Washington Benavides |
“Hay un tren de hierro, que ha estado
Rodando a lo largo de los años,
Con una caja de combustible llena
de odio y un horno lleno de temores;
Si alguna vez lo oíste, o has visto su carcasa rota del color de la sangre,
Entonces habrás oído mi voz
cantando y sabés como me llamo.”
(“Train
a/travelin” 1963. BobDylan)
Conozco un tipo singular
al que llevaron,
En el Ferrocarril Central
de Uruguay
Que trazaron los ingleses,
y devolvieron
A los uruguayos
desvencijado
Y con miras a fundirse. A
ese tipo,
Lo llevaban preso e
incomunicado
A la Capital, con un hierático
milico
De custodia. El sujeto escribía
Versos y canciones. Lo
consideraban un rojillo
Y un súbdito del Soviet. El
traqueteo
Del viejo tren y en
segunda, lo adormilaba.
Pero rápidamente, volvía
al uniforme azul de su costado
Y al tabaco negro que
fumaba
Su custodio.
Pasaban estaciones,
puentes, ríos, paisanos
A caballo que revoleaban
el rebenque saludando a nadie.
El paisaje en realidad
Era el que transcurría y
ellos, en el tren,
Estaban fijos, como
maniquíes en un escaparate.
Pasaban montes y pampas
desoladas, y, al acercarse a Montevideo,
Rancheríos y cantegriles y
casitas suburbanas.
Y luego casas y luego torres y mucho tránsito.
El tipo iba creando una canción,
En la que figuraba el
milico custodio
Y su pobre vida, y sus
hijos muchos y sus penurias muchas,
Y sus oficiales muchos,
Y sus pobres, muchos, muchísimos
sueños:
Jubilarse, matear el día
entero, ir al Parque 25 a
ver partidos con los Gurises,
Y entumecerse en verano junto a la playa de Las Tosquitas.
Y entumecerse en verano junto a la playa de Las Tosquitas.
Eso
soñaba (a veces) pero lo despertaba siempre el olor a muerto y mugre
De
la comisaría y algún grito rasposo del Comisario. El tipo componía
La canción trasteada por
el tren
En vagón de segunda
Traqueteando
Sobre los durmientes de indómito
quebracho
Tan fuertes y oscuros como
los oxidados
De fierro de la vía.
El tipo recordaba la canción
de Dylan
Y también se decía “Entonces
has oído mi voz cantando
Y sabés como me llamo.”
Me llamo Nadie.
(Washington Benavides. 16
deAgosto del 2014, oyendo a Bob Dylan, por
supuesto.)
Washington Benavides (Tacuarembó, Uruguay, 1930) Poeta, traductor y
músico. Ha publicado, entre otros títulos: Tata Vizcacha (1955); El poeta
(1959); Poesía (1963); Las milongas (1965); Los sueños de la razón (1967); Poemas
de la ciega (1968); Historias (1970); Hokusai (1975); Fontefrida (1979);
Murciélagos (1981); Finisterre (1985); Fotos (1986); Tía Cloniche (1990);
Lección de exorcista (1991); El molino y el agua (1993); La luna negra y el
profesor (1994); Los restos del mamut (1995); Moscas de provincia (cuentos,
1995); Canciones de Doña Venus (1998); El mirlo y la misa y Los pies clavados
(2000).
Entre los autores que ha traducido se cuentan:
Guimarães Rosa, Oswald de Andrade, Carlos Drummond de Andrade y Affonso Romano
de Sant’Anna.
Sus poemas y canciones han
sido musicalizados y grabadas por: Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Eduardo
Darnauchans, Héctor Numa Moraes, Carlos Benavídez, Los Olimareños y Los Zucará.