Víctor Toledo |
Así como Martin
Heidegger decretó la muerte de la filosofía, y hubo una muerte de la física
clásica (por 1905 con Max Planck, padre de la física cuántica y Einstein de la
relatividad), antes una muerte de Dios (con los románticos, Gott is tot , frase cargada a Nietszche
-1844-1900-[2]
y Rimbaud -1854-1891- escribió, a sus 14 años esta famosa oración, en los muros de la iglesia de su pueblo Charleville, que
repetiría estridentista en la Academia[3],
entre nosotros, Ignacio Ramírez, “El Nigromante” -1818-1879).
En el siglo XX, hubo una
muerte de la pintura, de la novela, de lo moderno (la posmodernidad, por los
ochentas) y ahora una muerte de la
Fiesta, que es la fiesta sagrada popular, y una agonía del
folklor[4] y de
alguna manera de la poesía popular. Ya que Heidegger como auténtico demiurgo de
nuestra época (ciclo de la muerte de la realidad, del tiempo – Jean
Baudrillard), predijo que estos tiempos de penuria, sin dios o dioses, sin lo
sagrado, sin sentido, sin realidad pertenecen a los poetas. Pero también
estamos ante la crisis de la poesía, de la poesía en general, ante la muerte o
crisis del libro (de papel) y ante la muerte de la forma (no se diga de la
seguridad, de los derechos ciudadanos, del estado, de la justicia, del
individuo), de lo popular[5].
No por nada, nuestros alumnos, algunos
poetas, escogieron para el congreso este tema (más difícil, extenso y complejo
de abordar de lo que imaginé: los inmensos tomos de Margit Frenk Nuevo corpus de la antigua lírica popular
hispánica (siglos XV a XVII, serán dos pequeños haikús o jardincillos zen
comparados con lo que hay que recopilar, estructurar y teorizar sólo sobre la
lírica mexicana popular y su selva florida[6]),
ellos añadieron este título: “Una piedra en el camino”: frase (octosílabo
además) que cumple cabalmente con las dos formas que Margit Frenk –en su famoso
librito: Entre folklor y literatura-
analiza para la poesía popular.
Primero la metáfora y el
símbolo: Una piedra en el camino, un
dios, lo eterno, que esa es la simbología secreta (hermética) y poderosa de la
piedra, uno de los símbolos más profundos y arquetípicos universales (el primer
gran libro del gran poeta ruso Osip Mandelshtam lleva este nombre: Kamen, Piedra y aquí se refiere a la palabra, la palabra lanzada en y por
la libertad). En el camino (la vida
-que es un viaje eterno a la eternidad-, el discurrir, la suerte, el río del
sueño) me enseñó que mi destino, mi
misión, mi hado, era rodar y rodar (esa perpetuidad, ese peregrinar de galaxia
en galaxia de universo en universo, aunque la estaticidad y lo inerte de la
piedra logre aquí una paradoja, una “contradicción” de tiempo, de perennidad,
lo que no se mueve está en movimiento, paradoja finalmente, de la definición de
Dios aristotélica). La repetición del estribillo de esta canción de José
Alfredo Jiménez (compositor, penúltimo gran poeta popular nuestro, que ha
influido en el magnífico poeta y gran traductor de los clásicos Rubén Bonifaz
Nuño): era rodar y rodar (parece decir: llorar
y llorar), cumple con el estilo al que se refiere Frenk, como
característica de la poesía popular, la copla (del latín copula, “lazo”, “unión”), llamémosle
así, aunque propiamente la copla se compone de estribillos de cuatro versos). Después
me dijo un arriero (un sinónimo de Hermes, el dios de los límites y los
caminos, el mensajero de los dioses, el que conecta los tres mundos) que no hay que llegar primero/ pero hay que saber llegar este es un
refrán característico de la copla, la poesía o la canción popular, hay que
llegar a tiempo, hay que llegar, saber llegar, como aprende a saber llegar
Odiseo, cuando consulta en el hades a los muertos cómo regresar a Ítaca, su
tierra, sus muertos, su mujer, sus hijos, sus vivos. El realiza el periplo
órfico del héroe que viaja al mundo de los extintos y renace para retornar a su
lugar de origen donde el tiempo no importa, porque es destrozado por la poesía,
destronado por el canto.
“Las olas del corazón no
estallarían en tan bellas espumas, ni se convertirían en espíritu, si no
chocaran con el destino, esa vieja piedra muda.” (Hölderin en Hiperión).
De la obra citada de Frenk:
“se nos escapan los límites entre el folklor y literatura cuando nos ponemos a
estudiar la lírica de tipo popular que existió en España antes del siglo XVII.[7]” Más
adelante, al hablar de “el mundo poético de la antigua lírica popular”, donde
es muy común la sinécdoque y donde a veces esta lírica se emparenta con el
haikú (poesía clásica y popular japonesa), señalando la Fuente como otro de los
grandes símbolos donde abreva esta poesía, señala: “Las imágenes tomadas de la
naturaleza suelen ser en esta poesía mucho más que un mero elemento decorativo:
suelen estar cargadas de un valor simbólico, quizá inconsciente, que hunde sus
raíces en un fondo común de la humanidad. Estos símbolos ‘arquetípicos’ surgen
otra vez como por sí solos.” Así como la piedra se refiere al silencio –fuente
de la música y la poesía-, a una gran soledad mística, sabiduría y
recogimiento, base del budismo, los jardines y los haikús del zen. La fuente es
lo opuesto, es el agua alegre, cantarina donde se encuentran los amantes, allá
domina la eternidad, aquí la renovación y la fecundidad, o sea, el sentido de
la eternidad (de la muerte y de la vida) y la eternidad del sentido: la
fertilidad, el amor.
Cuando una poesía se encuentra
sana hay una dialéctica dinámica entre la poesía culta y popular, en las dos
direcciones (entre la poesía de los bardos populares y la de los poetas de la
corte, que en un principio se separaron del origen poético, como en el inicio
estaba unida la poesía y la música (de ahí que la canción sea una auténtica
forma de este origen), unidas iban la danza y la poesía y la filosofía (en otro
nivel), Antonio Gramsci habla de la dialéctica que produce la obra de arte:
pasa del folklor, lo popular, las leyendas, los mitos, a la criba del genio
individual (Homero) para inmortalizarse y viceversa: ida y vuelta como lo que
significa el verso. Es un círculo sagrado, un anillo de oro que canta nuestro
cosmos (orden humano) oponiéndose al caos sagrado maligno para los hombres, no
a lo sagrado en sí, sino a lo sagrado sin puente, sin metáfora. Si el folklor
es el saber del pueblo, la metáfora es la copla, la cópula sagrada.
Aunque yo entiendo la metáfora
como forma fundida al ritmo (el ritmo de la imagen es la imagen del ritmo), en
términos concretos, de análisis sobre el estilo dice Frenk:
“La escasez de auténticas metáforas en la
más antigua lírica de tipo popular parecerá quizá un defecto básico a quienes
quieran ver en la imagen la esencia de toda poesía” (se refiere al encanto
reiterativo, de ritornelo de los villancicos: No puedo apartarme/ de los amores, madre, no puedo apartarme, o a
la casi jitanjáfora (término de Alfonso Reyes): En el guindal verde, /en el guindal,/ en el guindal verde/ guindas hay,
que recuerda la famosa forma exquisita de Mariano Brull:
Por
el verde, verde
verdería de verde mar
Rr con Rr.
verdería de verde mar
Rr con Rr.
Y el famoso
verso (popular que fue) de Federico García Lorca: Verde que te quiero verde (ver-de que te quiero ver renacer,
símbolo del resurrección es este color), no obstante el empobrecimiento de la poesía popular en nuestros días (la
canción) sí refleja una pobreza preocupante, y sin exagerar, una muerte de la
imagen. La repetición como recurso último en la canción actual (en esa forma de
la poesía popular) en es chocante y vulgar en general.
Aún las aguas se mezclan en la poesía
popular (el caso de la décima culta y popular entre nosotros: acaban de tocar
en Puebla Los Cojolites, grupo de niños jarochos que dirige Ricardo Perry, ex
compañero mío de Letras en la
UNAM, fundador del conocido grupo Chuchumbé e impulsor del
renacimiento del son regional en Veracruz). Aún o más (con el anuncio del fin
del Mundo) la Biblia sigue siendo
leída, el libro más leído del mundo, lleno de parábolas, imágenes,
reiteraciones rítmicas, sentencias y escrita en versículos. De los sesenta a
los ochentas del siglo recién pasado, aún los “versos sencillos” de José Martí
fueron muy populares y los cantares o coplas de Antonio Machado (el Hölderlin
español según algunos) musicalizadas por Carlos Puebla y por Joan Manuel
Serrat, respectivamente. Estos son octosílabos, por supuesto, la medida rítmica
más utilizada (Frenk) en la antigua lírica popular española con un 32.73%,
seguida por los hexasílabos (23.90%) y pentasílabos y heptasílabos -metros
renacentistas y más propios de la poesía culta, que siguen la premisa de
alcanzar la armonía y musicalidad por la asimetría que produce el centro
cósmico de la pirámide, o sea una armonía, con volumen, en tercera y cuarta
dimensión, un holograma acústico, una Presencia, una aparición trascendente-,
(12.59 y 12.62 % respectivamente), mucho más raros son los endecasílabos (el dolce estil novo, los sonetos, lira,
etc.), dodecasílabos y tridecasílabos (de 1.46 a .55%), no obstante el
soneto refranesco musicalizado que dice “sabia virtud de conocer el tiempo”,
con estos versos ya de arte mayor, el poeta Renato Leduc alcanzó gran popularidad cantados por José José”: Aún
se daba la transferencia entre los poetas (letristas de las canciones, como en Rusia
Alexander Pushkin, Atanasio Fiet) y los compositores Piotr Ilich Chaikovsky). O
escribían los músicos-poetas como Agustín Lara y Rafael Hernández “el
jibarito”, que fueron buenos lectores de la mejor poesía. Elías Nandino, poeta
importante, cercano a los contemporáneos, escribió la letra de la popular
canción “Usted es la culpable”.
¿Neruda un gran poeta popular?, lo
fue, cuando en los ochentas aún se vendían sus textos en forma de carteles o
posters en las calles y sin su firma. Cuando muchos estudiantes declamaban de
memoria sus versos a sus futuras esposas y madres de su prole (así las coplas
del otro Machado, Manuel, más popular poeta, cuando vivos, que su hermano
Antonio):
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.
[…]
Procura tú
que tus coplas
vayan al
pueblo a parar,
aunque dejen
de ser tuyas
para ser de
los demás.
Que, al
fundir el corazón
en el alma
popular,
lo que se
pierde de nombre
se gana de
eternidad.
Posteriormente Jaime Sabines, tomó su lugar,
sobre todo entre los estudiantes, pero no era aún verdadera poesía popular, en
el mismo caso, o no, estaría la prosa poética de la Canción del Alférez Cristóbal Rilke que alcanzó
cerca de los dos millones de ediciones (su nombre Rainer, por cierto, significa
renacimiento y, seguidor de Nietzsche, fue amante de la rusa Lou Andreas
Salomé, que lo formó viril y espiritualmente). Es poesía popular verdadera,
¿existe aún lo popular?
No olvido la biblia nacional
de la canción: La canción mexicana de Vicente T. Mendoza, el
libro de Helio Huesca La décima culta y
popular[9],
que habla de un intento contemporáneo de renacimiento nacional del son, en el
caso de Veracruz apoyado por las letras de poetas reconocidos como Vicente
Quirarte y Francisco Hernández (que en Mardonio Sinta tiene su alter ego
popular, su heterónimo jarocho, su auténtico versero popular, su siquisirí del
río).
Ya casi ha muerto la imagen y
la metáfora en la canción (ahora, comercial y masiva, no popular, porque lo
popular no es impuesto ni desechable, ni le importa por sobre todo su venta y
sus ganancias: como estudiaron de la canción nueva Giles Deleuze y Félix
Guatari): en “Preso” cantada por José José encontramos finas imágenes (que aún
recibía el público no tan enajenado): preso/
de la cárcel de tus besos… o si te pudiera borrar/ te borraría
(vuelve aquí el octosílabo como metro central), o Piel de azúcar: [traías] el
verano a tus espaldas, u otras famosas interpretaciones suyas con imágenes
como: conmigo te mecías en el aire (endecasílabo)
o confundí tu piel de nácar con la mañana.
Unas de las canciones más poéticas del S.XX deudora de la copla (y lorquiana),
es “El toro enamorado de la luna”: la
luna se está peinando/ en los espejos
del río […] y un toro la está mirando
[…] los
romeros de los montes/ le besan la frente/ las estrellas y el
lucero/ lo bañan de plata[10] Desgraciadamente: “Preso”, en una ventana de Youtube (creado por un estudiante para
luchar contra la mala canción y difundir lo que a su gusto le decía eran las
mejores: sigue habiendo buenas canciones e intérpretes, pero, creo, no son
necesariamente populares, sino grupos de culto, “cultos” “ocultos”) da como
cifra máxima 2 966 174 (tomen en cuenta su antigüedad), “Piel de azúcar” 271
569. “Deja que salga la luna”, “Ella” y
“Coplas” interpretadas por el último gran ídolo verdaderamente popular
nacional, Pedro Infante, sólo alcanzan 2 753 308, 2 346 651 y 2 087 425
reproducciones, respectivamente[11].
Luis Miguel pionero del “retro”, ante el agotamiento del talento de los
compositores, o más bien, ante su no permisividad y difusión en los medios
masivos de comunicación (hay poetas mexicanos reconocidos escribiendo canciones
como Fabio Morábito, Ricardo Castillo, Rafael Catana, Carmen Leñero, Jaime
Moreno Villarreal, Eduardo Langagne, Alain Derbez, etc.)[12]
El popularísimo cantante (continuó el veloz recuento
de la “lírica comercial”) con “La incondicional” (sin metáforas y letra muy
simple y predecible) tiene 11 628 826 reproducciones, de las mejores canciones
mexicanas recuperadas por éste, “Sabor a mí” o “Contigo aprendí”, etc.,
alcanzan alrededor de 1 500 000, las letras de Armando Manzanero, deudor de la
trova yucateca, quizá nuestro último gran poeta popular del siglo XX, llega con
“Adoro” a 1 635 429.”Ella” y “El último trago”, de José Alfredo Jiménez, alrededor
de 1 1000, 000, “El rey” sólo alrededor de 500 000 reproducciones, los dos como
cantautores.
En cambio la
internacionalmente masiva, archimillonaria y cada vez menos autora de calidad,
la híper comercial Shakira en su canción más nefasta, además hurtada, “waka,
waka”: alcanza ya 15 590 336 reproducciones o mucho más (y ya es asesora del
presidente estadounidense). Esto es lo cotidiano: ¿Lo cotidiano es el
residuo final del sentido que se nos escapa?
Una verdadera obra de culto
combina tres cualidades principales: la representatividad (no la imposición
repetitiva, vacía, comercial) posibilita “que el lector o escucha se reconozca
y proyecte en un personaje literario sus deseos y criterios y los comunes de su
época, dado su carácter cercano a lo arquetípico; idealización [ofrece] una
imagen no sólo reconocible, sino superior a él y guía o meta ideal […]
identificación […] la posibilidad que los lectores se sientan cercanos al héroe
sin intromisiones del narrador y dejando espacios en blanco que ellos puedan
llenar con sus propias proyecciones.”[13] Los
nuevos bardos también muestran deterioro en la calidad de la canción fina en
español, la desaparición incrementada de la figura retórica: casi nula
participación de poetas de oficio como letristas. Del fino y culto Joan Manuel Serrat
(recién Honoris Causa por la UNAM): “Cantares” (letra del
gran poeta español Antonio Machado) tiene 3 652 793, bajando la calidad
general, la voz, la calidad musical con Joaquín Sabina (no las figuras
retóricas, pues un poeta español le escribe y revisa sus letras[14])
“Diecinueve días y quinientas noches” tiene 7 961 103 escuchas, y, por
supuesto, incrementando la cifra y bajando la calidad, el inefable Ricardo Arjona
es el más “popular” y joven de los bardos con “Como duele” con 11 793 799
reproducciones. Claro esto es sólo un acercamiento virtual, cifras no
confiables pero tampoco lejanas a la triste realidad de la canción actual,
donde dominan para, trabajadoras domésticas, taxistas, albañiles, obreros,
estudiantes, los mayores escuchas, las malas canciones en inglés (que, por
supuesto, no comprende su alma y su oído fragmentado), o las terribles letras y
músicas, reiterativas sin creatividad, en general, de los nuevos corridos. No
oyen, ni escucharon mucho, a los Beatles, verdaderos bardos ingleses)[15].
Con Ómnibus de poesía mexicana Gabriel Zaid es un pionero en el estudio
de la poesía del pueblo, presenta en el capítulo dos: Poesía Popular (con los
subcapítulos, una clasificación general, para tomar en cuenta en futuros
ensayos especializados del tema): Refranes pareados y oraciones y cánticos,
arrullos y juegos infantiles, versiones de romances viejos, coplas de tipo
tradicional y canciones bajo la inquisición (siglos XVII y XVIII), canciones
políticas y de armas (siglos XIX y XX), canciones de campo y los suburbios
(1750-1950), corridos (1800-1950), canciones románticas y modernistas
(1850-1950), poesía burlesca (siglos XVI a XIX y XX), poesía inocente
(1950-1970).
Después hay que mencionar la antología Poesía popular mexicana[16]
de Luis Miguel Aguilar, en su
transferencia de poesía culta a popular y el imaginario que representa el poeta
en el pueblo, las curiosas formas de
trasmisión de esta poesía (texto que el ahora “popular” José Emilio Pacheco
saluda y comenta, como “El retorno de la poesía popular” hace once años en Letras libres, asombrado por la
“popularidad” de Sabines).[17]
Habrá
que revisar esta antología, de un buen poeta como Aguilar, que comenta: “El
gusto popular suele dividir las obras de los poetas. De un poeta como Salvador
Díaz Mirón, el gusto popular no ha escogido los poemas que el gusto moderno
considera los más grandes, como ‘Idilio’ o ‘El fantasma’, sino ‘A Gloria’ o
‘Mamá, soy Paquito’”
Pero
como dice Pacheco en su lectura del libro: “‘Los motivos del
lobo’, caballito de batalla en todos los maratones declamatorios, es, si uno lo
lee con cuidado, una obra maestra de Rubén Darío y la más asombrosa maravilla
de versificación que se ha producido en castellano”. Habría que ver.
Desde esta forma de la poesía popular
(poesía no necesariamente hecha canción pero continuamente acompañada por
“música de fondo”), El poema a la madre declamado por Paco Stanley tiene 522
225 entradas, superado por el antes popular “Brindis del bohemio” (646 215) y
asombrosamente (en nuestra matria) por casi el doble por el poema al padre con
909 231 reproducciones.
Definir qué es la poesía popular, de
manera seria, pero sobre todo demarcar sus límites y formas, ahora es mucho más
complejo. ¿Dónde colocar a Antonio Plaza, ahora olvidado y expulsado de las
antologías y antes el poeta más popular?, ¿cómo los poemas populares del
siempre grande Díaz Mirón?, ¿Dónde Amado Nervo?: El último poeta (grande por
cierto) acompañado en su muerte por las masas de varios países del continente:
los buques de guerra desde Uruguay y Argentina escoltaron su cuerpo hasta
México[18].
Seguro se sigue decantando igual que antes
la verdadera poesía, la esencial, pero los caminos están más enredados por los
duendes (malos y buenos), fantásticos, reales y virtuales. “No hay que llegar
primero, pero hay que saber llegar”.
Con Stanley, último declamador famoso
mexicano (el tan célebre Manuel Bernal[19] está
olvidado), fue exterminada esta forma de la poesía popular, por el narco y el
sistema, que también asesinó al hijo de nuestro compañero Javier Sicilia. Si
hubiese más justicia social, educación y cultura y menos vacío consumista y
ambición material sin fin ni sentido, la poesía popular (al definirla definimos
mejor la poesía en general) estaría más sana. El narcocorrido norteño mexicano[20] (que ya
invadió Colombia)[21]
finalmente es lo que grita, aunque inconscientemente, “inocentemente”. En este
sentido ha muerto la calidad de la poesía popular, más que la cantidad.
Si el octosílabo, el verso más
musical-popular que puede ser muy culto y elaborado y alcanzar su mayor brillo
y musicalidad como en las coplas de la espinela (creadas entre otros por el
poeta Vicente de Espinel), si este metro existe aún (de la copla, el romance y
el corrido: canta y cuenta) lo que canta actualmente en nuestra canción masiva
comercial es el ruido, la neurosis, lo que cuenta es la violencia (la
oligofrenia y la esquizofrenia), el escapismo, la ausencia de dios, la falta de
diálogo con lo sagrado, entre la tierra y el cielo (como establece la función
de la metáfora), entre los hombres y dios, entre los estadistas y sus
gobernados, entre las mujeres y sus amantes, entre la poesía y una vida más
espiritual, más profunda, más perdurable, memorable.
Vean el fragmento de esta
maravillosa, secreta, misteriosa y mágica canción popular rumana: Oh, Mandrágora, verde planta,/ ave hermosa
de gran locura, / cántame en la noche a la luz de la luna.[22]
La antropomorfa Mandrágora es
una planta del amor, del éxtasis, un afrodisiaco, de la experiencia
trascendental. “Rodeada por un aura secreta: se decía que tenía un alma con
forma humana que podía matar a su recolector con un grito agónico si era
arrancada de la tierra”. Fuente de amor,
fertilidad y bienestar. En la
Biblia se menciona como la manzana del amor creada por dios.
Está relacionada con la leyenda del hombrecito del patíbulo (¡vean todo lo que
encierra una canción antigua popular!) de probable origen de la tradición
germana, que utilizaban brujas y alrunen[23]
“mujeres que podían ver el pasado y el futuro. Runa [además de letra] significa
‘secreto’, alruna la que sabe el secreto, la que conoce las runas: símbolos
mágicos concebidos por Odín, el dios del rayo y el éxtasis, de la sabiduría, de
la embriaguez y del arte de la poesía, cuando estuvo colgado del árbol del
mundo durante nueve días: las runas: el secreto de los colgados, los frecuentes
ahorcados de entonces experimentaban una eyaculación, una última expulsión del
último instante de su vida, semen milagroso de poderes mágicos, que al
humedecer a la madre tierra la fertilizaba, y de ahí crecía una raíz con una
fuerza tan especial [la
Mandrágora] que era el afrodisiaco y el amuleto más poderoso”.
Si despertaba a la vida con los diferentes rituales –origen de la Fiesta- de ella se formaba
el hombrecito del patíbulo. Identificada con la madre de dios, coronada (por
sus flores y realeza) provocaba también, sin matar, el buen sueño del interior,
más allá del exterior, un sueño más profundo, el de la inmortalidad.
Dentro de muchas de las canciones y
poesías antiguas populares, están los secretos mágicos más celosamente
guardados a la hoz del cristianismo, el comunismo, el capitalismo y la
globalización. Ahora ya se sabe, gracias a los biólogos y etnobotánicos, de sus
grandes propiedades químicas curativas.
O la canción popular rusa: Vasiliok/ vasiliok/ moi lubimi tsvietok.
Vasiliok, vasiliok, mi más amada flor, flor azul minúscula secreta del bosque ruso,
espíritu profundo de la danza eslava, la leyenda reza (quizá viene de Vasili,
San Basilio el grande, desde la tradición griega ortodoxa, su papá Noel. Santo
y doctor en la tradición católica) que era un niño (quizá un hongo sagrado),
que sólo gustaba jugar con las flores azules: reflejo, cuerpo, del cielo
intensísimo cobalto de la
Madre Rusia. Flor nacional de Estonia, aciano, ciano, flor de
San Juan, azulejo, Centaurea cyanus,
flor de cielo, farolito de la
Virgen. El cianuro de la inmensidad celeste, el ácido azul
del corazón: la poesía popular: el alma, el espíritu y la voz de la naturaleza.
Recuerdo las canciones
infantiles rusas[24]
y alemanas sobre el hongo mujamor, el
agárico matamoscas, el rojiblanco (con el cielo la bandera rusa), el hongo
Mágico de Alicia, el falo de Dionisio, la ambrosía de la Tierra, canciones, versitos
juguetones, de rondas, aparentemente inocentes pero encerrando secretos
maravillosos.
El folklor y su en-canto en la canción ha
sido poco estudiado, un tesoro invaluable que podemos perder para siempre.
El secreto de la intensidad
que emana de los cantarcillos, la intención, la tensión y el énfasis, está muy
olvidado por la falta de Oído, por el olvido de lo trascendente.
Lo valioso tanto en la poesía
popular como culta es lo auténtico, la unión sincrónica, fiel, entre la letra,
la verdad y el ritmo, entre el verso, la cosmovisión y la música. La unión
metafórica que une con un puente dorado el cielo y la tierra. Los temas más
importantes, en las dos formas poéticas, son los mismos: la muerte y el amor.
La vida y su renacimiento. Homero, Goethe, Hölderlin, Rilke, Pushkin, Schiller
(autor del poema popular internacional “himno a la alegría” musicalizado por
Beethoven, por decir algunos) fueron grandes puentes entre la identidad
verdadera del pueblo y el mayor refinamiento artístico, entre la poesía popular
y la culta, la poesía: el perfume, la flor, de la eternidad.
Esencia de la poesía en general, por esto,
es el ritmo, lo que une el ritmo humano al cósmico de manera, verdadera,
auténtica, sagrada, inspirada. El viento sagrado (la voz divina, comunicándose,
dialogando), controlado por el poeta o el bardo poseído, poesido.
De Hölderlin el poeta más
sencillo y complejo, el más claro y oscuro (en el sentido dionisiaco) el más
popular y culto, dijo su amigo Sinclair[25]:
“Escucharle hace pensar en el mugido del viento; su espíritu se lanza sin cesar
dentro de himnos que se detienen bruscamente, como cuando el viento cambia de
dirección; parece entonces poseído por una ciencia profunda, uno no imagina ya
que está loco, y todo lo que dice de los versos y las palabras parece probar
que se le ha aparecido su divino misterio. Y después, todo desaparece para él
en la oscuridad y, perdido en el desorden de sus ideas, sucumbe y se dice que
jamás logrará hacerse comprender. Él dice que la palabra es la que engendra el
pensamiento, que es más grande que el espíritu humano, que no es sino el
esclavo de la palabra; y mientras que la palabra no se baste a sí misma para
engendrar al pensamiento, el espíritu no habrá llegado a alcanzar su perfección
en el hombre. Pero las leyes del espíritu son métricas. Es lo que se desliga de
la palabra. Ésta lanza su anzuelo al espíritu y, preso en este anzuelo, él
pronuncia lo divino. Mientras que el poeta tenga aún necesidad de buscar acento
métrico y no esté arrebatado por el ritmo, su poesía estará falta de verdad. La
poesía es cosa muy otra que la búsqueda insípida y vana de la rima. Ningún
espíritu de cierta profundidad se complacería en ello. Solamente cuando el
pensamiento se ve en la imposibilidad de expresarse por otro medio que no sea
el ritmo, cuando el ritmo se convierte en el único y sólo medio de expresión,
solamente entonces hay poesía… Para que el espíritu devenga poesía tiene que
llevar en sí mismo el misterio de un ritmo innato. Solamente en este ritmo
puede vivir y hacerse visible, pues el ritmo es el alma del espíritu.
…Y
toda obra de arte no es sino un solo y mismo ritmo; la cesura es en él el
momento de reflexión, el espíritu se revuelve, y después, arrebatado por lo
divino, se precipita a su fin. Así se revela el dios-poeta. La cesura es para
el espíritu humano el punto en el que queda suspenso y sobre el que se posa el
rayo divino”.
La
esencia de la poesía culta y popular es el Ritmo (la metáfora del ritmo, el
ritmo de la metáfora, lo que está más allá). “Todo no es más que ritmo; el
destino del hombre es un solo ritmo celeste, como toda obra de arte es un ritmo
único”.
T. S. Eliot, en La función
de la poesía habló de la poesía popular y culta como una sola Poesía. Si
disminuye la calidad de la poesía popular disminuye la de la alta poesía, así
mismo la poesía media abona la tierra para la gran poesía
culta (Antonio Alatorre). La poesía culta, continúa el inglés, a su vez
alimentará a la poesía popular alrededor de 100 años después cuando es
comprendida por el pueblo (como en el caso de Agustín Lara y el modernismo).
Sólo así una lengua y su alma, su pueblo, se mantienen sanos.
El analfabetismo, real y
funcional, pone en peligro a nuestra gran poesía, la carencia de verdaderas
alternativas populares que coloque en primer lugar al brillante talento, clara
inteligencia y profunda sensibilidad de nuestro pueblo (en términos generales
lo mismo pasa en Rusia y el mundo) acabará por oscurecer el panorama de la gran
poesía, de la flor dorada de los pueblos.
Ha muerto la poesía popular,
ha muerto el espíritu, ha muerto su forma, el alma, está muriendo la
naturaleza, el bosque, la selva, y por eso, en este momento, decreto con
ustedes, su renacimiento.
El renacimiento de lo humano,
lo natural, lo verdadero y lo sagrado, de la metáfora, de la forma, de la Palabra, el renacimiento
del tiempo, del ritmo, de los cimientos del sentido, el renacimiento del tiempo
sagrado y del camino del Sueño: el renacimiento de la Poesía.
MI FOGATA (canción popular rusa)[26]
Mi fogata brilla en la neblina
Las chispas se apagan en el aire…
En la noche nadie nos encuentra
Nos despedimos en el puente.
La noche se va y al amanecer
En la estepa lejana, mi querido,
Voy con la tropa de gitanos
Atrás de la carreta trashumante
En la despedida el chal con flecos
Anudas sobre mí
Como las terminales del nudo
Nos uníamos ese día
¿Alguien adivina mi destino?
Alguien será mañana, halcón mío,
El que en mi pecho desate
El nudo amarrado por ti
Recuérdame como si fuera otra
Que amando al querido amigo
Cantará tocando
En tus rodillas.
Mi fogata brilla en la neblina
Las chispas se apagan en el aire…
En la noche nadie nos encuentra
Nos despedimos en el puente.
MAGDALENA (3)[27]
(Marina Tsvietáieva)
Sobre tus caminos no voy a
interrogar
Querida, todo se realizó
Yo iba descalzo y tú me arropaste
Con aguaceros de tus lágrimas y de
tu cabellera.
No pregunto a qué precio
Se compraron tus esencias
Yo estaba desnudo y tú una ola
Con cuerpo y pared me ceñiste.
Tocaré con mis dedos tu desnudez
Más silencioso que el agua
Y más bajo que la hierba.
Yo era recto
Y tú me inclinaste apretado a tu
cariño
Cávame un foso en tus cabellos
Cúbreme sin lino, apaciguadora,
Para qué quiero el mundo[1]
Si tú como una ola me lavaste.
31 agosto 1923
EL PESCADOR Y EL PECECITO[28]
(Alexander Pushkin)
Vivía el viejo con su esposa
Junto al mismo mar azul
Vivían en choza de barro
Hacía ya treinta y tres.
Con su red pescaba el viejecillo
Y tejía la vieja con su hilado.
Echó el viejo al mar azul la red
Que con lama recogió,
Por segunda vez ya la lanzó
Mas con marina hierba regresó,
La lanza por tercera vez
Y la red llegó ahora con un pez,
No cualquiera, no pez simple, era
dorado.
¡Cómo imploraba el pez de oro
Con suplicante voz de humano!:
- ¡Libérame en el mar, anciano
Valiosa
recompensa te daré:
Todo
lo que me pidas cumpliré!
Asombrado el viejo y espantado
(Pescaba ya hace treinta y tres
Y jamás oyó que un pez hablara)
Liberó al pez dorado
Y
dijo con palabras cariñosas:
- Ve con dios dorado pez
No
necesito tu rescate
Márchate
al azul del mar
Paséate
en la inmensidad.
Regresó el anciano con la vieja
Le contó la increíble maravilla:
-Hoy atrapé un pez
Que
hablaba nuestro idioma,
Pez
de oro, no cualquiera
Me
pidió a casa regresarlo
Al
mar azul, ofreciendo valiosa recompensa
Cualquier
cosa que quisiera
No
me atreví a aceptar su ofrecimiento
Y
lo liberé en el mar azul.
La vieja al anciano insultó:
-¡Estúpido, tarado
No
supiste tomar su recompensa
Al
menos le aceptaras una tina
La
nuestra por completo se rompió.
Así salió al mar azul
Vio al mar que alegremente retozaba
Y se puso a llamar al pez dorado
El pez nadó hacia él y preguntó
- ¿Qué se te ofrece anciano?
Inclinándose el viejo le responde:
-Apiádese
de mí, mi Señor pez,
Me
regaña a mí la vieja
No
me deja estar en paz
Quiere
para ella nueva tina
La
nuestra por completo se rompió.
Y contesta el pez dorado:
- No estés triste, ve con dios
Que
tendrán su nueva tina.
Regresó el anciano con su vieja
Que tenía ya la nueva tina
Pero peor rugió la vieja:
-¡Estúpido, tarado,
Pediste
una tina solamente!
¿Sacaste
gran provecho de la tina?
Regresa
tonto, con el pez
Inclínate
y pídele una casa.
Y regresa el viejo al mar azul
(Se enturbió el mar azul)
Empezó a llamar al pez dorado
El pez nadó hacía él y preguntó
-¿Qué
se te ofrece anciano?
Inclinándose el viejo le responde:
-Apiádese de mí, mi Señor pez
Me
insultó peor mi viejecilla
No
me deja estar en paz
La
gruñona quiere una cabaña.
Le responde el pez dorado:
-No estés triste, ve con dios
Así
será: casa tendrán.
Regresó el viejo a su casucha
Ya no estaba su covacha, ni su
huella
Frente a él una dacha[29]con
buhardilla
De ladrillos, blanco tiro de la
chimenea
Y entablado de roble, el portón.
La vieja estaba sentada bajo la
ventana,
En todo lo que el mundo se sostuvo[30]
Lo regaña: -¡estúpido, tarado,
Pediste,
imbécil la cabaña!
Regresa
e inclínate al pez:
No
quiero ser una sucia campesina
Quiero
ser aristócrata noble.
Se fue el viejito al mar azul
(El inquieto mar azul)
Se puso a llamar al pez dorado.
El pez nadó hacía él y preguntó:
-¿Qué se te ofrece anciano?
Inclinándose el viejo le responde:
-Apiádese de mí, mi Señor pez
Peor
que antes la vieja se empecina
No
me deja estar en paz
Ahora
no quiere ser ya una campesina
Quiere
ser una aristócrata.
Le contesta el pez dorado:
-No estés triste, ve con dios.
Regresó el viejo con la vieja
¿Y qué vio? Una alta torre
Y está su vieja en el zaguán
En corpiño de cara marta cebellina
En tocado: coronilla embrocada,
Su cuello de perlas retacado
En las manos sortijas de oro
En los pies rojos botines
Frente a ella diligentes mozos
Ella los golpea, los jala del
copete
Le dice el viejo a su vieja:
-¡Buenos días noble señora, alteza-emperatriz
¿Ahora
está su almita ya contenta?!
Le gritó la vieja
(Y lo mandó a servir a las
caballerizas).
Así pasa otra semana y otra
Y peor la vieja se emperró
Y lo manda al pez de nuevo:
-Regresa e inclínate ante el pez
No
quiero ser señora de palacio
Quiero
ser una zarina todopoderosa.
Espantado el viejecillo implora:
-¡Qué te pasa vieja, te atascaste de beleño?
Ni
caminar, ni hablar tu sabes
Vas
a hacer reír a todo el reino.
Se enojó aún peor la vieja
Y le da un bofetón.
-¿Cómo te atreves campesino a discutir conmigo
Una
noble aristócrata?
¡Ve
al mar, te lo ordeno en buena forma,
Si
no vas te mando a fuerza!
El viejo se dirige al mar,
El mar azul estaba negro,
Empezó a llamar al pez dorado
El pez nadó hacia él y preguntó:
-¿Qué se te ofrece anciano?
Con una reverencia el viejo le
contesta
-Otra vez mi vieja se revela
Ya
no quiere ser aristócrata
Quiere
ser una poderosa zarina.
Le responde el pez dorado:
-No estés triste ve con dios
¡Bueno,
será tu vieja una zarina!
El viejecillo regresó con esa vieja
¿Y que pasó? Frente a él: aposento
de zar.
En el trono vio a su vieja
A la mesa se sienta cual zarina
La atienden nobles y boyardos[31]
Le sirven vino ultramarino
Los aflige con melindres
Severa guardia alrededor de ella
En sus hombros las hachas se
sostienen.
En cuanto la vio, ¡el viejo se
asustó!
A sus pies se inclina y dice:
-¡Buenos días terrible zarina!
¿Ahora
su almita está contenta?
La vieja ni lo vio
Sólo ordenó sacarlo de su vista,
Corrieron boyardos y nobles
Tomando y empujándolo del cuello,
A la puerta llegaron vigilantes
Por poco y lo descuartizan con las
hachas
Y el pueblo ríe de él:
-¡Ten tu merecido viejo malcriado
Ten
para ti, ignorante, esta lección:
No
te sientes donde no está tu lugar!
Pasa otra semana
Y peor la vieja se empecina
A los cortesanos manda por su
esposo.
Buscaron al viejo y lo trajeron
Dice la vieja al anciano:
-Regresa y te inclinas con el pez
No
quiero ser una gran zarina
Quiero
ser la soberana del mar
Para
vivir en la mar océano
Para
que me sirva el pez dorado
Y
esté bajo mis pies.
El viejo no se atrevió a
contradecirla
No pronunció palabra alguna
Y se dirige al mar azul.
Ve en el mar negra tormenta
Así se hinchan las olas enojadas
Así andan y aúllan en coro y en
manada.
Se puso a llamar al pez dorado
El pez nado hacia él y preguntó:
-¿Que se te ofrece anciano?
Inclinándose el viejo le responde:
- Apiádese de mí mi Señor pez
No
sé qué hacer con mi maldita bruja
Ya
no quiere ser zarina
Quiere
ser del mar la soberana
Para
vivir en el océano
Para
que tú mismo le sirvas
Y
estés bajo sus pies.
No dijo nada el pez
Sólo con su cola chapoteó
Y se fue hacia el profundo mar
Largamente esperó el viejo la
respuesta
No pudo más y con la vieja regresó.
Y ve: otra vez frente a él la
choza,
En la entrada su vieja está sentada
Y a sus pies… la tina rota.
[1] Conferencia Magistral
para el XI Congreso Internacional de Poesía y Poética, FyL, BUAP (19-21 de
octubre 2011): “Una piedra en el camino: la poesía popular en México”.
La conferencia se tituló: La
poesía popular en la canción rusa y algunas reflexiones sobre la poesía popular
en México, pues se complementó con mis traducciones del ruso de una canción popular rusa “Mi fogata” y de “Magdalena”
de Marina Tsvietáiva, además del popular cuento en verso de Alexander Pushkin,
el genio de la poesía rusa, “El pescador y el pececito”. Estas dos últimas
obras musicalizadas y ejecutadas (las
tres, como colofón de la conferencia) por la compositora y guitarrista Nadia
Borislova. Transcribo las canciones al
final del ensayo.
[2] Así
hablaba Zaratustra, El loco. “Dios
ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo podríamos
reconfortarnos, los asesinos de todos los asesinos? El más santo y el más
poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién
limpiará esta sangre de nosotros? ¿Qué agua nos limpiará? ¿Qué rito expiatorio, qué juegos sagrados deberíamos inventar? ¿No es la
grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿Debemos aparecer dignos
de ella?” Nietzsche, La gaya ciencia, sección 125).
[3]
Y quizá en el Congreso: “No hay Dios; los seres de la
naturaleza se sostienen por sí mismos”.
[4]
La arquitectura popular mexicana actual es un desastre (un doble río de
talacherías y amontonamiento de tabiques, sin revocar, ensuciando, sofocando o
asesinando el paisaje). Ya no sigue el ritmo cósmico, sólo refleja la suciedad
del ruido miserable, la miseria del ruido, el ruido de la miseria, ética y
estéticamente. Sobreviven algunos pueblos mágicos gracias al turismo comercial. La arquitectura
popular que reproduce en la plaza del pueblo y en las casas el diseño cósmico
(orden humano en comunión, y por lo tanto verdadera comunicación, con lo
sagrado, a partir de la irradiación axiológica del centro) fue la inspiración
del gran arquitecto mexicano de influencia universal, Luis Barragán. En su
caso, la arquitectura de los pueblos de Jalisco que fundieron las raíces
indígenas y coloniales –además de la incorporación orgánica del paisaje, del
espíritu de la naturaleza encantada y mística de esta zona- en la forja de las
nuevas formas mexicanas auténticas. La fuente, por ejemplo, centro del cosmos,
origen de la vida, vagina de la madre tierra, ojo de la gruta del hada o de la
virgen, tiene en Barragán una continuación creativa: “Desde la infancia
disfruté de la arquitectura popular: de las paredes blanqueadas de cal; de la
alegría y el embrujo de paz de los patios y las huertas; del colorido de las
casas; de los acueductos abrevaderos y trojes […] de tantos espacios logrados
con tanta belleza y espontaneidad en el campo y en la provincia […] Una fuente
nos trae paz, alegría y apacible sensualidad. Las fuentes son alegres y
serenas. Cuando además podemos calificarlas de embrujadas son perfectas.
Me vienen a la memoria fuentes maravillosas, las
fuentes de mi niñez; los derramaderos de agua en los sobrantes de las presas,
los aljibes y los estanques de las haciendas, las acequias que circulan
alegremente; los acueductos que vienen de lejos a caer en un estanque […] De la
mayoría de las publicaciones de arquitectura y de prensa diaria han
desaparecido las palabras belleza, poesía, embrujo, magia, sortilegio,
encantamiento. Las palabras serenidad, silencio, misterio, asombro, hechizo.
Todas ellas muy queridas para mí.” “Luis Barragán, Arquitecto”. México en el arte, N°22, verano de 1989,
INBA, pp. 4-11.
[5]
Si en la globalización lo popular es un MacDonald’s o la coca y la Coca cola, si el folklor (que
significa el saber o conocimiento del pueblo, y que agoniza) es lo kitsch,
digamos (la pobreza mundial multiplicada: la pobreza del kitsch, el kitsch de
la pobreza), ¿existe aún lo popular?, o
es un concepto que se debe replantear sociológica y filosóficamente. Lo popular
en esencia es nacional, es una fiesta en todas sus formas. Lo “popular”
internacional es un padecimiento global.
[6]
Desde el mundo prehispánico.
Por otra parte, el tema de la poesía
popular es infinito, complejo, pantanoso. Ahora hay que hablar de arte media,
nuevas concepciones de la globalización, la cultura de masas, etc. Paloma
Villegas defiende actualmente su tesis de doctorado en una universidad mexicana
sobre la obra de su padre José Alfredo Jiménez. La obra de una gran poeta
popular de la colonia veracruzano como el “negrito poeta” José Vasconcelos
(1780?) requeriría más de una tesis: nacido muy cerca de Xalapa, en la
carretera que va a Alto Lucero: Aunque
soy de raza conga/ yo no he nacido africano/ soy de nación mexicano/ y nacido
en Almolonga.
[7]
El colegio de México, 1971, p.1.
[8]
Poema completo:
Verdehalago
Por el verde, verde
verdería de verde mar
Rr con Rr.
Viernes, vírgula, virgen
enano verde
verdularia cantárida
Rr con Rr.
Verdor y verdín
verdumbre y verdura
verde, doble verde
de col y lechuga.
Rr con Rr
en mi verde limón
pájara verde.
Por el verde, verde
verdehalago húmedo
extiéndome. -Extiéndete.
Vengo del Mundodolido
y en Verdehalago me estoy.
verdería de verde mar
Rr con Rr.
Viernes, vírgula, virgen
enano verde
verdularia cantárida
Rr con Rr.
Verdor y verdín
verdumbre y verdura
verde, doble verde
de col y lechuga.
Rr con Rr
en mi verde limón
pájara verde.
Por el verde, verde
verdehalago húmedo
extiéndome. -Extiéndete.
Vengo del Mundodolido
y en Verdehalago me estoy.
[9]
Tesis dirigida por mí en la Maestría en Literatura
Mexicana, BUAP, en 2009.
[10]
La mejor interpretación, para mí, es la de
Joselito con sabor gitano-flamenco.
[11]
En las ventanas principales de este
medio virtual (datos de 2011).
[12]
El poeta y editor mexicano Pedro
Serrano (actualmente del Periódico de
poesía) hizo una selección comentada en facebook,
de las mejores canciones españolas cultas del siglo XX y el poeta argentino
Jorge Fondebrider tiene una columna sobre música
y poesía en El periódico de poesía,
publicación electrónica de la
UNAM que nos esperanza: tiene más de 400 000 visitas.
[13]
Federico Bermúdez-Cañete, Rilke vida y
obra, Hiperión, España, 2007, pp. 39-40.
[14]
Luis García Montero, hermano del
dueño de la editorial Visor, difusora de nueva poesía.
[15]
Falta abordar la poesía y cultura popular (o marginal) del rock. Vease por
ejemplo: Las 100 mejores canciones del rock mexicano: http://100mejoresrockmexicano.blogspot.com/
[16]
Cal y Arena, Méx., 2000.
[17] El
retorno de la poesía popular (permítasenos citarlo completo), por José
Emilio Pacheco.
Como la Internet y la margarina,
el fax y el café instantáneo, la idea de los Portables es
consecuencia de la guerra. Durante la Segunda, para aliviar el tedio y el miedo
dominantes en las muchas horas en que no se combate, los Estados Unidos
enviaron a los frentes antologías o selecciones de un solo autor, actualización
del antiguo vademecum, el libro que uno siempre puede llevar consigo.
La editorial Viking perfeccionó la noción en tomos de bolsillo tan notables como The Portable Faulkner. En él Malcolm Cowley rescató y consagró a un gran novelista a quien se consideraba acabado antes de cumplir cincuenta años; o bien, The Portable Nietzsche donde Walter Kaufmann hace caber en 691 páginas los cuatro libros esenciales de su autor y páginas de sus otras obras, notas y cartas. Viking fue comprada por Penguin Books y la serie creció en tamaño pero continúa y sus títulos se reeditan cada año o varias veces al año.
En su gran momento Emecé inició en Buenos Aires una colección semejante. Por desgracia, sólo llegó a publicarse un tomo: Prosa y verso de Quevedo (1948), editado por Borges y Bioy Casares, que contiene el prólogo recogido en Otras inquisiciones. Desde hace algunos años Taurus en Madrid y Cal y Arena en México han hecho sus propios Portables. Luis Miguel Aguilar ha añadido a la serie "Los Imprescindibles" una antología de Poesía popular mexicana que en unos cuantos meses tiene ya varias reimpresiones y parece destinada a convertirse en un long seller. El canon del anticanon.
Aguilar no recoge la poesía que el pueblo mexicano ha creado de un modo anónimo ni la lírica infantil ni las letras de Agustín Lara o José Alfredo Jiménez. Su límite es la poesía culta que el gusto popular ha sentido, sostenido y reclamado como suya. Quisiera que el sector cultural viese esta selección como un libro atendible y el "lector popular" encontrara en él, y esto ya parece haber sucedido, la versión siglo XXI de la antología anónima y sin fecha El declamador sin maestro que estableció para México el canon del anticanon. Por coincidencia, Poesía popular mexicana apareció en el mismo 1999 en que murieron Berta Singerman, la declamadora que llenaba estadios con sus recitaciones, y el poeta español Manuel Benítez Carrasco cuyos poemas "El perro cojo" y "Cinco toritos negros" cierran esta compilación.
Su lectura me obliga a corregir la microhistoria cultural que me había forjado para consumo interno. Según ella 1955 fue el año en que se eclipsaron estos poemas. La declamación y la oratoria dejaron de ser modelos del "buen decir" para convertirse en anacronismos ante la nueva época de James Dean y de Elvis Presley. En la capital la "ciudad letrada" se mudó a la CU y con ella se fue la "cultura del abogado" que invariablemente tenía bajo el cristal de su escritorio o en un cuadro el poema "If" de Kipling traducido por Efrén Rebolledo. Desaparecieron las librerías de los zaguanes y los mercados en que circulaba la poesía de cordel, sobre todo en ediciones baratísimas de "El Libro Español". Los juegos florales de los estados no tardarían en ser convertidos por Víctor Sandoval en premios nacionales. En las carpas la rechifla no dejaba escuchar a los recitadores y el "pueta" —con u como propone Guillermo Sheridan— figuraba en las rutinas de los cómicos al mismo título degradante que el "jotito" y el "peladito". Desaparecieron de los periódicos las secciones fijas en que se ridiculizaban "las mariguanadas de los poetisos", los poemas contemporáneos, e invariablemente se contrastaban con alguna límpida estrofa de Gaspar Núñez de Arce o Juan de Dios Peza. La inmortalidad del anonimato
Agustín Lara se oscureció después de su apoteosis en el homenaje de 1953. Nadie supo hallar la voz del Eclesiastés, Horacio, Calderón y Nezahualcóyotl en la poesía "ranchera" de José Alfredo Jiménez. A tal punto que Eduardo Mejía considera imposible que versos como "No vale nada la vida,/ la vida no vale nada:/ Comienza siempre llorando/ y así llorando se acaba./ Por eso es que en este mundo/ la vida no vale nada", puedan haberse escrito sin la colaboración de Rubén Bonifaz Nuño.
Octavio Paz y José Luis Martínez condenaron a los poetas "del corazoncito de México" al infierno de la cursilería sin redención. En los noventa ambos se retractaron y Martínez se sumó a la clamorosa rehabilitación de Nervo. Pero en aquel entonces si alguien confesaba gustar de estos poetas —al fin y al cabo aquellos que le revelaron la poesía— era puesto en cuarentena. En cambio a todo el mundo le encantaba "Macorina" que se creía obra de Chavela Vargas, como nadie pensaba que las letras de "Nunca" (Ricardo López Méndez) y "Caminante del Mayab" (Antonio Mediz Bolio) no fueran de su musicalizador Guti Cárdenas.
La única inmortalidad es el anonimato: versos de "Macorina", ni siquiera el poema completo, fue lo único que sobrevivió entre los cien libros del poeta asturiano Alfonso Camín (1890-1982), iniciador en Cuba de la poesía negrista y autor en México de novelas indigenistas como Xóchitl y El indio Juan Diego. Tío abuelo del compilador y de su hermano Héctor, Camín fue un poeta famoso. Lo elogió López Velarde: "... Y si busco en la floresta/ de España un bardo de hoy, tu ave en fiesta/ casi es la única que me contesta."
Más singular es el caso de Rosario Sansores, hoy vindicada por José Joaquín Blanco y en aquel ayer epítome de lo innombrable con sus floridas crónicas de sociales y su columna diaria "Rutas de emoción" en Novedades. Pero admiradísima (sin que nadie sospechara su autoría) por el poema "Sombras" en la voz de Julio Jaramillo.
El golpe más dañino vino de fuera: la reseña de George Orwell a los poemas de Kipling seleccionados por Eliot. Orwell formuló el concepto de la "buena-mala poesía": aquella que expresa en versos memorables algo que uno tarde o temprano se encontrará pensando. Ejemplo de Campoamor: "Las hijas de las madres que amé tanto/ me besan ya como se besa a un santo." Las dos culturas
Luis Miguel Aguilar nació en 1956, los años que me parecían del derrumbe, y me demuestra cuán equivocado estaba. En su infancia y adolescencia todavía asistió a declamaciones, rezó poemas de fray Miguel de Guevara y José Manuel Sartorio, leyó El declamador sin maestro y tuvo acceso a fuentes para mí desconocidas como los discos de Rafael Acevedo y los libros Poesías inmortales para toda ocasión y Joyas de la poesía. No es cierto, nos dice, que nadie lea poemas y los libros no se vendan: a la gente sí le interesa la poesía pero su gusto va a contrapelo de lo que se considera el gusto moderno. A éste le aconseja apropiarse del otro o entenderlo al menos. Por ejemplo, es increíble que "El brindis del bohemio" sea tan popular (y elogiado por Gabriel Zaid) pero que no se consiga ni en bibliotecas el libro donde lo publicó Guillermo Aguirre y Fierro: Sonrisas y lágrimas (Aguascalientes, 1942). O que Manuel M. Flores no tenga una edición actual de Pasionarias. La última que he visto es de editorial Pax-México, 1988, que ratificó el canon al publicar también las Poesías escogidas de Nervo, Darío, Peza, Gutiérrez Nájera, Acuña y Díaz Mirón, más el Romancero gitano. Los poetas, subraya el compilador, pueden figurar en las dos culturas: el crítico elige "Idilio" de Díaz Mirón: el gusto popular, "Paquito" y "A Gloria", del mismo modo que prefiere "Y yo que me la llevé al río" a Poeta en Nueva York, y los Veinte poemas a Residencia en la tierra. Nervo y Sabines
En la poesía popular mexicana nadie supera el triunfo de Amado Nervo, "surtidor de poesías para todas las necesidades y todos los temas": desde la defensa contra los invasores hasta el desembarco en la Luna. El compilador no cree que Jaime Sabines sea aún poeta popular. Dice que lo será en 2020 cuando lo adopten como adultos todos los niños que hoy lo leen en las escuelas. Porque cada poema culto se lleva por lo menos cincuenta años en hacerse de verdad popular. La prueba del compilador es preguntarles a los meseros de los restaurantes: ninguno conocía a Sabines pero todos sin excepción habían leído a Nervo.
Sobre el gusto poético de los meseros no puedo decir nada, tan sólo respetarlo. Sin embargo, discrepo de esta apreciación basado en una experiencia personal. El 17 de marzo de 1999, invitado por Osvaldo Zama y Jorge Valdés Díazvelez, Sabines hizo la última lectura de su vida en la Casa de la Cultura de México en San José de Costa Rica. Más de trescientas personas llenaban la sala. El silencio era reverencial. En el avión de regreso a México no hubo un minuto en que alguien no se acercara a Sabines para pedirle un autógrafo o, lo que es más asombroso, una dedicatoria en el Otro recuento de poemas. Nadie sabía que iba a viajar en ese vuelo. Llevaban ejemplares porque es su lectura cotidiana y la prefieren a las películas y a las novelas de aeropuerto.
La editorial Viking perfeccionó la noción en tomos de bolsillo tan notables como The Portable Faulkner. En él Malcolm Cowley rescató y consagró a un gran novelista a quien se consideraba acabado antes de cumplir cincuenta años; o bien, The Portable Nietzsche donde Walter Kaufmann hace caber en 691 páginas los cuatro libros esenciales de su autor y páginas de sus otras obras, notas y cartas. Viking fue comprada por Penguin Books y la serie creció en tamaño pero continúa y sus títulos se reeditan cada año o varias veces al año.
En su gran momento Emecé inició en Buenos Aires una colección semejante. Por desgracia, sólo llegó a publicarse un tomo: Prosa y verso de Quevedo (1948), editado por Borges y Bioy Casares, que contiene el prólogo recogido en Otras inquisiciones. Desde hace algunos años Taurus en Madrid y Cal y Arena en México han hecho sus propios Portables. Luis Miguel Aguilar ha añadido a la serie "Los Imprescindibles" una antología de Poesía popular mexicana que en unos cuantos meses tiene ya varias reimpresiones y parece destinada a convertirse en un long seller. El canon del anticanon.
Aguilar no recoge la poesía que el pueblo mexicano ha creado de un modo anónimo ni la lírica infantil ni las letras de Agustín Lara o José Alfredo Jiménez. Su límite es la poesía culta que el gusto popular ha sentido, sostenido y reclamado como suya. Quisiera que el sector cultural viese esta selección como un libro atendible y el "lector popular" encontrara en él, y esto ya parece haber sucedido, la versión siglo XXI de la antología anónima y sin fecha El declamador sin maestro que estableció para México el canon del anticanon. Por coincidencia, Poesía popular mexicana apareció en el mismo 1999 en que murieron Berta Singerman, la declamadora que llenaba estadios con sus recitaciones, y el poeta español Manuel Benítez Carrasco cuyos poemas "El perro cojo" y "Cinco toritos negros" cierran esta compilación.
Su lectura me obliga a corregir la microhistoria cultural que me había forjado para consumo interno. Según ella 1955 fue el año en que se eclipsaron estos poemas. La declamación y la oratoria dejaron de ser modelos del "buen decir" para convertirse en anacronismos ante la nueva época de James Dean y de Elvis Presley. En la capital la "ciudad letrada" se mudó a la CU y con ella se fue la "cultura del abogado" que invariablemente tenía bajo el cristal de su escritorio o en un cuadro el poema "If" de Kipling traducido por Efrén Rebolledo. Desaparecieron las librerías de los zaguanes y los mercados en que circulaba la poesía de cordel, sobre todo en ediciones baratísimas de "El Libro Español". Los juegos florales de los estados no tardarían en ser convertidos por Víctor Sandoval en premios nacionales. En las carpas la rechifla no dejaba escuchar a los recitadores y el "pueta" —con u como propone Guillermo Sheridan— figuraba en las rutinas de los cómicos al mismo título degradante que el "jotito" y el "peladito". Desaparecieron de los periódicos las secciones fijas en que se ridiculizaban "las mariguanadas de los poetisos", los poemas contemporáneos, e invariablemente se contrastaban con alguna límpida estrofa de Gaspar Núñez de Arce o Juan de Dios Peza. La inmortalidad del anonimato
Agustín Lara se oscureció después de su apoteosis en el homenaje de 1953. Nadie supo hallar la voz del Eclesiastés, Horacio, Calderón y Nezahualcóyotl en la poesía "ranchera" de José Alfredo Jiménez. A tal punto que Eduardo Mejía considera imposible que versos como "No vale nada la vida,/ la vida no vale nada:/ Comienza siempre llorando/ y así llorando se acaba./ Por eso es que en este mundo/ la vida no vale nada", puedan haberse escrito sin la colaboración de Rubén Bonifaz Nuño.
Octavio Paz y José Luis Martínez condenaron a los poetas "del corazoncito de México" al infierno de la cursilería sin redención. En los noventa ambos se retractaron y Martínez se sumó a la clamorosa rehabilitación de Nervo. Pero en aquel entonces si alguien confesaba gustar de estos poetas —al fin y al cabo aquellos que le revelaron la poesía— era puesto en cuarentena. En cambio a todo el mundo le encantaba "Macorina" que se creía obra de Chavela Vargas, como nadie pensaba que las letras de "Nunca" (Ricardo López Méndez) y "Caminante del Mayab" (Antonio Mediz Bolio) no fueran de su musicalizador Guti Cárdenas.
La única inmortalidad es el anonimato: versos de "Macorina", ni siquiera el poema completo, fue lo único que sobrevivió entre los cien libros del poeta asturiano Alfonso Camín (1890-1982), iniciador en Cuba de la poesía negrista y autor en México de novelas indigenistas como Xóchitl y El indio Juan Diego. Tío abuelo del compilador y de su hermano Héctor, Camín fue un poeta famoso. Lo elogió López Velarde: "... Y si busco en la floresta/ de España un bardo de hoy, tu ave en fiesta/ casi es la única que me contesta."
Más singular es el caso de Rosario Sansores, hoy vindicada por José Joaquín Blanco y en aquel ayer epítome de lo innombrable con sus floridas crónicas de sociales y su columna diaria "Rutas de emoción" en Novedades. Pero admiradísima (sin que nadie sospechara su autoría) por el poema "Sombras" en la voz de Julio Jaramillo.
El golpe más dañino vino de fuera: la reseña de George Orwell a los poemas de Kipling seleccionados por Eliot. Orwell formuló el concepto de la "buena-mala poesía": aquella que expresa en versos memorables algo que uno tarde o temprano se encontrará pensando. Ejemplo de Campoamor: "Las hijas de las madres que amé tanto/ me besan ya como se besa a un santo." Las dos culturas
Luis Miguel Aguilar nació en 1956, los años que me parecían del derrumbe, y me demuestra cuán equivocado estaba. En su infancia y adolescencia todavía asistió a declamaciones, rezó poemas de fray Miguel de Guevara y José Manuel Sartorio, leyó El declamador sin maestro y tuvo acceso a fuentes para mí desconocidas como los discos de Rafael Acevedo y los libros Poesías inmortales para toda ocasión y Joyas de la poesía. No es cierto, nos dice, que nadie lea poemas y los libros no se vendan: a la gente sí le interesa la poesía pero su gusto va a contrapelo de lo que se considera el gusto moderno. A éste le aconseja apropiarse del otro o entenderlo al menos. Por ejemplo, es increíble que "El brindis del bohemio" sea tan popular (y elogiado por Gabriel Zaid) pero que no se consiga ni en bibliotecas el libro donde lo publicó Guillermo Aguirre y Fierro: Sonrisas y lágrimas (Aguascalientes, 1942). O que Manuel M. Flores no tenga una edición actual de Pasionarias. La última que he visto es de editorial Pax-México, 1988, que ratificó el canon al publicar también las Poesías escogidas de Nervo, Darío, Peza, Gutiérrez Nájera, Acuña y Díaz Mirón, más el Romancero gitano. Los poetas, subraya el compilador, pueden figurar en las dos culturas: el crítico elige "Idilio" de Díaz Mirón: el gusto popular, "Paquito" y "A Gloria", del mismo modo que prefiere "Y yo que me la llevé al río" a Poeta en Nueva York, y los Veinte poemas a Residencia en la tierra. Nervo y Sabines
En la poesía popular mexicana nadie supera el triunfo de Amado Nervo, "surtidor de poesías para todas las necesidades y todos los temas": desde la defensa contra los invasores hasta el desembarco en la Luna. El compilador no cree que Jaime Sabines sea aún poeta popular. Dice que lo será en 2020 cuando lo adopten como adultos todos los niños que hoy lo leen en las escuelas. Porque cada poema culto se lleva por lo menos cincuenta años en hacerse de verdad popular. La prueba del compilador es preguntarles a los meseros de los restaurantes: ninguno conocía a Sabines pero todos sin excepción habían leído a Nervo.
Sobre el gusto poético de los meseros no puedo decir nada, tan sólo respetarlo. Sin embargo, discrepo de esta apreciación basado en una experiencia personal. El 17 de marzo de 1999, invitado por Osvaldo Zama y Jorge Valdés Díazvelez, Sabines hizo la última lectura de su vida en la Casa de la Cultura de México en San José de Costa Rica. Más de trescientas personas llenaban la sala. El silencio era reverencial. En el avión de regreso a México no hubo un minuto en que alguien no se acercara a Sabines para pedirle un autógrafo o, lo que es más asombroso, una dedicatoria en el Otro recuento de poemas. Nadie sabía que iba a viajar en ese vuelo. Llevaban ejemplares porque es su lectura cotidiana y la prefieren a las películas y a las novelas de aeropuerto.
Tardamos una hora en llegar a la salida internacional desde la sala ante
la que aterrizó el aeroplano. Empujo la silla de ruedas y tengo que detenerla a
cada momento. Otra vez libros surgidos de la nada, saludos de mano, veloces
testimonios de lo que su poesía ha significado para todas esas personas. Entre
ellas, sí, hay muchas con ingresos suficientes para un viaje aéreo: pero
también, y quizá sobre todo, empleadas de las tiendas, oficiales de migración,
aduaneros, maleteros y un gran número de jóvenes y de muchachas. Nunca había
visto ni volveré a ver nada igual. ¿Buena-mala poesía?
Tampoco he visto a nadie que se emocione ni se deleite con versos de indudable valor histórico pero tan lamentables como las odas de Andrés Quintana Roo al "Dieciséis de septiembre" o de Francisco Ortega "A Iturbide en su coronación". En modo alguno creo que sean poesía popular como la que este libro recoge "de otros lares" y muestra un ignorado privilegio: cuántas poesías tan distintas se reúnen en la lengua española y qué suerte es el regalo de leer esta diversidad en el propio idioma materno.
La última sección incluye aquellos poemas que se han puesto "a petición popular", como "El seminarista de los ojos negros", "Por qué me quité del vicio" y "Credo". Aquí me hace falta un poema popularísimo hace medio siglo, "Elogio al rebozo" de Gregorio de Gante, declamador que fue tan célebre como Manuel Bernal. Desconocía a quien se firma "Caballero" y no obstante puedo resolver la interrogación: no se trata de un poeta mexicano sino tan español como Miguel Ramos Carrión o Benítez Carrasco pues habla de "chumbera", "cortijo", "moza" y "chaval". Tampoco me explico la ausencia de Mario Benedetti en este capítulo. Quizá tendrá que esperar otros cincuenta años todavía. El poema más reciente entre los incluidos es el soneto al tiempo de Renato Leduc.
"¿Buena-mala poesía?" Habrá que revisar a George Orwell. "Los motivos del lobo", caballito de batalla en todos los maratones declamatorios, es, si uno lo lee con cuidado, una obra maestra de Rubén Darío y la más asombrosa maravilla de versificación que se ha producido en castellano. Por esta y tantas otras cosas que nos obliga a ver con nuevos ojos hay que darle las gracias a Luis Miguel Aguilar.
Tampoco he visto a nadie que se emocione ni se deleite con versos de indudable valor histórico pero tan lamentables como las odas de Andrés Quintana Roo al "Dieciséis de septiembre" o de Francisco Ortega "A Iturbide en su coronación". En modo alguno creo que sean poesía popular como la que este libro recoge "de otros lares" y muestra un ignorado privilegio: cuántas poesías tan distintas se reúnen en la lengua española y qué suerte es el regalo de leer esta diversidad en el propio idioma materno.
La última sección incluye aquellos poemas que se han puesto "a petición popular", como "El seminarista de los ojos negros", "Por qué me quité del vicio" y "Credo". Aquí me hace falta un poema popularísimo hace medio siglo, "Elogio al rebozo" de Gregorio de Gante, declamador que fue tan célebre como Manuel Bernal. Desconocía a quien se firma "Caballero" y no obstante puedo resolver la interrogación: no se trata de un poeta mexicano sino tan español como Miguel Ramos Carrión o Benítez Carrasco pues habla de "chumbera", "cortijo", "moza" y "chaval". Tampoco me explico la ausencia de Mario Benedetti en este capítulo. Quizá tendrá que esperar otros cincuenta años todavía. El poema más reciente entre los incluidos es el soneto al tiempo de Renato Leduc.
"¿Buena-mala poesía?" Habrá que revisar a George Orwell. "Los motivos del lobo", caballito de batalla en todos los maratones declamatorios, es, si uno lo lee con cuidado, una obra maestra de Rubén Darío y la más asombrosa maravilla de versificación que se ha producido en castellano. Por esta y tantas otras cosas que nos obliga a ver con nuevos ojos hay que darle las gracias a Luis Miguel Aguilar.
[18] Lo
cuenta Carlos Monsiváis en su libro de crónicas
Amor perdido (1976). Además
Monsiváis es un referente muy importante de la cultura popular: algunos de sus
crónicas-ensayos: «Notas sobre la cultura mexicana en
el siglo XX» en Historia General de México (1976), Cultura urbana y creación intelectual. El
caso mexicano (1981), Cultura
popular mexicana (1995), El
bolero (1995), Del rancho al
Internet (1999), Aires de
familia. Cultura y sociedad en América Latina (2000), Las tradiciones de la imagen: Notas sobre
poesía mexicana (2001), Bolero:
Clave del corazón (2004), Escribir,
por ejemplo. De los inventores de la tradición (2008), Historia mínima de la cultura mexicana en
el siglo XX (2010).
[19]
Que popularizó “el seminarista de los ojos negros” de Miguel Ramos Carrión.
Además de “La suave Patria” de Ramón López Velarde que tanto le gustaba a Jorge
Luis Borges, a Pablo Neruda y a Juan José Arreola.
[20]
Aquí interviene lo narrativo en la poesía popular, como otro elemento que la
caracteriza. Como en el gran cuento popular de Pushkin “El pescador y el
pececito”, que traduje recientemente en verso para su musicalización y
grabación por la guitarrista clásica Nadia Borislova, como parte de un proyecto
de esta también compositora para enseñar poesía y música de manera profunda y
divertida a los niños.
[21]
Los grupos colombianos ya componen y ejecutan en Colombia sus propios
narcocorridos. Igual con Celso Piña, Rayito colombiano y otros grupos mexicanos
tenemos una colombianización (cumbianización) en la música popular mexicana. La
canción mexicana y colombiana están hermanados por la cumbia y el narcocorrido,
además de por la coca y la nueva subcultura del narco, quizá pronto tendremos
una nueva fusión desde estos dos géneros musicales si no es que ya se da:
formas innatas de la cultura popular.
[22]
Las plantas del amor, Cristian
Rästsch, FCE, Méx. 2011.
[23]
O alraunen.
[24]
Por cierto, hay innumerables coincidencias en la cultura popular y el folklor
ruso con la cultura mexicana: el fondo negro de las coloridas lacas rusas con
las lacas en madera de Olinalá y otros pueblos mexicanos, ciertos colores
primordiales como el rojo, los trabajos en madera. La celebración en los
cementerios con comidas y bebidas, Gógol y Rulfo, la calidad de la gran canción
popular rusa y mexicana, de las mejores del mundo (música y letra), en otros
trabajos ya hemos señalado las “coincidencias” lingüísticas, etc.
[25]
Poemas de la locura, Hiperión,
España: 44-45.
[26]
Arreglo de Oleg Kiselev. Traducción mía.
[27]
Traducción mía.
[28]
Traducción mía.
[29]
Cabaña de campo rusa.
[30]
Dicho ruso: en todo lo que abarca el mundo, en su esencia.
[31]
Nobles feudales rusos.