Sam Hamill (Estados
Unidos, 1943) Poeta, ensayista y traductor del griego, latín, estonio, japonés
y chino. Es autor de más de quince libros de poesía, ensayos y de unos cuarenta
volúmenes en traducción.
Ha enseñado en prisiones durante
catorce años, en programas de artistas en residencia por veinte y trabajado
ampliamente en favor de las mujeres y los niños desprotegidos. En enero del
2003 fundó Poets Against the War (Poetas contra la Guerra). Su obra ha sido
traducida a más de una docena de lenguas.
Sam Hamill es un hombre de fuertes pasos, de sonrisa fácil e inglés sonoramente firme. Su pronunciación alberga una pasión casi impulsiva. Se trata de un poeta norteamericano que no cree en las políticas de su país. Se trata de un poeta cuestionador, que canta sus experiencias desde la dureza de la realidad y desde un espíritu afectivo que tiene raíz en su condición de budista. Se trata de un poeta profundamente humano tocado por la orfandad, por el dromómano afán de ser universal, mundano y enemigo del odio y la muerte, ocasionados por la guerra.
Sam Hamill se aproxima desde el reflejo de sus anteojos,
con los párpados casi cerrados para evitar el relámpago del trópico o la luz
criminal de una bomba en el corazón de una ciudad indefensa. Y digo del trópico por mi experiencia con él
en Valencia durante el X Encuentro Internacional de Poesía de la Universidad de
Carabobo (2012) en el que coincidimos y nos conocimos brevemente. Y digo de las
bombas por su rechazo absoluto a las guerras, escrito en sus poemas y en la
piel de sus palabras, por sus críticas rotundas contra la administración Bush y
contra todo lo que huela a pólvora y metralla. De modo que es un poeta
militante, un poeta vigoroso, un hombre entregado a la vida, a las letras, a la
disidencia, al mundo. Después de oírlo y mirarlo, queda el sonido, el estruendo
de su pronunciación, el verbo encendido de sus versos, algunos reunidos en el
libro Ojos abiertos y otros poemas,
publicado por la Colección El Cuervo del Departamento de Literatura de la
Universidad de Carabobo, en 2006, con traducción del también poeta, el
argentino Esteban Moore.
2.-
El primer poema de este libro -suerte de anzuelo- pesca
a quien lo lee. El lector es un pez invisible. “Las redes” anima la imagen de
un pescador que recoge y desenreda las cabuyas de una atarraya. La metáfora
aproxima nuestra lectura al deseo, al espejismo del agua y a la sangre que
brota de los dedos del hombre de mar. Es un poema donde el tiempo y la
distancia elaboran la presencia de un ser humano frente al universo, frente al
océano. Las pesadas redes del deseo…,
instancia que encierra el pensamiento y también los sonidos que contiene el
mundo. Un hombre solo desenreda las horas de su silencio.
Una página más adelante nos aborda con “Viejos huesos”,
un texto dividido en tres partes en los que Hamill recuerda a algunos poetas
cercanos a él: Snyder, Pound y Lu Chi aparecen mientras el poeta que habla
modela el mango de un hacha. Luego, Hui Neng protagoniza el segundo texto desde
el polvo de sus huesos. El tercero recuerda a Basho y la fábula del agua y la
rana. Es decir, Hamill resume la paz del mundo en pocas líneas: tiempo y
memoria, espacio y sonidos retraídos hacen posible este hermoso instante
verbal.
3.-
“Un dragón en las nubes”, “El don de lenguas”, “El ganado
de Dresden”, “Dos pinos”, “Montañas y
ríos sin fin”, “Lo que sabe el agua”, “Perdido en la traducción”, “La flor de
la orquídea”, “Discurso inaugural ante la asamblea legislativa, 2003” y “El
poema de Nueva York” abren la puerta de acceso al extenso texto “Un canto
pisano”, donde Hamill se pasea por diferentes instancias de su vida, su ideología,
sus gustos por las culturas clásicas, la griega y la latina, y su paso por la
china y japonesa, sus viajes bajo la luz de los Cantos Pisanos de Ezra Pound. Pisa es la escenografía por donde
ocurren las palabras del autor. Un poema de largo aliento que le hace decir: Yo no soy Odiseo, sólo un monje en una orden
de poetas, /un viajero hacia la Toscana, un turista en Venecia…. Nombra y
dice de los poetas maltratados Akhmatova, Hikmet, Tu Fu, presos y exiliados. Un
canto dolido que también tiene en el tao, un
camino a seguir. / Mis colegas poetas lo sostienen, / he apuntalado mis muros/
he invitado a mis barricadas/ a aquellos que abrazan la tradición.
En otro lugar del poema asiste y canta: Kannon, Kannon, / perdonar es una cosa, /
olvidar otra. Se pasea por los campos de concentración, por los bombardeos
contemporáneos, por el acento de Confucio…hasta llegar al poema, a la pulpa del
poema como músculo y aire, como humano proceder: El templo de las palabras, / el poema es el amo./ El poema. Únicamente.
/ El poema”.// Es el sendero a la iluminación (…) allí donde todo es música, /
todo es luz. Largo viaje por el cuerpo sonoro de este hombre que ha sabido
sobrevivir.
“La flor de la orquídea” se queda flotando en la memoria.
Un poema donde Sam Hamill ha dejado parte de su vida: una flor que pasa por la
vida, una flor que muere. Este poema tiene que ver con el fallecimiento de su
esposa. La lectura nos obliga a citar: En
el instante en que me pregunto/ si la orquídea va a morir/ ella
florece//…abriéndose en el apogeo del verano/ pequeña, perfecta en su
plenitud// Incluso para un poeta/ de cabellos blancos y rostro curtido, / ella
es en su pureza, erótica, //…Ella es erótica/ porque en el corazón del
nacimiento/ la muerte afirma su existencia. Un poco más adelante, remata: quien a cada momento se vuelve más bella/
simplemente porque uno de nosotros ha de morir. Un poema en el que Hamill aguanta la
respiración un rato y mira alrededor del mundo que lo estrecha.
4.-
El poema que le da título al libro, “Ojos bien abiertos”,
insiste en el mismo viaje, en el mismo tema: un canto desde una joven mujer para
entrar en su historia japonesa en Okinawa, donde fue marine norteamericano. Y habla de su niñez, de su llanto nocturno,
de Homero y los muertos, de El arte de la
guerra de Sun Tzu. Todo dicho “con tus ojos bien abiertos”. Y así, agudo en
la denuncia, escribe “Sobre la muerte de James Oscco Anamaría”, en el que
desnuda la aventura de un crimen cometido por la mano de un poder desconocido,
aunque se presume de una sigla que siempre ha metido las suyas en ámbitos
ajenos.
Cuando hallaron su
cuerpo/ en el basural/ cerca del puente Pachachaca/ en Abancay, // nadie pudo
decir/ quien fue el que/ le arrancó/ las uñas de los dedos,// quién le rompió
las piernas/ quien le extirpó el ojo/ o quién finalmente lo degolló…. Es un
poema desnudo, duro, amargo, pero también amoroso. Oscco Anamaria era un poeta
joven quien sabía/ que la poesía es amor,
/ y en este mundo/ el amor es cosa peligrosa.
En “A partir de Borges”, el poeta Hamill descarga toda su
batería crítica contra el poder, contra el abuso del pasado, contra quienes se
creen que son “la madre patria”. Y
escribe: No, no hay héroes, excepto
aquellos/ que despiertan para saludar al amanecer con las manos vacías/ y el
corazón agobiado en un tiempo brutal. Más adelante: Ésta no podrá ser hallada en la grandilocuencia/ de los pomposos
imbéciles del pueblo que aspiran a cargos públicos/ sólo porque desean el poder.
Muy claro para advertir que estamos en un presente parecido.
Al final, “Paseando por la calle Florida”, Sam Hamill lee
los árboles, la cara de la gente, los pasos que Neruda y García Lorca dieron
por Buenos Aires, por la rúa donde Alfonsina
se encontró/ con su antiguo amante. Calle-mercado de paquetes e ilusiones,
de nombres, de Borges y sus Obras
Completas, de Perón, de la Plaza de Mayo, de la bienvenida a todos aquellos
que la visitan.
Este libro de Hamill, el poeta de la orfandad, el poeta
viajero y traductor, nos encuentra con los “ojos bien abiertos” mientras otros
poemas van y vienen en la imaginación de un hombre que sabe que el mundo seguirá siendo redondo pese a las
pestes que la habitan.
Alberto Hernández