Juan Calzadilla |
El acto poético puro
a André Breton, in memoriam
Hay cosas que podrían decirse mejor si uno tuviera a la
mano un cuchillo. Este instrumento sabe comunicar filo a
las palabras. Pero si uno tiene para golpear la mesa algo
más pesado que el puño, sin duda la palabra que sale de
ese golpe, como si fuera empollado por éste, es más
efectiva. Es así como he gritado las palabras más atroces.
Pensaba que no podía decirlas sin acompañar el gesto
con algo que tuviera bastante consistencia, como la rosa
o la viga de hierro. ¿Satisfacía con eso una sed
de venganza? No. Buscaba un efecto más verídico.
Lo que me preocupaba todavía era el sentimiento.
Mi determinación era la de un poeta. Acepté en principio
esta forma de actuar como un método. Después pasé de la
poesía a los hechos. Encontraba en la realidad bastante
perversión como para no ir yo mismo armado con una
pistola. Hasta que comencé a disparar sobre la multitud...
Poesía por asalto
Como el asaltante que se hace de una bella rehén
y sin dar el frente se escuda con su cuerpo,
pistola en mano, marchando hacia atrás,
así por la fuerza, para escapar del cerco
y para robarte la voz y sentirla
como si fuera la mía,
así Poesía te he tomado por asalto.
2
(Roces de familia)
Desposadas con nosotros, las palabras nos abrazan,
nos arrullan. Son amorosas, por momentos
—sobre todo en la cama—.
Otras tantas veces nos refutan.
Ponen en entredicho oír de nosotros
tanta explicación.
Entra uno a discutir con ellas, látigo en mano
y al instante, sabiendo que la fuerza
es el mejor argumento de la razón,
sin salir de la boca, para evitar más roces
se esfuman.
Las palabras
No sé si las palabras reconocen
tan bien como el pan su sitio en la mesa.
Si poseen instinto para diferenciar a su dueño
con la precisión con que lo hace
el olfato del perro.
Si como el pan y el vino ocupan
un lugar exacto en la mesa
comunicando calor a las manos seguras
de alguien que sabe en este momento
lo que quiere. Si viven en su fuero a merced
de lo que se espera de ellas tercamente
prestas a confiarnos,
cuando lo solicitemos,
el poema. O si, menos dadivosas que el pan,
sólo renuentemente y con rabia
sabias por fin entregan sus vidas oscuras y turgentes
a quienes, poniéndoles cerco,
obstinadamente ensayan descifrar sus misterios.
Piedra de tranca
Muchos gestos no tienen más sentido del que les atribuimos.
Se hacen elocuentes por su intención, y aún así,
tornándose legibles, ofrecen más de una significación.
Son ambiguos, de allí su ventaja.
En cambio una palabra dice algo concreto, poco o nada,
todo depende del grado de verdad que ella abrigue.
La palabra está gramaticalmente definida por lo que
dice y por lo que deja fuera, como un objeto prisionero
de su sentido. De modo que uno se ve forzado a tomarla
y a pronunciarla como el que, sin pensarlo, creyendo
que con ella puede decir algo, alza una piedra…
Juan Calzadilla (Altagracia de Orituco, Venezuela, 1931) Poeta, artista plástico, crítico de arte y literatura y periodista. Fue Co-fundador del grupo El techo de la ballena (1961) y de la revista Imagen (l984). Ha publicado más de quince libros, entre ellos: Dictado por la jauría, 1961; Malos Modales, 1965; Oh Smog, 1978; Minimales, 1993, Principios de Urbanidad, 1997; Corpolario, 1998; Diario sin sujeto, 1999, Aforemas, 2004 y una reveladora e inquietante antología, prologada por Miguel Márquez, de donde proceden los textos seleccionados. Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas.