PAUL VALÉRY |
Orfeo
…Compongo espiritualmente bajo los mirtos, ¡Orfeo,
El admirable!...de espirales puras el fuego desciende,
Cambiando el monte calvo en augusto trofeo
Donde se exhala de un dios el gran acto sonoro.
Si el dios canta, sucumbe el sitio omnipotente,
El sol ve el horror del movimiento de las piedras
Y deslumbrantes nacen de un lamento inaudito
Los altos muros de oro armonioso de un santuario.
¡Canta, al borde del cielo espléndido, Orfeo!
¡La roca avanza, tropieza; y cada piedra encantada
Siente una fuerza nueva que hacia el azur delira!
De un Templo inacabado la tarde baña el auge,
¡Y él mismo se ordena y ensambla en el oro
En torno al alma inmensa del himno sobre la lira!
Oda secreta
¡Soberbia caída, fin tan dulce,
Olvido de las luchas, qué delicia
Poder recostar sobre el musgo,
Luego de la danza, el cuerpo suave!
¡Nunca otro resplandor
Como el de estas chispas de verano,
Sobre una frente sembrada de sudor,
Había celebrado su victoria!
Pero tocado por el Crepúsculo
Ese gran cuerpo que tantas cosas hizo,
Que danzaba, que Hércules destruyó,
¡Hoy no es más que un cúmulo de rosas!
Descansá, bajo pasos siderales,
Oh, vencedor lentamente desunido,
Pues la Hidra inherente al héroe
Se ha desplegado al infinito…
¡Oh!¡Qué Toro, qué Osa, qué Can
Qué objetos de enorme victoria
Impone el alma al espacio informe
Cuando logra elevarse al tiempo sin recursos!
¡Fin supremo, destello
Que a través de monstruos y dioses
Universalmente proclama
Los grandes actos que moran en el Cielo!
El vino perdido
Arrojé, un día, al Océano,
(No recuerdo ya bajo qué cielos)
Como una ofrenda a la nada,
Unas gotas de vino precioso…
¡Oh, licor! ¿Quién quiso tu pérdida?
¿Obedezco tal vez a un designio?
¿Quizá al afán de mi alma
Que, pensando en la sangre, derrama el vino?
Su habitual transparencia,
Después de un rosado vapor,
Puro recobró el mar…
¡Perdido ese vino, ebrias las olas!...
Vi agitarse en el aire amargo
Las figuras más profundas…
Los pasos
Tus pasos, hijos de mi silencio
Santamente, lentamente situados,
Hacia el lecho de mi vigilancia
Avanzan mudos y helados.
Persona pura, sombra divina,
¡Cuán dulces son tus pasos retenidos!
¡Dioses!... ¡Todos los dones que adivino
Llegan a mí sobre esos pies desnudos!
Si, de tus labios que se adelantan,
Preparás para apaciguar
Al habitante de mis pensamientos
El alimento de un beso,
No adelantes ese acto tierno,
Dulzura de ser y de no ser,
Porque he vivido solo de esperarlos,
Y era mi alma el sonido de tus pasos.
Extraído de Paul Valéry, Œuvres, I, Bibliothèque de la Pléiade, 1957 | Versión de Adrián Bollini.
Paul Valéry nació en Sète el 30 de octubre de 1871. Comenzó sus estudios de Derecho en 1889. Publicó sus primeros poemas en revistas de provincia entre 1890 y 1892. En 1984 se instaló en París, donde se desempeñó como redactor en el Ministerio de Guerra, como secretario y como conferencista. En 1925 fue elegido miembro de la Académie française. Como premio a su labor poética e intelectual le fue otorgada en 1937 la cátedra de Poética en el Collège de France. Murió en París el 20 de julio de 1945. Sus restos descansan en Sète, en el Cementerio marino al que cantó en su célebre poema.
Obras fundamentales. Poesía: La jeune Parque (1917), Charmes (1922). Ensayo: Introduction à la méthode de Léonard de Vinci (1895), Variété I-V (1924-1944), Tel quel (1941). Ficción: La Soirée avec monsieur Teste (1896), Eupalinos ou l'Architecte (1921), L'Âme et la danse (1923), Dialogue de l'arbre (1943).
Adrián Bollini (Bragado, Buenos Aires, 1988). Poeta y traductor. Publicó por Alción editora (Córdoba) los libros de poesía Escritos de Dédalo, Sísifo y Pandora (2009) y Ascética de Heuzek (2015).