Dalmiro Gerardo Garro |
DRIFTER
En la biblioteca
clasificando libros de poesía que probablemente
nadie leerá,
a casi 40º de sensación térmica,
hidratado merced a sucesivas tasas de hierba mate
en saquitos marca La Hoja,
fenómeno físico-químico-biológico
que deviene
en antiestéticas aureolas de transpiración
en mi remera.
Escuchando
Continental Drifters.
OFICINA PÚBLICA
Ir a una oficina pública
tres mujeres
dos sentadas hablando domesticidades
que nada que ver con el quehacer de la repartición
la restante atendiendo de mala gana,
a media máquina,
con cara de “me chupa un huevo sus problemas y sus
papeles”,
cuatro personas en la cola
yo incluido
y una quinta que se agregó después
fastidiados,
acalorados,
consultando la hora que marcan nuestros respectivos
teléfonos celulares,
aguardando pasivamente con resignación
la llegada de nuestro turno.
Las dos mujeres del otro lado del mostrador
inmutables
continuando la conversación pero ya sobre otro
asunto tan ajeno al trabajo como el anterior
una de ellas petrificada su mano en el mouse de la
compu,
la otra ni siquiera eso,
indiferentes ante la mirada juzgante y los
comentarios insidiosos de la mujer que me precedía en la fila,
utópico pensar en recibir un mínimo más de
información que la estrictamente necesaria para que la gente se vaya más o
menos conforme,
llegar el turno, decir “buen día”,
recibir como respuesta un casi imperceptible
movimiento de labios
breve trámite,
respuestas poco satisfactorias pero algo sí,
salir pensando en las otras cosas para hacer
en la mañana,
y sentir ese extraño placer al retirarme de la
oficina al ver como la fila ya había crecido a nueve personas.
Dalmiro Gerardo Garro (Villa Dolores, Córdoba
1970).