lunes, 21 de febrero de 2011

Jotamario Arbeláez: MCMLXIV.

Jotamario Arbeláez.



















En 1964 había un hombre
que se llamaba Jotamario y usaba sombrero de copa.
Las gentes le decían: Señor Jotamario, ¿que hace usted con ese sombrero
         de copa?
Y él les decía: Señoras Gentes, ¿qué hacen ustedes con esa pregunta?

Era 1964 y él no se había dado cuenta
que los poetas que escribían para el futuro estaban pasados de moda.
Era 1964 y él no se había dado cuenta
que en los Estados Unidos los negros estaban matando a los blancos con
          armas blancas.
Era 1964 y él no se había dado cuenta
que si alguien le abría sus puertas era para que se estrellara más fuerte.

Pero había oído hablar de la bomba de californio
en los bailes de pascua de las embajadas;
pero había donado medio litro de sangre
para la anemia de los hospitales del trópico;
pero había leído en la revista Playboy
que Malcom X sostenía  que Jesucristo era negro;
pero había mirado hacia atrás por el espejo de su bicicleta
medio millón de muertos diseminados en una siesta horrible.

A veces caminaba por las calles bajo su canicular sombrero de copa,
paladeaba helados que eran un polo de ricura
y su mayor deseo era orinar desde la punta de la torre Eiffel.

No tenía escritorio
pero las gentes le decían que tenía madera de escritor;
no tenía máquina de escribir
pero cuando le daba la gana escribía como una máquina,
escribía maquinalmente lo que le daba la gana,
y las gentes al escucharlo le aplaudían como con guantes,
como con una sola mano.

En el colegio le enseñaron de memoria los pensamientos de Pascal
y estuvo enamorado de la amargura del filósofo.
Cambió luego a Pascal por  Pascale Petite
y la amargura por la mariguana.

Nunca tenía ideales.
Los ideales le parecían enfermedades de la idea.
Tenía en cambio ideas geniales.
Como ésa.

Comía rositas de maíz
que eran las únicas que le gustaban
y chiflaba si las películas
no satisfacían sus caprichos.

Sólo los domingos no se miraba en el espejo
sino al periódico donde publicaban su foto
y no es porque fueran de él pero le parecía
que sus poemas eran dignos de él.

Tenía un pasado judicial impecable
como un crimen perfecto.

Afortunadamente su padre
vestía la misma talla de él;
afortunadamente su amante
deseaba lo mismo que él;
afortunadamente la gente
pensaba diferente de él.

Sus padres se rasgaban las vestiduras
mirándolo por las calles recibir el caldo del cielo;
sus amigos le daban la mano dos o tres veces por semana;
apóstoles de zapatos de caucho nunca escasearon en su mesa
y en las terrazas de la ciudad pedían su plato de meteoros.

Era rebelde contra las paredes de moda
y su lecho era su único cuadrilátero para luchar.
Su lecho de patas de bailarina,
de sábanas de ordenamiento de vacas.
Su lecho de blandura de corteza terrestre
cuando la tierra era como una naranja.
Su lecho de fauna de microscopio
donde devoraba los bizcochos de la mañana.

Su mujer gemía bajo su peso pluma como una balanza,
bajo su peso y su presencia de lanzallamas en la noche de muslos
        hospitalarios,
y se reía colocando sobre su nuca su anillo de oro negro con piedras de
         diferentes colores
y su risa quebraba los cristales anaranjados de la luz.
Es un poeta inútil y se llamaba Jotamario,
como Buda.

de El profeta en su casa (1966)




Jotamario Arbeláez ( Cali, Colombia, 1940).  Poeta, periodista y  publicista,  uno de los fundadores del Nadaismo y de los renovadores de la escritura poética del continente.  En poesía ha dado a conocer:  El profeta en su casa, 1966; El libro rojo de rojas, 1970; Mi reino por este mundo, 1980; La Casa de la memoria, 1985, ; El espíritu erótico, 1990; En paños menores, 1994; La casa de memoria, 1995; El cuerpo de ella, 2000 y Paños Menores, 2009.  Nada es para siempre, las memorias de un nadaísta fue publicado en (2002).
Su obra ha sido  distinguida en Colombia  con los premios nacionales de poesía La Oveja Negra, 1980; Golpe de Dados, 1980;  Instituto Colombiano de Cultura, 1985; Instituto Distrital de Cultura, 1999 y el premio internacional Valera Mora, Caracas,  Venezuela, 2008.


Daniel Fara: Poemas.

Daniel Fara



















SOLDATI

El sol desentonaba.
La tarde nos cubría
como una sotana de ortigas.
El altavoz del aire
anunciaba el regreso del hombre lobo.
Sólo las moscas y yo
nos aventurábamos
por las veredas quebradas de locura,
cuando de pronto
se desató la noche,
y la basura tramó sordos vahos
a nuestros pies.
Había que gritar
para escapar del auto acribillado,
había que recordar constantemente
                                        los colores
a riesgo de olvidarlos para siempre.
Había que apretarse eñ corazón
al entrar a esa farmacia
donde dos manos verdes
mezclaban el azufre y el cansancio.
Había que gritar,
había que apretarse el corazón,
y, al menor descuido del enemigo,
saltar al colectivo
y repetir,
como quien se quita el polvo:
"Ya pasó, ya pasó,
no pasó nunca".


MAULLIDOS

Echabas una pezuña del diablo
en mi café
y te ibas en brisa,
riéndote del filo asesino
de mis puertas.
Eras mi clavo,
mi mordedura,
el hacha de tus uñas
me talaba día tras día.
Yo subía a un tren
con agujeros de alcohol
y le contaba a ciertos árboles
que huía de una mujer
con cabellos de horca.
Hubiera querido
dejar mensajes de plumas negras
por los asientos,
escribir socorros en las nubes,
pero tu alfiler era más fuerte
y yo volvía
a maullar mis súplicas
entre tus dientes apretados.


COSAS

Hay techos
humillados por la lluvia,
desesperadas escaleras,
patios sin triciclos.
Hay espejos miopes,
espejos efímeros
y espejos fisgones
que sudan gotas de plata
si uno se descubre en ellos.
Hay hongos que dan miedo
de puro parecerse a los paraguas,
y costumbres de madera
en las espadas más aguerridas.
Hay clavos agobiados por sus cuadros,
arados enterrados vivos
y telarañas multicolores
que se desviven
por moscas desvaídas.
Hay juguetes boca arriba,
puertas condenadas,
civiles marcapasos,
avarientos cofres,
y hay días
empedrados de huesos,
locos de huesos,
y huesos
que envolvemos en celofán
para que desde lejos
nos parezcan días.


EL ASESINO

Entra el asesino
y un signo de interrogación
engarfia los suspiros.
Los cuadros quieren
hablarle
de sus escaramuzas,
las antiguas beldades
crujen a su paso
y piden tres deseos,
pero el asesino no es de nadie
y menos de la muerte.
Sus manos de cerrajero
prefieren
los diamantes auténticos,
el oro filosofal
de nuestra sangre.
Entra el asesino,
afeitado y sonriente,
para desvelo de la conciencia
                                   barbuda,
tiemblan de gozo
arañas y cortinas,
un vampiro reticente
se disimula en la imprenta minúscula
y espera.


A RAIZ DE UN MALENTENDIDO

(sólo para vos)

Si uno quiere
escribir un poema,
lo escribe:
en la oficina,
en la ladera de un pecho
o en la cuerda de su horca.
Y no espía
por el ojo de una estrella
para ver
si conviene o no conviene:
lo escribe
en el último renglón de la conciencia,
alumbrado por el miedo y lo imposible.

Si uno quiere
escribir un poema,
lo escribe.
Pero no lo escribe:
lo dice,
lo acaricia,
lo ametralla.
Pero no lo mide,
ni se sienta,
reclinado en las ofertas,
a calcular
si lo vive o no lo vive.

Si otro pudo
escribir ese poema,
vale más taparse los oídos,
esconder la inocencia entre las plumas
o pensar
que si otro pudo
también pueden
los que creen
no entender lo que se dice.

Y si uno quiere
escribir un poema
y lo escribe,
habrá siempre palabras,
tiempo y golondrinas,
siempre el gusto de vivir la muerte
y seguir
hasta dar con las botas
y las siete leguas
y el comienzo del poema
que si uno quiere,
sigue.

Raúl Henao: Alfonso Fajardo y la poesía del delirio.

Raúl Henao



















No se si el poeta Alfonso Fajardo está loco, o tras las rejas en un  frenocomio de su país centroamericano. Y en este  caso si ha puesto en practica lo que nos recomienda André Breton al respecto: Asesinar a sangre fría al primero de los médicos, enfermeros o guardianes que se atraviese en el camino para de ese modo, tener por lo menos el privilegio de ser internado de por vida en una celda privada y exclusiva, apartada de la atmósfera abyecta y policíaca que prevalece por lo general, en dichas instituciones de salud pública.

Pero  a falta de que haya o no emprendido esa acción transgresora,  sabemos que el poeta salvadoreño se ha cuidado previamente de consignar en los poemas reunidos con el título de LOS FUSIBLE FOSFORESCENTES,  sus “palabras gemelas de las sombras”, “la luz animal de su locura” su “interpretación delirante y poética de la realidad”, haciendo caso omiso de los dictámenes que nos imponen la lógica y la razón,  para conducirnos seguidamente al reino de la libertad absoluta que, a no dudarlo, constituye la fuente perenne del arte y la poesía de todos los tiempos.

Ese lenguaje de factura incendiaria y soberbia, lo emparenta con predecesores de la talla de Roque Dalton, Alfonso Quijadurías o Carlos Martínez Rivas, sin perder por otro lado un ápice de su originalidad de poeta urbano y citadino, impronta que caracteriza a muchos de los poetas rebeldes centroamericanos actuales.

Es cierto que el curso muchas veces tortuoso de la misma vida citadina con sus altas y bajas, vientos encontrados o caminos enrevesados, se encarga a menudo de desmentir a los poetas contestatarios, que por lo regular terminan convertidos en académicos adiposos, en burócratas subordinados a los intereses de la clase política de sus  respectivos países de origen… en quienes desde luego, al final, sólo sobrevive la retórica vacía de la marginalidad y el malditísmo poético.

Pero por el momento es suficiente corroborar que Alfonso Fajardo se sitúa en esa línea negra” ya antes señalada por Henri Michaux cuando nos dice que “quien oculta su loco muere sin voz”,  línea de quienes oponen su locura personal, intensamente pasional y amorosa, a la locura colectiva de los adoradores del becerro de oro moderno, centrada en el intercambio comercial “helado y egoísta”.  Es por eso mismo que la poesía de Fajardo nos llama a vivir plenamente, aún en el dolor y la desesperación infernales: “hay una puerta al infierno y sólo yo tengo su llave” –nos dice en su poema Fuente Luminosa.  Y más adelante: “los locos caminan  de regreso al infierno”   (Ensayo sobre la Locura)

Cabe en resumen, señalar  su cercanía evidente  al poeta francés de “Una temporada en el Infierno”,  proximidad que no deja de aflorar en los más radicales e intransigentes poetas del pasado y presente siglo que, como él,  buscan “cambiar la vida, transformar el mundo”… sin importar que dicha empresa prometeica o luciferina termine en un completo fracaso cotidiano:

“No renunciaré
no renunciaré al salto al vacío al lápiz bruñido al fuego de la mente esquizofrénica
a la energía que transforma a la palabra nueva al fusible fosforescente del poema
al animal posible de la imagen”   (El Animal Posible)






FUENTE LUMINOSA


Hay un surtidor de epifanías que solo yo conozco
           y en esa quintaesencia
mis ojos beben la dulzura ardiente de sus minerales

Yo soy el árbol: ya lo dijo el poeta
cuando hacia trabajos que al mismo diablo daría lástima
Yo soy el árbol repito y en mi pecho descansan
dibujos a cuchilladas de corazones que no valen la pena
atravesados por azules vientres donde ya no corre sangre

Y aquí frente a la nocturna fuente luminosa
me digo: sos el mas grande de todos los magos
el mas indestructible de todos los mortales y
- como el cordero rabioso que reclama su porción de carne-
el mas feliz de todos los idiotas

Hay una puerta al infierno y sólo yo tengo su llave
Permítanme rugir la brumosa lengua del desarreglo
          comer los sesos de la palabra
y embarrarme los ojos con la luz animal de la locura

Yo soy el sacerdote
a mis pies se arrodílla
un zoológico de mascaras grotescas
un museo de lagartos osos hormigueros y payasos de cenizas
Soy el sacerdote
vivo del orgasmo y la sangre y el cuerpo que crucifico
no es mas que una flor venenosa
donde cabe la insanidad de mi sed
el demonio azul enclaustrado en mi pecho
y toda el agua gris de vida que su boca y sus poros recibieron
como el enfermero que lava las heridas en medio de la guerra de las calles
Hay una noche y en ella siembro mis aquelarres

Yo soy la fuerza la contradicción la energía
en mi convergen las hijas pervertidas de la esquizofrenia
las hijas de la paranoia las hijas del teatrero
de las imágenes y semejanzas tatuadas de lepra

Yo soy la energía y mi palabra nace del exceso
y del exceso brotan como pirañas los sueños
los engendros del dolor los ojos de la anarquía
los ríos los incendios los fusibles fosforescentes del poema




EL ANIMAL POSIBLE

                                                                         A César Moro

No renuncio a las quimeras humeantes que se desatan en el suburbio de la mente


Hogueras de mares de sangre de milenios entre venas vacías pueblan
el frió acostumbrado a sembrar cipreses en los laberintos donde defecan
setenta y siete presidentes de la república del mal que amanece
bajo la lluvia del napalm en la edad de las placentas como horcas

Anémonas de mar pasean sus perfumes por las macilentas calles del parnaso
sus tronos de niebla son lenguas de azúcar
y sus trajes cartilaginosos guardan gases como adjetivos cuando el infierno
es este reloj nuevo que cuelga del bahareque donde se acumulan los estómagos

No renuncio a los fútiles inventos que patento en esta página
Niños exploradores se sumergen en el bestiario del bosque
         hablan dos idiomas
una el español y otro torre de babel habitada por moscas
         sus crímenes ecológicos
nunca serán perdonados por el polvo de los estantes


Mi mirada de largo infrarrojo adentro del fuego de tu falda
          lúdica niña
mi mirada infrarroja de lagarto en la mirada de necrofilia de tus ojos
          muerta de tiempo
mi mirada de animal de piedra de ángel de venas de sombras de árboles fosforescentes
          mi mirada de ventana astillada
de animal llameante tras el monitor y el multimedia de la música negra que cae
          en la mirada de esta palabra que me mira


 No renunciare
no renunciare al salto al vació al lápiz bruñido al fuego de la mente esquizofrénica
a la energía que transforma a la palabra nueva al fusible fosforescente del poema
al animal posible de la imagen


(Los fusibles fosforescentes)

Raúl Henao ( Cali 1944) Poeta y ensayista.  Ha vivido en Venezuela, México y los EE.UU y representado a Colombia en numerosos Congresos y Festivales Internacionales. Ha publicado: Combate del Carnaval y la Cuaresma ( Medellín, Colombia, 1973); La Parte del León  (Venezuela, 1978);  El Bebedor Nocturno  ( Cúcuta, Colombia, 1978);  El Dado Virgen  (Venezuela, 1980); Sol Negro  (Medellín, Colombia, 1985);  El Partido del Diablo / Poesía y Crítica  (Medellín, Colombia, 1989);  El Virrey de los Espejos ( Medellín, Colombia, 1996); La Vida a la Carta / Life a la Carte  ( Medellín, Colombia,  1998). La Belleza del Diablo (Madrid, España, 1999) Sol Negro (Bogotá, Colombia, 2006.) La Doble estrella: El Surrealismo en Iberoamérica / Notas y Entrevistas Poéticas (Medellín, Colombia, 2008).



Paul Hoover - Semana de las letras y la lectura (1)

En lo profundo de la noche (Esteban Moore, Argentina)

Paul Hoover - Semana de las letras y la lectura (2)