Roberto Mascaró |
Muchacha de
Málaga
No es otra esta sino la chica prístina
que tendida en las leves arenas de Málaga
ocupa casi entera la península.
Allí está, como bello juguete mecánico
junto a las restallantes aguas del piélago
posando como un ícono.
Sus ojos: dos indianos ídolos
que nada tienen de mirar hierático.
Sus sentimientos son a veces nítidos;
casi nunca traslúcidos.
Por eso dejan esperanza sólida
cada vez que la veo y el monólogo
merecerla debiese para un día ser diálogo
y deseo magnífico.
Siempre he admirado a esta muchacha sólida
de manos grandes y rubóricas
que un día quisiera que llegasen beatíficas
para brindarse impávidas
como dos pavorreales que se abriesen benéficos
y se cerrasen como células ópticas
despertando al estímulo.
Con ella se apaga el sol de Málaga
y las estrellas se vuelven puntos cómicos
y me llega de pronto un terror cósmico
que me obliga a dormir.
Esto todo es, de acuerdo, esdrújulo
elemento, de a ratos feliz y a veces básico
ciclo que ha de cursar infante pálido
pero duro y salvaje como indígena
que poblar pudiese esta república
que la chica de Málaga
a formar va con mítica
indumentaria, con su alma que lúcida
es sin duda, porque fulge sin mácula
en la clara penumbra de mi cuarto poético.
Soliloquio sado-masoca de nosotros
.
En la soledad hablo solo,
o conmigo mismo, en silencio o voz alta,
y no sé si otros hablan
consigo mismo o solos
porque nunca lo cuentan,
como yo no lo digo.
A menudo me aburro de mis
propias manías,
me peleo conmigo mismo,
me ataco y me defiendo
y me condeno y me hundo
en el olvido
de mí mismo, me abandono,
abro mi corazón
a mi propio corazón, lo
cierro,
me muestro cara a cara,
me comprendo,
me enfrento con mi propia
sombra,
me pongo los tacones altos
frente al tocador,
apoyo mis acciones,
severo me condeno,
me malentiendo acaso,
me engaño y me oculto
hasta ya no encontrarme,
me miento en las propias
narices de mí mismo,
me resigno a ser mi yo falso frente a mi falso yo,
me exalto y glorifico,
me arrepiento de todo y
de nada,
me chongueo a una morocha
junto a la rambla Sur,
elaboro mi complicada
emblemática,
mi toponimia,
mi pacotilla,
mi mineral ordeno sobre
mesas rituales,
me encomiendo a los más
altos mandos imaginables,
y termino precipitado en la
angustia y la alegría
de la vida, el amor y la
muerte.
Y yo conmigo, yo y yo, en
la soledad
(como en la soledad de
otros)
somos dos, mano a mano,
rostro frente a rostro,
como en el Gran
Masturbador de Salvador Dalí
(que no es obra freudiana
mas monumento místico).
Somos dos, la pareja
(que sombra ya te has
vuelto, pareja,
monstruo prehistórico
tal vez nacido en húmedas
cavernas)
inseparable.
Discutimos punto por
punto cada tema,
desde distintos ángulos,
profundizamos
y confrontamos toda
verdad con lo real, es decir,
sometiendo toda prueba
ante el juez implacable
que es cada Otro y
también el Los Otros y también el Nosotros.
Historia de Pat Garret y Billy the Kid según Marcial
Lafuente Estefanía
Pat Garret y Billy the Kid
eran dos malandrines del lejano Este uruguayo,
más exactamente, de
Valizas.
Juntos robaron bancos,
violaron y mataron a gusto
-aunque Billy no necesitaba
el dinero, ya veremos por qué
por toda la comarca.
Muchos años después
Garret llegó a un pueblo de mala muerte y se enfrentó a Billy.
Matearon.
Pat dijo: “Billy, hemos sido
compinches.
Ahora ya no lo somos. Para
la ley trabajo.
Si antes era malandro y
parte de tu banda,
ahora soy madero y creo que
si te agarro
a culo descubierto, ¡yo te
tumbo, chaval!
Hay una recompesa seria por
tu cabeza.
Acéptalo: los tiempos han
cambiado”.
Billy tenía éxito con las
rubias
cuando hacía relucir las
hileras perfectas
de sus dientes blanquísimos
como perlas
o mostraba la hilera
perfecta de sus dientes blanquísimos.
Por esto, hasta los
rochenses decían que era bello.
Billy dió vuelta el mate,
chupó con ruido el último,
se paró, sonrió y le dijo a
Pat:
“Los tiempos podrán haber
cambiado
pero yo no he cambiado. Pat, vamos,
¡recuerda viejos tiempos,
chico!,
una morena bajo cada brazo,
como aquella primavera en
Progreso, ¿eh?”.
Al final de esta historia
Pat liquida a Billy
y el status quo vence, y el mundo
se equilibra otra vez, y
otros Billy
the Kid y Pat Garret forman
bandas
de crueles forajidos que
deambulan
por el Lejano Este
uruguasho y otros sitios del planeta.
Casualmente, en la sala del dentista leo las
declaraciones
que al fin Marlon concedió
He aquí la entrevista que
se negó a conceder.
Rotundamente se negó. Su
argumento:
“No veo el punto de interés.
Todos, como yo, son actores”.
Dedicado a la vida
meditativa, observa en calma las hormigas
que suben por el fregadero
de su casa en Tahiti.
“Actuamos cuando, por
ejemplo, alguien nos interesa
y volteamos la vista para
aparentar lo contrario”.
Ya ue cualquiera, como su
perro
actúa en consecuencia
cuando quiere comer;
ya que todos, de una manera
u otra fingimos;
ya que todos somos
estrellas de algún firmamento
que se curva únicamente
sobre nosotros,
sobre cada uno y sobre
todos nosotros;
ya que el mundo es un
escenario y un set de filmación,
no, más bien cada segundo
de la historia es una escenografía,
cada lugar del universo es
un estudio de cine,
ya que un espot nos cubre
en cada acción que emprendemos,
cada vez que elevamos la
taza de café,
cada vez que prometemos
amor a nuestro amor,
cada vez que juramos un
odio irreconciliable
a nuestros enemigos, cada
vez,
ya que cada uno, cada vez,
en cada instante, a cada
sílaba, en todo momento,
ya que cada uno de los
elementos del universo
(sin olvidar los planetas
los asteroide los agujeros negros
las enanas blancas las
células los átomos)
es un actor en acto
actuando,
¿para qué una entrevista?
Él medita. Sabe que los
millones
de dólares que se negó a
ganar
podrían haberse invertido
en su más grande sueño:
una película sobre la
masacre que los blancos de América
cometieron contra los
indígenas de América.
En la entrevista (que él se
negaba a conceder)
él mismo, gordo, calvo,
blanco, se reclina en su silla de jardín.
Mueve la boca, que es el
instrumento de un actor muy famoso.
Sus ojos giran en este aire
de verano, miran hacia adentro.
¿Decepcionado de los
productores?
Jamás le interesó el
cinematógrafo.
En una escena de El Padrino, reconoce, incluso,
que se equivocó en todo. La
crítica encuentra en esa parte
el mejor momento de su
carrera.
Dice: “La vaca que tajan de
un machetazo
en una escena de Apocalypse
now valía más que toda
la historia del cine
americano. “Yo soy, en realidad, esa vaca”.
Nadie lo ha entendido.
“Como nadie entendió
que fue mío el deseo de que
María Schneider
metiera en mí sus dedos
untados en mantequilla.
¿Entiende usted que todo
fue un gran malentendido?”
Sopla una leve brisa de
atardecer.
Las sombras no han caído,
pero ya van a caer.
La entrevista que nunca
concedió,
que jamás concederá, que
ningún hábil periodista conseguirá jamás,
está por concluir.
Y agrega, sarcástico:
“En realidad mi sueño más
preciado, la película
de la que le hablé, sobre
la masacre, ésa
ya se filmó (estoy en paz):
si no me cree,
léalo en las crónicas, allí
están registrados absolutamente
todos los nombres de los
actores”.
“Claro, también quisiera
ser el inventor de una milagrosa terapia”.
“No es nada fácil”.
“Pero ¿a quién conforma lo
fácil? Mire,
mis matrimonios fueron
felices mientras eran difíciles,
una sarta de puteríos
agresiones alegrías maldiciones y milagros.
Cuando se volvieron panza
entraron en declinación y el odio
-como el vapor se hace
agua-
sustituyó al amor”.
“Otra solución posible es,
claro, olvidarse del amor,
de la fraternidad universal
y de todas las pamplinas
que todas las religiones
(malentendidas) enseñan”.
“Claro que hacerse budista
como G, quizá sea el gran salto.
O cristiano, como E.C. y
T.S.E.
Católico ferviente como
José. Allí habría un camino.
Pero ¿quién sabe? ¿Bajar de
peso? Andar todo el día en movimiento,
comer pescado y legumbres
hasta hartarse”.
“Es mejor que se olvide de
todo esto.
Sobre todo lo último, no lo
publique nunca.
Es claro, digo nunca, ¿y
qué sentido tiene?
Porque yo ya lo he dicho:
no soy actor, no soy artista,
no soy futbolista ni boxeador,
no soy cantante de moda, no
soy escultor ni diplomático,
no soy político ni soy etc.
Tampoco digo nunca, tampoco
diré nunca. Bien”.
“Vea usted, por un lado,
yo sé que la locura es un
estado congénito del hombre
Recuerde las palabras del
sacerdote: Dios nos ama con locura,
lo que significa ni más ni
menos: los hombres han perdido a Dios
que es lo mismo que
creerse, de manera soberbia, ser capaces
de estar locos como Él.
Ahora bien,
poe otro lado, Dios no es
par mí ni más ni menos
que la más primigenia y la
más refinada de las invenciones”.
“Yo he sido, en suma, el
más grande de los actores de sí mismo,
no mientras actuaba, sino
mientrs me veía en la sala de proyección
luego de las primeras tomas
hechas dentro de mi templo
en aquella selva maldita: la masa gorda de mi cuerpo
oculto
en la penumbra, las gotas
de agua rodando por mi calva,
la mirada perdida y el
gesto casi humano de mis labios fruncidos
y fláccidos que
pronunciaban unas pocas palabras: todo eso no era yo,
era algo extraño a mí, era
un dios lejano enfrentado a los más ínfimos temblores
del Apocalipsis de la selva
implacable”.
Unas nubes metálicas,
estivales, amenazan
o no amenazan lluvia.
La tarde de verano
hormiguea en la clorofila
y los abejorros nos
despiertan del ensueño.
“Hay, no obstante mi
palabrería y mis atajos,
un par de cosas que me
gustaría hacer:
una, estar abandonado en la
selva,
ver la luz transgrediendo
las láminas del agua,
tocar con los dedos de mis
pies las arañas,
rozar las lianas con mis
párpados, olerlas,
oír el mar de insectos que
vibra en las noches absolutas,
perderme para siempre en
ese espacio sin fin”.
“Otro deseo mío que siempre
acaricié
aunque nunca con la
suficiente fruición
es caminar desnuudo por la Puna de Atacama
(eso está en la América del Sur, como
usted ya sabrá),
leer en la piedra y la
arena y el metal
el indescifrable mensaje
allí impreso”.
“Hay un tercer deseo que
creo, está más cerca:
escribir un poema
metafísico
en base a materiales que
son fragmentos de memoria
de prodigios de trazos en
el agua gestos olvidados cópulas
cortas caminatas de sueños
incompletos de una
arquitectura desalmada que
habité de unas hormigas que suben
lenta pero decididamente
por el fregadero de mi casa.
Apocalipsis en Malmö
Soñé con una lluvia
implacable y tenaz:
dolía sobre el rostro,
cortaba el pasto al ras.
Y soñé con un viento
ardiente como sal,
que barría la vida
y la hundía en el mar.
Después soñé con tierra,
polvareda voraz
que azoraba los cuerpos
con látigo total.
Al final vino el fuego
con su lenga letal;
dejó solo el planeta
rotando en el azar.
X
FILE
(bolero)
parquearemos el cuerpo
en sideral espacio
y Mulder & Scully
nos buscarán perplejos
y su amor será siempre
incorpóreo aunque no
digital ni electrónico
nacer no es digital
amar no es digital
parquearemos los cuerpos
en órbitas vecinas
y ya no morirá
nuestro querido amor
todo nuestro futuro
nuestros hijos comunes
y nuestros bellos viajes
morir no es digital
pero escribir todo esto
leer no es digital?
tu cuerpo junto al mío
y tu mano en mi mano
en el silencio cósmico
por los anchos espacios
seremos como dioses
en el puro silencio
en el silencio puro
de tan sólo existir
Después
Después de todas
las palabras
que llegan en
ondas arenosas,
en fricción
de olas ásperas
trituradas
por el mar de febrero;
después de
todas las gritadas
en los
callejones o senderos
o avenidas
manchadas de consignas
o malecones
rengos;
de las
garabateadas y fumadas
en papel
arrugado de envoltorio;
después,
después, después
llegarán más,
escritas, electrónicas
memorizadas
en el disco
duro del corazón: después
de todo el bullshit, todo el resto
de naufragio,
después
de la resaca
de los días, después
del viento,
el aguacero, después
de la pasión
reseca;
después llega
la vida,
corrección:
el arcoiris
de la lagartija,
el alcatraz
con su rasante vuelo,
la rueda de
dorado,
la sandía
madura,
el corazón
alegre,
el sol
reinando al centro,
las muchachas
salvajes,
un niño en su
misterio,
la esperanza,
el mundo que
quisimos:
lo posible.
(Choroní, Venezuela, 2007)
Roberto Mascaró es poeta y traductor, nacido en 1948 en Peñarol, Montevideo, Uruguay.
Llega
a Suecia –donde reside desde 1978- como
refugiado político de la dictadura militar que asoló a su país (1973-1984) con
desapariciones, torturas y otros crímenes de lesa humanidad, cuyos responsables
están, hasta el día de hoy sin juicio, protegidos por la llamada “ley de
impunidad”.
En
Suecia, en 1980, junto a un grupo de intelectuales en el exilio funda y dirige
la editorial Siesta y la revista Saltomortal. Durante los años 80 y 90
realiza distintas performances y videos en torno al texto poético. Realizó
estudios en las áreas de Literaturas Nórdicas, Ciencias de la Literatura y Estética.
Recibe
el Premio de la Ciudad de Estocolmo en
1986 (por sus poemas en versión sueca reunidos en el volumen Fält). En 2002 recibe el Premio Internacional de Poesía Ciudad de
Medellín (por el libro Campo de fuego)
y es invitado al Festival de Medellín ese mismo año.
Ha
participado en distintos eventos y festivales en Suecia, Noruega, Canadá,
Chile, Argentina, Venezuela, Colombia y Uruguay. Colaborador de la revista Posdata (Uruguay), las revistas suecas
BLM, Pequod, del diario Sydsvenska
Dagbladet y de Radio Suecia. Ha
desarrollado taller literario y de traducción en Suecia, Chile, Guatemala,
Honduras y El Salvador.
Actualmente
se dedica a la escritura de poesía, a la traducción de literatura en lenguas
nórdicas y dirige el programa radial Taller de Letras en la ciudad de Malmö,
Suecia.
Autor de los libros estacionario
(1983); Chatarra/ Campos (1984); Asombros de la Nieve (1984); Fält (Campos) (poemas en versión sueca de Hans Bergqvist, Fripress,
Estocolmo, 1986); Mar, escobas
(1987), Cruz del Sur (1987); Gueto
(1991); Campo Abierto-Öppet fält
(1998); Campo de Fuego (2000); Montevideo cruel – tangos (2003), Un río de pájaros (Colombia, 2004); Asombros de la nieve, antología
(Caracas, 2005), Viendo caer la lluvia de una ventana azul (Tegucigalpa, 2012),
Nómade Apátrida (Catapulta, Bogotá, 2012). Ha publicado más de treinta
volúmenes de traducciones, entre ellas obras de
Tomas Tranströmer, August
Strindberg, Öyvind Fahlström, Ulf Eriksson, Tomas Ekström, Jan Erik Vold, Edith Södergran, Henry
Parland. Su poesía ha sido traducida al sueco.
Traductor del Premio Nobel de Literatura 2011, el suecoTomas Transtromer (tres tomos
editados en España, Nórdica Libros, Madrid, 2012)