jueves, 21 de junio de 2012

Marco Antonio Montes de Oca: Poemas.




Marco Antonio Montes de Oca


















 


De ahora para nunca


Aquí en mi morada cada rama es una aguja de música.
El huracán fatigado revolotea en la divinidad inmóvil,
todo se llama amapola aunque no se mezcla ni sea roja;
pero el diamante ya no tiene ganas de llorar y el fuego se despluma.
Dios quiera que nadie descomponga esta relojería de cien mil almas.
¡Yo solito he sobrevivido con el soberano latido de mis puños!
Yo sólo he dicho lo que sabe solamente el aire.
Yo conozco la carne viva de la muerte.
¡Por eso lloro tanto granizo!
Por eso habitas tanto con un suspiro.
NADIE RECONOCE NUESTRAS NEBULOSAS DE RESINA
y llegaremos despacio, pero cantando a más no poder.
Llegaremos cantando sin saber de qué color es nuestro país,
ni nuestro dolor, ni el tamaño de las discordias y reconciliaciones
        de la carne.


Latidos de agua


                                                                  En el centro de la plaza
                                                                  la rota cabeza del poeta es una fuente;
                                                                                   la fuente canta para todos.
                                                                                                                  Octavio Paz


A solas habla la fuente
sin respuestas para el silencio.
Blancos mechones caen desde su frente,
a cada momento un siglo se derrama
sin que su parpadeo tenaz concluya,
inclinada sobre sí misma, siempre en blanco:
ávida luz ciega de altura.


Yo tampoco descanso,
si reposara el árbol que soy, cesaría.
No hay savia más ruidosa que ésta con pensamiento y huesos.
Tintineo y fulgor rebotan en mi corteza.
Aquí estoy, no conozco mis raíces,
surtidor de ojos cerrados.
Sólo el habla me mantiene erguido
para nadie y para todos.


Frente a frente


Encuentro pesadísimas piedras huecas,
orbes sin pulpa que no son fuego
sino la piel del aroma y también del aire,
carne del éxtasis, inexistencia palpitante.

No amo tanto la paradoja,
sólo es mi necesidad de un choque entre lo opuesto
que anda sobre ruedas, sólo odio lo que navega en doble sentido;
en sentido correcto, propio, anodino.

Verdea la esposa del cambio,
un racimo de globos, sube con fulgor diverso
por una ladera impalpable de cielo y alma
y leo entre el uñazo de mis párpados
mi vehemencia aquietada por el embeleso.





Marco Antonio Montes de Oca  (Ciudad de México, 1932-2009)  Poeta, narrador y artista plástico.  En 1986 con el título Pedir el fuego se publicaron sus Obras Completas (1953-1985).  Ha obtenido los premios Xavier Villaurrutia; Mazatlán y Nacional de Literatura. En el 2000 se publicó su poesía reunida que incluye algunos textos inéditos la que lleva por título el de su primer libro  Delante de la luz cantan los pájaros.  “Cuando apareció el libro, Octavio Paz escribió una reseña entusiasta en la que apuntaba: "Este título es casi una definición de la poesía de Montes de Oca", para corregirse de inmediato: "Pero hago mal en llamarlo definición: más exacto sería decir: enunciación. Con esta frase el joven poeta enuncia —y aún: anuncia— su programa poético".
Hacía bien Paz en no hablar de definición. Hace años el propio Montes de Oca tuvo la ocurrencia memorable de decir que la suya era una "poética de andarse por las ramas", y una y otra vez ha insistido en escapar cuando ya había alcanzado su definición mejor. Cada uno de los más de treinta títulos que ha dado a la imprenta son, al mismo tiempo, una nueva enunciación de su poética.”
Aurelio Asiain










Edda Armas: Poemas de la sed.




Edda Armas
















                                                                                    oh sed
                                                                                    inextinguible sed
                                                                                    desierto sin salida
                                                                                                     Georges Bataille


0

el tiempo azul ciega
dijiste al volver
recogiendo algún trazo
decías sí
aquí estoy empecinado
en calmarte

ciega el tiempo azul
que nadie nombra


1

tras la huella
el alcatraz miente
arena del brocal
donde anida
lejanamente

ala sin huella
aún de lo arbitrario
cómo saciarse


2


fingías la sed
y no podía complacerte ni complacerme


3


pero la arena es más blanca que el áspero arenal
que me esconde de ti


4

brinca y bríncame
de boca he tomado el aire que alimenta este ardor único


5

no va a ocurrir lo que temes: el olvido igual llega


6

si desnudarte era lo temido ¿qué haré ahora con el resto?


7

quedo  a solas con la palabra: un deseo que también se
se deshace de nosotros


8

vértigo del que vuelve y no reconoce al que deja
cree interrogarlo en los detalles que algo le dicen
pero allí sólo crece la maleza del asombro suyo
una palabra bastaría ¿pero de que labios saldrá?


9

amurallada en la habitación que se ha ido vaciando
la sombra dice que el eco repite las mentiras
y no le creo, aún no le creo


10

tendida es la sensación repetida y
olorosa, impertinentemente posible



Edda Armas (Caracas, Venezuela, 1955) Poeta y productora cultural. Entre sus libros publicados merecen citarse: Armadura de piedra (2005); Toma lo simple por el tallo (2009) y Corona mar (2011). Por su obra ha recibido  el Premio Municipal de Caracas (1995) y el Premio Internacional de Poesía  J.A. Ramos Sucre (2002), entre otras distinciones nacionales e internacionales.