María Lúcia dal Farra |
Aclaración
Que el talento más íntimo de la literatura consista en el apareamiento de una escritura con otra, en el alborozo de diferentes impresiones en el comercio de amor entre sí – ninguna duda. De ahí que se hable (para figurar tal facultad, así, tan intrínseca a las artes) en camadas sobrepuestas y abiertas en régimen de imantación y de vasos comunicantes, que dejan transparentar (estilizados y entrecortados) los fulgores y brillos extraños en un resultado único y particular que cada obra siempre es. La palabra de orden mora en el reconocimiento de la comunidad y es así que la poesía deja entrever, en su propio tejido, lo otro, el otro y aún muchos más: las variedades de linajes y lenguajes de que se compone – consistiendo ella misma en ese pequeño milagro: un personal prodigio colectivo. Es por eso que ningún artista se encuentra solo – su soledad es siempre poblada. Ciudadano de una nación tan populosa como aquella que sólo en su lectura es capaz de abrazar, el poeta (quiero creer) abre una rendija inquieta por donde se puede leer, in absentia, todo el arte.
Refiero esto a propósito de la naturaleza de los versos y de la dificultad personal de nominar el volumen que ahora presento. Como este señala directamente (en el título de los capítulos) la prevalencia de uno o de otro de sus pares (sustrayendo a los muchos que allí no están siquiera sugeridos, pero que en los poemas se infiltran subyacentes o en un estado de limbo), mi libro podría mencionarse como simples palimpsestos – en la exacta formulación alquímica en que los conocí en los reservados de la Biblioteca Nacional de París. Densidad de caligrafías anárquicas y en franca algarabía, llenando los más diminutos blancos de la página y cada ínfimo espacio del manuscrito (y a creer en el sentido histórico de las escrituras), disputando enseguida los más microscópicos segmentos libres entre una y otra línea – tales pergaminos acaban por resultar en una cerrada mezcla de incontables mensajes particulares, en un enmarañado espeso de todos los insondables residuos y demás que los forman engendrando y abarrotando a lo largo de los tiempos.
Pues es esta la naturaleza genuina de lo que aquí se expone: interpuestas personas y voces, parpadeos y ecos de lecturas, arrendamiento de tierras lejanas, simulacros de bienquerencia, embarullados hologramas y (con Rimbaud y Artaud) usurpaciones y perversos calcos – letras que (como se ve) sólo sobreviven empreñadas. Lo que convierte a esta obra en una morada dilatada, en un libro de simultáneos, en un compendio de partes (repárese en la insistencia de las dedicatorias), en pasto de colaboradores de muchas edades (a veces, hasta retros): en un –para hablar con y sin Drummond– mercado usado de almas.
Me socorro, por lo tanto, de una tripulación impropia, de segundas y terceras personas, cambiando y transfigurando (heterofágicamente) aquello que en ellas me seduce: para quedar encerrada, como diría la Sexton, en casa equivocada. De ese modo, puedo practicar una caligrafía que se inscriba en lo que permea, pero que busque (para recordar a Clarice) el eco del aire.
¿Novedad? Ninguna. Toda la literatura (todo arte) es como estos poemas: consustancial. Y el título de este libro podría ser cualquier otro o cualquier de estos muchos de los que me anduve valiendo para hablar al respecto. Me quedo con el que se sabe: alumbramientos; porque quiero para mí el regazo de Bandeira, y también porque, con ese vocablo, me es facultado sugerir deslumbramientos (el imán que me atraía a esas obras) y ofuscamiento: aquello que haya de deslumbrante en mi propia cantera. O sea: el lustroso título tiene la ventaja de designar (para embarullar al lector) tanto el peculio de luces latentes en las obras ajenas escogidas por mí cuanto la ilusión de vida propia de mis versos.
Y, como se trata de esclarecimiento, pido tan sólo que observen que, en cuanto a mí, me contento en ser apenas una mera pasajera de lumbres.
Maria Lúcia dal Farra
“Anne Sexton”
AL LECTOR, MI CANÍBAL INQUIETO
Cada palabra
(aquí)
se obstina en silencio.
Contigo devoro los frutos de la noche:
luna callada en agonía
alguna lluvia dispersa del lado boreal
polvo de estrellas profanando
lo negro.
Sólo nuestros dientes
brillan
hechos astros.
MIDIENDO FUERZAS
Con tu nervio apurado
(e insolente)
sube la enredadera
la viñeta de mi poema.
Sacudo con la mano
lo arbitrario del recorrido
y con la lapicera
altero el vocablo –
soberana.
Que un rayo deshaga
esa certeza
y siembre luz varia
donde la bifurcación florezca.
CANCIÓN PARA UNA CAMISA BLANCA
A Ipê Dourada
La camisa sacada del tendal
abre un hoyo
en la ropa blanca estirada.
Allí quién sabe
(a la noche)
la luz descubre
(con su foco)
los dolorosos telones de la ausencia.
En tanto eso
mis cabellos crecen como campos de maíz
sólo para acoger tu espantajo.
En tanto eso
exploro con las manos el grueso tronco del árbol
para abrazar en él
tu torso desnudo.
“Max Ernst”
ERNST
Visión de cima sobre terrenos baldíos
(geométricos y estériles)
meticulosos laberintos apenas allanados y limpios
desierto limitado por muros de coloración amena
ante la inmensidad azul –
propiedad privada para ningún habitante.
Es Max Ernst poblando su verso.
LAS PLÉYADES
Desnuda
(en el centro del dilacerado azul)
suspendida estoy apenas
por la espingarda de mi brazo
que da eje al mundo sideral
– dislocada cabeza
Aplacados de las lluvias
los horizontes se distribuyen
en persianas volátiles
en cuanto aguardo el restante relámpago
lo bastante para rellenar
la sombra acogedora de mi pubis.
“Rilke”
MUSA
A Ângela de Oliveira
Trabajo con los dedos
a tu antigua cara
porque es de ella que proviene
la permanente belleza.
Es como si se desviase el curso de la naciente
para de allí agotarse el caudal de miel –
la benéfica dulzura del incesante bautismo
que discierne en la piedra, en el agua, en el ramaje
la cerrada traba muda.
POÉTICA
A Lucas Dantas Lopes
De botánica todo lo ignoro
pero amo las plantas
y los árboles y las flores
y las abejas que las inventan
y el insecto a quien prestan color
y a la araña que les filtra (geométricamente) la luz,
la langosta, el escarabajo
la mariposa.
Ellos del mismo vegetal
estos contienen a aquellos –
son de ellos la arraigada memoria
la mala:
la muda
en el salto para otra esfera.
Es así como el pétalo gana alas.
Es así como vuela.
PUÑADOS PARA UN POEMA
Para Solange Rivas y la troupe de “Auras”
Todo lo que un poema debe tener:
furias aladas, laúdes,
profecías, cuerpo, inmoderaciones,
balaústres contra el tiempo,
gorjeos de lo imposible,
demonios –
vida, la más dolida.
Cacto cerrado en su espina
él te da meramente la flor roja
de su vientre de solitaria ardor.
¿Qué esperas? Haz de ella
tu dilema
– el tan esperado amor.
Poemas tomados de Maria Lúcia dal Farra, Alumbramentos, São Paulo, Iluminuras, 2011, pp. 15-16, 19, 20, 21, 91, 94, 101, 102 y 106.
Versiones: Demian Paredes, Buenos Aires, 2021.
* Maria Lúcia dal Farra (1944) nació en Botocatu, São Paulo. Profesora e investigadora universitaria, debutó en poesía con Livro de auras (1994), al que le siguieron Livro de possuídos (2002), Alumbramentos (2011) y Terceto para o fim dos tempos (2017). Un volumen de ficciones, Inquilina do intervalo, se publicó en 2005. Es autora de más de un centenar de artículos y ensayos, y de dos volúmenes de crítica. Su obra poética integra diccionarios y antologías literarias en Brasil y el extranjero, y ha sido objeto de trabajos de posgrado, maestría y doctorado.