Leopoldo Lugones |
Primogénita ilustre del plata,
en solar apertura hacia el Este
donde atado a tu cinta celeste
va el gran río color de león;
bella sangre de prosperas razas
esclarece tu altivo linaje,
y en la antigua doncella salvaje
pinta en oro su noble sazón.
Arca fuerte de nuestra esperanza,
fuste insigne de nuestro derecho,
como el bronce leal sobre el pecho
asegura al país tu honra fiel.
La genial Libertad en tu cielo
fino manto a la Patria blasona,
y eres tú quien le porta en corona
el decoro natal del laurel.
En tu frente, magnifica torre
de la estirpe, tranquila campea
como amable paloma la idea
de ser grata a los hombres de paz.
Tu esperanza la impulsa, y parece
cuando así su remonte acaudalas,
que de cielo le empluma las alas
aquel soplo pujante y audaz.
Joya humana del mundo dichoso
que te exalta a tu bien venidero,
como el alba anticipa al lucero
aún dormida en su pálido tul:
cada vez que otro día dorado
te aproxima a la nueva ventura,
se diría que el sol te inaugura
sobre abismos más claros de azul.
Tenga el agua veraz de tu fuente
cada labio sin sed por testigo,
y el honesto vigor de tu trigo
cada buen corazón por raíz.
Y en el licito patio de todos,
al encanto social de tu alianza,
como el gusto del pan la confianza
sea el goce del día feliz.
Ser la Villa del Plata que tiene
la franqueza por llave sonora,
y por puerta de calle la aurora,
en visión de solícito Edén;
dar a todos los tristes consuelo,
sin dejar de ser noble y ser bella,
como no se aminora la estrella
porque haya ojos que amantes la ven.
Esa es la misión que el destino
en la patria futura te asigna,
como ayer por valiente y por digna
fue la gloria tu prenda de honor.
Para ser la feliz y la justa,
que tu propia esperanza nos debe,
haz que sean el amo y la plebe
mies pareja del buen sembrador.
Que en la misma igualdad de justicia
se confundan la plebe y el amo,
cual la flor y la espina en el ramo
que vincula olorosa virtud.
Lo que pena en tu siglo naciente,
es dichoso dolor, ansia tierna,
con que la honda delicia materna
fructifica en triunfal juventud.
No relegues por vana quimera
la esperanza que en ti puso el triste.
Es más arduo ser libre, y lo fuiste
al tajar de la espada veloz.
Tu labor de ideal odia al hierro,
mas no olvide su noble fatiga,
que el lozano vigor de la espiga
necesita buen filo en la hoz.
Mientras llega a ese triunfo la hora
de cantarlo el poeta futuro,
y el capuz de su germen obscuro
tu simiente de luz rompe al fin;
cobre el timbre filial de mi canto,
precedente elocuencia en tus bronces,
y el Pampero le preste hasta entonces
valeroso y ufano clarín.
Leopoldo Lugones ( 1874 -1938)