jueves, 24 de junio de 2010

Heather Thomas, poems.














Esteban Moore, Heather Thomas, Craig Czury.





Sonar



Your sonar of loneliness
reaches farther than mine
Someone only needs to be in the next room
or on another floor
An actual angel in the play
may fade with time
You in the nothingness of night
with two oranges, a wall map
of the Atlantic sea floor
sunlight, twilight, midnight, trench
In the multi-night encountered
without you, I am someone else
Moon from a crevice, open terrace,
in the same room with blue globes
you’re thinking about nothing
and it’s very clear
the sound is a dream
we were pure but forgot
walking down years
my hands uplifted into yours.


Actionable Intelligence


There is actionable intelligence
in red-brick row houses,
spirit windows, no religion but love
burns on the fire escape.
There were wedding guests,
a singer in the tent,
infiltrators slipping borders,
blood diamonds all night.
Tirzah, you vanished
with the honey bee
in ruins open to air.
al-Ali, who knew your name?
Everything exists because
something else does.
I am a transient mannequin
wearing bright costumes
of vanity and oblivion
if happy nations have no history.

The Room of Not-Knowing


There’s a bed, a lamp, a bureau,
the drawer filled with your socks.
You keep the corners clear
for piles of laundry, magazines.
You sit at the desk hunting
what you don’t know in words
unspooling filigreed patterns
laced like nests across an inner sky.

When the nests fall
from the weight of their knots
you make new ones
or give up and construct a series
of shifting screens dark or light
depending on whether you
remembered to change the bulb.
Some have the translucence of pearls
or the wings of mating dragonflies.

Sleeping above you the skeleton
dangles your writing hand from its ear.
You come through rain
before everything strung and fallen,
brief as photos, your chance
to live at the heart of the real
and to tell. You are perturbed
by the pronunciation of your name.


Wallace Stevens House Prayer
323 North Fifth Street, Reading, Pennsylvnia, USA


In the walled space between
red brick rowhouses
heal us, Sandman
sliver of sky and a girl
of half-risen day
conjuring in the sandbox
under a dusty sun
these bricks where
cake, castle, catacomb
winding and unwinding
with the difficult rightness
of sand three stories down
the black iron fire escape:
Heal us, Sandman,
with the difficult rightness
of half-risen day,
these bricks where
the redness sticks fast.

Esteban Moore, Ángeles Caídos.















Esteban Moore y Hannelore Biricsz, Galerie Krinzinger, Viena, Austria.


“city of fallen angels *



Borracho de alcohol

y desesperación

Dylan con sus aullidos estremece la noche

Vallejo tose en un conventillo parisino

la noche se extiende en los hemisferios

en México Lowry

oculta sus visiones zoológicas

en las abrasivas lenguas del mezcal

viajando sobre el chirrido de un tren de carga

Kerouac canta ronco vómito tras vómito

las bondades del agrio vino californiano

Bukowski resbala y cae

en la noche brillante del Sunset Boulevard

en la trastienda de una farmacia de turno

Carver abre una botella de licor clandestino

mientras una vieja con un perro ridículo

espera el preparado

que tranquilizará sus tormentas

a esta hora de la madrugada

quizás alguien se esté preguntando

qué sucede

bajo el ardiente sol de los parajes sureños

en el extremo de Oriente pálido de luna

En una jaula iluminada por reflectores

Pound murmura palabras

que sus carceleros no comprenden

Michaux cubierto de noche

en un cementerio de Cuernavaca

se deja volar en sustancias

sin entender la magia del paisaje

en una ciudad que lo desconoce

Julio Huasi

decide por mano propia

abrazar las tinieblas

otros en el pico de una botella

apagan los exactos compases del corazón

En un sitio donde todos cantan la belleza

de las ondulantes mujeres junto al mar

alguien bebe risueño su caipira

absorbe el oscuro aroma del azúcar

el rancio perfume de pobladas axilas

la imaginada fragancia de una flor

pleno sabor deseado

nosotros desde Montevideo observamos

el cielo cargado

Los modos cambiantes del tiempo

no conocen la amabilidad de tus deseos

se desplazan imperturbables

a través de las cordilleras los océanos

las llanuras

cruzan el poniente

someterán a cada uno de aquellos

que intenten penetrar sus polos de radiación

a las pequeñas

obsesivas cuestiones cotidianas

Perlongher viaja en un automóvil

que se desliza

hacia los suburbios

su destino

una capilla donde frente al altar

en el círculo de energía otorgada

ante los ojos

del sangrante cordero de Dios

un sacerdote administra la esperanza

sí y…

qué dones qué palabras mama

en su desesperada desilusión

en qué aguas alimenta esa fe apresurada

Padre Nuestro…

que estás en las sacrísimas alturas

comienza la invocación inútil

su único consuelo

la voracidad de Dios

Al viento en el río

voces extrañas

en el río al viento

desconocidas almas en pena

Aquel que elige

en la pobreza del exilio

el nombre de Sebastian Melmoth

recuerda una esposa los hijos tan amados

añora ese mundo al que no podrá regresar

infantilmente recuerda la redondez

de su colección de fina porcelana

el color de Londres bajo la luz del otoño

anota en su cuaderno:

poseo la tranquilidad de los objetos perdidos/

soy un hombre que ha vivido su tiempo/

en simbólica relación con el arte/

ya no se avergüenza en las calles

cuando alguien murmura a sus espaldas

o grita Fingal O’Flahertie ooo ooooooohhhhh

él repite en voz baja mansamente:

el dolor es un momento demasiado prolongado

Tampoco imaginará de Joyce

el calembour lanzado en

The Ballad de Persse O’Reilly:

Fingal Mac Oscar Onesine Bargearse Boniface

a quién se le ocurre

Ortodebarcaza Carabonita

Las sombras

su proyección geométrica

permanecen

quién o qué

erosiona la forma que envuelve

grabará en la historia

las marcas del pudor ajeno

Alguien recuerda

el eclipse de luna de Lu T’ung

la figura del cielo el emperador

la visión de sus ojos

apagándose en la belleza terrenal

la luna el ojo nocturno del cielo

devorada por la tremenda boca del sol

y de la terrible ejecución

de este poeta que amó las alegorías

en el 835 año del Señor

No tienen nada que decir

Pregunta una voz ajena

El gran círculo gira sobre su propio eje

Las primeras luces del alba

Penetran profundos pliegues abismales

Las imágenes fulgentes

Se repiten

Una y otra vez

En la superficie bruñida

Qué podrán decir en México

en Montevideo en Buenos Aires

que no haya sido cantado en el Occidente

en Venezuela en el extenso Brasil

en el muerto Oriente perdido

donde los magos

buscan por el firmamento

la luminosa trayectoria de una estrella

la develación del secreto

Auden

en vísperas de un nuevo año

propone un brindis alza su copa

elevo dice

en el agrio aroma del licor

el peso de los planetas

la mutabilidad del universo

no busquemos en el pasado

edenes ilusorios

menos aún

la seguridad de las jerarquías

el siglo nos presentará

las imaginadas ruinas

Rimbaud arrastrará

su gangrena de oros

El cuerpo de Alejandra

sus oscuros labios de sangre quieta

callarán la última palabra



A Yeyé in memoriam

Custozzagasse 5, Viena, 1994.



*“Ciudad de ángeles caídos”, Pintada mural, Silver Lake, Los Ángeles, EEUU.





Don Domansky, poemas.














Craig Czury, Héctor Delfino (gritando desaforadamente), Don Domanski, Esteban Moore,
Buenos Aires.




Versiones, Esteban Moore.


Los óvulos del sueño

la ciudad está lo bastante vacía
para que las oficinas
se llenen de vidas después de la muerte
-lo que significa
que está nevando en las calles
lo que significa que hay un perro en algún lado
lo que significa
que el corazón y el hígado están mojados
empapados con los tiempos más oscuros
/que los cirujanos hayan conocido

yo vine a la ciudad desde el ala del saltamontes
desde los óvulos del sueño -desde las piedras golpeadas contra la playa
desde las raíces y sapos y el pelo de mi madre

yo nací porque hace millones de años surgieron
comunidades de lagunas - porque las lagunas necesitan una manera de decir adiós
porque yo siempre estoy diciendo adiós -y vos también

crecimos uno al lado del otro -juntos en el extravagante vestido de los renacuajos
desde el indolente cielo -desde los óvulos del sueño
como flores surgiendo de la desesperanzada luz de la cámara
esa próxima fotografía tomada en el césped

la nieve viene por el deseo
porque tiene que tener su lugar al lado del polvo
porque alguien está cambiando caballos en 1829
porque alguien está discutiendo con su mujer en el 2078
y ésta es la forma en que la tormenta los escucha

este silencio en las calles -este viento que arrastra
todos los destellos - que arrastra los rieles sueltos
que llevan tus manos a la muerte

lo que cargo a través de la tormenta
es lo que cargo a través del sueño
la sombra de cuervos sobre mis hombros
lengua y surco de la edad en mi rostro
las pequeñas cúspides de la historia en mis zapatos
recuerdos mal escritos
a lo largo de mi espina dorsal

estoy caminando rápidamente a través de la tormenta
la nieve es una costa
más allá de ella un bosque ovillado y póstumo
pero nada pavoroso -solo ese movimiento como un juego de manos
de nacer y morir y nacer
un bosque como una habitación en la noche
cuando alguien abre la puerta un crujido
pero nadie entra.





El corazón de un picaflor late 1260 veces por minuto

Este hombre estará sentado en su silla hasta el amanecer. Ha sido un largo día, y ahora las conversaciones del día separan las hojas del pasto para acostarse. Ahora las pausas entre las palabras poseen todo. El esmero del vacío al cual él no le ve el fin, éxtasis de espacios en blanco entre las piedras y todos los pensamientos fuera de las piedras, se los deja errar hasta la mañana. Hay en él una tristeza que no puede interpretar, como arroyuelos trayendo pinceladas de sangre de vuelta a un manantial que esta no comprende. Como todas las pequeñas pitonisas debajo de las tablas del piso que no pueden decir una palabra, y todos los libros en los estantes que no pueden leerse a sí mismos. En su habitación sólo el picaflor entiende, prensado entre las hojas de la biblia familiar de los años 1850, como una rosa que comprendiera el vuelo, aplastada tristemente contra todas las palabras de Dios. Una flor donde la oscuridad se condensa en forma de pájaro, donde la muerte se condensa 1260 veces por minuto. Esta tristeza es suficiente incluso para que un hombre la comprenda, para encontrar su lugar, el peso de su infelicidad, esa pluma que cae dentro de él mismo, donde no existen alas, ningún volar hacia la luz, ni un aleteo, ninguna respuesta que venga del movimiento




Cerrojo del Leteo -llave mnemónica



el olvido es el peso
de una paloma que desciende en el parque

el olvido es un leve sollozo justo antes del viento

cuando camino mido los espacios
entre el olvido
y esos espacios se alinean bellamente
como los túneles de las minas
colocados en depósitos de cartón
que huelen a tabernas nocturnas
y a haber logrado el propósito
de estar sentado sólo

recuerdo el olvido
era parte del follaje
se tragó direcciones
comió la fruta brillante

era espacio
cuando todos
daban la espalda
era el sonido de un portón cerrándose
poco después de ir a la cama

en las pinturas antiguas siempre
se lo representaba como el hermoso niño
con una hoja ancha
que hacía las veces de regazo materno

en sus manos regordetas
siempre había una llave negra

una llave que abría el cerrojo de la memoria

yo nunca he visto ese cerrojo
pero estoy seguro

de que está hecho
de carne y hueso

sé que hay una pequeña oscuridad
esperando allí
que la llave la manipule
dos tambores esperando
que se los gire
como dos cabezas durmiendo
que de pronto se despiertan
miran fijamente a la otra a los ojos
y se dan vuelta.





Don Domanski  ( Sydney, Nueva Escocia, Canadá, 1950) Ha publicado en poesía: The Cape Breton Book of the Dead (1975),  Heaven (1978), War in an Empty House (1982), Hammerstroke (1986), Wolf-Ladder (1991), Stations of the Left Hand  (1994),Parish of the Psychic Moon (1998), All Our Wonder Unavenged  (2007). Obtuvo, entre otros premios, el premio nacional de poesía del Canadá y ha sido traducido al checo y al portugués.

Jack Collom, poemas. Versión, Esteban Moore.






Versiones, esteban Moore.









Jack Collom, Esteban Moore, Schule für Dichtung in Wien, Austria.




Observaciones 14-5-88




Cortina

7 a.m. reclino la cabeza

hacia atrás

el sol

a través de la cortina

burila un agujero

en mi ojo



Azul



Borbotea, en la cafetera,

el agua para el café,

con un suave tamborilleo.

Todo está en silencio,

todavía. Cafetera azul.

Calzoncillos blancos. Camisa blanca.

Pantalones marrones. Medias azules.

Zapatos negros.



Manteca




Las noticias de las Rocallosas:

“condenan a Worthman a 376 años;

ganan los Celtics. Temperatura en ascenso.

Posibles chaparrones.

Desde el Pacífico se aguarda

la presencia de fuertes vientos huracanados.”

Un niño de diez años de edad

con una biblia en la mano

caracteriza a sus maestros: “putañeros, raros,

fornicadores, adúlteros.”

Lamo la manteca que cayó sobre la página.

Feliz cumpleaños David Byrne.

Escorpio: “excelente día para iniciar un viaje,

(si ya lo tenías planeado).”

El murmullo del motor de la heladera

es más tumultuoso

que las poderosas corrientes del río.



Jack Collom, nació en Chicago en 1932. Trabajó durante 20 años como obrero en fábricas y en el gremio de la construcción. En la actualidad enseña poesía en el programa federal “Poesía en las Escuelas”. Publicó gran cantidad de libros de poemas, entre ellos, Blue Heron &IBC y Arguing With something Plato Said. Dió a conocer dos libros de texto: Poesía en Todas Partes, un ensayo sobre la enseñanzade poesía por poetas en la escuela primaria y Ventanas en Movimiento, que trata acerca de la evaluación de la poesía escrita por niños.

En la actualidad Jack Collom vive en Boulder, Colorado, donde dicta un taller sobre traducción

en la Escuela de Poesía del Instituto Naropa.

Mario Benedetti







Mario Benedetti, Esteban Moore,
Museo Romántico, Montevideo, 1993.







Mario Benedetti (Paso de los Toros,1920- Montevideo, 2009)


¿Por qué cantamos?
Mario Benedetti

Si cada hora viene con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no son los buenos aires
la vida es nada más que un blanco móvil

usted preguntará por qué cantamos

si nuestros bravos quedan sin abrazo
la patria se nos muere de tristeza
y el corazón del hombre se hace añicos
antes aún que explote la vergüenza

usted preguntará por qué cantamos

si estamos lejos como un horizonte
si allá quedaron árboles y cielo
si cada noche es siempre alguna ausencia
y cada despertar un desencuentro

usted preguntará por qué cantamos

cantamos porque el río está sonando
y cuando suena el río / suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino

cantamos por el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos

cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota

cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta

cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.

La poesía, Esteban Moore
















Esteban Moore, Gary Vila Ortiz, Kornelijus Platelis.




La poesía, Esteban Moore


“No se puede vivir la nostalgia de lo perdido”

E. P. Kirk




Esa palabra, ese fragmento de un verso, una frase de un texto cualquiera; los restos de una conversación cotidiana, pueden ser la materia que produzca esa primera pequeña iluminación de la que se desencadenará, inicialmente, el contrapunto de voces y sonidos que habitan y son requeridos por el poema.

Ecos que inician entre sí un intercambio íntimo que se corresponde con aquellas otras voces que habitan las páginas amarillas, subrayadas y anotadas, de libros envejecidos que nos aguardan en nuestra biblioteca personal.

Murmullos que no podrás erosionar de tu memoria, “Schwarze milch der Frühe wir trinken sie abends [...] wir trinken und trinken” correspondiéndose con “All changed, changed utterly: /A terrible beauty is born” o con “por fervor de la mente, el valimiento/ de no ser copias serviles sino formas, /purificada acentuación de formas”.

Presuntas consignas para ese juego que crees controlar: “el susurrado aullido de sus preguntas/ preguntas que no requieren respuestas inmediatas/quizás tan sólo -nuevas preguntas/ así ellos/ frasean su respuestaen el armónico plisado de unos sonidos”.

Sólo sonidos girando en el vacío, buscándote la lengua, siempre, persiguiendo eso que está por verse en la palabra.


Sam Hamill, Drinking Alone on the Eve of New Year’s Eve



















Outside these walls,
nine million portenios hurry on their way.
As the hour ticks by,
I pour another Sol Azteca
while a Coltrane ballad plays.
Can anyone live half as long
as a Billy Strayhorn song?
My dear friend, Sandy Taylor,
died a week ago today.
He knew that Zen means nothing:
"No whining, no preaching;
what you love most you must give away."
Tonight I’ll burn another Buddha,
and like Sandy, embody the teaching.


Buenos Aires, Summer,2008.

Fernando Aínsa, Aprendizaje Tardío.







Horacio Verzi, Fernando Aínsa, Esteban Moore.
Casa de la Cultura, Maldonado, Uruguay.







Aprendizaje Tardío
Fernando Aínsa



Cuando florece el cerezo
y se cubre del presentimiento blanco de fruta,
empieza realmente la primavera.
Porque el almendro pudo confundir su flor
con las nieves de febrero
y el melocotón darnos falsa esperanza
de bonanza en el ventoso marzo,
tantos trajes tiene el vestuario de la naturaleza.

Son estos aprendizajes tardíos
-en realidad del hortelano improvisado-
los que ahora me ocupan:
descubrir el ritmo secreto de lo que me rodea ,
la tenaz indiferencia con que llevan adelante su empeño
los árboles frutales de la huerta.

de Aprendizajes Tardíos, Renacimiento,Sevilla, España,2007.

Alfred Corn: Methaphors, Masks, Coding.













Everyone knows Yeats’s preference for “the quarrel with ourselves” as a source of poetry superior to the rhetoric made from “the quarrel with others.” I’ve said several times in print that I prefer poems that are straightforward to poems that wear a “mask.” So it occurs to me to quarrel with myself on this theme, to perform what Chairman Mao called “autocritique.” I doubt the result will be poetry, but it may bring some clarity to a subject poorly demarcated and seldom well thought out.

I’ve noticed that people are more likely to cooperate with a directive placed indirectly than directly. A direct recommendation or command is likely to be resisted. But if the suggestion is indirect, is coded, there’s a greater chance of a positive response. Hence the advertising industry’s “hidden persuaders.” Keats’s rejection of poems that “have designs on us” doesn’t reference specific titles, but we can all think of examples of texts that seem coercive, seductive, or designed to foster complicity. In truth, almost every poem has this aspect, but the degree varies. Rarely does the poet “spit in the eye” of readers and attempt to alienate them. And even this can sometimes be analyzed as an elaborate, reverse-psychology method of commanding assent. And make no mistake: reading isn’t a purely pacific process but instead a species of sparring or outflanking, an effort to neutralize the resistance that we all bring to any phenomenon, actual or broadcast or written, that we encounter. In view of all this, indirect suggestion is probably a cleverer way of securing reader endorsement than straightforwardness.

Any art, and certainly poetry, will include a ludic or game-playing dimension. Decipherment is fun and challenging in the same way that the Times crossword puzzle is. The poem that just lays all the cards on the table doesn’t offer us the Scrabble-Chess-Go component of a conscious art and won’t stimulate as much adrenaline as those games do.

Constructing “masks” and devising metaphors able to suggest a subtext requires ingenuity; and ingenuity deserves praise, even if it isn’t quite in the same league as magnanimity.

The reality is that many writers have things they urgently wish to convey and yet dare not out of fear that their concerns will be ridiculed or condemned. Indirection allows them to communicate their sense of a topic while providing an escape clause. If ridicule or condemnation is aimed at the subtext of a coded work, authors can always evade and say, “That’s not what I meant. You’re reading things into it.” Of course the disguise is less courageous than going for broke, but it isn’t realistic to rely on courage in human affairs, given that it is the least widespread of all admirable qualities.

In countries where censorship is the rule and imprisonment a possible consequence of publishing texts critical of the regime, masked or metaphoric treatments of political topics is the only safe way to take them up. Meanwhile, there are laws against libel everywhere, and coded communication allows for the expression of libelous sentiments, yet without the risk of prosecution.

Oscar Wilde: “Man is least himself when he talks in his own person. Give him a mask and he will tell the truth.” Why “least himself when he talks in his own person”? I suppose what Wilde means is that the public persona is tidied up for public consumption. If you meet strangers on the street, chances are they will behave in a friendly fashion. But if they get behind the wheel of a car, the relative anonymity thereby provided frees them to behave as aggressively and rudely as they like; and if they like being aggressive and rude so much, that must be who they really are. The true person hidden away is like the picture of Dorian Gray, not nearly so presentable as the man who shows up for tea in his morning coat. Using masks allows us to present ourselves as we actually are; it gives an unidealized portrait of our actual natures, something we generally have difficulty discovering, either to ourselves or to others. And if one value of art is to awaken us to truth, then masks are a convenient avenue to the truth about self. Considering this dark side, we could adapt Eliot’s comment and say, “After such self-knowledge, what forgiveness?” But without self-knowledge, we don’t know what needs forgiving. Better first search out the truth, and then see about the forgiveness problem afterwards.

Finally, for all that metaphoric texts point us toward a partly concealed meaning, they can never do so with 100% accuracy. There will always be room for interpretation and doubt. Readings of a truth told “slant” will vary from reader to reader. Hence the text takes on the aspect of an oracle, vague, suggestive, not fully circumscribed by semantic boundaries. The poem becomes a Rorschach test, its weird, tortoise-shell symmetries productive of multiple responses, according to each observer. Engaging in this process we become like those who, as described by Horatio, listened to and tried to interpret Ophelia’s disjunctive glossolalia (Hamlet, IV, 5): “They aim at it,/And botch the words up fit to their own thought.” And this vague, cloudlike, metamorphic kind of textual encounter is for many readers the esthetic experience, one that outweighs all others, even the apprehension of memorable lines like, “It is a tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing.”