Raúl Gustavo Aguirre |
El
sonido, sin precedentes internos, es hábito de la nada. Abusar de la esfinge
sin acudir a su necesidad, divulgar noticias gimnásticos, es silencio. Ese
ruido estará siempre al servicio de los amos de la tierra: los grandes rebeldes
han ejercitado hasta la perfección un rechazo tal que en ellos no se mata más que un abismo, una
mirada enorme hacia la poesía.
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La
magia de la existencia es enorme. La tarea del lenguaje es revelarla, no
sustituirla.
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La
poesía no es un encuentro inesperado y amable al retorno de una paz que la
ignora. No puede contar, para existir, con la distracción de la buena voluntad
de sus adversarios: ley de gravedad en estado puro, le es preciso regir sobre
una conciencia que para equilibrarla debe oponerle de continuo la totalidad de
su poder de concreción. Y aún esa lucidez inmóvil y segura de su proeza no
acredita nada, todavía, en la cuenta del poeta posible.
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El
poeta debe tener el don de poder atravesar esos falsos resplandores donde gira
inútilmente toda suerte de iluminados. No es posible pasarse la vida tratando
de dejar un barbijo sobre la cara de este lado de la muerte.
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Una
extensa familia de obsesos, actores y extravagantes, deambula y se exhibe por
cuenta de la poesía: ignoran que ella no existe y que sólo conocen su espectro
monstruoso y extorsivo.
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El
estado de alarma y el estado de gracia son uno en el poeta.
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La
poesía tiene sus parásitos, sus chambelanes, sus grandes sacerdotes, sus ayudas
de cámara, etc. Es necesario aclarar que en nada le afectan los orgasmos de
estos fabulosos posesos.
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Tiempo
sin eufemismos donde cada mirada es un desafío, cada movimiento una liberación.
El poeta, ausente del orden público, echa a perder sin cesar, combatiente
anónimo en la terrible sesión secreta, las pruebas del fracaso del hombre.
*
La
silla puede girar, pero el mundo es todavía inmenso.
(Cuaderno
de Notas 1952-1956)
Raúl Gustavo Aguirre (1927-1983) Poeta,
ensayista, traductor y crítico. En poesía ha dado a conocer entre otros
títulos: El tiempo de la rosa, 1945; Cuerpo del horizonte, 1951; La
danza nupcial, 1954; Cuaderno de notas, 1957; Redes y violencias,
1958; Alguna memoria, 1960; Señales de vida, 1962 y La estrella
fugaz (1984). Fue el motor y el emblema de Poesía Buenos Aires, una de las
revistas culturales más representativas en la Argentina durante la
segunda mitad del siglo XX.