martes, 23 de junio de 2020

Gerardo Gambolini: Poemas



Gerardo Gambolini
























Materia de los sueños
                                
De qué está hecha la memoria       
sino de caras, ficciones
palabras que cambian de forma, actos inexistentes
montados en la turbia espuma del deseo

De qué estaremos hechos en la memoria ajena
sino de trueques, falsías pensadas
para engañar al tiempo abstracto, paciente
inengañable.


Bar

Conversan en una lengua que nunca amé
aunque amé el tiempo en que la hablaba, la ciudad,
los tejados sudando melancolía, las escaleras entre las calles,
el mercado a la mañana, al pie de la colina.

Amé en realidad ser extranjero, mirar con juventud
como si hubiera un orden,
una clave cayendo con la nieve,
una dama latente entre el gentío.


Reina del Plata

                             “Oh, tú, recién llegado, que buscas a Roma en Roma...”
                                                             —Ezra Pound

Un viento sigiloso arrastró la música nacida,
la música pegada a los talleres, los adoquines, los charcos de la calle, 
pegada al silencio de los portones, a la llovizna de las terrazas
y la piadosa penumbra de los zaguanes — las avenidas,
el neón intermitente, los regresos taciturnos,
la ropa cansada.

Un viento sigiloso arrastró una forma de sustancia
y dejó una maqueta que languidece
penosamente cosmopolita.


Mundos estancos

¿Qué hacíamos nosotros? Ir al solaz en Plaza Francia
a caminar entre vinchas, collares, sandalias,
una guitarra elemental aquí y allá.

Otros iban a asambleas, a bares y librerías forzosos
a debatir la acción entre cafés, tabaco, artículos
y ceño.

Y otros compraban y vendían, entretanto, acumulaban,
subían por la escala de tejidos, directa, concreta,
redituable.

No mutamos mucho, en realidad.
Recreamos a coro el fiasco en que boqueamos
esperando quizás la redención de la conciencia

que nunca llega, ni debería llegar.


Artificio de época

Abrazar las causas
una tras otra

Dormir en paz
con la conciencia cumplida

Saludar
el lado conveniente de la luna

Una paz tolerante
sin embargo — bien medido

¿cuánto hiere a solas
el dolor?


Fugit

Así, sin adorno
aislada de cualquier otra palabra
un día aparece ahí
como un ojo penetrante —

una lacónica unión de letras 
el grave contenido
mirándonos de frente


Objetos

Cuando fuguen de golpe las caras, las geografías
los humores que llevan en silencio como una piel

y las fechas se disuelvan hacia un fondo
con un breve remolino

volverán a ser apenas
lo que son en los estantes

libros, vinilos, un cuchillo noruego, una Parker antigua
un reloj de recuerdo detenido en un estuche.


Reflujo

Lo que veía en el mar en ese entonces
era el vigor de los días,
el abanico de costas abierto delante del tiempo,
los dibujos de la espuma
como borras favorables que leer.

Después,       
el derrotero fue humilde — ceder la ambición,
pensar, únicamente, en el nácar y el coral,
leer, únicamente, acerca de las islas.

Ahora lo que veo es el reflujo,
y cada barco a la distancia es un leve puñal
que flota hasta mí, acá en la escollera desde siempre.


Or  not to be

Exactamente yo
nacido en Albania o en Costa de Marfil
ajeno por completo a Miramar
el bosque de Los Molinos
el destino inevitable del pasado

Cuál sería mi alma
quiénes serían mis hijos
cómo habrían ocurrido el odio y el amor
en qué mares ansiaría
sentir qué nostalgia?

No hay tal exactitud
ninguna esencia definitiva
apenas una planta crecida acá o allá
sujeta a los vientos
apacibles y a la borrasca.


Chez Mario, décadas después

Eran las vanas,
grandilocuentes pasturas
de jóvenes engreídos.

Reuniones donde era preciso fumar,
y cada cual tocaba algún costado de las cosas
con su discurso más filoso y su expresión más colérica
o triste.
“La vida es una sentencia”, uno dijo una vez, 
“el pasatiempo de dos reyes aburridos.”
“También es un bálsamo el abrazo de la angustia.”

Horas en las que hablar
era tan necesario como gozar el verano.
Y despedidas reacias en las que cada animal
se escabullía a su cueva para expiar el regocijo,
para que el sueño llenara finalmente
algo que la tenue tristeza matinal
iba a llenar de todas maneras.

Recuerdo esas reuniones en que se daban motivos,
y el exilio era, y la lucha era, y la muerte era.
Y Mersault, y Gauguin y Gaudí eran.
Fue siempre así una tertulia excelente por la comida
y el calor de los amigos.

Luego alguien buscaría el aire de la lluvia
en el balcón, sobre la bella ciudad.


Lamentación

No haber visto el mar en Siracusa
llegado al faro de Svenner
las islas de Normandía

No haber errado por el Magreb, la Anatolia
y aún Kafiristán
— es una bella palabra, esa también

No haberme abandonado
aquí o allá
donde no perteneciera

No haber matado al dragón —
su fuego ponzoñoso, albiceleste
que lacera y lacera

día tras día


Ūtopia

Un viento furioso
que borre esta llanura alumbrada por la codicia —

un áspero fuego que calcine
el fiasco de los altares  —

un largo diluvio que nos reemplace
por organismos inocuos, errantes,
exentos de epopeya


Águila y presa

Cuando esto acabe
y el misterio finalmente sea sereno
y la crónica del mundo se diluya
arrastrada por el río

las últimas voces, el rostro de ellos
los ojos de ellos delante de la bruma
serán toda la eternidad


Continuo menor

Estaban ahí, mayores, inmutables.
Año tras año. Para indicar las maneras,
para mostrar bondad, o pequeñez
y dejar grabadas
sus voces.
Vidas en un libro natural.
Estaban ahí, y a su tiempo se iban cancelando
porque debían hacer lugar para nosotros.

Ahora nosotros estamos ahí
tratando de dejar
grabadas nuestras voces.
Repitiendo los ademanes,
las entreluces,
el quieto desconcierto, acaso la perfecta
alegría de un instante.

Ellos y nosotros
como un continuo menor
bajo la rara estrella del mundo.


La física cuántica y nosotros dos


                                    Yo hablo una lengua muerta
                                             —Michaux

Cuánticamente, leo,
cada cosa es un espectro de otras cosas
una especie de virtud
semántica, aleatoria

supongo que en un punto siempre lo supimos
lo real entre nosotros
fue siempre múltiple, latente,
fue siempre otra suposición —  yo no fui yo
y tu caso fue el mismo

aún falta el paso franco
la conclusión que desarma cualquier orgullo
cualquier coherencia recta, floreada,
rimbombante: todos los días
me curvo como el tiempo

me dicto las tablas de una ley ingobernable
todos los días
me divido — yo no soy yo, nunca
y tu caso es el mismo 


Últimos poemas a Sabina

1. Museo

Adelante, Sabina, recorre las salas:
vitrinas de fechas amarillentas,
estantes de caras pinchadas con alfileres,
gaviotas colgadas con fotos en el pico,
osos mordiendo enciclopedias;
y mira los frascos: enunciados, embriones de argumentos
maquetas de baldíos que cambian con la luz.

Ahora cuando pienso, veo una rama reseca en la arena,
una serpiente y un águila postizas.
Mi anonimato, Sabina, fue tu máscara veneciana,
tu púdico ascenso y descenso a la imperfección.
¡Ah, pero hicimos grandes cosas juntos!
De nada valían el roble y la caoba y los sillones de cuero
cuando dejabas de respirar.

Que la comedia nos salve. Desterraría familias,
clanes enteros de palabras.
Trabajar cansa, sí. Como cansa pensar,
reconstruir el vórtice del viento,
la posición de las nubes —

Puse un bosque y un lago en tu dominio,
y creaste un páramo avalado por maestras.
Trabajar cansa, Sabina, como olvidar cansa,
como estar o no estar.
Ahora el viento rota.
Lo único cierto parecen otras aguas.


2. Finale, o c’eravamo tanto amati

Si te llamara Helena
los jóvenes sabrían asociarte
con el rapto o la fuga,
las naves de Menelao. Una narración
de tres mil años.

Si te llamara en cambio
una Luciana otoñal, quizás no verían
una cuña entre sombras, conexión con la guerra,
las fotos declinantes de una cara.
Y de esto hará cuarenta.

Acaso un destino regular:
la imagen en el aire, congelada,
saltar al pasado propio, recluso,
menor, y la vista en el agua,
esperando refresco.


3. Frascos

Sólo silencio, dijo antes de partir
y los que quedamos acá nos preguntamos cosas,
como si fuera conducente, preguntarse cosas
en vez de construir humildemente la ignorancia.

Embellecemos sus gestos (¿o los nuestros?)
los minutos de una tarde o de una noche
que nos hicieron dignos. ¿Qué más atinado
que abrazarse a una idea? ¿Qué podría dar más paz
que apuntalar las partidas con orígenes eternos?

Luego afloran los pozos menos gratos
los bálsamos de sal
la lupa natural entre el café y el té
entre las sordas apariciones de la noche
y las primeras apariciones de la mañana.
Y aunque nadie pidió la claridad,
recordamos.

Entonces aceptamos su memoria
el camino por donde vamos, mancos,
reacios, lisiados, penitentes, temiendo
esperando, llenando los días de omisión
cantando sin darnos vuelta.


Cul-de-sac 

El anticipo es ir sumando despojos,
despedidas,
ponerse en la fila lentamente,
hacerse a la idea
de no esperar la tormenta o la epifanía
sino la piedra caída, sola,
sin ruido.

Días enteros entrarán en la sombra,
campos enteros agostados,
nombres y caras
se irán yendo de a poco.

Y vendrán otros quizás, o volverán,
cálidos, presentes,
reales o no,
a cerrar la casa
y retirar los libros.


Padres

Para mí, en aquel entonces,
dos personas bondadosas, unidas apenas
por el recato y la convención, sin gestos visibles
de algún afecto.

En la cama del hospital,
la mujer esperó la llamada del hijo en el exterior
para empezar la agonía – y entonces tendió la mano
que el esposo tomó con un cariño nervioso, desconocido.

Yo dejé la habitación.
Una mujer terrenamente simple,
tenaz en su tarea de la casa,
en su puesto calladamente humilde.

Cuando todo terminó,
hallé escondidos, guardados, los cuadernos de poesías
que copiaba en letra pulcra – cinco, seis cuadernos puntillosos,
juveniles.

Poco después, cuando fue el turno de él,
encontré sus cartas – las de un hombre apasionado
que conservaba recuerdos, esquelas, programas de cine,
declarándose cautivo de su dama.

Ahora que alcancé la edad de ellos
veo lo breve de su existencia,
lo extraño de su distancia,
lo mudo de su dolor.


Yacanto-Santa Rosa

Un cielo sedante. La silueta
de las sierras, el aire helado,
el difuso resplandor de la villa
a la distancia.
Y aquí y allá, junto al camino,
destellos de luna en el río lento.

El silencio es infinito.
Sí, claro, voy a seguir manejando,
sintiendo el ripio en la oscuridad.
Y sin embargo sería
el instante perfecto de cesar, volátil,
leve, disuelto en los elementos.


'Round About Midnight

Lo que se va formando
es un tronco
y una corteza que guarda los anillos
de la vista del mundo — de todos los vientos
que encierran las estaciones.

Las hojas se suceden de un modo singular,
involuntario,
reconstruyendo una cara que mostrar,
un ritmo que seguir a la espera de un puerto,
un rumbo en que creer.

Entonces, de pronto, una noche del pasado,
una noche nebulosa y olvidada,
resurge desde un aire cristalino
y se vuelve el tesoro
que hemos estado buscando a ciegas.


El paso de las nubes

¿Fueron sólo los tempranos
veranos en el mar
y el deseo inevitable de extrañeza en otros cuerpos?
¿Las ventanas abrigadas
de una ciudad antigua,
los túneles rumorosos, las veredas grises y castañas
después de que la vida temblara en mi casa
como una hoja?

¿Fue el regreso al displicente amparo de Buenos Aires
y el curso regular de la crianza,
la sangre natural, el amor prodigioso de los hijos?
¿Y luego la larga cadena de avatares
y de nombres y trabajos
y partidas,
y las primeras incertidumbres, las siluetas bailando
en el horizonte?

¿No es también este raro atardecer
en que el viento ha cesado
y salgo al balcón a oler lo que la noche
trae hasta mí?

--------------------Fin


Gerardo Arturo Gambolini (Buenos Aires, 1955) Ha publicado los libros de poesía Faro vacío (Buenos Aires, 1983), Atila y otros poemas (Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 2000), Arañas (Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 2007).

Ha colaborado en diversas publicaciones de la Argentina y del exterior, como los periódicos Clarín, Nación, Convicción, y las revistas Diario de Poesía, Mascaró, Babel, La Danza del Ratón, Luvina (México), Periódico de Poesía (México), Action Poetique (Francia), Fórnix (Perú) y Poetry Ireland Review (Irlanda).

Ha traducido, entre otros autores, Ezra Pound, T.S.Eliot, Dylan Thomas, Edgar Lee Masters, Edgar Allan Poe, Rudyard Kipling, H. G. Wells, Thomas de Quincey, Horace Walpole, Virginia Woolf y Francis Scott Fitzgerald.

Co-traductor y seleccionador de la Antología de Poesía Irlandesa Contemporánea (Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1999).

Traductor del ensayo La invención de Irlanda de Declan Kiberd (Adriana Hidalgo, Buenos Aires) y de los Cuentos completos de John McGahern (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2009).

He participado en diversos simposios de traducción en el país y en el exterior, y realizado lecturas de poesía en el Teatro General San Martín, la Casona de Iván Grondona, la Casa de Castagnino, el Instituto de Cooperación Iberoamericana, el FILBA (Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires) y el Clidfen Arts Festival (Irlanda).