Hilda Hilst |
III
Si tu vida se extendiese
Más que la mía
Recuerda, mi odio-amor,
Los colores que vivíamos
Cuando el tiempo del amor nos envolvía.
De oro. Del rojo de las caricias
De las tintas de un celo antiguo
Derramado
Sobre mi cuerpo sospechoso de conquistas.
Del castaño claro de tu mirada
Sobre la espalda de las aves. De aquellos árboles:
Estrías de un verde-ceniza que tocábamos.
Y hojas del color de tempestades
Contorneando el espacio
De dolor y alejamiento
Tiempo turquesa y plata
Mi odio-amor, señor de mi vida.
Acuérdate de nosotros. En azul. En la luz de la caridad.
XIII
Y batallamos.
Dos tigres
Pegados a un solo deleite
Destrozando sus armaduras
Amor y furia
Caricia, garra
Tu luz
Y la chispa rara
De un cuerpo y dos batallas.
XV
Para poder morir
Guardo insultos y agujas
Entre las sedas del luto.
Para poder morir
Desarmo las trampas
Me extiendo entre las paredes
Derruidas.
Para poder morir
Visto la batista
Y apacento los ojos
Para nuevas vidas.
Para poder morir apetecida
Me cubro de promesas
De la memoria.
Porque esto es lo necesario
Para que tú vivas.
XXX
El tiempo y su hambre.
Voluptuosidad y olvido
Sobre los arcos de la vida.
Rigor sobre nuestro momento.
El Tiempo y su mandíbula.
Musgo y furor
Sobre nuestros altares.
Un día, geometrías de luz.
Pero un día nada somos.
Tiempo y humildad.
Nuestros nombres. Carne.
Devórame, mi odio-amor,
Bajo la luz cruel de las despedidas.
XXXI
Barcas
Cargando la vida
Bajando las aguas.
Pasan pesadas
Distantes del poeta y de su caminata.
Barcas
Inundadas de abrazos
En las aguas de la dulzura
El fulgor de los cascos
Ilumina la espalda de los ahogados:
Yo soterrada
En aguaduras oscuras de la vejez.
Barca es tu nombre.
Y pasas.
Candente, clara.
Navegas tu último viaje
Sobre mi cuerpo mojado de palabras.
XXXIII
Si te pronuncio
Retomo un Paraíso
Donde la luz se hace dolor
Y hielo la claridad.
Si te pronuncio
Hay esplendor en la oscuridad
Y las sombras de alrededor
Son turquesas y soles
Después de un mar de pérdidas.
Vigilo
Esta sonoridad de los reveses.
Que se deshaga lo que fascina del poema
Que yo sea Olvido
Y enmudezca.
XLIV
Recuerda que moriremos
Mi odio-amor.
De carne y de miseria
Esta casa breve de materia
Cuerpo-campo de lucha y de sudor.
Recuerda el anónimo de la Tierra
Que meditando a solas con sus botones
Grabó en el reloj de las quimeras:
“Es más tarde de lo que supones”.
Por eso
Mátame solamente en sueños.
Puedes dormir en furia por la eternidad
Pero despierto, ama. Porque a mi lado
Todo se hace tarde: amor, gozo, ventura.
LIII
Cadenciadas
Van muriendo las palabras
En mi boca.
Un sudario de alas
Ha de ser agasajo
Y patria para el cuerpo.
Anónimo, callado
El poeta contempla
Espejo y tristeza
Fragmentos de un hilo
Guardián de palabras.
Unas leyendas se voltean
El poeta vacío de sus miedos:
Escombro, escaleras
Amado de amor oscuro
Y huía de sí mismo
De su propia celada.
El poeta. Mudo.
Aceptable ahora para el mundo
En su sudario de alas.
LVIII
El bisturí y el verso
Dos instrumentos
Entre mis manos.
Uno de ellos rasga el Tiempo
El otro eterniza
Aquel tiempo-otro sin medida.
Se rompen sílabas y fonemas
Detengo mis proyectos.
Es lo que se ve
Es un sólo común-complejo
Corazón abierto.
Y nunca más
En la dimensión de la Tierra
He de revisar las casas, los techos
Los paraísos soberbios de la pasión.
De Cantares de perda e predileção (1983), en Cantares (Editora Globo, [6ta. ed.], 2012).
Versiones: Demian Paredes, Buenos Aires, 2020.
Hilda Hilst (1930-2004) nació en San Pablo, y desde 1965 hasta su muerte habitó, en Campinas, la Casa do Sol, en la Fazenda San José. Poeta, narradora y dramaturga, entre decenas de títulos se encuentran: Presságio (1950), Roteiro do Silêncio (1959), Júbilo, memória, noviciado da paixão (1974), Poemas malditos, gozosos e devotos (1984), Alcoólicas (1990), Bufólicas (1992), Do desejo (1992), Do amor (1999), Fluxo (1970), Rútilo Nada (1993), Aves da Noite (1968) y O verdugo (1969). La obscena señora D (1982) y Cartas de un seductor (1991) tuvieron traducción y publicación en Argentina por El cuenco de plata.