Lola Koundakjian |
A la busca de
Rilke en el Museo Metropolitano de Arte
Luego de leer Torso
arcaico
Una tarde de domingo, el último indolente fin de semana del verano, me
escapé hacia los frescos, luminosos pasillos de aquella institución de arte.
Iba en busca de Apolo o Rilke.
En el ala helenística y romana encontré Hermes, Eros, Hércules,
descabezados torsos de jóvenes, centauros, atletas y héroes. Di vuelta
alrededor en cada estatua y féretro, y leí las cédulas y descripciones.
Ya en desesperación, le pregunté a la vigilante pero ella no tenía ni
idea.
Lo busqué en un cubiculum nocturnum (o sea dormitorio), en
galerías, en los rostros y lentes de las cámaras de los turistas, al fin lo
encontré mediante una ayuda a la antigüita, la humilde asistencia del empleado
del mostrador para información.
Había dos Apolos aquí. Uno más deteriorado que el otro, uno un poco más
alto, uno todavía recargado contra el bloque de mármol, uno con más genitales
intactos, con más definición del área de la cadera, con ambos pies, y perfectos
dedos y uñas de los pies.
***
La turista japonesa fotografía a su amiga que agarra, o tal vez cubre,
los genitales; oigo al guardia reír muy fuerte. Hombres, mujeres y niños
deambulan, pocos se detienen a mirar el torso sin cabeza, pocos leen la cédula,
pocos reconocen que ÉSTE era Apolo, que éste ERA el dios de la música y la
poesía, hijo de Zeus, padre de Orfeo, uno de los doce Olímpicos, Dii
Consentes. ¿A quién le interesa, esos dioses menores y héroes cuando Apolo
está en la sala?
Y aún no encuentro a Rilke, un hombre que al menos en cierta forma o
manera lo representa, su esencia, o un hombre que ha leído su obra, un hombre
consciente de ese dilema llamado crisis de edad madura o de media carrera.
Me pregunto si arranco un pedazo de papel, escribo en letras mayúsculas
negritas RILKE, y lo sostengo a la vista, se detendrá alguien y hablará
conmigo, se sentará a leer conmigo ese poema, me hará preguntas al respecto,
quizás intercambie algo acerca de sí mismo, una revelación hallada mediante
este encuentro.
Si alguna respuesta a la más íntima interrogación del humano ha de
hallarse en la Tierra, puede ser en estos pies, o en otra obra de arte, en este
museo o en uno semejante, en esta ciudad o en otra metrópolis como las muchas
que hay en este o en otros continentes.
Y hoy su torso
todavía está infundido de brillo en su interior
como una lámpara, en la que su mirada, ahora baja,
esplende con todo su poder.
Traducción Benjamin Valdivia
Lola Koundakjian (Líbano, 1962) Poeta,
traductora, artista plástica y periodista. Reside en Nueva York, EEUU.