Eliseo Diego (1920-1994) |
El primer discurso
EN
LA CALZADA MÁS BIEN ENORME de Jesús del Monte
donde
la demasiada luz forma otras paredes con el polvo
cansa
mi principal costumbre de recordar un nombre,
y
ya voy figurándome que soy algún portón insomne
que
fijamente mira el ruido suave de las sombras
alrededor
de las columnas distraídas y grandes en
su calma.
Cuánto
abruma mi suerte, que barajan mis días estos dedos de piedra
en
el rincón oculto que orea de prisa la nostalgia
como
un soplo que nombra el espacio dichoso de la fiesta.
Al
centro de la noche, centro también de la provincia,
he
sentido los astros como espuma de oro deshacerse
si
en el silencio delgado penetraba.
Redondas
naves espaciosas lanudas de celestes algas
daban
ganas de irse por la bahía en sosiego
más
allá de las finas rompientes estrelladas.
Y
en la ciudad las casas eran altas murallas para que las tinieblas quiebren,
¡oh
el hervor callado de la luna que sitia las tapias blancas
y
el ruido de las aguas que hacia el origen se apresuran!,
y
daban miedo las tablas frágiles del sueño lamidas por la noche vasta.
Mas
en los días el vuelo desgarrador de la paloma
embriagaba
mis ojos con la gracia cruel de las distancias.
Cómo
pesa mi nombre, qué maciza paciencia para jugar sus días
en
esta isla pequeña rodeada por Dios en todas partes,
canto
del mar y canto irrestrañable de los astros.
Calzada,
reino, sueño mío, de veras tú me comprendes
cuando
la demasiada luz forma nuevas paredes con el polvo
y
mi costumbre me abruma y en ti ciego me descanso.
(de
En
la calzada de Jesús del Monte, 1949)
El oscuro esplendor
JUEGA
EL NIÑO con unas pocas piedras inocentes
en
el cantero gastado y roto
como
paño de vieja.
Yo pregunto:
qué
irremediable catástrofe separa
sus
manos de mi frente de arena,
su
boca de mis ojos impasibles.
Y
suplico
al
menudo señor que sabe conmover
la
tranquila tristeza de las flores, la sagrada
costumbre
de los árboles dormidos.
Sin quererlo
el
niño distraídamente solitario empuja
la
domada furia de las cosas, olvidando
el
oscuro esplendor que me ciega y él desdeña.
No es más
por selva
oscura
UN
POEMA no es más
que
una conversación en la penumbra
del
horno viejo, cuando ya
todos
se han ido, y cruje
afuera
el hondo bosque; un poema
no
es más que unas palabras
que
uno ha querido, y cambian
de
sitio con el tiempo, y ya
no
son más que una mancha, una
esperanza
indecible;
un
poema no es más
que
la felicidad, que una conversación
en
la penumbra, que todo
cuanto
se ha ido, y ya
es
silencio.
(de
El
oscuro esplendor, 1966)
Eliseo Diego (La Habana, Cuba, 1920-
ciudad de México, 1994).