David Lagmanovich (1927-2010) |
Las estadísticas del Mandamás
Ante
las protestas del público, el ministro
de economía declaró que no había tal aumento del costo de vida, sino que todo
se debía a un mal manejo de las estadísticas. Cuando el Mandamás se enteró,
ordenó que todas las estadísticas fueran encarceladas, por difundir
rumores contrarios al bienestar general. El policía mayor, que
no se atrevía a aclarar la confusión de su amo, organizó una redada de jóvenes
prostitutas, a las que calificó como “estadísticas del malecón”. Las
presas fueron examinadas por el
Mandamás esa misma noche, en el sótano de la jefatura. Le gustó la estadística
más joven, una muchachita que afirmada tener 17 años pero no parecía pasar de
los 14, y se la llevó. En la madrugada, cuando el Mandamás dormía, agotado y
feliz por los ejercicios nocturnos, la chica lo mató con un cuchillo que
ocultaba entre sus ropas y desapareció. Días más tarde, entrevistada en la
televisión de un país vecino y rival, declaró que las estadísticas eran el amor
de su vida, y que la persecución sufrida justificaba sobradamente su reacción.
La caída del Mandamás
El
Mandamás se subió a una silla, frente a un gran espejo, para ensayar su próximo
discurso. La silla cedió ante el peso y el Mandamás se dio un porrazo. El
periódico oficialista, atento a toda noticia de palacio, informó sobre el
incidente con un gran título en que se destacaba la palabra “caída”. Gran parte
del pueblo, que había salido a la calle a festejar, fue ametrallada por la
policía. La silla no fue reparada.
Laprida
Subió
al taxi estacionado en la esquina de su casa y después de saludar al conductor
le dio la dirección: “San Martín y Laprida”. Mientras ponía en marcha el motor,
el hombre musitó; “Yo, Francisco Narciso de Laprida, cuya voz declaró la
independencia de estas crueles provincias”. El pasajero lo miró con asombro y
sintió la tentación de hacer una broma: “¿Usted es Laprida entonces?” El
conductor lo corrigió: “Yo fui Laprida. Ahora manejo un taxi”.