sábado, 9 de noviembre de 2013

Fernando Denis: Flor de Loto Historias desde Asia, de Juan Alfredo Pinto Saavedra.









 
 REGAR LA FLOR DE LOTO
                                                                          

Un libro que siempre he tenido de cabecera, Un bárbaro en Asia, de Henri Michaux, en la impecable traducción  castellana de Jorge Luis Borges, comienza así: “En la India nada para ver, todo que interpretar”.
     La India, uno de los territorios más poblados del globo,  es un país de misterios y de símbolos, donde la religión es una arte poética del espíritu. Una poética impresionante  donde confluyen las creencias,  las artes, su antigua arquitectura que parece moldeaba con palabras, y las costumbres de millones de indios que fluyen por sus calles como un río, como el Ganges que los baña. Para el latinoamericano es una suerte de hechizo entrar en esa fábula milenaria, en su música interior, en su magia que gravita en el aire que llega desde el incienso de los templos, desde sus intrincadas calles donde Gandhi camina todo el día,  donde vacas y elefantes confluyen entre automóviles por las grandes avenidas hacia todas partes, quizá hacia la mañana invisible donde aguardar la señal divina.    Más antigua que su historia, la India es un paraíso interior, sagrado, que marcha desde las orillas hacia la búsqueda de la esencia y deja de lado la contaminación del mundo exterior, que le es accesorio como un adorno. Por eso es el país espiritual. Sólo el espíritu puede reclamar la belleza del mundo, lo demás  incomoda. Laboriosos espíritus como el de Kipling o el de Tagoré, ambos premiados con el Nobel de Literatura, dan testimonio  de la vasta  universalidad  de un lenguaje poderoso, y acaso único en sus dimensiones, ambos provenientes  de la tierra como una semilla,  del núcleo de sus raíces, amparados en el color de la naturaleza, esperando su dictado, la tinta de sus paisajes, embriagados de la fe ancestral de su sangre primitiva.
       Flor de Loto  Historias desde Asia, de Juan Alfredo Pinto Saavedra, que aparece ahora en su versión inglesa (Stories of the Lotus), editado por Sahitya Acakademi, la academia de letras de la India, en una impecable traducción de Minni Sawhney (una linda intelectual de las lenguas, quien fue mi guía y leía con dicción indi mis poemas en inglés mientras buscábamos la sombra de Kipling en los callejones de Calcuta), es un fresco  narrativo que conjuga con pasión y lucidez la azarosa epopeya de un sueño latinoamericano en el continente asiático. Al igual que Michaux narrando su  bárbaro, su poético, su místico peregrinaje, Pinto traza con sutileza las costumbres y los credos de una región sobrecogedoramente extraña, plasma con delicado pulso las circunstancias de unos personajes que sufren el desarraigo social en ese continente ajeno, y se ven involuntariamente sometidos a las situaciones más diversas, algunas enfáticamente bellas como también dramáticas. A través una prosa franca y directa, como nos enseñara Hemingway,  y de una insospechada belleza de imágenes, el lector se adentra  en un portentoso crisol de aventuras digno de la mejor  tradición india, donde somos llevados subrepticiamente por los rincones más espeluznantes, también por otros de despiadado exotismo, acechado por el asombro de ese universo variopinto que a unas veces parece un sueño y otra veces no. Hay personajes inolvidables como Fiorella, tan hermosa como  la inolvidable Remedios de Gabriel García Márquez;  o Susana, la musa central de “Majira”, capaz de enfermar de belleza ante un color. “Majira”,  el primer relato que leí del libro,  abunda en prodigios desde las primeras líneas: “Había superado todas las enfermedades desde la infancia, excepto una, la adicción al color azul”.  Susana, la  ebria de esplendor, la que busca su destino entre los colores,  cuando entra al bazar de Samarcanda, uno de los  mercados más fabulosos del mundo, no parece que fuera a comprar algo sino que se internara entre los vendedores y las colmenas en busca de la sombra  de Tamerlán el Grande para pintarlo, para hacerlo suyo como todo lo que observa de manera fundamental; inmediatamente me veo obligado a recordar el amoroso verso de Borges: ·”Yo, el rojo Tamerlán, tuve en mi abrazo a la blanca Zenrócate de Egipto, casta como la nieve de las cumbres”.
      Una cadenciosa noche nos pusimos de acuerdo con Juan Alfredo Pinto  para ir a cenar a un bonito restaurante del Park Way de Bogotá. Esa misma noche abrió la carpeta anillada con su libro, que ya estaba en imprenta, y me dijo que leyera “Majira”, el relato por el cual tenía preferencia. Lo leí con mucho entusiasmo ignorando el bullicio de las mesas, y luego entendí  por qué  me lo hizo leer ahí mismo. La heroína del texto, Susana, una amiga suya que venía de Pamplona y estudió artes en la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá, tenía una percepción de la pintura, del color y su naturaleza fantasmagórica muy parecida a la que yo tengo cuando escribo mis poemas.  Me sentía bastante intimidado mientras me sumergía en los renglones de aquella prosa que fluía entre pinceles, sueños y dolores. Entonces supe que tenía el deber de ir a la India, el país donde  los colores encuentran su fundamento, donde palpitan la sombra y la luz de la historia del arte con un rigor casi metafísico. (Aquí me detengo, en esta línea, y miro al cielo, casi en la margen de la página como si estuviera en la orilla del rio sagrado, el Ganges).
        Octavio  Paz, poeta y ensayista mejicano que había encontrado su estética en el surrealismo, escribió un libro de ensayos,  enigmático y agudo,  Vislumbres de la India, también como resultado de su estadía en el país asiático. Cabe ahora citar una línea suya, un verso: “Un mundo nace cuando dos se besan “. Los dos que se besan pueden ser dos continentes, y esta es quizá la eclosión súbita que invadió poderosamente la sensibilidad del narrador de Flor de loto;  movido por la intuición, poseído  por su inquietante acerbo literario,  Juan Alfredo intenta de manera ensoñadora que dos continentes  se cortejen a través de la palabra, que el genio creativo logre que puedan fundirse. Al igual que Octavio Paz, Juan Alfredo también ejerce las labores diplomáticas de su país como embajador de la India,  y en ratos de soledad y ocio deja correr la tinta y describe el pavoroso asombro que ha ido embriagando su espíritu, lo perturba la belleza y sus cambios de ritmo y ha encontrado en la prosa un refugio encantador más allá de las escuelas literarias y de la academia.  Inquieto, merodea por las páginas de su libro como por una tienda de antigüedades, compra sueños en bruto, los pule y se los vende al que vive en una acera de la fábula, además les encima tesoros escondidos en el lenguaje, mitos esotéricos sobre el sexo y la música, y también cadenciosas imágenes escondidas en su mitología personal.  Sus personajes de alguna manera  me recuerdan a los de Marcel Schwob, quien también vivió poderosamente envenenado  de Oriente, de sus magias, su cultura lo envenenó, lo condeno a crear esas atmósferas espeluznantes y bellas, a reinventar la memoria de unos seres y a darles un verdadero destino para la literatura, seres que habitan los más intrincados laberintos del relato,  devotos de una pasión  o de una soledad que los empuja a ser testigos de su época bajo un trasfondo de hechizo, más allá de las palabras que los envuelven. 
       Estos relatos asiáticos que respiran el aroma de la flor que nace del barro y crece con la memoria de toda una civilización, son las “vidas imaginarias” de un presente histórico que envuelve la trasegada biografía del autor, es la versión del lector que escudriña en los pasos de una geografía que le ha sido otorgada, de un amanuense de los caminos, arrancada de diversos paisajes de Asia y que pertenecen a las reliquias de su memoria fatigada por los viajes. Pienso que  Kipling sería su lector más afortunado; o quizá a Jorge Luis Borges le hubiera arrancado una sonrisa antigua.  


Fernando Denis (CiénagaMagdalena, Colombia 1968). Ha escrito La criatura invisible en los crepúsculos de William Turner (1.997), considerado uno de los mejores libros publicados en Colombia durante el siglo XX, Ven a estas arenas amarillas (2004) y El vino rojo de las sílabas (2007). Su poesía ha comenzado a despertar interés dentro y fuera de su país, y su libro, La geometría del agua, publicado por Grupo Editorial Norma, presentado en la Feria del Libro de Buenos Aires, y en Maguncia, Museo de papel, grabado y estampa de Argentina, se está traduciendo al inglés, al francés, al alemán, al ruso y al bengalí. Contemporáneos como William Ospina (Premio Rómulo Gallegos 2008), Juan Gustavo Cobo-Borda y José Ramón Ripoll coinciden en señalar que Fernando Denis es una de las voces actuales más originales en la poesía de América Latina. Se preocupa también por el paisaje exterior, como el que contienen las tonalidades de la naturaleza. Algunos de sus poemas se inspiran en las pinturas crepúsculares de William Turner. La cadencia y la sonoridad de sus poemas recrean imágenes, músicas y conceptos decimonónicos como el prerrafaelismo, corriente artística de la era victoriana que lo ha impresionado; en algunos poemas como los monólogos de sus personajes femeninos, las voces tienen mucha fuerza íntima. La embajada de Colombia en Delhi y la academia de letras de la India, Sahitia Akademy, editaron sus poemas en inglés y lo condecoraron como el poeta más representativo de su país y una voz literaria sobresaliente de las letras contemporáneas.










Marina Kohon: Poemas.



Marina Kohon






















I


Imaginá que en la luz
el sonido hierve
-en verano las palabras
saldrían de su pozo-
como una significación
del orden de los días
hasta esparcirse
en la transparencia del sentido




II

o  imaginá una calibración
               distinta
en la intensidad asignada
como herencia o marca a fuego
como si la suerte
barajara de nuevo


III

o como si esta canción
no fuera inevitable
no hiciera pie en lo impensado
y yo pudiera dejar
de abrir cerrojos
en el iris de la nieve
y elevar castillos en el hielo


IV

pero es  desde lo inaudible
que excavamos en la luz
para construir el día a día
con lo que queda

y desde la imposibilidad se nombra
y se predice
porque lo que brilla
es siempre mucho más pequeño



Marina Kohon (Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1965). Poeta y traductora Coordina el Club  de Lectura de Literatura Irlandesa desde el 2010.
Publicó en poesía: La ruta del marfil (2012) y Banshee (2013).
Administra el blog Ogham: Arte Celta Irlandés, Traducciones y Otros Hallazgos

Balai Chand Mukherjee ( Bonoful): 2 cuentos bengalíes.




Balai Chand Mukherjee ( Bonoful)






LIBERTAD


¿Qué significa la libertad ?-,el maestro preguntó.
      -Libertad de sí mismo-,Subol  respondió.
      -¡Libertad de sí mismo!- explica.
      Subol pensó durante unos minutos.
      -El derecho de hacer lo que deseo-, dijo.
      -Vale. Si quieres puedes robar, vencer a alguien o dejar el estudio ¿Eso es  la libertad?
      -¡No señor!
      -¿Entonces?
      Subol permaneció en silencio.


       El maestro formuló la misma pregunta a cada uno de los estudiantes; nadie pudo explicar la palabra "libertad". Entonces comenzó por decir: “Como India es un país libre (India consiguió  la libertad  en 1947), debemos entender el significado de la libertad. Sí, Subol, tienes razón.  Libertad es la libertad de sí mismo. Pero ¿qué es  ‘uno mismo’? Los animales también quieren tener todo lo que es bueno. Pero el ser humano es mucho mejor que el animal. Él debe servir no sólo a sí mismo sino también a los demás en su sociedad, en su país.  Vive y deja vivir, eso es la libertad. Debemos ser valiente para decir y hacer lo que es correcto, lo que se espera de un hombre libre. Cuando creceréis , entenderéis  que nuestro ‘yo’ es  Dios . Por lo tanto libertad es la obediencia a Dios”.

Los estudiantes escuchó atentamente al maestro. Pero les era difícil de entender, ya que  eran los niños. Cuando Subol volvía a casa desde la escuela, estaba pensando en las palabras del maestro. Eran muy duras. Y él estaba buscando algo más fácil de entender.

Era la tarde, ese mismo día. La madre de Subol fue a la casa de un pariente. Antes de la salida, había dicho: “Subol, hay dos mangos en la despensa. Toma uno y da otro a Monu”.  Subol tenía hambre . Fue a la despensa. Allí encontró los dos mangos . ¡Pero uno estaba podrido!  ¿Qué  haría ahora? ¿Tomar el mejor? ¿Dar  el mango podrido a Monu?

          Subol estaba totalmente confundido. Monu definitivamente aceptaría el mango podrido, era huérfano y le habían dado cobijo en su casa. Pero Subol no pudo hacer eso.  De repente recordó las palabras de su maestro. Él mismo tomó el podrido y dio el mango fresco a Monu. ¡Qué sensación divina! ¡Qué alegre satisfacción!

           Corrió a la casa del maestro, que vivía cerca de su casa.
           -! Señor, finalmente he encontrado el  sentido perfecto  de la libertad.  Sí, la libertad es el derecho a hacer algo que nos  produce la verdadera alegría!
            -Sí, hijo mío, es la respuesta perfecta-, dijo el maestro, complacido.



 
DIOS

El tigre atacó a menudo las casas de la aldea. Todo el mundo estaba perturbado. Los aldeanos mataron al tigre; pero al día siguiente vino el otro. Los desamparados fueron  en busca de Dios.
        -Dios, sálvanos del tigre por favor.
          Lo haré-, Dios les  dijo.

          Después de los aldeanos, a dios se le acercaron los tigres.
          -Sálvanos de los seres humanos. Tenemos que escapar de un bosque a otro para no ser molestados por ellos. Los cazadores nos matan brutalmente. Por favor  tome las medidas necesarias.
           -Lo haré.

           La madre pobre de Nara, también vino.
           - Padre, dé a mi hijo una novia agradable. Le daré sinni .
            (Una oblación de dulces, ofrecido a Dios).
           -Lo haré.

         Entonces vino Harihar Bhattacharya (hombre, perteneciente a más alta casta).
         -Le he adorado toda la vida. He sacrificado mucho para usted. Por favor ayúdeme a derrotar a mi sobrino en el tribunal.
          -Lo haré.

           Haren Purokayostho quería ser elegido presidente de la Junta del distrito. Recibió la ayuda del sacerdote del pueblo a apelar a dios por once votos. El sacerdote empezó pronunciar los himnos en sánscrito incorrecto. (La gente de India creen que dios sólo  escucha el idioma sánscrito).
          -Dehi votong! dehi votong! (por favor dame los votos).
           -Lo haré.

           El agricultor levantó los manos hacia el cielo.
           - Tráenos la  lluvia a nosotros, señor.
           -Lo haré.

           Luego llagó la madre de un niño enfermo.
          -¡ Por favor, cure a mi único hijo!
          -Lo haré.

          Su vecina tía khenti vino corriendo.
          -Esa mujer desdichada siempre está orgullosa de los  trajes nuevos que les regala su marido. Castíguela matando a su hijo.
          -Lo haré.
          El filósofo vino.
          - ¡Déjeme conocerlo a usted, Sr Dios!
          -Lo haré.

          La gente de China tenía miedo de los japoneses.
          -Sálvenos de Japón.
          -Lo haré.

          El joven poeta de Bengala (estado que queda al este de India) apareció.
          -Quiero publicar mis poemas en la revista Probashi. Por favor,  déle la orden al editor, el  señor Ramananda.
          -Lo haré.


Entonces dios  pidió aceite a su compañero Bramha (otro dios con barba larga y blanca, sentando en loto).
           -¿Qué hará con aceite?
           -Lo necesito.
            Bramha le dio aceite puro de mostaza. Dios masajeó su cabeza con el aceite y fue a dormir.

           ¡Él todavía está durmiendo !

           ( La gente hindú adora miles de dioses y diosas ).




Traducciòn del bengalí  de Sonali Datta



Balai Chand MukherjeeBonoful-(1899-1979) fue uno de los más representavivos escritores de cuentos modernos no sólo en Bengala (un estado en el este del país), sino también de la India.  Escribió en un lenguaje sencillo pero fue capaz de transmitir mensajes significativos  a los lectores.

   

 

Sonali Datta (Bengala, India, 1974) Docente en lengua inglesa y española. Ha traducido a diferentes autores al bengalí y al inglés.