Juan Carlos Moisés |
Nombres de pila
Guillermo Caroli Williams, artista plástico,
es un amigo querido de mi pueblo del Sur.
William Carlos William es el poeta admirado
que nació en Rutherford, Nueva Jersey.
Guillermo es William y William es Guillermo.
Para quienes conocemos la dicha de la amistad,
así también para los enamorados,
“hasta el nombre de pila es poesía”.
Nombres propios, cosas comunes. Y ¡plop!,
que salten las ideas como ranas en el estanque. *Charles Simic.
*Basho.
No es mi intención escribir algo especial
No es mi intención escribir algo especial
que deje a todos con la boca abierta,
aunque lo juegue con el bigote,
con la habilidad del pelo más largo
como acróbata o ilusionista de circo.
Hay otras maneras de ir más allá
de lo que a simple vista es.
Si la vacilación ataca, la naturaleza
de las cosas espera su turno.
Para probarlo está la mano derecha
cuando se rebela contra sí misma
o el ojo izquierdo cuando niega
lo que ve el otro ojo.
Lo que no sabemos es vivir cabeza abajo,
salvo la mente, que puede dormir
con los ojos abiertos
y caminar con los ojos cerrados.
Por si acaso me cortaré los bigotes.
¿No me los corto nada?
De acuerdo, sin quejas, que las cosas
sigan su curso por determinación natural,
siempre que las palabras sean capaces
de atravesar con un rayo de luz
nuestros cuerpos opacos.
El cuchillo
Con la hoja filosa de acero forjado
del cuchillo que me dejó mi padre
pico cebolla, pelo fruta, rebano pan,
o me llevo de un tajo carne asada a la boca.
De noche salgo a cortar las tormentas
para seguir un ritual olvidado.
En la calma del día hago muescas
en una rama de álamo, como huellas
de patas de ave en la arena
que me ayudan a pensar.
Tiene la empuñadura y la vaina de alpaca:
sus líneas curvas y formas repujadas
siguen alentando mi imaginación.
Es un auténtico facón argentino.
—¿Tiene alguna otra seña particular?
Está mellado por la poesía.
Calles donde vive gente
Llego a un pueblo, vuelvo a un pueblo.
Camino hasta detenerme ante una puerta blanca:
ya no está mi padre, ya no está mi madre.
Lo que veo es lo que veían en un final anticipado.
Hay otras casas y otras puertas: no llamo, para qué.
Es lo que ve y lo que le pasa al ojo que ve.
En cada uno de nosotros hay una realidad por hacer,
pero a veces al futuro lo sentimos en la espalda:
los pies van corriéndose de lugar y se deslizan
por calles con demasiados recuerdos donde vive
y habla gente que murió hace mucho tiempo.
Tan lejos como se pueda
Ya es hora de parar, no tiene motivo seguir,
porque no hay lugar a donde llegar
que no sea este mismo lugar.
¿Se ve la turbación de mis piernas?
Es la comezón por seguir en camino.
Cuando se quiere y ya no se puede con los pies
sólo queda ir tan lejos como se pueda
con las palabras.
¿Si esto lo digo o lo escucho de alguien?
Es un detalle que no tiene importancia.
Una rama verde
Un chico sentado a horcajadas
en un sauce caído muerde
una rama verde que acaba de cortarle.
Si es por hambre no es de esa rama,
la rama del sauce que cayó de viejo,
cortaron con un hacha o tiró abajo un rayo.
Una rama también sirve para defenderse
de extraños como nosotros
o de alguien que se acerque desafiante,
o con otra intención, o ninguna,
por simple curiosidad, atraído por el modo
en que el chico muerde la rama y arranca
su cáscara, a mordiscos, como si estuviera
en lucha, pero no con esa rama.
Caños viejos
Tirados al costado del camino vimos
unos caños viejos de andador
que hace varios años sostuvieron
a una pequeña vida que prometía.
Ahora están bajo las inclemencias del tiempo,
la herrumbre sigue su curso implacable
y tendrá que hacer su trabajo sin descanso
para terminar algún día que no veremos
con esos pocos restos de materia.
También de las palabras que escribimos pienso
si en esas condiciones son capaces
de durar tanto.
Poema y pez
A veces vuelvo al mismo pensamiento,
si escribir un poema es atrapar el tiempo,
como atrapar un pez, uno saltarín,
que tire del hilo, resista, contorsione.
También el pez lucha contra el tiempo,
remonta el río en su viaje para desovar.
Hay poemas atrevidos que se vuelven pez,
buscan su arroyo, encuentran su río
y su anzuelo.
La evolución de las especies
Si la evolución de las especies
hubiera sido sólo una pizca diferente
—aún hay tiempo, cuidado—
podríamos haber sido una mezcla
de cuadrúpedos anfibios con un ojo
o con tres, mitad liebre, mitad perdiz,
una pizca de gato con algo de cordero,
tigres “tirando a perro o a pájaro”
(según J. L. Borges en “Dreamtiger”),
el lenguaje con chillidos o gritos articulados,
los mensajes sonoros captados con la nariz,
las orejas como aletas para nadar
o espantar mosquitos, la cabeza con patas
y la planta de los pies con vello a discreción.
Crónica o fábula.
Y la escritura reservada para las hormigas.
El cerro
Salvo en sueños, nunca subí al cerro.
Algún día voy a subirlo con mis pies reales.
El cerro es de piedra negra en lo más alto
y de tierra en la cuesta, donde hay matas
con flores silvestres y agua que brota clara.
El cerro es imponente, elevado
sobre el caserío y las calles arboladas,
y es orgulloso, silba con el aire y se aturde
cuando el temporal lo pone de mal humor.
Cada uno tiene su cerro personal,
toda una vida al pie del cerro.
Un día se vuelve una tentación caminar
por esa cuesta empinada para llegar a la cima.
Pero la gracia, la verdadera gracia,
sería saltarlo como a una valla
que interrumpe la vista o el camino.
Digo que lo haré, que debo hacerlo.
¿Quién puede olvidar un cerro?
¿Quién puede negarlo?
Solo es necesario saber, exactamente,
dónde se encuentra el cerro. Juan Carlos Moisés nació en Sarmiento, Chubut, en 1954. Vive en Salta desde 2017. Publicó Poemas encontrados en un huevo (1977), Ese otro buen poema (1983), Querido mundo (1988), Animal teórico (2004), Museo de varias artes (2006), Palabras en juego (2006), Esta boca es nuestra (2009), El jugador de fútbol (2015), Conversación con el pez (Antología, 2017), El viento que hay acá afuera (2021). Cuentos: Baile del artista rengo (2012) y La velocidad de la infancia(2018). Teatro: Desesperando (2007); Pintura viva, El tragaluz, La oscuridad (2013). Notas: Una lucha desigual con las palabras (2016). Dirigió el elenco Los comedidosmediante (1990/98), con el que participó en las Fiestas Nacionales de Teatro de 1993, 1994 y 1997. En 1994 presentó El tragaluz en el Teatro Nacional Cervantes.