Enrique Mujica Älvarez |
I
Tarde
al vacío
sale un puerto
Mi tía vieja camina recordando
Ríe sin esperanza
como los niños
Mueve sus grandes ropas
entre nosotros
y juega a caerse
como quien aprende a caminar
Un día ya no sabrá
si está muerta o aún vive
bajará dulcemente y en silencio
Se apagará su sombra
azul hacia los sueños
Mi tía vieja es feliz.
II
Emily Dickinson, dime qué viste
más allá de aquel encierro
de vestidos blancos.
Por cuál rendija de luz y
madera de olmo te vino esa
conversión de vuelo,
más allá del cielo sombrío
de la casa, en la embriaguez
última y solitaria.
En qué momento, en qué destello
vino en las hojas aquel licor
no destilado, el olvido y la
extinción desde la afiebrada
reclusión de siempre.
Quién eras en la sombra del cuarto,
aferrada a una tela, a las flores
de hilo, meditabunda y oscura,
atareada de confiterías,
de iglesias y penumbras,
cargada de tanta grande literatura
de mujer, de tanto trébol,
de tanta abeja temblorosa
y premonitoria. Dime qué viste
más allá de aquel encierro
de vestidos blancos.
III
Por vivir otra vez,
por volver a vivir,
por vivir de una vez.
Por hacerte viva de mis ansias,
de mis desesperanzas.
Por hacerte más viva que tú misma.
Por quererte viva.
Cabeza del Cisne
del día sideral,
de la noche sideral,
de la constelación definitiva.
Astro incandescente del deseo
en muriendo
y tejiendo
y tejiendo. Aguantando
contra la oscuridad total
de la eternidad, contra el frío
final de la eternidad,
por hacerte viva de mis ansias,
más viva que tú misma,
por quererte viva.
IV
Andamos con el uniforme de
combate, las botas, la correa,
una cartuchera con algunos
billetes, el peine para los cabellos
que viene a ser como una cacerina
y el ojo puesto en los blancos
prohibidos por el enemigo.
De los viejos montes aún quedan
mechones de árboles, parques,
verdes parajes de la guerra civil.
El cielo estrellado de la noche,
más viejo que los parques, se abre
desde antes de la llegada del humano
como una tregua universal.
“Denme un punto de apoyo y
moveré el mundo”. Demasiado
ciego, el hombre de hoy sólo
pide un mundo para no moverse.
Como cotejos y pajaritos
apedreados por niños mueren los
inocentes por parvadas en las estrechas
pantallas de la televisión insolente.
V
La historia vino desde muy lejos, en Caín
y en Abel, en una espada flamígera
y en una serpiente. Vino como la sed
que engendró la raíz, ese arabesco
ciego, para que bebiera de la tierra
y agradeciera en ramas y en
follaje, en flores y en frutos
y vino alevosamente como el
ansia que se trocó en
angustia, para que bebiera
de nosotros y agradeciera en mundo.
Enrique Mujica Álvarez (Venezuela, 1945) Profesor titular emérito de la Universidad de Carabobo. Ex-Vicerrector académico de la Universidad Rómulo Gallegos. Escritor, poeta y novelista. Su obra consta, hasta el presente, de unos veinte libros publicados entre poesía, ensayo y novela y de otros tantos inéditos. Obra galardonada en diferentes certámenes nacionales e internacionales. Postulado al Premio Nacional de Literatura de su país, en años sucesivos.
Selección de Adhely Rivero .