 años
Lo que escribiría Byron
Debatiéndose contra la fiebre en Misolonghi
Lo que nos dejara testamentariamente
Julio Herrera
Viendo su corazón partido
Y su cabeza envejecida y su amor
Imperecedero por Julieta
Basta!
Déjenme jugar mi Rayuela
Ayúdenme por mi Pata Coja
Sosténganme
Junto a Nené y Pablo infatigables!
Quiero escribir y no es que me salga espuma Vallejo torvo y grande
Quiero escribir lo que te falte Amigo
Quiero extender mi manto a tus flaquezas
Quiero ofrecerte lo que no tengo a mano o a la pata coja
Pero te ofrezco mi corazón aunque esté sostenido
Por marcapasos y por cuidados
Ineludibles
Ayer corría por el baldío de mi barrio
Tras la embarrada pelota
Ayer miraba en el espejo mi bozo azul
Ayer descubría una muchacha
Para salvar con nota la escuela de la vida…
Hoy soy lo que soy. Un viejo trovador
Que no se rinde…

(Montevideo, Agosto 2016)


Washington Benavides (Tacuarembó, Uruguay, 1930) Poeta, traductor y músico. Ha publicado, entre otros títulos: Tata Vizcacha (1955); El poeta (1959); Poesía (1963); Las milongas (1965); Los sueños de la razón (1967); Poemas de la ciega (1968); Historias (1970); Hokusai (1975); Fontefrida (1979); Murciélagos (1981); Finisterre (1985); Fotos (1986); Tía Cloniche (1990); Lección de exorcista (1991); El molino y el agua (1993); La luna negra y el profesor (1994); Los restos del mamut (1995); Moscas de provincia (cuentos, 1995); Canciones de Doña Venus (1998); El mirlo y la misa y Los pies clavados (2000).
Entre  los autores que ha traducido se cuentan: Guimarães Rosa, Oswald de Andrade, Carlos Drummond de Andrade y Affonso Romano de Sant’Anna.

Sus poemas han sido versionados en canciones por artistas como Daniel Viglietti, Eduardo Darnauchans, Alfredo Zitarrosa, Héctor Numa Moraes, Larbanois-Carrero y Abel García entre otros. Como por ejemplo: Como un jazmín del país, Cuando cante el gallo azul, Milonga del Cordobés, Yo no soy de por aquí, etc. Una selección de sus canciones fue publicada en 2013 bajo el título Tanta vida en cuatro versos (un cancionero) por el sello Solazul ediciones, con prólogo y selección a cargo de Diego Techeira. El mismo autor y bajo el mismo sello editorial publicó en el año 2010 el único libro de crítica dedicado al poeta: La Voz el Conjuro: Washington Benavides y su obra.

Rogelio Ramos Signes: Poemas




Rogelio Ramos Signes























DONDE PASADO Y PRESENTE SIGUEN SIENDO UNA CUESTIÓN DE TIEMPO

Como si mirara hacia un punto inquietante
agobiada del presente que la oprime
bruñe por simple inercia las antiguas cucardas.

Habla del viejo colegio.
Habla del padre muerto en juventud.
Habla de unas amigas siempre prontas para el festejo.

Yo sé que a esta altura del poema ella siente frío
y es niña todavía para tanto ajetreo.


ZANJAS AL RIEGO

Sucedió en este pueblo
que historias que venían de lejos
un día se tocaron / y sus autores
(ella y yo para ser más exactos)
fuimos felices en la lejanía
mientras nos hacíamos promesas,
pero nos poníamos tristes al encontrarnos
y luego de los menesteres de la cercanía
con caricias, o no / horizontales, o no.
Y culpamos por esas privaciones
a los designios de un oráculo gitano
que estaba en nuestra contra,
y tejimos una historia de enredos
donde dos más dos nunca daba cuatro,
y las coordenadas se juntaban
en medio del desierto o en el fondo del mar,
que es más o menos lo mismo.
Tal vez la historia fue complicándose
o fuimos nosotros quienes no supimos
abrirle zanjas a tanta agua de riego.
Por eso, al correr de los días
sólo quedó el desconcierto
en esta jungla de únicamente lluvia.
Así fue desapareciendo la alegría
(por supuesto)
y ya se sabe que en este juego de las lágrimas
quien llora primero llora dos veces.


COMO UNA SILLA DE MÁRMOL

Y me dio un reloj que no andaba
y el reloj marcaba un tiempo
de otros tiempos, cuando las mujeres
saludaban entornando los ojos
y yo dije (en tono solemne,
estúpido como siempre)
“Un reloj detenido puede ser
un buen pisapapeles.”
En esta parte de la historia me despierto
mientras la lluvia le impone silencio a los tejados.
¡Perdón, mujer desconocida,
sé que nunca más aparecerás en mis sueños!
Pero vuelvo a dormirme,
solo y triste, como una silla de mármol
en un baile de egresados,
sin saber si el tiempo de las colaciones
sucede en una cama.
Mujer del detenido reloj
que no volviste a aparecer en sueño alguno,
perdóname.
Como van las cosas
lágrima serás, gota de esperma ocasional.
Serás, no sé, no sé,
algún océano.


QUITÁNDONOS LA MÁSCARA

Yo soy el que atiende el bar en tus sueños,
el que te abre la puerta del baño de damas
y te espera en la puerta del baño de caballeros.
Yo soy la célula vegetal que te convierte en carnívora,
el ciclamato de sodio que endulza tu café y amarga el mío,
el que saluda desde la pista cuando parte tu avión y te vas con otro.
Yo soy el que sube las escaleras cuando bajan las aguas,
el que dispone sobre la mesa los cubiertos de tu cena,
el que a fuerza de no ser invitado duerme solo cada noche.
Yo soy el aprendiz de brujo que decide y escribe tus horóscopos.


DUE CORPI
                                                         a Juan Bautista Gatti, in memoriam


Dicen que en el Museo Nacional de Nápoles
hay gallos que riñen eternamente
desde pequeños mosaicos esmaltados
que recuerdan otras glorias.
Es una vieja disputa de las aves
que anidaban en Pompeya;
un fracaso de la cancillería que sesiona en los corrales.
En Lastenia (Tucumán)
entre la ceniza despiadada de la malhoja que vuela
otros gallos deciden por sí mismos
algún retazo de poder,
ciertos honores.
Picos que horadan.
Bisturíes.
Espolones que rajan. Tus gallos
(como aquellos sobrevivientes alados del Vesubio),
cuando el dinero de la apuesta de los hombres
ya no cuenta,
libran otra batalla que también es eterna.


MINIATURA DE IMPULSO VITAL

Escapándole al centinela que descubre tu camino
antes de que lo intentes,
porfiada en tu mar de necesidades
que es sólo una que se repite como un paisaje infinito,
vas y vienes de mí y hacia mí, renovando la carga.
En tu cuaderno de visitas multiplicas la biblioteca ideal,
aquella que sucede en la mente
sin olvidar el paraguas por si llueve, pero no llueve.
Es hora de marcar tus debilidades.
Es decir:
es hora de hablar de mí en este texto.
Desoladamente solo, extrañándote a chorros,
me pregunto por qué la vida ha llegado a ser como es,
por qué avanzo al tacto, desnudándote con torpeza,
como un cieguito en la bruma de un bolero.
Los dioses de la desolación, indolentes, aburridos,
cansados de inventarle escollos al amor (que es una grieta),
están tranquilos esta tarde.
Saben que podremos beber el agua de cualquier espejismo
sin descanso, hasta morir de sed.


VIAJE A IRSE
a mi amigo Jorge Leonidas Escudero


Va.
Como quien viene, va
a gestionar salud para sus huesos
en los pechos siempre turgentes
de una mujer difunta.
Va.
Como quien viene, viene
al café puntual con el amigo
que ya no estará presente
salvo en el trayecto de los recuerdos.
Insiste en un poema de palabra escondida
como quien porfía en el metal de las piedras.
Alucina oro, cabalgadura, tamiz,
apuesta a un número de posibilidades harto esquivas.
Son los ríos de Manrique (una vez más)
“que van a dar en la mar
que es el morir.”


UN LIBRO DE POESÍA

Abriste el libro, no para leerlo
sino para acercarlo a tu nariz.
En una de esas páginas
las palabras decían que mi madre cocinaba,
que dosificaba el azafrán
en el arroz de los domingos.
Nunca pude saber
si mi poesía te decía algo,
hasta ese día en que acercaste el libro a tu nariz
y dijiste “azafrán”.


LA SEÑORA DE LAMAGLIA


Mientras se aburre en un asado, la señora de Lamaglia
piensa que en las playas de Punta del Este
va a recuperar el antiguo brillo de la familia.
La señora de Lamaglia se pinta los ojos
como sólo puede pintárselos una señora
casada con un aspirante a macho argentino en el año 68.
Fuma en una exposición (cuando todavía se puede fumar
en espacios cerrados y delante de otra gente),
nada en un lago salpicado de camalotes,
ora en el nombre del Padre y del Hijo,
lee la revista “Nocturno”.
Cuando sale a la calle, el día llueve.
Llueve y hay sol pero no hay arco iris,
sólo plantas tropicales en un mundo que no es el trópico.
Una anciana zurce un mantel
junto a un cenicero de vidrio ganado en una quermés
y repite una historia de perdido abolengo.
La casa está igual que siempre, los muebles, los cuadros,
el espejo que repite el jardín en sentido contrario,
la jaula sin pájaros, la estación de trenes sin trenes.
A una hora que no alcanzo a interpretar en los relojes
la señora de Lamaglia prepara su valija para escaparse
con alguien que no es Lamaglia, y tampoco yo.
La señora de Lamaglia es Julia von Grolman
y yo me iría con ella, sin pensarlo dos veces,
antes de que termine la película.




ROGELIO RAMOS SIGNES: Nació en La Rioja en 1949, pasó su infancia en San Juan, su adolescencia en Rosario, y reside en Tucumán desde 1972.
Publicó un libro de cuentos: “Las escamas del señor Crisolaras” (1983); tres libros de ensayos: “Polvo de ladrillos” (1995), “El ombligo de piedra” (2000) y “Un erizo en el andamio” (2006); tres libros de poesía: “Soledad del mono en compañía” (1994), “La casa de té” (2009) y “El décimo verso” (2011); un libro de microrrelatos: “Todo dicho que camina” (2009); y cinco novelas: “Diario del tiempo en la nieve” (1985), “En los límites del aire, de Heraldo Cuevas” (1986) Premio “Más Allá” a la mejor novela argentina de ciencia ficción publicada en el bienio 85-86, “En busca de los vestuarios” (2005) Premio ALIJA a la mejor novela ilustrada para jóvenes, “Por amor a Bulgaria” (2009) Primer Premio de Novela Luis de Tejeda 2008, y “La sobrina de Úrsula” (2015).




Héctor Urruspuru: Poemas




Héctor Urruspuru




























Un Beso con sabor a cocaína

Un beso con sabor a cocaína
te pedí,
y me lo diste...

un beso largo
como la cerveza negra,
lúpulo amargo de la noche
te pedí
y con tus garras pintadas
como al óleo
me lo diste,
en rojo de cadmio y falso
(pero me lo diste)

y te ibas,
bajo una luna de hueso
desde hace meses
y en realidad
me importaba
una soberana mierda...

Que me empujaras!
al centro del volcán
del magma de tu sexo
en cenizas oscuras!
te pedí,
y sí, lo hiciste.

Y aquí estás,
para mí,
sin aire en los pulmones
y sin luna llena
en la boca inmoral.

y sin tiempo
estás, estás,
en el retrato,
despidiéndote.
Despidiéndome...

Cuerpos recién amados  

Si hay algo que quisiera decir, antes de que la naturaleza me vuelva síntesis
(trazos de carbonilla),

es que amo, profundamente, el olor de los cuerpos recién amados;

y la falta de orden en tu pelo y en tus gestos,

que quién sabe de qué alturas vienen bajando.


Si hay algo que quisiera escribir
(dulce patrimonio de lo que es gemido confesar)

Es que soy un pintor y un músico fracasado. (Sí).

Sin embargo, la levedad azul de tu espalda en el cuarto,

es, canción en cuerdas de acero y un aguafuerte desmesurado;

y generan, el camino... demoradamente largo

de tus piernas desnudas que van,

de la cama perfumada al espejo del baño.


Naturaleza y síntesis, entonces. Carbonilla y trazos.

Quebrado amanecer de miel. Ruta solitaria.

Que seguramente no seré de ti, ni memoria de a ratos.

Pero hay,

hay algo que quisiera decir

(deliberada criatura de azúcar y cabellos despeinados);

y es, que amo... profundamente...

el olor de los cuerpos recién amados.

Iridio

... en la comba que traza la palabra "iridio", secreta, está tu voz contando tu llegada desde el espacio, iris único entre planetas, ojo viajero que no pestañea jamás que por todo mensaje de paz, porta un arco iris en su desnudez.
Yo me quiero enamorar de estas nomenclaturas extrañas en esta guerra.
Endurecer mi beso. Sea medida universal, ante lo inaudito de tus deseos.
Iridio para resistirte e iridio para habitarte.
Límites de un laberinto, estilografías para huir. Quedarse.
Iridio, para amarte.


Permafrost  

Amor, el problema es el permafrost, Siberia, el oso blanco y el hombre como envuelto en una capa roja, enemigo de sí mismo un atardecer sobre el mundo, más… el medio-ambiente, eso! pisar un tembladeral verde, la aurora boreal de tus palabras desnudas, enamoradas... Pero entonces digo "taiga", digo "líquen", "lobo" y digo "tundra"... un río helado se deshiela en nuestro beso. ¿Quién no quiere soñar que esto es para siempre?
Me estoy enamorando sobre los límites circulares nunca escritos de Parque Chas. Y águilas de costas lejanas y de lluvias, pigargos gigantes nos elevan y tocamos con los dedos congelados el techo del cuarto en un sueño de marchas rusas y de abrazos.
No sé... ¡Un laberinto es la vida! En donde apostar a doble o nada es permafrost. Perderse en la estepa.
Hemos, tirado los dados y están en blanco, blanco, blanco! números transparentes la suerte echada del destino y mentime que es nieve! Decime que es nieve que suspira expira todo un verso en voz de agua dulce, corazón de fuego escrito en humo de incendios de cuatro pinos sobre el aire, y eso somos.
¿Tomaremos el té sobre tumbas, leeremos a León Felipe, leerás a Girondo?
No sé… Círculos concéntricos lunas sucesivas y sí, cualquiera pisa sobre seguro, cualquiera dice “permafrost”, palabra que por solo un segundo enmascara, la palabra ”amor”.

***

érase un Papa tan viejo, que cabía todo él en una arruga

y él (todo él) blanco en un rincón de oro que son todos
pidió por mi oreja izquierda:
“... el tema de los santos, hijo...
puras patrañas...
eran todos alienígenas!”.

una tristeza un nudo en el tallo de un cáliz entonces
y en la sombra de su rostro veo aves que vuelan
bajo lluvias de Boticelli sobre el Vaticano del nuevo enero 

pienso en su Santidad (santa demencia senil Batman)
como la única víctima posible del Y2K
en su sitio en la web su voz canta gregoriana
la informática de la culpa y el perdón

y dibujo al fantasma de un lobo negro que pide permiso
en el año del Jubileo
para trasponer las puertas de Roma ciudad abierta
que entra lobo luna, con las fauces abiertas y poetas y putas detrás

y este Papa que ahora danza, se ríe (por fin) danza
parkinsoniano, Polaco y loco
al compás de tambores de cuero y madera
música céltica y el grito de la Banshee en la Capilla Sixtina
y aves de papel bajo la lluvia runa, no, no habemus Papa

mi lobo le olfatea las sandalias
y la niebla de incienso y el olor a pez de Pedro,
los logra poco visibles...
“ya quedan todos los cuadros en blanco, hijo”, me dice...

el Papa que baila desarticulado amarillo
Quasimodo de oro que el espejo ni refleja
el Papa espalda de gárgola que ríe
octavo pasajero entre mirra y crucifijos, olor a pez
                                    
y que de tan viejo cabe todo él en una arruga
y que entra en el nuevo Milenio de las cosas
que jamás tuvieron tiempo moral.


Héctor Urruspuru (Buenos Aires, 1956). Desde hace años coordina el ciclo poético Maldita Ginebra en el barrio del Abasto.   Ha editado "Breviario. Ha sido publicado en diversas antologías como la de Poesía Argentina año 2000 de la UBA, con selección y prólogo de Marcela Crocce y en una antología de la SADE Filial Noroeste Bonaerense, también en revistas literarias como Diario de Poesía y La Guacha. Buenos Aires.