Ricardo D. Piña |
Todos
sabemos que Ortega no está
específicamente
viejo
como
para el depósito de las precoces estrellitas futboleras que han sufrido algún
tipo
de “contratiempo”.
Es
verdad que con treinta y cinco años la mayoría de los futbolistas se dedican
a
otra cosa y abandonan la práctica activa del fútbol.
Pero
el burro no se termina.
Pareciera
que nadie ni nada
lo
puede acabar.
Encima.
¿Será verdad que Maradona lo quiere llevar a la selección?
El
destino nos burla. Juega con nosotros y las paradojas.
Mirá!
el burro fue suplente de Diego, cuando Maradona quedó afuera de la selección
en
el mundial de EEUU por el caso de la efedrina...
(Te
acordás que Ortega, en ese mundial, lo cabeceó a Van Der Saar, el gigantón
arquero
holandés que se le paró al lado cuando Ortega simulaba una falta en el área
holandesa? Se paró y de tan chiquito le pegó con la cabeza en la trompa. Y lo
rajaron.
Te
acordás? Fue medio cómico!)
En
la tercera fecha del torneo local,
el
burro le hizo un gol a Chacarita,
leyendo
los movimientos
de
las cosas y los seres y ejecutando en
consecuencia la belleza de una acción.
Lo
asistió al gol a Rivarola, debutaba en primera con solo diecisiete años,
que
entró en el segundo tiempo.
Era
el tercero. Era el empate.
Luego
de ir perdiendo y de soportar cánticos de la hinchada de River en recuerdo
a
las madres de los jugadores; River ganó 4 a 3 con el broche de oro del burro.
Todo
el partido hubo un clima especialmente sórdido apestoso infernal
para
una tarde de verano en Nuñez a 1300 metros del Río de la Plata,
en
finales de agosto, con 32 grados.
El
“burro” estuvo en el programa de fútbol de Alejandro Fantino, en américa
televisora.
Le
preguntaron por “pipo” Gorosito, que si estaba en riesgo su permanencia como
técnico si River no ganaba...
Y
él no decía nada.
Sonreía
y contestaba cositas para salir del paso. Dejaba entrever que el respeto por
los códigos en el fútbol es algo sagrado.
Fantino
es un tipo piola que conoce esos códigos del fútbol
pero
tenía que preguntar porque era su trabajo
y
porque vive de eso en un multimedios.
Yo
no lo disculpo porque
así
empieza la obediencia debida...
...Todos
se lavan las manos “me lo piden de arriba” -punto-...
Nadie
manda en cana a nadie, nunca. Y él tiene
que saberlo.
No
se puede dar una opinión basada en si un compañero dijo algo, o no lo dijo.
Y
menos interpretar el porqué de alguna acción moral de algún compañero.
Eso
queda para los psicólogos.
Y
las viejas de la feria.
Y
todos sabemos quién es quién
El
“pelado” Almeyda estuvo
en
canal trece.
Ya
tiene 35 años. Había abandonado el
fútbol.
Macaya
Márquez le preguntaba por su vuelta al banco de suplentes
y
su entrada en el segundo tiempo.
El
“pelado” apenas jugo unos minutos, entró en el segundo tiempo.
Y
él respondía sobre los compañeros nuevos.
Que
son muy jovencitos.
Que
hay que formarse como un equipo “corto”.
Nunca
dijo que no la vieron ni en figuritas.
Nunca
dijo que les falta para jugar en la primera de River. Que son de madera...
Solamente
respondió que la defensa debería estar un poco más atenta
y
“achicar” la cancha hacia adelante.
Que,
como River jugaba sin delanteros, el esfuerzo era de los volantes, o sea, del
“muñeco” y el “burro”. Que tenían que bajar a buscarla y trasladarla mucho
hasta el arco rival.
Terminaron
ahogados.
El
muñeco tuvo que salir.
Almeyda
decía que había sido muy mágico volver sentir el estadio de River
desde
el pasto de la tarde.
Ortega,
Almeyda
y
el “muñeco” Gallardo jugaron juntos en el equipo ganador
de
todo
de
Ramón Diaz en los 90´s. Un equipo triunfador con los uruguayos Francescoli,
y
Cedrés (que después fue a Boca, el traidor). Y Crespito que era un niño.
(Y
que después se fue al Parma, a la Sampdoria y de ahí al Inter.) Y Pablito
Aimar, otro niño (que luego lo compró el Valencia de España).
Ahora
decidieron volver.
El
“muñeco” Gallardo volvió medio roto.
En
Francia le dieron ´pa que tenga y ´pa que guarde.
Dos
por tres tiene que descanzar de alguna molestia.
Pero
las pausas, los cambios de ritmo y cambios de dirección.
Las
“pisadas” de pelota del muñeco son únicas en el mundo.
Francia
fue testigo de eso durante varias temporadas.
Segundo
tiempo. River empataba 3 a
3. Y en un pase de treinta metros, desde
la
mitad de cancha, cruzando el lado izquierdo del mediocampo, al ataque del lado
derecho.
La
pelota volaba como un dirigible y apuntaba a caer detrás de la línea de la
defensa.
(Una
de las mejores armas ofensivas en un contrataque, es tirarle la pelota atrás de
los defensores, a las espaldas.
Porqué,
te preguntás?
Porque
a los tipos los agarrás volviendo y entre que se dan vuelta y pueden controlar
la situación, los pasas como poste caído.)
El
arquero empezó a salir de debajo de los tres palos cuando la pelota venía por
el aire porque se dio cuenta que los defensores se habían dormido.
El
burro los tenía hipnotizados y les cantaba
“...arrorró
mi niño, arrorró mi sol, duérmase pedazo de mi corazón...”
Después
el arquero se dio cuenta que no llegaba hasta la pelota y sobre la marcha,
decidió
volverse (todo esto lo hizo corriendo desesperadamente).
Pero
la fatalidad fue que, como al burro la bocha le había caído adelante,
frotó
la lámpara maravillosa de Aladino,
salió
el genio escondido,
y
primero, la miró picar delante suyo.
Segundo:
vio por dónde andaba el arquero.
Y
lo ejecutó, rápidamente, para que no sufra.
Lo
anestesió
de
esta forma:
La
pelota caminó por el cielo
como
por un tubo invisible
que
la llevaba,
en
una parábola,
que
iba desde su pie derecho
hasta
caer,
precisamente,
exactamente,
milimétricamente,
como
una papa caliente
de
dos kilos y medio,
adentro
del arco del Club Atlético Chacarita Wonderland Beatiful People.
En
esta secuencia,
el
arquero volvía al arco corriendo
y
la miraba volar colgada de los astros
era
una estrellita fugaz
en
pleno día. Corría.
La
miraba subir en el cielo azul infinito
y
mientras calculaba...
El
muchacho con el número uno en la espalda
se
repetía en su cabeza y dudaba:
Bueno,
me tiro.
¿Pero
para dónde me tiro?
Y
no... Mejor no me tiro.
Pero
sí... Mejor me tiro.
No,
no me tiro.
Me
tiro. Pero adónde me tiro, carajo!
Mejor
no. No me tiro.
Sí.
Sí. Sí, me tiro.
Y
siguió corriendo.
El
segundero transcurría en fugacidad total,
pero
él iba calculando la parábola,
mientras
regresaba a su arco.
Y
la pelota marcó
el
punto más alto de la curva
(el
punto de Cournot en un gráfico de utilidad )
empezó
a caer.
Ya
se había hecho fatalmente tarde.
El
arquero se tiró...
Pero
la bola cayó tan rápido
y
tan pesada, que el tipo,
aunque
voló hacia adelante
y
tiró el manotazo
para
sacarla
por
un costado,
terminó
clavado
adentro
del arco
como
un murciélago
enredado
en la red.
El
sufrimiento y la impotencia le han dado al mundo el poema universal de la
resistencia
al
abandono del último ídolo riverplatense.
Fue
editado una mañana bien fría
del
jueves 4 de septiembre de 2008
en
Estudio La Serpiente De Gas.
Y
esta segunda edición fue hecha el martes 25 de noviembre de 2008 e impreso
posteriormente en “No Hay Cuchillos Sin Rosas” al cuidado de María Gómez para
Eloísa Cartonera.
Dejo
constancia que hace veinticinco días
Basile se fue de
la selección.
¡Grondona prefirió a Maradona en ese
lugar!
“...esto
es dialéctica pura...” cantaba
el
polaco Goyeneche, desde la radio...
...es
el fin?
Ricardo Piña (Buenos Aires,
1962). Poeta y gestor cultural. Ha publicado: Sentimiento Bielsa (2004) Ortega
No Se Va (2009) y La Bicicleta (2010). Ha sido incluido en diversas antologías
y colabora en el proyecto editorial Eloísa
Cartonera.