Juan Liscano |
Dije,
maíz. Generaciones de indios fueron rescatadas
/del olvido.
Dije,
palma . Largas elaboraciones de tejidos, milenios
de substancias fibrosas ataron al pasado con
el presente.
Dije,
arcilla. Se mostraron las tinajas de hinchado vientre
de mujer encinta, los platos y cazuelas como
discos solares
/arrojados hacia el porvenir.
Dije,
río. Fluyeron las aguas del diluvio. Fueron ahogadas las razas.
Sobre las primeras tierras emergidas y
chorreantes, cruzó un pájaro.
Dije,
selva. Torrencial follaje, explosiones de verdor, vahos zumbantes,
tibieza de matriz. El silencio sin rostro y
con cuerpo de hormigas voraces,
aullaba entre pieles de sierpes como vainas
caídas de los árboles.
Dije,
llanura. Giraron embudos de vientos negros.
Se quebró una luz de cristal o de leño seco.
Un
espejismo de mercurio relucía en el horizonte.
Dije,
luna. Brotaron fuentes e hilillos de leche,
se abultaron humedades, proliferaron hongos,
mohos, légamos y de escucharon grandes caídas
de agua.
Dije,
mujer. Un tallo de venas rotas echó flor.
Dije,
hombre. Se alzaron escudos y macanas, brillaron filos
y puntas de hueso, flotaron los plumajes,
pero en alguna parte
del combate se abrió una mano como delta.
Dije,
sol. Truena el verano, un ave deslumbrante e invisible
pasa y sólo se mira su sombra. Muestra el
cielo una faz roja
y rugiente.
Dije
entonces, Dios, comiéndome las palabras, con la lengua
volteada hacia adentro y con los ojos
vaciados.
El
amor era un tigre en acecho.
La
muerte se acercaba lentamente bajo una nave
de árboles estrellados.
Los negros
Avanza
un negro, avanza por la orilla
de
un cocodrilo, de una sierpe roja.
Viene
del mar, del vientre de unos barcos,
llega
sin nombre y lleno de su exilio.
Un
negro doble, trino, igual al prójimo;
dos
negros, mil, cien mil están llegando.
Dioses,
tribus, idiomas confundidos,
muchedumbres
que son tan sólo un hombre.
Puede
mirarse un negro en otro negro,
mirar
la misma imagen del infortunio,
reconocer
el mismo viaje a ciegas,
la
misma pena en lenguas diferentes.
Les
cortaron los pasos, les cazaron,
les
clavaron las huellas y caminos,
les
echaron del sol, del pez, del búfalo,
y
cayeron al suelo, al pozo, al piojo.
Rodaron
hombre abajo, mundo abajo,
rodaron
hasta el fondo de las naves
hasta
perder sus nombres:
la
identidad de planta, bestia y cosa,
la
del ancestro aullante entre las máscaras.
(de
Nuevo Mundo Orinoco, 1959)
Juan Liscano (Caracas, Venezuela,
1914-2001) Poeta y crítico venezolano. Director de la editorial Monte de
Ávila, entre su obra poética destacan los títulos Nuevo mundo Orinoco (1959),
Cármenes (1966) y Fundaciones (1981). Asimismo ha escrito los ensayos Panorama
de la literatura venezolana actual (1973), Espiritualidad y literatura: una
relación tormentosa (1976), Los fuegos apagados (1990) y El origen sigue siendo
(1991). En 1990 publicó Antología personal, un recorrido por su trayectoria
poética.
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