Vicente Gerbasi |
Las torres eran de una ciudad caída y doliente,
cansada de amarse en sus mármoles desnudos.
Torres que no tuvieron lago donde mirarse,
por las que el tiempo pasaba llorando golondrinas.
Eran torres antiguas y a sus pies se cantaba.
Siguiendo el lirio que hace frágil luz en el rumbo de la noche,
descubrí en mi la rosa que arde eternamente,
desde viejos jardines que aun me quieren y me donan a la tierra,
bajo el aliento de Dios en las estrellas,
más profundas que las de lumbre regalada a nuestros ojos.
En los aires que al amor vienen transidos de virginales palomas,
siendo ya en mi la rosa que alcanza sus finas llamas,
subí con pasos descalzos a las torres vetustas,
y eran bajo el cielo las torres del silencio.
A sus peldaños últimos subí perdido en los destinos del día
junto a mi paso el viento llorando sus andanzas.
Eran torres antiguas y a sus pies se cantaba.
Antiguas torres en que me sentí dolido de goce inalcanzable,
en que me vi el estigma de una edad que aún no había vivido.
Traspasadas las sienes jardines vi en lo remoto,
y escuché la voz de los que amaban,
y de los que jamás yo supe amar,
y a dolerme empecé de lo que nunca había dolido,
y el llanto de las madres me alcanzó en su rumbo innumerable,
y en el sufrimiento caí de los árboles en su senda de nieve,
y en mi propio sufrimiento de pastor que canta y canta en las colinas,
y moribundos se fueron quedando mis sentidos,
junto al rocío sereno de círculos eternos,
junto a las aguas de Dios,
junto a mí, al que buscaba,
y vi que el mundo era viejo de erguirse en sus escombros.
Vicente Gerbasi (Canoabo, Carabobo, 1913, - Caracas, Venezuela, 1992) Poeta, escritor, político y diplomático. Premio Nacional de Literatura