martes, 21 de julio de 2020

Ignacio Di Tullio: Jorge Rivelli, un Bukowski nacional y popular


Jorge Rivelli (1954-2020) Tinta Horacio Spinetto 





"Lo importante es que un poeta, un músico, un pintor, lo sean en la obra y en la vida. Cuando eso sucede se da el perfecto equilibrio. Cuando eso falla algo anda mal". 
La frase pertenece a Raúl González Tuñón, el poeta urbano de los márgenes, los circos y los puertos. ¿Qué significa vivir como un poeta? Alguna vez Eugenio Mandrini, me confesó que con el correr de los años había logrado vivir en un estado de "exaltación poética". 
En el momento no logré comprender del todo aquella frase, que ingenuamente asocié con la bohemia, la noche y la dilación. Pero un tiempo después la vida me cruzó con Jorge Rivelli y entonces esas palabras que habían quedado suspendidas, tomaron cuerpo. Poesía y vida eran para él una misma cosa: intensidad, creación constante, celebración de la palabra, afecto. Verdad. Esa fue su madriguera. 

UNA TROMBA PODEROSA

Rivelli llegaba a los recitales y con su voz ronca y profética trastocaba todo. Nadie quería leer después de él. Una tromba poderosa que arremolinaba la atención de los auditorios, de gente que no comprendía bien qué significaba aquello pero al mismo tiempo no podía dejar de escuchar. Y aquello era poesía, en su manera de entenderla, de declamarla. 
Como un bardo escapado de una alcantarilla cantaba sus poemas con todo el cuerpo, con una ronquera entrenada por el cigarrillo, el alcohol y los años. Un Bukowski nacional y popular o un beat argentino que transpiraba la camiseta en cada interpretación. Muchos se le acercaban, con respeto, cuando terminaba.
Pero enseguida andaba a los abrazos y a las risas porque conversar con él era como hablar con un amigo de toda la vida. Sus desconocidos lo amaban. Tengo la sensación de que con él una amistad no empezaba porque la amistad formaba parte de su forma de ser. Había en su interior un sentimiento que lo sobrepasaba, que le hacía pegar carcajadas y toses que lo desarmaban entero.
Sabía, a su vez, desarmar a cualquiera con sus abrazos. La bohemia y la locura no convivían en él como una pose. En las presentaciones y lecturas, entre la cáscara del juego de las apariencias era maravilloso verlo entrar a veces en falsa escuadra, siempre auténtico, vital. A lo largo de sus libros construyó y demolió su estilo, siempre fiel a sí mismo, porque creía que había que profundizar en el fracaso.

LLAMADOS ÉPICOS

Sus llamados telefónicos a cualquier hora fueron épicos. La conversación podía durar y durar e incluía lectura de poemas, alusiones a César Fernández Moreno y a Dante. Hacía una pequeña pausa cadenciosa, un énfasis cantado en el primer hiato cada vez que pronunciaba la palabra "poesía". Había que escuchar esa palabra salida de su boca. Estaba hablando de ese gran género, que fue su vida, su rosca. Porque creía en aquello que llamaba "el laburo de la poesía".
Desde su mirada, la palabra poética era elaborada o no era. Antes de cortar siempre me decía "te quiero muchísimo" y muchas veces me hizo pensar en que uno no siempre usa esa expresión, a veces ni siquiera con los seres queridos. 
Poco antes de dejarnos publicó y presentó en un bar los poemas de Madrigal del diablo -"mi gran obra", decía- un libro adelantado, moderno y revolucionario. Sentía el orgullo de haber alcanzado algo grande y rebalsaba de felicidad por poder compartirlo en una presentación que juntó a la Biblia con el calefón, a gente que se amaba y odiaba entre sí, todos allí reunidos -los egos descansando a un lado-, por él.
Chau amigo. Creo en tu poesía. Me enseñaste a abrazar. Te quiero muchísimo.

Diario La Prensa, Buenos Aires, 18 de julio de 2020.

Ignacio Di Tullio (Buenos Aires, 1982) Poeta, ensayista y traductor.