Czeslaw Miloz |
Oh
Grandísimo en las Alturas, ha sido tu voluntad
hacer de mí un poeta
y
ahora ya es tiempo de que eleve un informe.
Mi
corazón reboza gratitud a pesar de que hube de
familiarizarme con
las
miserias de ese oficio.
Ejerciéndolo,
aprendemos demasiado acerca de la bizarra naturaleza
del
hombre.
Quién,
cada hora, cada día y cada año, vive poseído por vanas y falsas
ilusiones.
Una
vana ilusión construyendo castillos de arena, coleccionando
timbres
postales, admirando su rostro en el espejo.
Otorgándose
el primer lugar en el deporte, el poder,
el amor y la
obtención de dinero.
Todo
el tiempo en la mismísima frontera, en la frágil frontera más allá
de
la cual existe una provincia de balbuceos y gemidos.
Pues
en cada uno de nosotros un conejo enloquecido habla tonterías y
una
manada de lobos aúlla, entonces tenemos
miedo de que esto sea
oído
por otros.
De
las vanas y falsas ilusiones surge la poesía y la poesía confiesa
sus
imperfecciones.
Aunque
sólo recordando los poemas que haya escrito podrá su autor
ver
la completa vergüenza en todo esto.
Y
sin embargo no puede soportar la cercanía de otro poeta si sospecha
que
es mejor que él y habrá de envidiarle hasta el más mínimo elogio.
Dispuesto
no sólo a matarlo, sino destruirlo, borrarlo de la superficie
de
la tierra.
Así
sólo él habrá de permanecer, magnánimo y amable hacia sus súbditos,
quienes
corren detrás de sus pequeñas y vanas y falsas ilusiones.
Entonces
¿cómo es que comienzos nacidos en tal bajeza nos guíen al
Esplendor
de la palabra?
Yo
he reunido libros de poetas de varios países, ahora me siento a leerlos
y estoy asombrado.
Es
dulce pensar que he acompañado una expedición, una que nunca cesa,
a pesar del transcurso de los siglos.
Una
expedición que no es la búsqueda del vellocino de oro de una forma
Perfecta.
Pero, tan necesaria como el amor.
Poseído
compulsivamente por el deseo, por la esencia: del roble, del pico
de
la montaña, de la avispa y de la flor de
la campanilla.
Para
que permanezcan y confirmen nuestro canto hímnico contra la muerte.
Y
nuestro tierno pensamiento acerca de todos aquellos que vivieron,
se
esforzaron, y nunca tuvieron éxito cuando debieron nombrar.
Pues
existir en la tierra está más allá de todo poder para nombrar.
Fraternalmente,
nos ayudamos unos a otros, olvidando nuestros agravios,
traduciéndonos
a otras lenguas, miembros, sin duda, de
una tripulación
errante.
Entonces
¿cómo no estar agradecido, si tempranamente recibí el llamado
y la contradicción incomprensible no ha
disminuido mi asombro?
Cada
amanecer renuncio a las dudas de la noche y le doy la bienvenida al
nuevo
día de una vana y falsa ilusión. La más preciosa de ellas.
(Versión
Vaneza Malrossa)
Czeslaw Milosz (Šeteniai,
Lituania, 1911-Cracovia,2004); es nuestro poeta secular no sólo porque
es coetáneo del saeculum, sino porque el sintagma "el siglo" aparece
una y otra vez en su obra. Década tras década, la historia de su vida y la
historia de su tiempo han caminado paralelas. Estudiante en Vilna y París
durante los años veinte y miembro de la vanguardia literaria polaca en los
treinta. Comprometido con la Resistencia de su país y testigo en los años
cuarenta de la destrucción del ghetto de Varsovia y de la derrota que el
Levantamiento infligió a los nazis, tras lo cual obtuvo el cargo de agregado de
la embajada de la República Popular en Washington. Luego de su ruptura con el
régimen en la década de los cincuenta, se convirtió en un intelectual exiliado
en Francia.
En los sesenta, coincidiendo con el apogeo
estival de sus poderes poéticos, fue profesor de lenguas eslavas en la
Universidad de California, en Berkeley En los ochenta, laureado con el premio
Nobel, fue una fuerza política y moral en la Polonia de Solidaridad. Y en los
noventa, un prodigio de incesante vitalidad imaginativa, una voz situada a
medio camino entre los extremos de Orfeo y Tiresias. (Seamus Heaney)