LAS CARTAS DE AMOR DE MI ABUELA
No hay estrellas esta noche
sino las de la memoria.
Pero cuánto espacio hay para la memoria
en la blanda faja de lluvia débil.
Hay aun espacio suficiente
para las cartas de la madre de mi madre,
Elizabeth,
que han estado tanto tiempo prensadas
en un ángulo del techo
que están blandas y amarronadas,
y a punto de disolverse como la nieve.
En la grandeza de un lugar así
los pasos deben ser cuidadosos.
Todo pende de un invisible cabello blanco.
Tiembla como una telaraña de ramas de abedul en el aire.
Y yo me pregunto:
“¿Tus dedos son tan largos como para tocar
viejas teclas que no son sino ecos:
el silencio es tan fuerte como para regresar
la música a su fuente
y nuevamente a ti
como si fuese a ella?”
Sin embargo, yo guiaría a mi abuela de la mano
a través de cosas que ella no entendería; y entonces tropiezo.
Y la lluvia sigue cayendo sobre el techo
con tal sonido de risa dulcemente piadosa.
MANZANAS DE MAÑANA DE DOMINGO
A William Sommer
Las hojas caerán de nuevo alguna vez y llenarán
el lienzo de la naturaleza con las intenciones
de la fiel y rica fuerza de tu trazo.
Pero ahora hay desafíos para la primavera
en ese desnudo maduro con la cabeza
asomada
a un reino de espadas, su sombra púrpura
que estalla sobre el invierno del mundo
desde una blancura que se resiste a la nieve.
Un niño corre con un perro frente al sol, a horcajadas entre
espontaneidades que forman sus órbitas independientes,
sus propias eternidades de luz
en el valle donde vives
(llamado Brandywine).
He visto allí las manzanas que te arrojan secretos,—
amadas manzanas de locura estacional
que con vino cenital alimentan tus dudas.
Colócalas junto a la jarra con un cuchillo,
plenas y listas para estallar—
¡Las manzanas, las manzanas, Bill!
ABSTRACCIÓN DEL JARDÍN
La manzana en la rama es su deseo,—
colgante reluciente que imita al sol.
La rama le ha quitado el aliento, y su voz,
mudamente elocuente en la inclinación y la elevación
de rama sobre rama por encima de ella, nubla sus ojos.
Ella es prisionera del árbol y sus verdes dedos.
Y así llega a soñarse a sí misma árbol,
el viento poseyéndola, entrelazando sus jóvenes venas,
sosteniéndola contra el cielo y su azul violento,
ahogando la fiebre de sus manos en la luz del sol.
No tiene memoria, ni miedo, ni esperanza
más allá de la hierba y las sombras a sus pies.
CRUDEZA
La muerte de la amante, tan común,
con la primavera que se dispersa y
los vestigios del sol más crudos, que de algún modo
se filtran sobre nosotros antes que nos despertemos.
No hay aún ese calor y sobria
vivisección de un aire más imperioso
que las manos tomadas en la oscuridad responden
después de los diarios circuitos que encandilan.
Es el tiempo de la separación . . .
Bajo la colcha de seda verde
el montículo de vida no nacido
descansa fresco en ella—no es dolor aún.
Y ella despertará antes que pases,
casi sin ruido, fuera de su puerta,
y cada tercer escalón de la escalera
hasta llegar al piso amortiguado—
reirá y te llamará por tu nombre; mientras tú,
aún respondiendo a sus débiles adioses,
llegarás a la calle, solo para mirar
las puertas y piedras con ojos rotos.
Caminando ahora, toma nota de la muerte de tu amante.
De ahora en adelante su recuerdo será mayor
que el tuyo, en gritos, en éxtasis
que jamás podrás alcanzar a compartir.
VIAJES
Sobre los frescos pliegues de las olas
niños con trajes de baño a rayas se arrojan arena.
Inventaron una búsqueda de restos de caracoles,
y sus dedos trituran fragmentos de algas secas
que alegremente desperdigan cavando.
Y, en respuesta a sus voces agudas
el sol relampaguea sobre las olas,
las olas se cierran con truenos en la arena;
y si ellos pudieran oírme les diría:
oh niños luminosos, retocen con su perro,
acaricien sus ramitas y caracoles desteñidos
por el tiempo y los elementos; pero hay una línea
que no deben cruzar ni jamás confiar fuera de ella,
la vigorosa cuerda de sus cuerpos, a caricias
como líquenes de un pecho demasiado ancho.
El fondo del mar es cruel.
V
Meticulosos, después de medianoche en la clara helada,
indestructibles y solitarios, tersos como fundidos
en un blanco filo despiadado—los estuarios de la bahía
salpican los duros límites del cielo.
—¡Demasiado quebradizos o claros para tocar!
Las cuerdas de nuestro sueño tan pronto limadas,
ya cuelgan, jirones de estrellas recordadas.
Una sonrisa congelada, impenetrable . . . ¿Qué palabras
pueden asfixiar esta sorda luz de luna? Porque hemos
sido alcanzados. Ahora ningún grito, ninguna espada
puede sujetar o desviar la cuña de la marea,
lenta tiranía de luz de luna, luz de luna amada
y transformada . . . “No hay
en el mundo nada como esto,” decís,
sabiendo que no puedo tocar tu mano y mirar
dentro de esa grieta del cielo sin Dios
donde nada se mueve salvo las muertas arenas centelleantes.
“—¡Y nunca comprender del todo!” No,
en toda la profusión de tu brillante cabello, nunca soñé
nada tan inesperado como este saqueo.
Pero ahora
recoge tu cabeza, solo y demasiado alto aquí.
Tus ojos ya en la pendiente de la espuma que se aleja;
tu aliento sellado por fantasmas que no conozco:
recoge tu cabeza y duerme, todo el largo camino a casa.
(Versiones Patricia Ogan Rivadavia)
Hart Crane (Garretsville, Ohio,1899-Golfo de México,1932). Poeta. Figura central de la poesía norteamericana contemporánea. Sus dos volúmenes White Buildings (1926), y The Bridge (1930) exponen una compleja poética que se interna en la tradición de la lengua inglesa. Harold Bloom escribió un iluminador y extenso prólogo a su obra completa en la que insiste en la necesidad de leer su obra.