Ángela García |
Un verbo
Camino
sobre la iniciada
fermentación
de las hojas
con
el viento frío en la punta
de
la nariz.
Mi
paso es un sendero
por
donde el aire que entra
me
esculpe,
modela
en mí el verbo.
Respirar,
interno tacto.
¿Cuántos somos quienes?
Una
sola frase repetida durante
cinco
minutos,
con
el rumor de fondo de la noche
Legiones
de grillos
grandes
y pequeños
son
voces al comando
gritando
a un dios diseminado.
Los afanes de Narciso*
El
periquito en su jaula tiene mucho que hacer
le
han puesto para su diversión un espejo
del
que cuelga una campana.
Ha
descubierto al otro.
Su
instinto de defensa empezó el cortejo,
con
picotazos tentó la conversación,
incisivo
metía la cabeza en la campana
y se masturbaba
creyendo
que también el otro le hacía la corte.
Enamorado
de esa lealtad incondicional,
hoy
le ha dado de sus propias reservas
semillas
celosamente humedecidas en el buche.
Pronto
el espejo se atiborra de amasijo,
un
asqueroso depósito de escombros
sepulta
vivo al intocable reflejo.
Con
alarmados picotazos clama
por
el que le ha vuelto la espalda.
*He leído que las
aves se aparean juntando sus cloacas.
Mercurial
Una
burbuja henchida del instante
se
descubre a sí misma en el espejo.
se
reconoce cuerpo palpitante
sangre
circulante
pensamientos
que ruedan
ojos
brillando delante de sí mismos.
Todo
en el instante.
La
burbuja quisiera perdurar,
tener
a mano el tiempo,
más,
desaparece.
Súbitamente
sólo una humedad
se
disipa en el espejo.
La mudez del polvo
La
brisa deposita su bagaje de residuos
por
doquier.
Limadura
de roca, resumidero del vuelo
de
legiones de golondrinas.
En
callado descenso, los minutos pasan,
las
horas se asientan tras las uñas.
No
alcanzamos a oír la agonía
de
los insectos en la telaraña
o
la huída de los que se salvan.
No
tiene sonido la arquitectura de las
juiciosas
tejedoras en los pliegues
o
en los vértices, entre la fronda.
El
viento no tributa sonoridad
a
esas viejas redes desiertas que cuelgan
con
su inútil provisión de vellos, pestañas,
antenitas,
alas de moscas, trozos de plumas,
pelusilla
de flores, esporas secas.
Oficioso
fantasma remedando el color de
las
cosas,
invisible
cautela de la muerte.
El sello
El
cuerpo avanza por calles encapotadas de espuma celeste
En
las puntas de los senos flamea azul el deseo
tea
atizada por los copos que caen.
El hambre es plenitud:
la
sonrisa que flamea
sella
un pacto.
Agua
Me
pides que hable
Pero
no puedo detenerme,
Sólo
sé moverme cambiar correr
ascender
o caer.
A
veces estoy en lo secreto
recogida
en la entraña muda
debajo
del desierto.
No
soy historia soy siempre instante:
Bonanza.
E.M., Ángela García, Medellín, 2010. |