Vicente Franz Cecim |
Después, el silencio volvía. Las voces paraban.
Y entonces, fue que comenzaron a oír, comenzaríamos a Oír aquel canto.
En él, tú verás, aquellos adormecidos irían a hablar con la carne, decirle cosas, hacer preguntas a ella.
Uno de los adormecidos, abriendo los labios, dejaba oír, en un murmullo: Canción de arena
Y el canto estaba comenzando, en la Residencia en las Tinieblas:
Vivir cada día el más extraño oro, ellos cantaban
Ellos cantarían: La concebida arena.
y al caminante alrededor de la piedra, la arena
y el viento alrededor de la piedra
y en la arena
y reunida la arena, la carne
Y la concebida del ala,
y en la arena todavía
la reunida arena
Volvía el silencio. Una pausa. Y el canto volvía
Fuimos aquellos que primero aullaron para ti,
en la primera noche, el que primero rio en los tiempos
Fuimos a nuestros arrepentidos huesos curvos
pues tú trituras amorosamente lo que contienes, e incontenida
Silenciosos bajo el silencio de la hierba: sensibles
al dolor y a tu hierba
Silenciosos hasta la altura de las ramas vueltas
para el naciente, grande es la cara que te espía de la otra orilla
Pues si de las cosas tenemos un sol caído, y la descendida
Sombra
y el canto degradado de la voz ronca
y todavía los ojos de la primera vez
de la primera, ay inolvidable
y sin podernos ver
tumbados sobre el silencio de la hierba, y sensibles a lo que somos
Al aullido a los huesos a la cara a la hierba
Nuevo silencio. Y el canto:
Por los tiempos y los glaciares,
Animales hicieron la curva luminosa de tu espalda
Verano sobrenatural: no damos un paso
sin tu compañía
Por lo espeso: de él la espesura se desprende
en la forma de los olores salvajes que tanto
empalidecieron la noche:
cada uno de nosotros es un destello visto a la distancia
Tú eres el escándalo de dios que se deshizo
del lado mudo de sus goznes. Y se abre
la puerta oscura de este hombro,
fatigado por los campos
sembramos nuestros huesos más humanos
en los lugares donde tenemos labios y se resecan de la oración
El canto, Los adormecidos
Si estás acostada, es cuando eres la belleza
aunque en el cuerpo en movimiento habite un músculo
de seducción
Si viene la muerte:
es que te estás ejercitando en el cansancio
Cayese algo allí, pero estando de espaldas no verías
Si se curva el árbol, el agua reduce
su ritmo de la música
a cada hombre otro de la mano
Si las piernas lo abandonan,
la oscura luz que asusta
Pues vuelto el rostro para una pared
y tu vida está pasando y ves
pasar un insecto
salido del más extraño sueño, que es estar vivo
Existe un paso que no existe
Volvía el silencio, toda la cada parecía adormecerse,
pero la boca de uno de los adormecidos hacía nuevamente
aquel sonido de aguas, y volvía el canto:
Porque tuya es la sombra,
y tu desierto recorrido dice:
la concebida de la arena
y en la arena la reunida arena, la carne
El canto otra vez elevándose:
Tu lentitud me atraviesa por el camino mío,
los pasos son antiguos en este oro
y aunque se tenga un sol y una baranda de apoyo
para todo
al ausente esmerándose
a la sombra
No pasaría si otro conspirase
En el nombre que es la señal de la inmensa floración
aunque una vena da sentido a lo único
Capas tras capas, las invisibles tintas cubriéndote,
no sabría un hombre nunca cual sería: la nave la Floración
desde que un pie arrastrado por la luz
se quiso allí en las aguas, el árbol de tu savia viniendo
al encuentro de los más jóvenes, emergiendo
Si debíamos estar vestidos para la fuente,
es que la transformación del oro en hierros, en todo eso,
es lo que menos nos oprime el ancla de la vida
El canto. Sus cantos. Aquello sería así en aquella casa entre árboles. Este otro ahora:
Tu agua estancada está bebiendo en lo oscuro
un animal de bruma
Los ausentes dejaron sus aromas
allí, unos huesos esperan sólo la fiebre para desmoronar
Aquí la piel es la residencia, en ella habitan
una alegría, y zarzas, el músico
Su música: tus animales están pateando
la música: paredes que golpean unas en otras
El cuerpo es sólo un hombre junto a su piedra de ternura
Aquellos adormecidos hablando con la carne. El canto:
Estás acumulando lentamente una herida en la espada Real
de tu verano
Desde aquí podemos ver que el día coagula
Y aves como hombres baten las alas, para elevarse
nuestro anzuelo de nubes
un rostro y piedra mirando para el cielo
un paseo de monstruos caminando dentro
Baja la sombra de la sentencia sobre la mano que agita adiós
Que no pase el próximo minuto sin que suene
la voz de la deshojada
La espada es la oferta de un grito: por los ojos,
cuando es aún más bella la estación de las fiebres,
por los tiempos, se fue la más antigua raíz que dio frutos
El canto: eso nos retiene, eso nos retiene, eso nos retiene
Tenemos para ti la consideración de un vaso
donde está depositada la especie
pero abriéndose, la tierra Se muestra al bosque de los hombres
que se extiende
La piel, la helada residencia
Y el cuerpo busca otros pasajes clandestinos
para la región del fondo del pecho,
su Claridad de incendios,
fluctuando en un mar de corchos, cediendo
a los silbidos de esta noche
Ritual de velos: el lodo
Pues sueñas en ti mismo tu visibilidad
si sueñas el barro
Una ave nuevamente estaría revoloteando en su jaula,
tal vez otro sueño de la carne perseguida,
y nosotros
continuábamos allí oyendo aquel canto,
la carne de los
adormecidos hablando con la carne
Pues si también es forma sólida de la música: o sino,
y el hombre es la planta en su temporada de fruta
de lo alto de las atenciones simuladas, sin el artificio nulo
conspirando por el tallo de tu cuerpo
perdida está toda la cosecha
Te llama la voz anunciando la quebradiza que se dobla,
inmóvil junto a un muro está el mudo
-Señal, entonces anunciaría una voz entre los adormecidos. Y todos los adormecidos respondían:
-La señal es no soñar tu nombre.
Y el canto, prosiguiendo:
Libélulas de los huesos, libélulas de la cara cuando la
medianoche se estremece de ansiedad en sueños
El revuelo de tus deseos me supera
en mucho las costas vueltas para la casa
de mis padres: el reloj antiguo de sombras
El canto: eso nos invade, quiere habitarnos los oídos para siempre
Pues es tu sombra y la sombra
y en la arena
la reunida arena, la carne
Y la concebida ala,
y en la arena aún la reunida ala de arena
¿Iríamos también a adormecernos oyendo aquel canto, aquellas voces? ¿Nunca más, nunca más saldríamos de aquella casa?
Saber que la carne tenía que decirnos,
sí, eso nosotros queríamos. ¿Pero vendría entonces a nosotros, negro, un miedo
Que nunca más saldría de aquí? El canto:
No nos deja olvidar la casa alta,
allá el tiempo repite: cortezas,
aunque nacidas piel clara e incluso
se yergue en el aire a nuestra infancia
Y hay vientos en las ramas, la arena de tu sueño
Pues una es la ley severa que se expresa: si
reverdecen inclinándose hacia la muerte serán hombres
si oscurecen y puntiagudas son espinos
Pero la floresta genuina se extrañará
Tenemos las aberturas del ser para observar de los ojos
a los otros seres,
tanto mejor para la euforia de la tierra
Hierba del destino suculento, ven a mí, lenta
antes de la noche lenta
¿No terminará nunca aquel canto, no iría nunca a acabar?
En ti estoy plantado por los huesos hasta los sueños,
temeroso de las lluvias, y un extraño para los peces,
aquellos adormecidos cantaban.
Andaba cantaba para la carne en aquella casa.
Y antes de adormecernos para siempre, nos apartaríamos de allí
Pues tuya es la sombra
y en la arena la reunida arena, la carne
aún oiríamos, lejos
* Literatura Imaginal, de Viagem Andara oO livro invisível
Versión: Demian Paredes, Buenos Aires, 2020
Material enviado por Edson Cruz, poeta y editor del sitio web “Musa Rara” (www.musarara.com.br).
Vicente Franz Cecim/Cecim da AmazoOnia (1946) nació y vive en la Amazônia, en Belém. La transfigura en la región metáfora de la vida Andara: una Floresta Verbal. Es el creador de Viajem a Andara oO livro invisível, no libro, no escrito, puramente imaginal, de donde emergen los libros visibles de Andara, estos, los que el autor escribe desde 1979. Recibió de la Asociación Paulista de Críticos de Artes el Gran Premio de la Crítica, en 1988, por Viagem a Andara, y Revelación de Autor, en 1980, por Os animais da terra y, con su libro K O escuro da semente, fue uno de los cuatro finalistas al mejor libro de poesía, en 2016. Fue publicado en Brasil y en Portugal.