sábado, 30 de mayo de 2020

José Antonio Ramos Sucre: La Ensenada



José Antonio Ramos Sucre



















En aquella redonda, defendida por un anfiteatro de montañas y con salida
    a un mar lisonjero, se había refugiado la inocencia del mundo primitivo.

    El cielo se hermoseaba siempre con los tintes suaves y mustios del otoño.

    Los nativos eran ligeros y frugales y se holgaban en el tributo de las encinas
y de las vides agradecidas.

    Las vides arrastraban por el suelo sus sarmientos perezosos y reproducían en 
sus racimos el color de la perla y del ámbar, tesoros del puerto vecino.

    Las encinas reposaban y arrullaban el sueño de los bardos augustos, remozados 
por el vino y seguros de una dichosa longevidad. No se atrevían
 a la proeza de los jóvenes en el mar lejano, lleno de peces móviles.

    Las mujeres se decían hermanas de los árboles y adoptaban al hijo del oso y al
lobezno huérfano. Reinaban por el don maravilloso del acierto y de la previsión.

    Aquellos hombres estaban persuadidos de su felicidad inviolable y sin término.

    En sus brazos había Muerto Homero.


 José Antonio Ramos Sucre (Cumaná, Sucre, Venezuela, 1890-Ginebra, Suiza, 1930).  Obra Completa, Biblioteca de Ayacucho, Caracas, 1980 y Obra poética, Colección Archivos, Sudamericana, Buenos Aires, 2001.
“En la obra de José Antonio Ramos Sucre el yo lírico estalla en una multitud de ‘personas’. Subrayado a menudo con el insistente uso del pronombre; este yo es  héroe de las más diversas aventuras de la imaginación.” (Américo Ferrari)





Novedad editorial: Los 1001 rostros de Alberto Olmedo

Rubén Tizziani nació en Vera, Provincia de Santa Fe, Argentina en el año 1937. Es escritor, guionista y periodista. Publicó las novelas Las Galerías (Editorial Sudamericana); Los borrachos en el cementerio (Siglo XXI),Noches sin lunas ni soles (Siglo XXI), El Desquite (Emecé), Todo es triste al volver (Poniente), Mar de olvido (Emecé), que acaba de traducirse al italiano, y Un tiburón de ojos tristes (Catálogo) y una biografía de Alberto Olmedo, Un poco menos tristes (Beas). Dos de las novelas fueron llevadas al cine: El desquite, dirigida por Juan Carlos Desanzo, con Rodolfo Ranni, Ricardo Darín, Claudia Motanari y Héctor Bidonde, y Noches sin lunas ni soles, dirigida por José Martínez Suárez, con Alberto de Mendoza, Luisina Brando, Lautaro Murua, Guillermo Bataglia y Boy Olmi. Es autor de una adaptación para televisión de El túnel, de Ernesto Sábato, que dirigió Mario Sábato. Además escribió el guión de la película Seguridad Personal, dirigida por Aníbal de Salvo. 

jueves, 28 de mayo de 2020

María Teresa Andruetto: 2 poemas



María Teresa Andruetto


























Genealogía

Tengo una foto del casamiento de mis padres,
él con traje oscuro y el pelo peinado a la gomina. Ella 
 de trajecito claro y una boina (con un moño grande, a cuadros),
la sonrisa perfecta, los ojos bajos, una cartera pequeña                            
en una mano (la otra mano enlazada a la mano de mi padre).          
 Con los ojos renegridos y las cejas grandes, a él parecen                        
 molestarle los reflejos del sol en esa tarde. Sé que es abril,
que están frente a la plaza, la sombra de sus cuerpos                             
 se estira en el mosaico, hacia la tapia.

Ella lleva debajo una blusa blanca. Antes                                                    
 de esa tarde, vendió una cadena de oro de su abuela                               
 para hacerse el anillo de bodas. Si te gusta el oro,
no soy hombre para vos, dijo mi padre.

Antes, mi padre le dio un echarpe de su madre, de color azul                   
 y grana. Si nos dejamos lo quiero de regreso, es un recuerdo                
 de la madre de mi madre.

Antes, un hombre golpeó la puerta de la casa de mi abuela,
allá en el pueblo, buscando a una amiga de su madre                              
y se encontró con mi madre.

Antes, ese hombre que venía de otro mundo,
le pidió a mi madre que fuera a la ciudad para conocerla                      
pero mi madre le dijo que una buena chica no se movía
de su casa.

Antes mi madre juró y juró que no se casaría con nadie.
Era hermosa como una potranca en la llanura y enseñaba                       
  a leer con un peinado de trenzas recogidas.

Antes su madre se inclinó a fregar junto al arroyo                                
 para alimentar a los hijos y al marido, y antes de eso                              
 se le enfermó el marido. Era un hombre flaco como un pájaro             
que no podía oler la sopa de porotos, ni la flor del paraíso,
ni el heno que enfardaba ni las hojas satinadas                                          
de los plátanos. Íbamos a verlos los domingos, mi madre                    
nos llevaba; hablaban piamontés en una casa oscura,                            
con piso de ladrillos y un patio con glicinas.

Antes los padres de mi madre emparvaban alfa                                        
 en Campo Yucat  y antes la madre de mi madre                                      
tuvo a su primer hijo cuando era apenas una niña.

Antes, su madre casó a la hija casi niña con un hombre                         
 bueno, el más bueno que encontré, decía,
sin preguntarle  a esa niña nada.

Antes la madre de la madre de mi madre viajó con su hija                
 pequeña en la bodega de un barco y después atravesó los campos                    
 como una peregrina, detrás de una máquina de trilla;
y antes escapó de su pueblo con su hija, para que no la casaran               
con un hermano del marido.

Antes, en un lugar llamado Casas Viejas, se le murió el marido             
  y ella se ató un cilicio en la cintura. Cuando yo era niña,
aún vivía, aferrada a un misal y un relicario con pelos                             
de Santa Cecilia. Era poco agraciada la madre de mi abuela,
la cara angulosa, los ojos hundidos, la boca, pero alguna vez                 
 fue joven y robusta, un animal para el trabajo                                                  
 cuando conoció al marido.

Antes ella no tuvo padre y juró que, si tenía hijos,
los hijos tendrían otra vida. Y antes fregó los suelos
de una iglesia y fregando conoció los libros. Los evangelios,
La Filotea, La vida de Santa Cecilia (y se escondió en el pecho,
tal vez robada, esa reliquia, unos pelos de la santa
en una cajita)

Antes fue campesina y ayudó a su madre a cuidar dos vacas                
 que tenían y antes su madre arrancó raíces                                                 
 de entre las piedras, para alimentarla.


Encontré una foto de esa mujer, una foto borrosa,
amarillenta. Dijo mi madre que le dijeron                                                    
 que la sacó el cura de Casas Viejas. Es la foto de una campesina             
 joven, ya con la espalda curva, una mujer muy flaca,                            
 con la quijada hacia adelante, husmeando como un perro                     
 y los ojos, ay los ojos,  tan despiertos, como una rata                               
 o una ardilla, ojos alertas como los de una perdiz
o los de un tero.


Rosa

                                                     Rose is a rose is a rose is a rose
                                                     Gertrude Stein

1.

Una mujer pequeña/ una buena esposa/una voz ahogada en la boca/ que da vueltas
Por si alguien manda.
Olvidarlo todo / encontrar a la niña guarra / a su corazón desnudo /
maldita suerte de nadie/como un mundo perdido/el temor/el temblor/ la estúpida risa/ dócil la cerviz
Por si alguien manda.

2.

Ayúdame rosa blanca/ que no se atrevan/rosa del huerto/ ayúdame a ponerme de pie
Desde el suelo
Árboles/ piedras/ ayuden a este corazón/ ayúdalo madre mía/ que no hay agujero donde esconder el miedo
En los torrentes del cielo
Como una mujer que soporta/ las cosas ancladas / el asilo en la noche sin puerta/ la luz que empezó a hacerse tierna
Olvidada de todo, durmiendo
Reza/la buena niña de los cuentos/ su terror/ su temblor/ su piel de loza/su lirio de agua
Dígalo todo mi niña
Que yo robaré  las cañas/ le inventaré un son/ niña guarra / Vuelve la vida a temblar/ como un barco / una mujer baja del pedestal/ no se vuelve/ a mirar nada / era una flor de abismo
Y nos animamos
Saltemos juntas /ahora/ por la puerta o la ventana/ con ardor en la frente/y en la boca una granada.

3.

Que nadie se atreva a decirle nada/
a mi rosa sola/rosa del huerto donde esconder el miedo/
Ella soporta la lluvia/los árboles/las piedras/
y los tormentos del suelo.
Rosa mía del huerto/ no hay agujero donde esconder el miedo/
ni hay alegría para seguir viviendo /Yo quisiera estar de pie/
como una mujer que se levanta del tedio/
pero esta casa no tiene aleros/ni tiene torrentes el cielo/
están las cosas ancladas y todo llueve hacia adentro/
la cicatriz en la boca/ último asilo en la noche/
y el corazón dando vueltas/ como un perro.
Cómo olvidar/el cuerpo y la vergüenza/ cómo rezarle a la niña/
hasta que la luz se haga tierna/ Era una flor de abismo y la encerraron/ saltemos juntas/ ahora/ rosa de nadie/ con los dormidos del suelo/
y los de estómago lleno/No debieras hacer nada/ nada que no hayas hecho/ nada madre de espuma/ niña de piedra y agua/
toda de carne o de barro.
Vuélvase a su sitio/ dicen en la calle/ pero ya no se vuelve/hija/
Una mujer que baja del pedestal/no mira atrás/ anda sobre la tierra/
y eso da miedo/ su piel como un cuchillo/
o como un barco.

4.

Rosa/
Rosa Rosina/Rosa Josefa/ Rosa de Lorca/ madre soltera/ Rosa primera
Roja rosa de Stein
Como blanca diosa/como flor hermosa/ su lluvia de pétalos/sus ojos oscuros/su nombre de pobre
América y rosas
Ay Rosa rosina/ ay Rosa Josefa/ ay rosa de sangre/ ay rosa de Siena/ el rojo en las venas/Que viva la rosa/espinosa/mugrosa/ la delicada
rosa/ la aparatosa
Rosa la Roja
Vieja/puerca/coja/nuestra Rosa/en la quebrada/ desolada/ pisoteada rosa/ que desbroza/ a todas las rosas
Rosario
Perfuma espinosa/la rosa mística/ la torre ebúrnea/el ronroneo/ la rosquita de pan/rodocrosita/ toda reina/ toda renga/ rosa sola/ torrentosa/ de Lima/ de Susques/ de Lorca

5.

Dejá de cantarle a la Rosa/
che/
hacé que florezca.






María Teresa Andruetto (Arroyo Cabral, Córdoba,1954)  Poeta, narradora y docente. Publicó libros de poemas, novelas, cuentos, ensayos y libros para niños y jóvenes lectores. Traducida a varias lenguas, obtuvo, entre otros, Premio Novela del Fondo Nacional de las Artes 2002, Finalista Rómulo Gallegos 2010, Premio Trayectoria en Literatura Infantil SM (Guadalajara, 2009), Premio Cultura de la Universidad Nacional de Córdoba 2012, Premio Hans Christian Andersen 2012 y Konex de Platino 2014. Sus últimos libros, Poesía reunida (Ediciones en danza, 2019), Poesía a la carta (Tinkuy, 2019), Ecos de la lengua (Ediciones de la terraza, 2020), Selene (Sudamericana, 2020) y el libro de crónicas Extraño oficio (Literaturas Random House, 2020).

Fotografía: Francisco Marcantonelli






jueves, 21 de mayo de 2020

Juan Rodolfo Wilcock: Epitalamio




Juan Rodolfo Wilcock, personificando a Caifás en El Evangelio según San Mateo de Pasolini (ca 1964)


















Proemio


Convoco arbustos y agua; con pirámides,
con leopardos,  con versos latinos, con espejos
formo y exorno esta verbal glorieta;
hay helados, helechos enlazados,
y sombra y sol externo.
Aquí de grises tórtolas rodeados,
de invocadas quimeras teologales,
y en un círculo aislados
leyendo el Lancelote por deleite,
suspende tus usuales labores seculares,
y oye estos versos que hablan de nosotros.

Glicinas nos aroman;
los perales florecen en octubre,
los primeros manzanos, los membrillos,
los cerezos, las lilas y las lluvias.
Pero nosotros esta primavera
por idéntico amor tan refinados,
nos conocimos cuando hay nieve azul
en las montañas invisibles
y las cabras descienden a comer en el llano.
Como el halcón que mira desde el cielo
cuando te vi bajé a buscarte;
todo eso ya es histórico, y ahora
oye estos versos que hablan de nosotros.


1-    Primer Encuentro

El dios en el instante oracular
urdió los hilos repentinamente,
y entre espumas nos vinos de repente
como al ver por primera vez el mar.
El mar que no me parecía hermoso
el primer día y que amé tanto luego;
el mar que infatigable como el fuego
cambia de forma y nunca esta en reposo.
Himen, oh Himeneo,
cumplimos tu deseo.

Ulularon los reyes subterráneos
solvet saeclum in favilla,
fulguraron las grutas espaciosas,
fuegos artificiales, esplendores,
fuentes iluminadas en colores,
Paris otorga a Venus la manzana;
árboles surgen, géiseres, guirnaldas,
¡oh noche entre las noches distinguida,
noche de espadas, de agua, de monedas!
Un día era la edad del nuevo invierno.


        2- Pastoral

Hay un vidrio en el campo, una ventana
del vidrio opaco y resistente. El sol
señala en él la sombra de una planta
y el curso de una mosca
en cíclicas posturas recurrentes;
confusos perros que huyen lo atraviesan.
Detrás del vidrio azul y verde, yo.
La otra pared muestra mampostería,
jambas, dintel, y el vano de una puerta
abierta hacia el jardín y el cielo intenso
surcado de eucaliptos, casuarinas,
nacientes paraísos, aeroplanos,
voces de pájaros y algunas lilas,
mi flor más fina, mi dedicación
y aquí en el campo tu representante.
El sol mueve las horas,
activa el crecimiento de las plantas,
arrastra sombras, origina tardes
y da curso a la noche.
Y a mediodía inunda el campo de agua.
Miro hacia Buenos Aires,
costumbre natural de los ausentes.
Un joven corta el pasto del jardín;
se oye un motor, arrullos de palomas,
ruedas, criaturas invisibles, perros,
y el segador; yo te amo
como l as lentas nubes del cielo
tranquilamente superiores.


       3- Ruego al Azar

“Que todo cambie sin cambiarnos,
que nuestros cambios sean idénticos,
y que en el mismo instante fallezcamos.”

Debe de ser un fuego insostenible
la cesación de la felicidad.


       4- Nocturno

Como en un sueño activo, las hormigas
transportan rotos pétalos,
hojas, semillas y acre ácido fórmico;
en impermeables, subterráneas cuevas
se imitan y se ignoran,
sufren tragedias, cuidan esperanzas,
dolores del tamaño de una hormiga.

Con arpa o flauta miceniana
¡quién cantará los éxitos de los cines del sábado
hebdomadariamente renovados!
Más alto sin embargo que las frases eléctricas
y el vapor rosa de la noche urbana
hay estrellas de hielo, agujas de aire,
doncellas asomadas a la verja del cielo,
planetas que ordenaban los destinos
cuando los hombres eran menos
y habitaban los bordes del Éufrates asirio.

Vayámonos entonces, tu y yo,
pública y mutuamente desposados
a enriquecer los ritos saturnales.
Por aquí entra en la ciudad moviente;
imaginemos, mi alma, que esto fue
hace diez siglos, y que el mundo ha muerto;
discurramos por tan serenas ruinas
que un tiempo han sido Itálica famosa.
Aquí fue el Rex, aquí el Politeama,
inminens regum mors in terra est;
cometamos el acto de las sombras
sobre las hiedras de los escenarios.

Hoy sábado a las once de la noche
tú, mi ternura,
tu mea cura
nuevamente iluminas lo deciduo
cuando me miras en los vacuos antros
de la íntima, analgésica cinematografía.


       5- Jardín Botánico

¿Recuerdas mi alma, ese árbol favorito?
Verdes eran las tardes a su vera;
era un ombú, era sagrado, y era
como un hotel variadamente escrito
por los paseantes de otra primavera.
Nosotros no grabamos nuestros nombres;
y sin embargo, cuando todo muera,
¿no quedará un recuerdo de dos sombras
besándose las manos en la hierba,
aunque esas sombras no se nos parezcan?
Las preguntas retóricas no suscitan respuesta.

Me alejo para verte en la memoria:
tan joven y en el sol, como en un barco.


       6- Uspallata

¿Glorieta De Renoir que mira un lago!
Siempre la mera rememoración,
que inscribe el movimiento y no el impulso,
tiñe de amor lo inanimado,
como un diván, un verso, una pared,
o el hecho de tomar el té.

No hay más digno deleite
que recordar las épocas felices
en silenciosa intimidad;
horas que sin embargo son felices
en el recuerdo y no en la realidad,
importantes momentos literarios
donde invisiblemente cambiaban nuestras vidas
su curso impredecible.
Horas que habré pasado en la terraza
junto a l as hojas de la enredadera
esperando el llamado del teléfono.

Esta casa no existe:
no ha sido profanada sino modificada
por los ojos distintos que la miran;
y sin embargo la contemplación
de una sola baranda, o de una puerta,
que aún sean como entonces
podrían conmoverme hasta las lágrimas.


       7- Final


En la florida falda
de seda al viento de una estatua huyente
inscribo esta guirnalda
de versos en tu honor cándidamente,
que piden, con ser serios,
ciencia a tus ojos y a tu voz misterios.
Sic est opus perfectum.

¡Oh tú que me mereces,
por la virtud de aquel primer encuentro
y de la tierna historia subsiguiente,
sé fiel como son fieles
esos cambios de invierno a primavera
y de verano a otoño,
esos pausados ciclos de Alfa
Centauro que adelanta un grado diario
como todo astro fijo, eternamente!


Juan Rodolfo Wilcock (Buenos Aires, 1919-Lubriano, Italia 1978) Poeta, narrador, traductor y crítico. En 1957 se instaló definitivamente en Italia.  Allí tradujo varias de sus obras a la lengua del Dante. En su mirada la Argentina se asemejaba a una extendida traducción.