lunes, 13 de julio de 2020

EDUARDO D’ANNA: Poemas



Eduardo D'Anna































HAY QUE HACER ALGO

Esa mujer es despiadada.
Ese hombre es despiadado.
Y lo aceptaron ser
cuando armaron su contrato de amor.

Se previó el rompimiento. A pesar
de las florcitas, de las ternuritas,
que tan convencionalmente
hay que traer para adornar
el amor acordado, ese cadáver.

Ese fiambre. ¡Pero si lo comieron!
¿Qué se hacen ahora? Para no
destruirse se confirieron
la posibilidad de matarlo.
¡Cerdos! Se terminó
el balde de comida, y a dormir,



ALGUNAS TEORIZACIONES

Cuando todo parece
natural, el amor,
en realidad, no existe.

Todo es cómodo, los encuentros
llenan las horas libres.
Los incidentes son narrados
a los amigos, convenientemente
depurados; a veces, a la familia.

Ese relato no es el amor,
se crea lo que sea.
El amor es desesperante,
uno lo cuenta, la gente
se estremece, te dan consejos,
te recomiendan hacer denuncias.

No es una cosa romántica
para nada. Lo que sucede
es que algunos románticos
se dieron cuenta.

Pero nunca pudieron contarlo
realmente bien. Pasa.



ME PREGUNTO

¿Cómo renovarán el pacto, qué exigirá
él de ella? ¿Un tatuaje? ¿No usar
shores? ¿Y ella, de él?

¿Cómo renovarán el cuento
de uno en la vida de otro?

¿Cómo retornará
la normalidad,
cómo será contado
el hecho a los demás?

¿Cómo seguir viviendo?



AYER Y HOY

Pero no. Son jóvenes,
la sociedad se adapta
para engañarlos, y zafar
de ese engaño no es fácil,
como lo era para nosotros:

Las prohibiciones explícitas,
las advertencias, las proscripciones,
la torpe justificación.

Entonces el amor era una alianza
para el combate contra las mentiras.
Era un pacto para entrar en la vida,
escrito en los remolinos del aire.

Hoy está permitido. Hoy, que
ya nada significa, está permitido,
como está permitido el cansancio,
la distracción, la prueba. La elección.



ENTRE TANTO

Porque allí dentro,
qué catástrofes.

Aunque logres
no decir nada,
consigas no nadar
no zambullirte
en la pileta llena
de hojas y renacuajos,
y convengas hablar
de “este año”, “aquella vez”,
el finde, ¿viste?”, la pileta
se arroja sobre vos,
de cabeza, de pie, del trampolín,
y quiebra toda tu superficie.

  (Incluidos en Traigo a la persona amada”, libro inédito)

Eduardo D'Anna (Rosario, 1947) Poeta,​ ensayista, traductor, dramaturgo y narrador.



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Claudio Portiglia: Poemas




Claudio Portiglia
















Es tu vuelo gorrión / no te detengas a imitar al halcón que se desploma / sagaz sobre la presa y la desgarra / tampoco a la perdiz que es tan cobarde / ni a la altiva cigüeña / ni al canario que no sabe vivir si no es en jaula / con alpiste seguro /
vos naciste para darles vida al níspero o al fresno de la calle / para bajar el cielo hasta el charquito con sólo visitarlo / para armar una fiesta con las migas que dejó la abundancia / y colgarte de cualquier cornisa con vocación de acróbata /
exigente con vos porque de nadie depende tu destino / libertaria en tu canto y bullanguera / dispuesta a pelearle a cada viento la mañana siguiente / y hasta terca detrás del pico grande que ofrece una sonrisa / llegaste para darle otros motivos a esta vida gastada / y ese lema en francés y un sol castaño / que enmarca el brillo de tus ojos tintos

         (en ‘La travesía’, 2O13 / a Virginia Zusbiela)

1

Hay días que son duros y el esqueleto cruje y también cruje el alma si es que acaso estuviera
trepada en algún sitio filtrada en la corriente que elabora el cerebro y que todo lo cuestiona
si es que acaso estuviera
tendida sobre el pasto donde juegan los niños o en las camas amantes de amores a destajo
yo no sé si hay un alma si no es todo materia si no somos finitos si el destino es el tránsito si no somos de polvo si vivimos de prepo si un volcán nos contiene y un agua nos redime si un viento nos devuelve si no es todo energía si son ondas o planos o meras percepciones si valemos por algo si por alguien latimos
yo que todo lo pienso sé que hay algo que pienso de modo diferente
yo que no creo en nada sé que creo que hay algo que me habita a escondidas
y en días como éstos cuando todo nos cruje
uno le mete manos a cosas que no entiende y a rezos que no sabe y atolondrado y todo
sabe que al menos sabe que cree que está vivo que crujir lo demuestra


2

Para el día crucial tengo otros planes
ni me iré de viaje ni saldré de gira
ni habré de encontrarme con alguien que me espere en ningún lado
aunque nunca muy lejos he viajado bastante y no tengo reclamos por hacer
demasiado con la carga que les deje a quienes algo pude haberles dado vivo
lo que quede se irá consustanciando con lo que quede de otros
con lo que otros dejaron para que yo disfrute
con la tierra y el agua y el aliento y el fuego
y ese gen que circula para todos llamado humanidad
más o menos rayamos a la misma altura
el único poder que he respetado será el mismo que me aseste el golpe
y sería incoherente de mi parte torcer esa opinión
bien muertos estamos los mortales el día que morimos
esperar otras cosas no permite que vivamos siquiera
y en lo que a mí compete
si supe del amor me doy por pago
y mis deudas en fin que la poesía se encargue de saldar


3

Un día vino
se sentó frente a mí
cruzó las manos sobre la mesa y apoyó el mentón
alzó los ojos y esquivó el flequillo
yo intenté sortear con una broma la intensidad de esa mirada
aunque supe que me había penetrado para siempre
tal vez fue la tarde que lloró o tal vez fue otra tarde no interesa
se sucedieron risas y proyectos
confesiones tan hondas que lastiman hasta la risa misma
ansiedad de chiquilla que se afianza en la vida y la pelea
serenidad en la zozobra
peso de un par de convicciones certeza y decisión
le dije que la amaba con vergüenza desde estos años casi envilecidos
noté cierta extrañeza
en adelante el tiempo ya no pudo medirse
elástico y neutro se derrama
por canales de historia sin asunto
y transcurre nomás en un continuo de presencia y ausencia inacabado

          (a la Virgi, en ‘Bella y transitoria’, 2O16)


……….


Si llevarse la voz hasta los huesos
si achicar la palabra y llevarse la voz hasta los huesos
si quitar las linduras
si rasurar los brotes de tilinguería que sombrean la cara
y dar vuelta el adentro para mostrar las costuras del revés
si escaparse de todas las lisonjas
si confiar en que algo de nosotros hablará mañana
para ese interlocutor desconocido
y una pizca de verdad trascienda la provisoriedad con que escribiéramos
si pudiéramos de veras revelarnos
si pudiéramos de veras rebelarnos
este oficio tal vez nos salvaría de tantas horas hueras
de tantas horas yermas
de tanto andar a ciegas por caminos que nos llevan adónde

          (en ‘La esquina de los vientos’, inédito)

……….


Es el bar o sos vos
o son las cosas que pasan con el sorbo de este café postrero
un domingo después del mediodía
con tu foto delante
con el último mensaje que me dejaras por whatsapp
con tu voz que me ronda la memoria
tu celo tu cuidado
o es el día tan gris algún cansancio
que vuelve monótonas las horas de paciencia y encierro
de ansiedad prolongada
de ritos postergados
o es quién sabe este vicio de escribir que me lleva a pensarte
luminosa y terrena
urbana y celestial
lo cierto es que te extraño mujercita
extraño esas caricias de algodón y manteles
las mañanas que crecen con tus pasos
la leve cercanía
la diaria ceremonia de admirarte y reír
me hiciste un lugar en tu país de ensueño y maravilla
celebro el privilegio
elevo la intención
qué este tajo no sea tan profundo
qué amanezca mañana un horizonte de gracia renovada
qué la vida que a vos te espera entera
me dé a mí la ocasión de algunos soles que queden por venir

         (a Rocío Ludueña, la “Rochi” / inédito)



Claudio Félix Portiglia (Junín, Bs. As., 1957. Poeta, ensayista, periodista, docente.
Publicó, entre otros: Álamos y yunques; Los ojos, los miedos; La espiga se declara soberana; Libreta de almacenero; Cabría preguntarme; Cuotas partes; La travesía; Bella y transitoria y Café Homero en poesía; y los ensayos El Gran Errador, La cancelación de lo útil; Ricardo Molinari: el poeta sin mito; y Vicente Barbieri: el poeta del Salado.
Fundó y dirigió las publicaciones: Horizonte de Cultura (con Rubén Liggera); Junín es Plural (con Darío Lobato y Federico Lucanera) y Las Doce y Una (con Juan Ignacio Portiglia y Virginia Zusbiela). También la escuela de periodismo TEA-Tendencias XXI y el Movimiento Poesía, que realizó doce ediciones anuales del Encuentro de Poetas de Junín.
Fue incluido en el Tomo 1 Parte Vigésima de la antología que publica la Fundación Argentina de la Poesía y en la antología del Cincuentenario de la misma entidad, entre otras. También en la Historia de la Poesía Argentina. Obtuvo distinciones de la Fundación Antorchas, la Fundación Fortabat, la Fundación Odón Betanzos de Nueva York, la SADE y la SEP. Su página web: www.claudioportiglia.com

Denise Griffith: Poemas



Denise Griffith

























Papilas gustativas

dicen que a la juventud nos hermana
la sensación de fugacidad
si sabremos aprovechar nuestra desilusión
por muy mínima que sea la angustia
nuestras papilas gustativas
no caben en sí de tanto estímulo

una niña pasa al lado de
las mesas de afuera
de un café de renombre
y arranca un par de girasoles
y se come
los pétalos a escondidas

café descafeinado con medialunas
las letras del menú forman palabras silvestres
que vuelven a mí
a donde siempre pertenecieron
la verdad es que vivo los conflictos
y siempre tengo hambre

si Jesús está dentro de mí,
¿se alimenta de lo mismo que yo?
lo primitivo responde
ante la duda
no soy un tulipán
ni vivo ni marchito
soy un ave rapaz

cómo decir
lo que habita en mi sed
un canto despiadado
de lo abstracto a lo particular
larvas crujientes
cuando nadie me ve
esta obsesión de muchos por ponerle un nombre a todo
por nombrar un poema
mientras copian y pegan un espacio habitado por la nada


Nada triste
el niño pálido y pecoso se revuelca
y lame la nieve del piso
arde el hambre en su interior
el gusto de apagar la anormalidad
ya desplazada
la ilusión es su motor

la bufanda le aprieta la garganta cual enredadera
una correa más larga
sigue siendo una correa
se puede correr únicamente dentro de determinados límites
un saludo para los soles humanos
el niño los saluda de cerca
sabe que no contagia
ya se acostumbró y no necesita más
el spray nasal de oxitocina

el amor de sus padres es una casa antigua antigua
con polvo y bagatelas donde cada quien cuenta con
su propia habitación
cada cuarto con su propia vela consumiéndose
el padre hace un intento de luz en el cuarto del niño
y esta vez los fósforos no se quiebran ante la fricción
la iluminación se proyecta en la pared en forma de estrellas
antes de dormir, el niño cuenta perros
esperando amanecer con un chocolate negro
bajo la almohada

la madre siempre llora a las tres de la mañana
pero cuando el hijo va a visitarla
no recuerda nada triste


A solas con el texto

te está mimando con música
a ella alguna vez la acariciaron con crímenes
que ahora son sinfonías que ella te deletrea
escuchan tu canción favorita
mientras leen tus poemas favoritos
en tu soledad favorita
su visión está en sus manos
la fotografía es de
tus ojos

si llora, no la mirés
soñó que vos eras su cuerpo y
ella era tu mejor poema
te vio parecerte a una pintura
y correr
como si ella fuese la lluvia

difícil reconocer
sinónimos de antónimos
cuando el cielo y el infierno son lo mismo
vivir creyendo que vivimos
para luego hacia el final tener un momento epifánico
en el que veamos que solo nos vivieron
yo no puedo estar a solas con el texto
voces se desprenden del techo
lo contaminan, me confunden
lo malinterpreto



Denise Griffith (Buenos Aires, 1993) Escribe poesía, ensayo y narrativa. Es miembro de PEN (poetas, ensayistas, narradores). Publicó dos poemarios: Antojos de desorden y Carencia. Publicó un cuento en El gran libro de los perros de la editorial Blackie Books, un ensayo en una antología del centro Ana Frank en Argentina y un poema suyo fue finalista de un concurso de la revista Zenda.
Tradujo poesía y narrativa argentina al inglés para Estados Unidos. Trabajó de librera en KEL (libros en inglés) y el Ateneo Grand Splendid. En este momento, es dueña de la editorial Liberoamérica en Argentina y se dedica a traducir del inglés al español y del español al inglés y a dar clases de dicho idioma para adultos. También coordina talleres de lectura gratuitos sobre clásicos del siglo XX como El guardián entre el centeno y Orlando con la ONG Leamos un libro.

Carlos Bègue: La Callada vida



 Carlos Bègue
























1.

Tanto te quise que ahora más te quiero
cuando ya fuiste, un vacío dejaste,
y aunque vanamente tu vuelta espero
sé que en otro cielo la paz hallaste.

En él pronto te encontraré y celebro
si quien dispuso a su vera llamarte,
ojalá a mí, pese a no merecerlo,
me reciba en su Reino y no me aparte.

Confiado, ruego a Dios la fortaleza
para seguir tu huella sin desviarme
en el último tramo del camino.

Quién tuviera semejante entereza
y en tiempo de laureles afrontase
el rayo que destruye, sin quejidos.


2.

Si el aire que respiro, respiraras,
el calor a esta casa volvería
y los cuentos que hace tiempo engarzaras
otra vez mi atención atraparía.

De tu voz hace tiempo silenciada
queda un eco de flébil lejanía,
mas los libros custodian tu palabra
a salvo del olvido y de su saña.

Quien sostuvo en su oficio la certeza
del asombro cual llave de la dicha,
por fin, ahora, gozará con creces

en la Gloria las arcanas bellezas
y al propio Dante se unirá en la lira,
lo hecho aquí, con amigos, tantas veces.


3.

Lo vivido, si hoy parece soñado,
vuelve soñado aquel amor vivido.
Cuando lágrimas derramo atristado,
el adiós, quizás, entrañe otro sentido.

Si ahora de ti me veo apartado
ante la voluntad de Dios me inclino
y abrazo tal tormento resignado
pues es eterno cuanto estuvo unido.

Así, pues, no habrá sido ocioso el llanto,
la calma esquiva sostendrá a este anciano
y al mal tiempo le opondrá carta brava.

Son tan mustias las tardes del invierno
Que el tic tac del reloj se torna lento.
Tardío, por fin, el sueño echa su ancla.


Carlos Bègue (Buenos Aires, Argentina, 1935). Narrador y poeta. Ha publicado Oscuro tesoro de la muerte (cuentos, Premio  Municipal de Literatura de la ciudad de Buenos Aires, 1984), El paseo del Centauro (cuentos, 1983), Buitre de pesares la memoria (novela, fue finalista en 1999 del  XVII Premio Herralde, Premio Osvaldo Soriano, Mar del Plata, 2001 y Primer Premio del Fondo Nacional de la Artes, 2003). En poesía es autor de Los Cardales (1986). Le decían cabezón  (cuentos, obtuvo una mención en el premio Casa de las América (Cuba, 1987) y en Uruguay el primer premio del concurso Cuentos de Inmigrantes.

























































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