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Juan Rodolfo Wilcock, personificando a Caifás en El Evangelio según San Mateo de Pasolini (ca 1964) |
Proemio
Convoco arbustos y agua; con pirámides,
con leopardos, con versos latinos, con espejos
formo y exorno esta verbal glorieta;
hay helados, helechos enlazados,
y sombra y sol externo.
Aquí de grises tórtolas rodeados,
de invocadas quimeras teologales,
y en un círculo aislados
leyendo el Lancelote por deleite,
suspende tus usuales labores seculares,
y oye estos versos que hablan de nosotros.
Glicinas nos aroman;
los perales florecen en octubre,
los primeros manzanos, los membrillos,
los cerezos, las lilas y las lluvias.
Pero nosotros esta primavera
por idéntico amor tan refinados,
nos conocimos cuando hay nieve azul
en las montañas invisibles
y las cabras descienden a comer en el llano.
Como el halcón que mira desde el cielo
cuando te vi bajé a buscarte;
todo eso ya es histórico, y ahora
oye estos versos que hablan de nosotros.
1- Primer Encuentro
El dios en el instante oracular
urdió los hilos repentinamente,
y entre espumas nos vinos de repente
como al ver por primera vez el mar.
El mar que no me parecía hermoso
el primer día y que amé tanto luego;
el mar que infatigable como el fuego
cambia de forma y nunca esta en reposo.
Himen, oh Himeneo,
cumplimos tu deseo.
Ulularon los reyes subterráneos
solvet saeclum in favilla,
fulguraron las grutas espaciosas,
fuegos artificiales, esplendores,
fuentes iluminadas en colores,
Paris otorga a Venus la manzana;
árboles surgen, géiseres, guirnaldas,
¡oh noche entre las noches distinguida,
noche de espadas, de agua, de monedas!
Un día era la edad del nuevo invierno.
2- Pastoral
Hay un vidrio en el campo, una ventana
del vidrio opaco y resistente. El sol
señala en él la sombra de una planta
y el curso de una mosca
en cíclicas posturas recurrentes;
confusos perros que huyen lo atraviesan.
Detrás del vidrio azul y verde, yo.
La otra pared muestra mampostería,
jambas, dintel, y el vano de una puerta
abierta hacia el jardín y el cielo intenso
surcado de eucaliptos, casuarinas,
nacientes paraísos, aeroplanos,
voces de pájaros y algunas lilas,
mi flor más fina, mi dedicación
y aquí en el campo tu representante.
El sol mueve las horas,
activa el crecimiento de las plantas,
arrastra sombras, origina tardes
y da curso a la noche.
Y a mediodía inunda el campo de agua.
Miro hacia Buenos Aires,
costumbre natural de los ausentes.
Un joven corta el pasto del jardín;
se oye un motor, arrullos de palomas,
ruedas, criaturas invisibles, perros,
y el segador; yo te amo
como l as lentas nubes del cielo
tranquilamente superiores.
3- Ruego al Azar
“Que todo cambie sin cambiarnos,
que nuestros cambios sean idénticos,
y que en el mismo instante fallezcamos.”
Debe de ser un fuego insostenible
la cesación de la felicidad.
4- Nocturno
Como en un sueño activo, las hormigas
transportan rotos pétalos,
hojas, semillas y acre ácido fórmico;
en impermeables, subterráneas cuevas
se imitan y se ignoran,
sufren tragedias, cuidan esperanzas,
dolores del tamaño de una hormiga.
Con arpa o flauta miceniana
¡quién cantará los éxitos de los cines del sábado
hebdomadariamente renovados!
Más alto sin embargo que las frases eléctricas
y el vapor rosa de la noche urbana
hay estrellas de hielo, agujas de aire,
doncellas asomadas a la verja del cielo,
planetas que ordenaban los destinos
cuando los hombres eran menos
y habitaban los bordes del Éufrates asirio.
Vayámonos entonces, tu y yo,
pública y mutuamente desposados
a enriquecer los ritos saturnales.
Por aquí entra en la ciudad moviente;
imaginemos, mi alma, que esto fue
hace diez siglos, y que el mundo ha muerto;
discurramos por tan serenas ruinas
que un tiempo han sido Itálica famosa.
Aquí fue el Rex, aquí el Politeama,
inminens regum mors in terra est;
cometamos el acto de las sombras
sobre las hiedras de los escenarios.
Hoy sábado a las once de la noche
tú, mi ternura,
tu mea cura
nuevamente iluminas lo deciduo
cuando me miras en los vacuos antros
de la íntima, analgésica cinematografía.
5- Jardín Botánico
¿Recuerdas mi alma, ese árbol favorito?
Verdes eran las tardes a su vera;
era un ombú, era sagrado, y era
como un hotel variadamente escrito
por los paseantes de otra primavera.
Nosotros no grabamos nuestros nombres;
y sin embargo, cuando todo muera,
¿no quedará un recuerdo de dos sombras
besándose las manos en la hierba,
aunque esas sombras no se nos parezcan?
Las preguntas retóricas no suscitan respuesta.
Me alejo para verte en la memoria:
tan joven y en el sol, como en un barco.
6- Uspallata
¿Glorieta De Renoir que mira un lago!
Siempre la mera rememoración,
que inscribe el movimiento y no el impulso,
tiñe de amor lo inanimado,
como un diván, un verso, una pared,
o el hecho de tomar el té.
No hay más digno deleite
que recordar las épocas felices
en silenciosa intimidad;
horas que sin embargo son felices
en el recuerdo y no en la realidad,
importantes momentos literarios
donde invisiblemente cambiaban nuestras vidas
su curso impredecible.
Horas que habré pasado en la terraza
junto a l as hojas de la enredadera
esperando el llamado del teléfono.
Esta casa no existe:
no ha sido profanada sino modificada
por los ojos distintos que la miran;
y sin embargo la contemplación
de una sola baranda, o de una puerta,
que aún sean como entonces
podrían conmoverme hasta las lágrimas.
7- Final
En la florida falda
de seda al viento de una estatua huyente
inscribo esta guirnalda
de versos en tu honor cándidamente,
que piden, con ser serios,
ciencia a tus ojos y a tu voz misterios.
Sic est opus perfectum.
¡Oh tú que me mereces,
por la virtud de aquel primer encuentro
y de la tierna historia subsiguiente,
sé fiel como son fieles
esos cambios de invierno a primavera
y de verano a otoño,
esos pausados ciclos de Alfa
Centauro que adelanta un grado diario
como todo astro fijo, eternamente!
Juan Rodolfo Wilcock (Buenos Aires, 1919-Lubriano, Italia 1978) Poeta, narrador, traductor y crítico. En 1957 se instaló definitivamente en Italia. Allí tradujo varias de sus obras a la lengua del Dante. En su mirada la Argentina se asemejaba a una extendida traducción.