John Berryman (1914-1972) |
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Henry malhumorado
ocultó el día,
sin calmarse Henry mostró su enojo. Yo entiendo
su punto de vista, un
intentar ponerle fin a las cosas.
Era el pensamiento de ellos que pensaban que
podían hacerlo que transformaba a Henry en
maligno y lejano.
Pero él debió haber salido y haber hablado.
Todo el mundo como una amante de lana
alguna vez pareció estar del lado de Henry.
Luego sobrevino un
partir.
Desde entonces nada cayó como pudiera o debiera.
No entiendo cómo Henry, abierto a la fuerza de lado
a lado para que todo
el mundo lo viera, logró sobrevivir.
Lo que él tiene para decir ahora es una larga
maravilla que el mundo puede soportar y ser.
Una vez en un sicomoro yo estaba feliz
todo en la altura de su copa, y entonces canté.
Duro contra la tierra firme se desgasta el fuerte mar
y vacías crecen todas las
camas.
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Llenando su compacto y delicioso cuerpo
con pollo a la paprika, ella me miró
dos veces.
Desfalleciendo con interés, le devolví hambrientas miradas
y sólo el hecho de su esposo y otras cuatro personas
impidieron que me
lanzara sobre ella
o caer ante sus pequeños pies gimiendo
‘Sos la más sexy por años de noche
que los ojos aturdidos de Henry
han gozado, Esplendor. Yo avancé sobre
(desesperanzado) mi spumone. Sr. Bones: rellenado,
el mundo está, de jovencitas que son alimentadas.
—Negro cabello, cutis latino, enjoyados ojos
miran hacia abajo….
el cerdo a su lado
festeja…. ¿Sobre qué maravillas
está sentada ella, allí?
El restaurante zumba.
Ella podría estar en Marte.
¿Dónde salió todo mal?
Debiera existir una ley contra Henry.
—Señor
Bones: la hay.
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La vida, amigos es aburrida. No debemos decir eso.
Después de todo, el firmamento destella, el gran mar
suspira,
nosotros mismos destellamos y suspiramos,
y además mi madre me dijo siendo niño
(repetidamente) ‘Si confiesas alguna vez estar aburrido
significa que no tienes
Recursos Internos.’ Concluyo ahora que no tengo
recursos internos, pues estoy sobrecargado de aburrimiento.
Las gentes me aburren,
la literatura me aburre, especialmente la gran literatura,
Henry me aburre con sus problemas y quejas,
tan malas como las de aquiles,
quien ama a las gentes
y el arte intrépido que a mí me aburren.
Y las sosegadas colinas, y la ginebra, se parecen al tedio
y de algún modo un perro
se ha llevado a sí mismo y su cola considerablemente lejos
dentro de las montañas o el mar o el cielo, dejando
atrás: a mí, truhán.
1- En minúscula en el
original, minimizando la alusión al hijo de Tetis y Peleo.
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Yo estoy,
afuera. Un pánico increíble reina.
La gente a los puñetazos
aporreándose unos a otros sin misericordia.
Los cocktails están hirviendo. Helados
cocktails están hirviendo.
Cuanto peor se sienta alguien, lo
peor
tratado será. Los tontos
eligen tontos.
Un hombre inofensivo en un cruce de calles susurró:
“¡Cristo!”
Esa palabra, así hablada, afectó la visión
de, cuando al día
siguiente cuidando el paso se dirigen al trabajo, tenderos
que fueron y les fueron recetados anteojos.
Disfrutaron ellos entonces una apariencia de amor y orden.
El sonido y el olor del milenio flotando en el aire —uno,
uno—eh, eh…
Sus anteojos les fueron quitados, y ellos vieron.
El hombre ha emprendido la más trascendental de las labores,
son fin.1 Buena suerte.
Yo mismo caminé en el funeral de la ternura.
Siguieron otras muertes. Entre las últimas,
como la memoria de un hermoso coito,
fue: Do ut des .2
[1] Su final.
2 Doy para que des.
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No opero con frecuencia . Cuando lo hago,
las personas toman nota.
Las enfermeras muestran su asombro. Ellas pálidas.
El paciente es devuelto a la vida, o algo así.
La razón por la que no hago esto más a menudo (yo cito)
es: tengo un vivir
para fracasar —
debido a mi mujer e hijo — para mantenerlos alejados de mi salario.
-Mr. Bones, eso yo lo veo.
Ellos por estas cirugías sólo le agradecen a Ud. ¿qué?
no le pagan las
—Correcto.
En pocas ocasiones ha sido Ud. tan comprensivo.
Ahora existe asimismo
una dificultad con la luz:
Yo estoy obligado a realizar en la completa oscuridad
cirugías extremadamente
delicadas
sobre mi yo.
—Sr. Bones, Ud. aterroriza a mí.
No es de extrañar que no le paguen. ¿Habrá de morir Ud.?
—Mi
amigo, más luego tuve éxito.
El destino de Henry
Todos los proyectos fracasaron, en la tarde de agosto
estaba acostado y se maldijo y maldijo a los suyos
como lo hizo el muchacho de Housman.1
Una brisa a veces llegaba allí. La quemadura de sol producía
comezón.
Su esposa había salido a hacer los mandados. Suspiro y se
rascó.
Las niñas pequeñas estaban jugando con el teléfono.
Ellas querían dulces, los que él les dio.
Su alma entera se retorcía con la flema.
El sol se quemaba descendiendo.
Fotografías suyas desesperado inundaron el pueblo
o ciudad. Guardó luto por sus muchos amigos, o algo así..
Las niñas pequeñas estaban jugando con el piano.
Aplastó el cigarrillo apagándolo. Lo aplastó a él apagándolo
sorprendiendo a Dios, al fin, en un parpadeo de tiempo.
Su alma fue enviada.
Adressat unbekant.2 Las niñas pequeñas con un grito
le dieron la bienvenida
al deslumbrante paquete. En rima oficial
el veredicto oficial fue: fallecido.
[1] Alusión a El joven de
Shropshire, de A.E. Housman.
2 Dirección desconocida.
(Versión y nota Valeria Malrossa-Esteban Moore)
John Berryman nació en 1914 y murió en 1972. Se suicidó arrojándose desde el puente
de la avenida Washington que atraviesa el
río Mississippi conectando las llamadas ciudades mellizas de Minneapolis
y St. Paul, en el estado de Minnesota. La crónica del suceso publicada en
diversos periódicos locales da cuenta de algunos pormenores y opiniones acerca
del hecho: “Berryman no cayó en el agua,
lo hizo sobre la base de una las columnas que sostienen el puente… es extraño
pero sus anteojos permanecieron puestos… no murió en el acto… seguramente no
supo elegir el sitio desde donde lanzarse hacia las aguas, como lo han hecho
otros suicidas”. Su muerte es el último capítulo de la vida de un hombre
que se propuso una renovación de la poesía contemporánea en lengua inglesa.
Luego
de finalizar sus estudios secundarios se inscribió en la Universidad de
Columbia, Nueva York, donde bajo la guía del poeta y crítico literario Mark Van
Doren (1894-1972) se vuelca decididamente hacia la creación poética, publicando
sus primeros poemas en importantes medios como el Columbia Review y The Nation.
Se graduó con honores y se trasladó a Inglaterra, donde en la Universidad de
Cambridge se sumergiría en la tradición literaria inglesa, particularmente en
la obra de William Shakespeare. Allí conoció a T.S. Eliot, Dylan Thomas, W.B.
Yeats y W.H. Auden. Años más tarde
reconocería que tanto Yeats como Auden fueron figuras importantes en el
desarrollo de su propia poética.
En
1939 comenzó su carrera docente en la Universidad de Wayne (Chicago, Illinois), fue editor de poesía en The Nation y reunió sus primeros poemas, que fueron incluidos en Five Young American Poets (1940).
Posteriormente publicó Poems (1943) y The Dispossesed (1948) que obtuvo el premio Shelley, otorgado por la Sociedad de Poetas de
América. En los años siguientes Berryman
publicaría una biografía psicológica: Stephen Crane (1950) y se establecería como un referente crítico y
académico. Escribió
sobre la obra de William Shakespeare,
Henry James, F. Scott Fitzgerald, Robert
Lowell, Christopher Marlowe, Monk Lewis, Walt Whitman, Theodore Dreiser, Saul Bellow y Ezra Pound.
La
revista Partisan Review da a conocer
en 1953 su extenso poema dedicado a la poeta puritana de la época colonial
norteamericana Anne Bradstreet (1612-1672): Homage
to Mistress Bradstreet, reeditado en un volumen individual en 1956. Este
complejo poema consta de cincuenta y siete estrofas de ocho versos rimados cada
una, y está dividido en cinco secciones: la invocación a la poeta muerta, un
monólogo de la poeta, un diálogo entre Berryman y la poeta, un segundo monólogo
de la poeta y finalmente el cierre del poema en la voz de Berryman. La crítica
celebró este texto augurando que posibilitaría nuevos rumbos para la poesía
norteamericana; el poeta y crítico Robert Fitzgerald lo consideró el poema de
su generación; otros sostuvieron que a partir de este libro Berryman se había
convertido en una de las figuras centrales de la literatura de su país.
John
Berryman, que ya había recibido diversos
reconocimientos, entre ellos el premio del National Institute of Arts and
Letters (1950) y una beca Guggenheim (1952), dictó en estos años clases en las
universidades de Washington, Cincinnati y en el programa de poesía de la Universidad de Iowa.
De esta última institución fue exonerado sin honores debido a sus recurrentes
borracheras y varios arrestos por perturbar la paz pública. Sin embargo,
su alcoholismo no le impidió ser, en las
palabras del poeta Philip Levine, un profesor “brillante, intenso, articulado”.
También, durante breves períodos, trabajó en las Universidades de California
(Berkeley) y en la de Brown (Rhode Island).
Desempleado
debido a su alcoholismo su suerte parecía echada. Sin embargo, sus amigos el
novelista Saul Bellow y el poeta y crítico Allen Tate intercedieron ante las
autoridades de la
Universidad de Minnesota en Minneapolis, consiguiéndole una
cátedra en el departamento de Humanidades. Tate había solicitado para él en
primer lugar una posición en el departamento de Literatura. No obstante, éste le habría sido negado debido a las
discrepancias que otros ‘profesores-poetas’ mantenían con Berryman en el campo
de la creación poética. La mudanza a la ciudad de Minneapolis reviviría
dolorosas circunstancias que lo atormentarían durante toda su vida adulta, producidas por el suicidio de su padre,
quien había nacido allí.
Es
en Minneapolis donde comienza a escribir Los cantos del sueño (The
Dream Songs). Este poema largo, considerado así por el propio autor, que con
el tiempo llegará a sumar 385 partes, es un rotundo punto de inflexión en su
obra, una divisoria de aguas que lo distancia de su anterior formalismo. En
1964 se publicó la primera serie,
titulada 77 cantos del sueño,
que causó cierto revuelo en los medios literarios. En la ocasión Berryman
confesó que su modelo fue otro gran poema norteamericano, el extenso Canto a mí
mismo de Walt Whitman.
Los cantos del sueño formulan una poderosa declaración
contra el lugar común, en primer lugar de la poética tradicional, de la idea
implícita en la lírica de la existencia de una voz única. En ellos la voz, el
yo poético, se fractura, se multiplica, asume una pluralidad de voces. Entre
poema y poema la temática varía, esquizofrenia, psicoanálisis y vodevil; en
este proceso una voz es reemplazada de continuo por otra, produciendo, si se
quiere, textos ruidosos, volubles y dramáticos.
La figura central es Henry, a quien no pocos
han considerado el alter ego del poeta, opinión rechazada con vehemencia por
Berryman. A pesar de ello, el autor no pudo negar que el discurso de su
personaje se alimenta de su propia y lacerada personalidad y los temas que lo
obsesionaron intensamente: el suicidio de su padre, una libido incontenible, la
blasfemia, el alcoholismo y el
psicoanálisis.
El
poema, sostuvo en una entrevista otorgada al Paris Review, “se desarrolla a partir de mis observaciones
de las experiencias de Henry, su medio y sus asociados, en parte debido a mis
lecturas teológicas.” Henry es un truhán,
un norteamericano de mediana edad que habla de sí mismo en primera,
segunda y tercera persona. La comisión de pecados capitales no despierta en él
ningún sentimiento de culpa. Debido a ello, su amigo el Sr. Bones, otro
personaje central, representando de algún modo lo que podríamos denominar una
conciencia social, en ocasiones le llama la atención, intenta corregir su
comportamiento. A Henry tampoco le molesta no ser ‘políticamente correcto’, se
burla de la poesía amorosa tradicional,
parodia distintas costumbres establecidas, y como un Al Jolson de la
poesía, imita el modo de hablar de la comunidad afroamericana; cuestión que
muchos relacionaron con una forma oculta de racismo. Asimismo, Berryman utiliza
diversos aspectos de los estereotipos del teatro de variedades, elementos de la
alta cultura y de la cultura popular, del blues y del jazz, para definir el
tono y la prosodia de su personaje.
En
1968 dio a conocer Su juguete, su sueño,
su descanso (His Toy, His Dream, His Rest). Este volumen culmina el ciclo
de Los cantos del sueño y fue
reconocido por su desenfado con el premio Bollingen y el National Book Award.
En su discurso de aceptación de la última de las distinciones recibidas explicó
su estilo iconoclasta de la siguiente manera: “Los cantos del sueño son una
manifestación de mi hostilidad hacia todas las tendencias visibles tanto en la
poesía norteamericana como en la inglesa.”
En
la opinión de Robert Lowell Los cantos
del sueño son desconcertantes y difíciles de comprender, pero, sentenció,
“cuando no te hacen llorar, te harán reír, y eso es una novedad”. Dijo asimismo
que Berryman era un exponente típico de su generación, una generación
estudiosa, henchida de nuevas convenciones.”
Si
bien Berryman compartía con sus contemporáneos la actividad académica y la
investigación, su actitud ante la poesía lo diferenciaba de ellos. Él no
buscaba el éxito, discípulos o una cátedra universitaria; todo esto le había
sido otorgado por lucidez y talento. Las recurrentes crisis nerviosas, las prolongadas
internaciones (a razón de una por año en el hospital local) debido a su
alcoholismo, no pesaron en el balance general. Tampoco tuvo demasiada
importancia la alteración de las buenas costumbres y del orden público, ya sea
en la sala de profesores o en los bares de Minneapolis. Quizás porque Berryman
perseguía más que el éxito, la portada de una revista o los premios literarios
la gloria misma. Y comprendió que para alcanzarla debía hallar una voz, alterar
la sintaxis convencional de la lengua, abolir el lugar común e integrar las
diversas variantes lingüísticas del habla coloquial. En cuanto a su sintaxis,
ésta parece adoptar la fórmula utilizada por los guionistas de ciertas
películas como las de Tarzán o aquellas en las que aparecen
pieles rojas, en las que los personajes hablan en una lengua que se pretende
primitiva o alteran los términos del
enunciado.
En su ensayo El hombre de letras en el mundo moderno, su amigo Allen Tate se pregunta qué debería hacer en
nuestro tiempo el escritor, y contesta: “…debería
reconstruir para su época la imagen del hombre, y debería difundir modelos por
medio de los cuales otros hombres puedan poner a prueba esa imagen, distinguiendo lo falso de lo verdadero.”
Su mayor responsabilidad, agrega, “… es
la vitalidad del lenguaje…distinguiendo la
diferencia entre la mera
comunicación y el redescubrimiento de la condición humana…” Ésta fue la
apuesta de John Berryman, que llevó adelante con la colaboración de Henry y el
Sr. Bones.