lunes, 21 de febrero de 2011

Raúl Henao: Alfonso Fajardo y la poesía del delirio.

Raúl Henao



















No se si el poeta Alfonso Fajardo está loco, o tras las rejas en un  frenocomio de su país centroamericano. Y en este  caso si ha puesto en practica lo que nos recomienda André Breton al respecto: Asesinar a sangre fría al primero de los médicos, enfermeros o guardianes que se atraviese en el camino para de ese modo, tener por lo menos el privilegio de ser internado de por vida en una celda privada y exclusiva, apartada de la atmósfera abyecta y policíaca que prevalece por lo general, en dichas instituciones de salud pública.

Pero  a falta de que haya o no emprendido esa acción transgresora,  sabemos que el poeta salvadoreño se ha cuidado previamente de consignar en los poemas reunidos con el título de LOS FUSIBLE FOSFORESCENTES,  sus “palabras gemelas de las sombras”, “la luz animal de su locura” su “interpretación delirante y poética de la realidad”, haciendo caso omiso de los dictámenes que nos imponen la lógica y la razón,  para conducirnos seguidamente al reino de la libertad absoluta que, a no dudarlo, constituye la fuente perenne del arte y la poesía de todos los tiempos.

Ese lenguaje de factura incendiaria y soberbia, lo emparenta con predecesores de la talla de Roque Dalton, Alfonso Quijadurías o Carlos Martínez Rivas, sin perder por otro lado un ápice de su originalidad de poeta urbano y citadino, impronta que caracteriza a muchos de los poetas rebeldes centroamericanos actuales.

Es cierto que el curso muchas veces tortuoso de la misma vida citadina con sus altas y bajas, vientos encontrados o caminos enrevesados, se encarga a menudo de desmentir a los poetas contestatarios, que por lo regular terminan convertidos en académicos adiposos, en burócratas subordinados a los intereses de la clase política de sus  respectivos países de origen… en quienes desde luego, al final, sólo sobrevive la retórica vacía de la marginalidad y el malditísmo poético.

Pero por el momento es suficiente corroborar que Alfonso Fajardo se sitúa en esa línea negra” ya antes señalada por Henri Michaux cuando nos dice que “quien oculta su loco muere sin voz”,  línea de quienes oponen su locura personal, intensamente pasional y amorosa, a la locura colectiva de los adoradores del becerro de oro moderno, centrada en el intercambio comercial “helado y egoísta”.  Es por eso mismo que la poesía de Fajardo nos llama a vivir plenamente, aún en el dolor y la desesperación infernales: “hay una puerta al infierno y sólo yo tengo su llave” –nos dice en su poema Fuente Luminosa.  Y más adelante: “los locos caminan  de regreso al infierno”   (Ensayo sobre la Locura)

Cabe en resumen, señalar  su cercanía evidente  al poeta francés de “Una temporada en el Infierno”,  proximidad que no deja de aflorar en los más radicales e intransigentes poetas del pasado y presente siglo que, como él,  buscan “cambiar la vida, transformar el mundo”… sin importar que dicha empresa prometeica o luciferina termine en un completo fracaso cotidiano:

“No renunciaré
no renunciaré al salto al vacío al lápiz bruñido al fuego de la mente esquizofrénica
a la energía que transforma a la palabra nueva al fusible fosforescente del poema
al animal posible de la imagen”   (El Animal Posible)






FUENTE LUMINOSA


Hay un surtidor de epifanías que solo yo conozco
           y en esa quintaesencia
mis ojos beben la dulzura ardiente de sus minerales

Yo soy el árbol: ya lo dijo el poeta
cuando hacia trabajos que al mismo diablo daría lástima
Yo soy el árbol repito y en mi pecho descansan
dibujos a cuchilladas de corazones que no valen la pena
atravesados por azules vientres donde ya no corre sangre

Y aquí frente a la nocturna fuente luminosa
me digo: sos el mas grande de todos los magos
el mas indestructible de todos los mortales y
- como el cordero rabioso que reclama su porción de carne-
el mas feliz de todos los idiotas

Hay una puerta al infierno y sólo yo tengo su llave
Permítanme rugir la brumosa lengua del desarreglo
          comer los sesos de la palabra
y embarrarme los ojos con la luz animal de la locura

Yo soy el sacerdote
a mis pies se arrodílla
un zoológico de mascaras grotescas
un museo de lagartos osos hormigueros y payasos de cenizas
Soy el sacerdote
vivo del orgasmo y la sangre y el cuerpo que crucifico
no es mas que una flor venenosa
donde cabe la insanidad de mi sed
el demonio azul enclaustrado en mi pecho
y toda el agua gris de vida que su boca y sus poros recibieron
como el enfermero que lava las heridas en medio de la guerra de las calles
Hay una noche y en ella siembro mis aquelarres

Yo soy la fuerza la contradicción la energía
en mi convergen las hijas pervertidas de la esquizofrenia
las hijas de la paranoia las hijas del teatrero
de las imágenes y semejanzas tatuadas de lepra

Yo soy la energía y mi palabra nace del exceso
y del exceso brotan como pirañas los sueños
los engendros del dolor los ojos de la anarquía
los ríos los incendios los fusibles fosforescentes del poema




EL ANIMAL POSIBLE

                                                                         A César Moro

No renuncio a las quimeras humeantes que se desatan en el suburbio de la mente


Hogueras de mares de sangre de milenios entre venas vacías pueblan
el frió acostumbrado a sembrar cipreses en los laberintos donde defecan
setenta y siete presidentes de la república del mal que amanece
bajo la lluvia del napalm en la edad de las placentas como horcas

Anémonas de mar pasean sus perfumes por las macilentas calles del parnaso
sus tronos de niebla son lenguas de azúcar
y sus trajes cartilaginosos guardan gases como adjetivos cuando el infierno
es este reloj nuevo que cuelga del bahareque donde se acumulan los estómagos

No renuncio a los fútiles inventos que patento en esta página
Niños exploradores se sumergen en el bestiario del bosque
         hablan dos idiomas
una el español y otro torre de babel habitada por moscas
         sus crímenes ecológicos
nunca serán perdonados por el polvo de los estantes


Mi mirada de largo infrarrojo adentro del fuego de tu falda
          lúdica niña
mi mirada infrarroja de lagarto en la mirada de necrofilia de tus ojos
          muerta de tiempo
mi mirada de animal de piedra de ángel de venas de sombras de árboles fosforescentes
          mi mirada de ventana astillada
de animal llameante tras el monitor y el multimedia de la música negra que cae
          en la mirada de esta palabra que me mira


 No renunciare
no renunciare al salto al vació al lápiz bruñido al fuego de la mente esquizofrénica
a la energía que transforma a la palabra nueva al fusible fosforescente del poema
al animal posible de la imagen


(Los fusibles fosforescentes)

Raúl Henao ( Cali 1944) Poeta y ensayista.  Ha vivido en Venezuela, México y los EE.UU y representado a Colombia en numerosos Congresos y Festivales Internacionales. Ha publicado: Combate del Carnaval y la Cuaresma ( Medellín, Colombia, 1973); La Parte del León  (Venezuela, 1978);  El Bebedor Nocturno  ( Cúcuta, Colombia, 1978);  El Dado Virgen  (Venezuela, 1980); Sol Negro  (Medellín, Colombia, 1985);  El Partido del Diablo / Poesía y Crítica  (Medellín, Colombia, 1989);  El Virrey de los Espejos ( Medellín, Colombia, 1996); La Vida a la Carta / Life a la Carte  ( Medellín, Colombia,  1998). La Belleza del Diablo (Madrid, España, 1999) Sol Negro (Bogotá, Colombia, 2006.) La Doble estrella: El Surrealismo en Iberoamérica / Notas y Entrevistas Poéticas (Medellín, Colombia, 2008).