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jueves, 30 de julio de 2020
DARÍO CANTON: ANAQUEL DE VASOS CANOPOS
Etiquetas:
Argentina,
Darío Canton,
Novedad Editorial
martes, 21 de julio de 2020
Rodolfo Alonso: BREVE ANTOLOGÍA FLAGRANTE (1964-2013)
Rodolfo Alonso |
Debla
En la gloria
de una mañana
he VISTO
Déjà vu
Una mujer se desnuda en mi memoria
mientras afuera resplandece la ciudad
o llueve y hace frío
Una mujer lava su pelo negro con el agua de mi infancia
una distancia va formándose
Su piel es lenta y fresca como la mañana que acaricia
su voz se hace lejana
Una mujer me alcanza
el primer seno descubierto
el primer seno acariciado
Mientras adentro resplandece la memoria
Hombre caminando
Un hombre camina
remontando el verano
A la orilla del mar
a la orilla del tiempo
Camina y ve a los otros
la belleza la muerte
Camina y oye el viento
el sueño la memoria
Camina hasta caer
o perderse a lo lejos
Dylan
Tu voz, ebria, era
sin embargo una luz
en el camino de nosotros,
los jóvenes. Y ahora,
todavía se alza
como una prueba demente
de la resistencia
feroz de la belleza
y de la gracia, prueba
del desmedido amor humano,
misteriosamente capaz
de sobrevivir
a tanto naufragio.
Sueño del miserable
El día se entreabre
como tú
fruta madura
y desde el centro
de su luz
tu calor
me inunda
de placeres violentos
Como dos astros
Como dos astros errantes
que se han unido por su errar
nuestros errores nos acercan
nuestros errores nos separan
Como dos astros errantes
que se deslizan por amor
nuestras miradas nos atraen
nuestras miradas nos rechazan
Como dos astros errantes
que se separan para ver
la sed el hambre el sol la furia
nuestros caminos encontrados
En lo profundo de los cielos
en el silencio de la luz
como dos astros errantes
morimos renacemos
Con Quevedo
No a tu altura, sino
a tu lado, hermano
de corazón y cuerpo
y lengua, acompañando
tu manera de ser
y andar, tu vozarrón
de hombre, tu soledad
de hombre, moderno,
fiero amante feroz,
quebrado, compañero.
Ahínco
Merodeadores ávidos
como cantos rodados
rodamos en la tierra
que rueda entre los astros
Olor a lluvia
El aire trae de pronto recuerdos del olvido
con sabor a horizonte, hierba húmeda y ausencia.
Color difuso y neto, casi como sin dueño,
máscara o habitante, límpidamente orgánico,
cargadamente etéreo. Espíritus, espíritu;
huellas de una memoria que gira en su vacío
repleto: fuegos, cuerpos, dioses, rastros, palabras.
La tierra entera
En el inmenso día
el cielo franco
La tierra insoslayable
en la mañana alta
(Una esquirla en el sol
el pie en la sombra)
Viento nubes guijarro
El joven fresno dice
Yo no acumulo
yo prosigo
Yo no seduzco
yo me doy
Yo no me exhibo
crezco
No tomo forma
soy mi forma
Yo no persigo
no promuevo
Yo soy
y voy a ser
La única verdad
Me dices
que el mundo
es así
y que yo
me lo imagino
en cambio
como deseo que fuera
¿Pero cómo
podría
soportarlo
si no se me ocurriera
que puede
--aún en sueños--
llegar a ser
distinto?
El cielo incontenible
Eso que ves
te mira
y se mira en tus ojos
Que ven
pero no ven
lo que ese cielo mira
Arroyo Tiú Mayú
Días enteros
a lomos de la tierra
fiera frescura
Con el acuerdo
de la arisca belleza
torcaza y cielo
Días macizos
en eso cae la noche
y se derrama
Los dioses borran
bárbara cortesía
la hiel de la urbe
Porque esto somos
pie desnudo en el agua
arena limpia
Mi gato muere
La muda que a tus ojos
cercenaba a zarpazos
en tus ojos me daba
zarpazos de agonía
Anegada en abismo
volvía tu mirada
no queriendo dejarnos
maullando por la vida
En la muerte caíste
ávida de silencio
que se asomó buscando
en tus ojos quedársenos
Y ni el silencio pudo
contar con tu silencio
Circe, no Venus
(Por ellas, Ella habla:)
“Derrochaste mis muslos.
Pero no sólo eso.
¿O acaso no me oías
aullar en la alta noche?
No te buscaba a ti:
buscaba tu sustancia
(el fuego que te habita
o soñé te habitaba).
Desmedida, voraz
como todo lo humano,
me irritó tu ternura
delicada y feroz.
Si la vida te pasa
sin que la tomes viva,
la muerte ordena todo
o todo desordena.
Y sólo encontrarás
(compréndeme insaciable)
al buscar lo que buscas.”
Muertos del Siglo XX
Sembrados
sobre el rostro impasible del planeta
Devueltos
a su seno sagrado
al barro fundador al polvo cósmico
Acaso
sólo en nuestra memoria siguen vivos
con su mueca de gozo o de terror
de indiferencia o asco
Esa segunda muerte les llevamos
Entonces
ya no serán fantasmas
para nadie
Como Rimbaud en Harrar
¿Sin que la poesía me abandone
también yo he frecuentado reyezuelos
en ácidas comunas suburbanas
por óbolos pequeños, subsistencias,
en los alrededores del poder?
¿Salvando las distancias, lenguaraz
de caciques menores, jefes siervos,
sustentando retoños vigorosos
con migajas de estruendo, alegorías,
para que la poesía me abandone?
Epifanía
Como luz en la luz
suena el invierno, al sol.
Serena madurez,
sabor desnudo
que suspende y sostiene
sin sospechar que sabe,
secreto, sólo en sí,
siente sin sentimiento,
a simple sed,
a simple ser,
solo y sumo en el sol
sagrado del silencio
seco, soberbio, suelto
sobre ese frío encendido.
Vallejo, César
Nadie estuvo más hondo
ni más cerca.
Nadie llegó tan lejos
más temprano.
Nadie fue más ninguno
y menos Nadie.
Billie Holiday
¿Se puede adormilar
al deseo? ¿Se lo puede
acunar, arrullar,
aullar, mecer, dejar
en paz? ¿Es que se puede
pasar de largo, huir,
caerse del deseo?
Acaso quien no sea
música y se deje
morir, solo y a solas,
en el silencio, a secas.
Pero la Voz no muere.
Con quien tanto quería
¡Ah gloria de la brisa,
del cielo echado al sol,
del pleno mediodía,
de la tarde callada
y de la noche abierta!
¿Son las hojas del son
o el son es de las hojas?
¿Se mecen con el aire
o el aire es quien las mece?
Miguel, Miguel, Miguel
Hernández de la tierra,
la luna, el sol, la sangre,
Miguel por derramarse
de Hernández derramados.
Tordo en su día
Esta mañana he visto a un tordo
nada mejor podía ocurrirme
para que un día sea
una viva naranja sobre el mundo radiante
Esta mañana he visto a un tordo
negro de azul y a ras de tierra
me dio la espalda indiferente
pero pió al volar
Esta mañana he visto a un tordo
inesperado y trascendente
mágicamente él
para agregar su brillo
al esplendor de aquella hora
que ya no fue fugaz
Los poemas incluidos seleccionados por el autor pertenecen a los siguientes libros: Hago el amor (1969), Señora Vida (1979), Sol o sombra (1981), Música concreta (1994), El arte de callar (2003), Poemas pendientes (2007), A flor de labios (2015).
Rodolfo Alonso (Buenos Aires, 1934) Poeta, traductor, ensayista, ex editor. El
más joven de la revista “poesía buenos aires”. Publicó más de 25 libros. Primer traductor de Fernando Pessoa en América Latina, a la vez primera con sus heterónimos en castellano. Con Klaus Dieter Vervuert, de los primeros en traducir a Paul Celan. También es suya la primera versión de los dos libros de poesía de Cesare Pavese. Vasta obra como traductor del francés, italiano, portugués, gallego. Editado en Argentina, Bélgica, España, México, Colombia, Francia, Brasil, Venezuela, Italia, Cuba, Chile, Galicia, Inglaterra. Premiado en Argentina, España, Venezuela, Brasil, Colombia.
Rodolfo Alonso, Ledo Ivo, Juan Gelman |
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Argentina Poesía,
Rodolfo Alonso
Ignacio Di Tullio: Jorge Rivelli, un Bukowski nacional y popular
Jorge Rivelli (1954-2020) Tinta Horacio Spinetto |
"Lo importante es que un poeta, un músico, un pintor, lo sean en la obra y en la vida. Cuando eso sucede se da el perfecto equilibrio. Cuando eso falla algo anda mal".
La frase pertenece a Raúl González Tuñón, el poeta urbano de los márgenes, los circos y los puertos. ¿Qué significa vivir como un poeta? Alguna vez Eugenio Mandrini, me confesó que con el correr de los años había logrado vivir en un estado de "exaltación poética".
En el momento no logré comprender del todo aquella frase, que ingenuamente asocié con la bohemia, la noche y la dilación. Pero un tiempo después la vida me cruzó con Jorge Rivelli y entonces esas palabras que habían quedado suspendidas, tomaron cuerpo. Poesía y vida eran para él una misma cosa: intensidad, creación constante, celebración de la palabra, afecto. Verdad. Esa fue su madriguera.
UNA TROMBA PODEROSA
Rivelli llegaba a los recitales y con su voz ronca y profética trastocaba todo. Nadie quería leer después de él. Una tromba poderosa que arremolinaba la atención de los auditorios, de gente que no comprendía bien qué significaba aquello pero al mismo tiempo no podía dejar de escuchar. Y aquello era poesía, en su manera de entenderla, de declamarla.
Como un bardo escapado de una alcantarilla cantaba sus poemas con todo el cuerpo, con una ronquera entrenada por el cigarrillo, el alcohol y los años. Un Bukowski nacional y popular o un beat argentino que transpiraba la camiseta en cada interpretación. Muchos se le acercaban, con respeto, cuando terminaba.
Pero enseguida andaba a los abrazos y a las risas porque conversar con él era como hablar con un amigo de toda la vida. Sus desconocidos lo amaban. Tengo la sensación de que con él una amistad no empezaba porque la amistad formaba parte de su forma de ser. Había en su interior un sentimiento que lo sobrepasaba, que le hacía pegar carcajadas y toses que lo desarmaban entero.
Pero enseguida andaba a los abrazos y a las risas porque conversar con él era como hablar con un amigo de toda la vida. Sus desconocidos lo amaban. Tengo la sensación de que con él una amistad no empezaba porque la amistad formaba parte de su forma de ser. Había en su interior un sentimiento que lo sobrepasaba, que le hacía pegar carcajadas y toses que lo desarmaban entero.
Sabía, a su vez, desarmar a cualquiera con sus abrazos. La bohemia y la locura no convivían en él como una pose. En las presentaciones y lecturas, entre la cáscara del juego de las apariencias era maravilloso verlo entrar a veces en falsa escuadra, siempre auténtico, vital. A lo largo de sus libros construyó y demolió su estilo, siempre fiel a sí mismo, porque creía que había que profundizar en el fracaso.
LLAMADOS ÉPICOS
Sus llamados telefónicos a cualquier hora fueron épicos. La conversación podía durar y durar e incluía lectura de poemas, alusiones a César Fernández Moreno y a Dante. Hacía una pequeña pausa cadenciosa, un énfasis cantado en el primer hiato cada vez que pronunciaba la palabra "poesía". Había que escuchar esa palabra salida de su boca. Estaba hablando de ese gran género, que fue su vida, su rosca. Porque creía en aquello que llamaba "el laburo de la poesía".
Sus llamados telefónicos a cualquier hora fueron épicos. La conversación podía durar y durar e incluía lectura de poemas, alusiones a César Fernández Moreno y a Dante. Hacía una pequeña pausa cadenciosa, un énfasis cantado en el primer hiato cada vez que pronunciaba la palabra "poesía". Había que escuchar esa palabra salida de su boca. Estaba hablando de ese gran género, que fue su vida, su rosca. Porque creía en aquello que llamaba "el laburo de la poesía".
Desde su mirada, la palabra poética era elaborada o no era. Antes de cortar siempre me decía "te quiero muchísimo" y muchas veces me hizo pensar en que uno no siempre usa esa expresión, a veces ni siquiera con los seres queridos.
Poco antes de dejarnos publicó y presentó en un bar los poemas de Madrigal del diablo -"mi gran obra", decía- un libro adelantado, moderno y revolucionario. Sentía el orgullo de haber alcanzado algo grande y rebalsaba de felicidad por poder compartirlo en una presentación que juntó a la Biblia con el calefón, a gente que se amaba y odiaba entre sí, todos allí reunidos -los egos descansando a un lado-, por él.
Chau amigo. Creo en tu poesía. Me enseñaste a abrazar. Te quiero muchísimo.
Chau amigo. Creo en tu poesía. Me enseñaste a abrazar. Te quiero muchísimo.
Diario La Prensa, Buenos Aires, 18 de julio de 2020.
Ignacio Di Tullio (Buenos Aires, 1982) Poeta, ensayista y traductor.
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In Memoriam Jorge Rivelli
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