Pablo Montoya |
La pampa es
una palabra que todo lo nombra. Un eco de confrontaciones
entre bárbaros y
civilizados. Tierras desprovistas de árboles y colinas.
Amaneceres que remiten
a la embriaguez expansiva de un dios infantil.
Sus hombres
que aman el trabajo y el valor. Y las mujeres fieles y las
nostalgias
provocadas por los atardeceres. Cuántas veces me he recostado
en esta pampa
hecha de timbales, cornos y contrabajos en crescendo.
Praderas que
se parecen al pedazo de cuchillo que un muchacho blanco,
vuelto indio
durante años, encontró en un resquicio de su casa no olvidada.
Cuántas veces
imaginé llanuras sin límites en las cuerdas del violín . Las
vacadas cruzando la distante prolongación de las gramíneas. Pero hay algo
en esto forzadamente grandioso. Los matices nacionalistas. La
rimbombancia patriótica. Esa pretensión de hallar una identidad que poco se aviene
con la
tierra cuando el hombre es apenas un esbozo sobre ella. Cómo
sería la pampa
sin los hombres. ¿Las
noches sin que los ojos de nadie puedan contemplarlas?
Prefiero acomodarme en el sillón. Aquí en esta chimenea de Envigado Y escuchar
Prefiero acomodarme en el sillón. Aquí en esta chimenea de Envigado Y escuchar
la Canción al árbol del olvido. Sentirme protegido en su
desposeimiento.
Sabiendo que la ausencia del amor es más perenne que cualquier
celebración telúrica.
Sabiendo que la ausencia del amor es más perenne que cualquier
celebración telúrica.
Pablo Montoya (Barracabermeja, 1963,
Colombia) Poeta y narrador. Ha estudiado música y luego letras. En 2015 obtuvo
el premio Rómulo Gallegos por su novela: Tríptico de la infamia. Reside en
Medellín.