Alicia Salinas |
Gallina ciega
Antes de comenzar el juego
conoció el fulgor.
Pero le quitaron el
brillo, las brasas. Se reveló
entonces la ajenidad de
las aureolas: la luz
no es de nadie, la
oscuridad
de todos.
No importa quién vendó, de
dónde
la recomendación de la tiniebla.
Es hora de (vol) ver.
Esta gallina se rebela a
la ceguera, al titubeo.
Otros fuegos se esparcen
en la noche.
Doloroso tendal traman los
pasos,
y sin embargo a su través
se atisba
el final del túnel.
Hoy nadie puede la
indiferencia
ante semejante voluntad
de abjurar La Sombra.
Duda
de dejar esta piedra en la orilla o llevarla conmigo.
Una lengua de luz la dora, otra hace brillar la mica.
El agua devora los contornos.
¿Puede la mano alzar de su cuna milenaria
un pequeño gajo desprendido del continente?
Duda de alterar el destino del mundo, el curso
universal de las cosas perfectas. Sin embargo
tanto la deseo: nuevas e invisibles membranas
nacen en el cuerpo.
El aura en ascuas inquieta todo.
Vocación de atesorar lo ajeno, de no permanecer
indiferente. Creer que por levarla la poseo; no
conformarse, en fin, con el recuerdo.
Ama de casa
Cocer la masa, excusa
para golpearla antes,
retorcerla
como al cuello de la
gallina sacrificada,
a la trenza de una hija
pequeña.
Cocer la masa, epílogo
de mazazos que derraman
harina
en toda la alacena. Marcas
dejan,
como las caricias del hombre
de la casa.
Cocerla y ver su forma
henchiéndose caliente,
torturada
por perder su condición de
cosa cruda.
Por la tarde, servirla en
un plato con flores
pintadas en la losa
blanca. El té
hirviente sobre el mantel
de lino.
Y que admiren mis serenos
modos
de revolver
con la cuchara el azúcar.
Alicia salinas (Rosario, Santa Fe, 1976) Poeta y periodista. Ha dado a conocer dos volúmenes
de poemas: Gallina Ciega (2009) y La Sumergida
(2003). Sus textos han sido incluidos en distintas antologías.