| Ciarán Carson |
DUNNE
Fue entonces que oí del hombre desaparecido,
en la radio, a través de un siseo de estática –
estaban entrevistando a alguien:
El hombre desaparecido, decía, está
en la casa parroquial de Cullyhanna.
Eso fue todo. Esas fueron sus mismas palabras.
Llegué a una avenida de árboles oscurecidos.
En algún lado, pasos en la grava.
Entonces me identifiqué, y él
me abrazó, alguien a quien jamás había visto
antes, pero era él sin duda, barbudo
y desgreñado. Había lágrimas en sus ojos.
No sabía nada de los rescates.
No sabía quiénes eran. No tenía idea
de dónde estaba. Ni siquiera sabía
si estaba en el Sur o en el Norte.
Parecía aliviado de no estar más escondido
en un galpón lleno de arados y rastras,
zarandas oxidadas que se le clavaban y
lo raspaban. Se había sentido como un niño azotado.
Cuando lo encapucharon con un pasamontaña,
pensaba que estar cubierto por la lana negra era como
estar encerrado bajo una escalera, sin ninguna esperanza,
puntos saltados que nadie podría volver a tejer.
Desde Camlough, Silverbridge y Crossmaglen
los militares se estaban acercando. Él era,
parecía, el pegamento del empapelado, o
la pared chorreada entre las hojas, grabada
por fin en la memoria de lo que pudo haber sido.
Fue liberado. Las tres balas que le habían dado
como recuerdo tintineaban en su bolsillo. Se escabulló
por un agujero en la malla de seguridad.
Todo el día durante siete días, había estado
acostado de espaldas sobre el piso.
No podía ver nada, pero volvía, una
y otra vez, a una imagen de sí mismo de niño
encogido en la cama, mirando el cielorraso,
los enigmáticos huecos y garrapatas
que punteaban el vacío, y luego, más lejos,
las estrellas que rozaban esa ventana.
PAPEL PICADO EN BELFAST
De pronto, mientras el escuadrón antimotines entraba, empezaron a llover
signos de exclamación,
tuercas, clavos, llaves de auto. Tipos de imprenta rotos. Y la explosión
misma – un asterisco en el mapa. Esta línea con guiones, una rápida
descarga de fuego. . .
Yo trataba de completar una oración en mi cabeza, pero no dejaba de
tartamudear,
todos los callejones y bocacalles bloqueados por puntos y dos
puntos.
Conozco este laberinto tan bien – Balaclava, Raglan, Inkerman,
Odessa –
¿Por qué no puedo escapar? Cada movimiento está puntuado. Crimea.
Calle sin salida otra vez.
Un vehículo blindado, malla metálica antiataque, cascos antidisturbios.
Walkie-talkies. ¿Cómo me llamo?
¿De dónde vengo? ¿A dónde estoy yendo?
Una ráfaga de signos de pregunta.
HOGAR
A toda velocidad desde
el aeropuerto bajo
el camino de montaña
más allá del alambre de púa
con bolsas de plástico enganchadas
campos de chatarra
y granjas
de cardos
desde el borde
de la planicie
mis ojos se enfocan
en la claridad
de las calles
de Belfast
astilleros
cúpulas
teatros
un helicóptero
del Ejército Británico
posicionado
inmóvil
por fin
veo todo
VAMOS ENTONCES
por la vuelta al alambrado
del campo minado
de la mano
con ojos para nada
más que nosotros mismos
solos
sin inmutarnos por
las trampas y pozos
de la tierra baldía
hasta que
te agachás
y arrancás
un capullo
de eufrasia
(Versiones Patricia Ogan Rivadavia)
CIARÁN CARSON (Belfast, Irlanda 1948-1991) Poeta, traductor y narrador. Es es el autor de varios libros de poesía, entre ellos, The Irish for No (1987), ganador del Premio Alice Hunt Bartlett; Belfast Confetti (1989); First Language: Poems (1994), ganador del premio T.S. Eliot; Breaking News (2003), ganador del Forward Poetry Prize; For All We Know (2008); On the Night Watch (2010); y Until Before After (2010), y cuatro libros en prosa; y traductor del gaélico irlandés. Su traducción del Inferno de Dante obtuvo el Premio a la Traducción Oxford Weidenfeld.