Primer medio siglo: origen y antecedentes
Escrito hace cincuenta años –la redacción del poema, tal
como está fechado, se terminó el 28 de junio de 1969–, La mesa es el cuarto
libro de poesía que publicó Darío Canton, en 1972, por la editorial Siglo XXI
de Argentina (antes, habían aparecido en otros sellos La saga del peronismo,
Corrupción de la naranja y Poamorio, en 1964, 1968 y 1969, respectivamente).
Como ocurre en amplias áreas o zonas del arte, la literatura y la poesía, y
como relata Canton en el segundo tomo de
su autobiografía De la misma llama, el libro “nació de un sueño”:
“Una noche, la del sábado 26 de junio [de 1967], después de
haber terminado el trabajo, me fui a acostar, supongo que no más allá de las
24. Al rato me desperté diciéndome internamente, a oscuras, unas líneas sobre
la mesa. Sonaba de lo más extraño pero igual encendí el velador […], tomé papel
y bolígrafo (“birome”) y escribí durante algo más de una hora. […] Al terminar
puse la hora, 2.30 a.m., y la fecha, que anoté mal y corregí días después
(inicialmente sólo había puesto el mes). Apagué la luz y me dormí. A la mañana
siguiente releí lo que había escrito y me fui hasta la salita, habitación
contigua al comedor […], para consultar el tomo correspondiente del Diccionario
Enciclopédico Espasa. Encontré muchas referencias vinculadas con la palabra
mesa, voces afines, etc. Estoy seguro de que pensé que tenía un filón, la punta
de un ovillo a desenrollar. Nada hice con él, sin embargo, en lo inmediato,
puesto que estaba demasiado ocupado. Ese manuscrito original […] tenía unas 160
líneas aproximadamente, sin contar la mayoría de las interpolaciones”.[1]
Luego se reproducen en dicho tomo autobiográfico esas líneas
primigenias y otros manuscritos, y más narraciones en torno a un trabajo ininterrumpido
–aun con vaivenes– durante dos años.
Finalmente, La mesa tendrá 2604 versos, con listados de
descripciones, comparaciones, parentescos, asociaciones y “deformaciones”
(masa, misa, mosa –por moza–, musa…);“catalogando”, “historiando”. Con versos con
“definiciones” sorprendentes, paradojales, como aquellos que hablan de la
muerte y el catafalco que sostiene el ataúd como algo que sería “el comienzo/
de la vida subterránea”. También, tipos de mesas: “mesas de dibujo/ mesas de
operaciones/ mesas de torturas/ mesas de saldos/ mesas de correos”, entre
muchas más. Y originales hallazgos: “mesántropo/ híbrido de mesa y hombre”; con
todo tipo de paráfrasis irónicas y humorísticas; en varios casos, tomando
frases célebres, como las de Mahoma, Heráclito, Galileo Galilei, Ortega y
Gasset (“¡Argentinos, a las mesas!”)…Es un trabajo imaginativo y proliferante,
abarcador y amplio, potente.
Tras varios intentos y propuestas de publicación en
instituciones y editoriales de Argentina y de otros países, desde México, el
mítico Arnaldo Orfila Reynal[2]
responderá al envío de Canton (poema y carta fechada el 13 de agosto de 1970)
favorablemente, quedando en manos de la recientemente fundada filial argentina
de Siglo XXI la concreción de la publicación, ocurrida finalmente –como ya se
dijo– en 1972.El autor, a posteriori, hizo un descubrimiento: “sólo siete años
más tarde supe que aquél lo había dado a leer en México […] [a] Gabriel Zaid,
quien había recomendado su publicación”.
Consultado por e-mail para esta nueva edición, Gabriel Zaid
tuvo la gentileza de responder. Esto escribió el poeta y ensayista:“Me alegra
que La mesa se reedite, y lamento no recordar si presenté un dictamen escrito.
Pero sí recuerdo mi argumento central: Es una poesía completamente distinta de
la que se está haciendo”. Estas son palabras recientes, de comienzos de 2019,
producidas por una impresión todavía viva en el recuerdo, tras casi medio siglo
transcurrido; y –un detalle a señalar–coinciden con la autoevaluación que
hiciera Canton en su momento. En la carta a Orfila Reynal le dijo respecto al
libro: “Creo que es algo que vale, bastante insólito y experimental y que
apunta a una renovación en muchos terrenos”.
Como parte de la colección “Mínima”, el libro contó con una
peculiaridad que llamó la atención y generó preguntas y cuestionamientos
(públicos y privados) por entonces: no llevó el nombre del autor, ni en la tapa
ni dentro del volumen. La portada, además, reproducía tres naranjas, en alusión
(muy deliberada)a un libro anterior. Pese al anonimato, poco tiempo después,
comenzarían a llegarle a Canton –por distintas vías– valiosas repercusiones.
Recepciones y reacciones
Entre las lecturas, reacciones y comunicaciones que generó
La mes atrás su aparición –recopiladas en el tercer tomo de De la misma llama,[3]alojadas
también en la página web del poeta–, se pueden destacar algunas:
- La de Josefina Ludmer,[4]
publicada en junio de 1973 en la revista Latinoamericana:[5]
“[…] se suscita, mediante una extraordinaria parodia del
pensamiento universitario, una relación cognoscitiva que trabaja sobre la
afirmación-negación permanente de lo ya sabido, que “sabe” porque “rememora” no
una entidad (la mesa como objeto) sino un sintagma: “la mesa”, y convoca a la
totalidad del “saber” para construir un tipo de ciencia materna que es poesía,
negando específicamente la escisión que practicaba la sociedad burguesa entre
lo poético y lo prosaico, lo culto y lo popular, lo divertido y lo instructivo”.
- La de Efraín Huerta,[6]
en el Diario de México, en dos entregas, el 21 y 22 de marzo de 1973. En la
primera dice de La mesa: “es un librito en versos libérrimos cortitos, certeros
y absolutamente lógicos”. “Pero fue el epígrafe el que me dejó lelo. Es un
texto sociológico, filosófico y económico, firmado por ¡Carlos Marx! La última
relación entre El Capital y una mesa […]”. En la segunda, luego de la cita
correspondiente de El capital, prometida en la nota anterior, afirma sobre
Canton y su libro:
“[…] armado hasta los dientes de la lógica, el autor juega
de maravilla con el vocablo mesa; lo exprime, deshace, rehace, como cuando
habla de los científicos mexicanos que descubrieron el mesomerismo, o teoría de
la mera mesa… Hay que leer este librito, al amparo de la sabia y simpática
santa de habla española del siglo XVI: Santa Mesita de Luz. Y reír: hasta el
paroxismo humorístico”.
- La de José Emilio Pacheco,[7]
vía carta personal, fechada en México D.F. el 20 de abril de 1973.Allí le dice:
“Es un libro que me hubiera gustado escribir y que por desgracia no podré hacer
nunca”. A lo que agrega:
“El despliegue de imaginación, de inteligencia, de
vocabulario me deja atónito. No sé si es prosa o poesía o algo más, pero me doy
cuenta perfectamente que sólo podría existir en esta forma. Me sorprende y me
agrada que el libro sea anónimo”.
- La de David Musselwhite[8]
desde Kingston, Jamaica, también como comunicación personal, ese mismo año1973,
fechada el 2 de febrero. Haciendo asociaciones con Derrida, Saussure y Freud,
le recuerda también que Foucault, en Las palabras y las cosas, utilizó el mismo
objeto, una mesa, en pasajes de su libro. Concluye: “creo que implícita en La
mesa está la idea de que todo puede ser derivado de una palabra original y
nuclear”.
- La de Joaquim de Montezuma de Carvalho,[9]
quien le envió a Canton una extensa carta, erudita y chispeante de creatividad,
humor e ingenio:
“Es un libro que tiene muchas lecturas. Así, es un tratado
poeti-lógico, como Usted lo subtitula. Porque la lógica de los físicos
–Leonardo da Vinci, Galileo Galilei, Einstein, o vuestro exfísico Ernesto
Sabato, etc.– es siempre una intuición primeramente poética. La Física nace de
la poesía y no a la inversa. Ser lógico no quiere decir anti-poético. Eso es el
racionalismo barato […]”.
“Claro que en su libro hay otra especie de lógica, también:
la lógica discursiva, la del tema en desarrollo ascendente (los XVIII capítulos
del continuo Índice General). Pero no es esta lógica (fruto del mero orden, de
la mera disposición de varios materiales o subtemas) a lo que me refiero: es a
la lógica que desentraña el ser del ser, la que busca la esencia de las cosas,
en una tentativa de escalpelizar lo vivo como si fuera algo muerto y anatómico.
Esa es la que es la lógica de su libro, desde luego una lógica... ¡poética!
Usted intenta definir la mesa con furor, paciencia, velocidad, candidez; así
nos va definiendo la mesa. Y consigue definirla: la mesa es todo, es el
vientre, el origen y el fin. Es la vida. Es nuestra biografía. Sobre todo,
nuestra fuerza de voluntad e ingenio. ¡La mesa es nuestro genio! Si Vicente
Huidobro, nuestro creacionista chileno, estuviese vivo y leyese su mágico libro
(finalmente, un tratado anti-lógico en la acepción común y radicalmente
poética), él diría: amigo Darío Canton: la mesa no se compone de una tabla
horizontal o de piedra. Él, como puro creacionista, diría: la mesa se compone
de la idea de mesa como una tabla horizontal o de piedra...”.[10]
Para finalizar este breve sumario de sensibles, entusiastas
y agudas recepciones, comentarios y respuestas (hubo también gestiones en pos
de traducir y publicar La mesa en portugués, por Egito Gonçalves;[11]
posibilidad que no se concretó), con tan sustanciosos juicios, se puede
mencionar lo que escribió algún tiempo después el prolífico autor cordobés –tan
“secreto” como ampliamente admirado–, el logorreico Juan Filloy.[12]En
el diario de la localidad de Río Cuarto, El pueblo, en octubre de 1977, con el
título “Darío Canton: una obra insólita”, Filloy destaca que Poamorio y La mesa
son un “conspicuo testimonio de ingeniosidad”, para pasar a revisar otro
“insólito”: el Abecedario médico Canton, publicado ese mismo año. Para Filloy
es un volumen “que, acuciando el interés, hace pensar y sonreír en cada ítem”.[13]
Futuro
La mesa prosiguió su historia. Como parte del devenir de la
obra de Canton, acompañó nuevos proyectos, como el “tentempié de poesía”
llamado Asemal –la mesa, al revés–, la hoja que regularmente envió a cientos de
corresponsales entre los años 1975 y 1979, y sirvió para un parafraseo en una
nota que publicó en la revista Hispamérica, “Con las manos en la mesa”.[14]
Entre sus públicos, interesó, se lo siguió buscando y leyendo por parte de
nuevas generaciones de poetas y periodistas en las décadas de 1980 y 1990. Con
la llegada del siglo XXI, interesó a más gente joven, como la investigadora Luciana
Di Milta, quien contactó a Canton –vía Ana Porrúa– para poder acceder a los
archivos del poeta, con sus fuentes, borradores y versiones alternativas de
este libro (cuestiones narradas en los últimos tomos de De la misma llama). Y en
un reciente libro dedicado a la obra de Canton, en el que escriben poetas,
críticos/as y periodistas, cabe destacarse el trabajo Delfina Muschietti,[15]quien
se enfoca, precisamente, en La mesa, sumándole el Abecedario (en lo que llama “dupla
poeti-lógica”) en un extenso y muy inteligente ensayo: desde un amplio
background de la historia y las artes –acompañada por las teorizaciones de
Tinianov y Bajtín, Derrida y Deleuze– lee y compara minuciosa y creativamente La
mesa con autores de la misma generación de Canton, y de las mismas décadas de
publicación en Argentina y América Latina; entre otras cosas, recorre la
bibliografía y biografía del autor, sus fuentes e inspiraciones; lo filia en
aspectos a Tarántula, experimental e inclasificable libro de Bob Dylan; a El
mármol, de César Aira; revisa y compara La mesa con La Table de Francis Ponge;
y ella misma se sube a la calesita del “delirio controlado” –Canton dixit–, y da
varias vueltas, demostrando cómo se pueden seguir una infinidad de perspectivas
y “mecanismos”, de direcciones y asociaciones, en/desde la multitud de
referencias que contienen y concitan esos dos libros.
Sería interminable el recuento de obras y obras –no sólo en
la literatura–, donde nuestro noble objeto, la mesa, tiene alguna clase de
protagonismo y/o función: desde momentos fundamentales de las historias que se narran
de Sócrates y Jesús (las mesas de almuerzos, banquetes, últimas cenas…), como
el subtítulo de Mitológicas III, de Lévi-Strauss: “El origen de las maneras de
la mesa”, hasta poetas contemporáneos/as; en ficciones y en papeles privados (¿y
los objetos básicos, vitales, necesarios, para Robinson Crusoe?: “no me era
posible escribir ni comer, ni hacer otras cosas con gusto si no tenía la mesa”).Menciono
sólo unas pocas y variopintas citas de autores del siglo XX: Elias Canetti, en
una anotación humorística de 1952, publicada en El libro contra la muerte:
“Dejó una colección de mesas, y en cada una de ellas se hallaba la primera
frase de una obra extraordinaria”;Yukio Mishima: “La mesa es un mueble extraño.
Cuando se sienta a su mesa, el novelista tiene la sensación de que le aprieta
entre sus brazos y le resulta difícil zafarse” (El color prohibido); Harry
Mathews: “Sé que disfrutaré caminar alrededor de la mesa mientras trabajo: el
ritmo de la caminata genera líneas y oraciones” (Veinte líneas por día); Néstor
Perlongher: “escribo abriéndome paso en este reino de papeles carpetas
lapiceras puchos cenizas encendedores cuadernos vasos de whisky (nos vamos para
arriba) que es mi mesa (debería decir: de esta mesa, etc., que es mi reino)” (carta
personal, publicada en Un barroco de trinchera); J.M.G. Le Clézio: “La cultura
no es un fin. La cultura es un alimento, entre otros, una riqueza maleable que
sólo existe a través del hombre. El hombre debe utilizarla para formarse, no
para olvidarse. Sobre todo, no debe perder de vista que más importante que el
arte y la filosofía es el mundo en el que vive. Un mundo preciso, ingenioso,
también él infinito, donde cada segundo que pasa le aporta algo, lo transforma,
lo fabrica. En el que la punta de una mesa tiene más realidad que la historia
de una civilización” (El éxtasis material). Por no hablar de las “actualizaciones”
semánticas y asociativas que podrían hacerse hoy: desde el servicio de
emergencias médicas de ambulancias, SAME (mesa, al revés), pasando por la
“mesaza” de una longeva “estrella” conductora de cenas y almuerzos en la TV, al
ídolo mundial del fútbol Messi (un diminutivo incompleto: messi-ta). Y, por si
faltara algo, véase Twitter: entre los primeros Trending Topic del día 4 de
abril de 2019, alrededor de las 14 horas, se encontraba el hashtag #Quierolacamisetadelamesa.
Esto fue un sorteo de camisetas del club Talleres –¡Filloy!–, por parte del
programa radial cordobés “La Mesa del Fútbol”… ¿Cómo es que puede una persona, con
tanto entusiasmo, casi desparpajo, ponerse a jugar así?¿Será porque, al ser tan
amable y accesible, La mesa genera entusiasmo por sumar y sumarse? El juego que
nos propone Canton, si es aceptado y tomado con entusiasmo, puede ser tan
atractivo como divertido. Porque, como ya se dijo, La mesa es un artefacto potente,
expansivo, tan contagioso como lúdico.
En Darío Canton, tal como escribió Gaston Bachelard en La
llama de una vela, tenemos a un artista, a aquel que se adentra en ensoñaciones
creadoras y nos invita y convida con la llama de su artea compartir –véase, una
vez más, una feliz coincidencia– la “mesa de la existencia”: aquella sobre la que
se desarrolla una dinámica vital, en la cual hay impulso, dirección. “Tensión
hacia adelante”, “hacia lo alto”, nos dice Bachelard. Que son las alturas
poéticas de todo gran arte, tal comolo contieneLa mesa.
Ahora, desde aquí, con esta nueva edición que emprendió y
concretó la editorial Zindo & Gafuri tan acertadamente, auguramos un nuevo
medio siglo de vida para La mesa.
Demian
Paredes (1978) es escritor y editor. Sus trabajos de crítica y
ensayo fueron
publicados en revistas y libros como Perspectivas regionales,
Hispamérica, Zama, Historia crítica de la literatura argentina, y sus
entrevistas y trabajos de periodismo cultural en Otra Parte, Escritores del
mundo, Letras, Liberarte, La Izquierda Diario, Perfil y el suplemento “Radar
libros” del diario Página/12. Fue parte del Instituto del Pensamiento
Socialista, que desde Ediciones IPS recuperó y relanzó la obra de León Trotsky
y otros pensadores marxistas. Publicó, junto a Noé Jitrik, Siete miradas.
Conversaciones sobre literatura (2018).