Jorge Rivelli
La selección de las
piezas de los siete libros de Esteban Moore, reunidos en Poemas (1982-2007)[1]que realicé para la
presente antología, no fue tarea fácil.La
misma estuvo guiada en solitario, exclusivamente, por mis preferencias e inclinaciones.
El advenimiento de
la democracia trajo una poética distinta marcada por un compromiso directo con
la sociedad y sus libertades, pero, también con la resaca de los siete años de
oscuridad y silencio. Había que decir y Moore, poco a poco se desprende del
dolor y dibuja un panorama profundo de la ciudad y su gente hasta lograr las
lecciones cotidianas y sus cosas, en historias de vida, pasando por la ruta y
la desolación de la Patagonia.
La noche en llamas (1982)y Providencia
terrenal (1983) son los dos primeros libros, que van marcando un
progresivo instinto de libertad poética; se inicia con breves y contundentes
piezas que dan cuenta del pasaje a un orden constitucional con el dolor de los
muertos en la memoria. El género social identifica el inicio de su obra, con el
poema “mi buenos aires querido”: en una bella ciudad / del lejano sur del
mundo / un niño / con amorosa osadía / se tiene en la hamaca / sus impulsos
agitan / la desparramada ceniza de los muertos / en nuestras habitaciones /
gobernadas por el cerrojo / la memoria es un muro / que no puede ser derribado.
Una manera directa que
sin perder emoción va desprendiéndose del romanticismo y culmina con una voz
pulida que identifica a la generación del 80 en su libro Con Bogey en
Casablanca: (bogey bebe en silencio / el agrio bourbon del olvido / su
mirada perdida en la noche africana / oculta las profundas cicatrices del amor
.con bogey en Casablanca (1987).
En el prólogo de la
primera edición, dice JoaquinGiannuzi: “…esta poesía nace de un compromiso a
fondo con la existencia. La realidad y la experiencia personal se han conjugado
dialécticamente hasta destilar un universo poético de rasgos propios cuya forma
ha evolucionado desde un esquematismo riguroso hasta una densidad en expansión
de rica imaginación metafórica. Pero el lenguaje ha mantenido no sólo su
identidad de acento sino un digno nivel de precisión.”
En los noventa se
editan dos libros: Tiempos que van (1994):“Hay en
“Tiempos que van” el testimonio de un solista a muchas voces –una polifonía que
se anuda y hace nudo para el espacio de un tono personal- y que se encuentra en
el despliegue de comparaciones y ambigüedades. Escritura impulsada en atravesar
como pocas y extrañamente /las ropas, los cuerpos, la palabra. Pareciera que
los poemas se sostienen por un delgadísimo hilo donde la extrañeza, el asombro,
el desencanto, se despliegan en un lenguaje controlado, terso y riguroso. Se
puede evocar al leer este libro un desierto que decrece hasta dar en pozos de
ceniza, pero en el que también el dolor puede transmutarse en goce por la magia
y el ‘hacer’ (diría Valery) de una obra sostenida.” –Jorge García Sabal, 1995-
e Instantáneas de fin de siglo (Montevideo, 1995) en el que con
suma solidez desarrolla un estilo propio, diría
que junto a Con Bogey en
Casablanca forman la trilogía esencial, no sólo de la obra de Esteban
Moore, sino para entender en profundidad la llamada generación del 80; una de
cuyas características es el cambio de la influencia
europea ( francesa, sobre todo ) por
la norteamericana. Y en esta trilogía es clave el extenso trabajo de traducciones
de poetas de lengua inglesa que realizó Moore.
Del primero rescato
un poema único en forma y espacio: Fragmentos. La obsesión que
siempre da vueltas “los desaparecidos”; en esta pieza Moore da cuenta de que
“no hay cadáveres”, que es imposible un duelo sin cuerpo; muestra la lucidez en
tiempos difíciles , o por lo menos, cuando otras voces planteaban otra cosa (
TATA / aquí / hubo muerte / y / mucho más / sí mucho más / después / de / sí /
lo / peor / de / lo / peor / sí / después / de / así es / TATA / aquí / hay
muertos / muchos / muchos muertos / y ningún cuerpo / ningún / cuerpo / NINGÚN
CUERPO / NINGÚN CUERPO / NINGÚN CUERPO / NINGÚN CUERPO / NINGÚN CUERPO / NINGÚN
/ NINGÚ / NING / NIN / NI / N……)
En Instantáneas
de fin de siglo hallamos una obra maestra, me animo a decir, el mejor
poema o el más significativo: Ángeles caídos. Un recorrido
contundente por la poesía, los poetas, el dolor y la ciudad envuelta en
palabras e imágenes…desborda de emoción(no busquemos en el pasado / edenes
ilusorios / menos aún / la seguridad de las jerarquías / el siglo nos presentará
/ las imaginadas ruinas).
En la década del
2000 salen a la luz dos nuevos libros:Partes mínimas-uno/dos- (2006)y
El avión negro (2007). Con el primero se produce un cambio notorio en
el ritmo, respiración cortada mediante la utilización de largas líneas, hileras
de puntos y amplios espacios. Dividido en dos partes, narra sus experiencias de
un viaje de ida y vuelta por las rutas
del sur argentino. Estas piezas breves llevan por título versos de poetas y
alternan descripción y abstracción con una notable fuerza lírica. El poeta
Moore nos sorprende nuevamente en este giro inédito. Se alza la voz porteña.
Acerca de este libro, escribió el poeta Luis
Benítez: “La frecuente combinación de magnitudes máximas y mínimas hace intensas
las imágenes; las graciosas codornices, vívidamente captadas por el ojo poético
de Moore, nada saben del fragor del lejano deshielo, pero de algún modo lo leen
en el brillo de las gotas; la mano que sopesa un canto rodado palpa también un
inmemorial trajín de aguas y de edades; otra piedra tocada, despierta en la
mente la palabra “meteoro” y desencadena una instantánea percepción de espacios
siderales. Cuadros misteriosos, cuya atmósfera se enrarece aún más cuando, en
algún pasaje, la marginalidad de lo humano se margina hasta desvanecerse,
dejando ante el lector un mundo entrevisto un instante antes o un instante
después de la presencia del hombre en la tierra, un mundo de puras presencias
elementales o puras ondas de energía en caprichoso entretejido. La imaginería,
de impresionista y expresionista, pasa entonces a ser abstracta; la mirada del
cosmólogo se ha combinado con la de un físico atómico algo fantaseador y
travieso.”
En el segundo libro
aparece el contador de historias, es increíble la destreza lírica que se
plantean en estas piezas. Historias que para cualquier escritor con oficio le
llevaría entre cinco a siete páginas, el poeta la desarrolla en cuarenta o
cincuenta versos. La extraordinaria madurez poética hace infinita las
posibilidades en el futuro de su obra.
Insisto en esta voz
porteña que toma una fotografía, los cines, un programa de radio, hasta lugares
en pueblitos del interior; y escribe poemas de alto poder emotivo. Una nueva
lírica abre las puertas del siglo. Dijo el filoso Daniel Fara: “Con todo esto,
Moore logra el tipo de unidad propia del mosaico, del collage. La logra dentro
de cada poema y en el conjunto, que es el libro. En cuanto al reconocimiento
explícito de lo literario, esto no determina que El aviónnegro... sea un
poemario para intelectuales, para escritores; al contrario de eso, el
autorreconocimiento aparece como un rasgo de sinceridad, natural a la
enunciación, que potencia, en vez de apagar, la emotividad de las piezas.
Convengamos en algo: todo el que
escribe, sean cuales sean sus temas, su estilo, sus referentes, terminará
dibujando su propia cara. Sin embargo, entre el onanismo de la ensimismada,
monoideativa escritura memorialista, que ahoga cada vez más a nuestra
literatura, y logros como los de Moore en este libro, hay mucha, muchísima
distancia. En concreto, media el espacio de lectura más caro al amante de la
buena poesía; ese territorio en el que lo incidental, como un pantógrafo,
reconoce minuciosamente los rasgos del autor sólo para trazar en un plano
trascendente la forma inenarrable de nuestra emoción lectora.”
En síntesis, los
pilares de la obra poética de Moore: el minucioso y productivo trabajo de las
traducciones de poetas de lengua inglesa,
la extensa y profunda lectura de la literatura rioplatense y su vida curiosa, a
veces como un elegante flâneur y
otras involucrado totalmente en la escena. De sus publicaciones podría decir,
los dos primeros libros tantean el terreno; tercero, cuarto y quinto, el punto
más alto de la vanguardia ochentista; el sexto, el habla porteña, una vuelta de
tuerca a todo lo anterior; el séptimo, el punto más alto de su obra. Siete
libros que tienen en común una voz inconfundible, por más que cada tanto queme
las naves o mezcle y vuelva a dar.
Es un placer leer
esta obra resultado de más de treinta años dedicados a la poesía y la
traducción. Ahora a esperar lo que
vendrá.