“Mariposa"(7 x 12 metros)
Plaza de San Victorino, Bogotá, Colombia.
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Negret
ya cantó su canto.
Su
voz es poderosa y su canción poesía.
No
ha habido canto como éste que acrisole hondura y alegría en una misma voz.
En
la fuente de su canto no abrevará la muerte.
Es
este mismo brujo quien ha celebrado el sol para nosotros, y nos ha donado su
luz que ilumina esta alba que no amanece, nuestro ya largo eclipse.
«
¿Qué arco iris es este negro arco iris que se levanta? »[i]
Ya
creó sus trajes metálicos y el viento se dejó vestir, contento.
Ya
soñó para nosotros, y nos dejó metales preciosos que no estaban antes en el
mundo.
Ya
nos regaló su magistral lección de independencia, elegancia y generosidad.
Hace
unos años concluyó su obra, su obra que «necesitaría cien años más para decir
lo que necesita decir».
«Unos decían que era un loco. Otros decían que
era un genio. Y yo era un escultor».[ii]
El
silencio de sus manos me aturde.
Desde los años cincuenta
del siglo pasado se activó un movimiento plástico que aceleró de manera notable
el proceso del arte contemporáneo entre nosotros. Alejandro Obregón inició la
pintura moderna en Colombia acogiendo como su temática esencial la geografía,
la flora y la fauna de este país, mientras que Édgar Negret, entonces residente
en New York, con sus “Magic Machines” (que debieron haberse traducido como
“Máquinas Mágicas”) y sus “Kachinas”, cantando la estética y la magia de la
máquina, fundaba la escultura contemporánea en Colombia y en América Latina,
aspecto que no ha sido todavía estudiado, valorado y difundido en justa medida.
Su no participación en los Salones Nacionales y exposiciones realizados en
Bogotá durante sus años de New York, provocó que los comentaristas de la época
no reseñasen la evolución de su obra durante esos años fundacionales, y no la
ubicaran adecuadamente dentro del proceso del arte colombiano. Los
historiadores recientes que homologan la Historia del Arte desempolvando periódicos,
al no encontrarla allí reseñada, tampoco le dan el sitio que le corresponde por
su anterioridad, su poética, su pertenencia, su significación y su influencia.
Su período de New York
tan importante para la evolución de su arte, cuando adoptó el aluminio como
soporte fundamental para sus obras, separándose de los materiales tradicionales
usados hasta entonces en la escultura como la madera, la piedra, el bronce, el
hierro, que usaban las técnicas de la talla, el modelado, el vaciado, la
fundición, la fragua, la soldadura, mientras él creaba su obra cortando,
doblando, curvando y amarrando con tuercas y tornillos, en un juego creativo
bello y maravilloso. Imágenes de alta complejidad formal y constructiva donde
la imaginación era loca, sostenidas con tuercas y tornillos con una exactitud
de ingeniero y el detalle de un orfebre. Su período de New York tan importante
para el arte latinoamericano, cuando junto con sus más cercanos amigos -Barnet
Newmann, Louise Nevelson, Ellworth Kelly, Jack Youngermann-, realizaban su obra
por fuera de los parámetros que el avasallante movimiento del Expresionismo
Abstracto de Pollock y de Kooning imponía en ese momento, y que acaparaba toda
la atención y despliegue de la prensa, de los dealers, críticos, funcionarios culturales
y galerías. A pesar de ello Negret nunca se sintió tentado por adoptar para su
obra los ismos de moda, y más bien se colocó del lado de una resistencia
artística emparedada entre el Expresionismo Abstracto y el Pop Art en un
momento, y entre el Expresionismo Abstracto y el Minimalismo un poco después.
Resistencia artística que siguió practicando durante todo su ejercicio
escultórico, y que es distintivo indiscutible del mejor arte colombiano y del
mejor arte de América Latina. Sin embargo, a pesar de esa “marginalidad”, en
las distintas exposiciones que hizo en New York siempre recibió críticas
favorables hacia su obra. Críticas que tampoco han sido tenidas en cuentas por
nuestros viejos y nuevos historiadores.
El gran fracaso de la
crítica y la curaduría colombianas se evidencia en su incapacidad para ubicar
en el contexto del arte latinoamericano a artistas colombianos fundamentales y
significativos como Andrés de Santamaría (30 años anterior a Reverón), Édgar
Negret (cuya llegada a New York es contemporánea de la llegada de Jesús Soto a
París), o José Antonio Suárez.[iii]
Críticos y curadores colombianos que nunca han sentido la necesidad de una
reflexión profunda y sonriente que los lleve a la duda sobre unas normas
estéticas y un lenguaje mimético que les han sido impuestos. Nunca han
afrontado la urgencia de implementar un lenguaje que nombre otras realidades
-ocultas o negadas-, porque ese lenguaje nominativo sería obligatoriamente
poético, y ellos desprecian la poesía a
la que consideran un adorno innecesario.[iv]
Es la arrogancia de los nuevos fundamentalistas de la academia de la vanguardia
que para imponer su totalitarismo estético primero decretan la muerte de las
vanguardias (ocultando su propia madriguera estética), de manera análoga como
los neoliberales proclaman la muerte de las ideologías, para imponer
globalmente su ideología retrógrada, neoliberal, de capitalismo salvaje.
El lenguaje de críticos
y curadores post (que llegaron tarde al arte), entretenidos en demostrar que el
ingenio de las variables es más importante que la aventura abisal de la
creación, ofende. Su empeño en poner el divertimento al uso por encima del arte
como epifanía que hace ver el encuentro ético entre autenticidad y belleza,
insulta la inteligencia y la sensibilidad. No se han enterado de que ahora que
la ética ha sido expulsada del Derecho y de la Economía, ha encontrado un hogar
más cierto en la poesía y las artes. Críticos y curadores ocupados en probar
que ponerle la C de Cocacola a la palabra Colombia es un acontecimiento
fundamental del arte, más necesario y significativo que la obra de artistas
como Édgar Negret, Carlos Rojas, Beatriz González, Óscar Muñoz, Doris Salcedo o
José Antonio Suárez.
Pero ya los artistas han
hablado. En cuántas y esclarecedoras conversaciones con Carlos Rojas me repetía
la importancia de Negret en Latinoamérica y el
ejemplo e inspiración que siempre fueron para él su obra y su actitud.
Ramírez-Villamizar decía en una entrevista al periódico El Tiempo (13 de
octubre de 2002): «Cuando conocí a Negret, estaba enriquecido por esos dos años
de experiencia con Oteiza, y todos esos conocimientos me los transmitió a mí, a
su vez enriquecidos y elaborados por él. Ese encuentro fue importantísimo para
mí y siempre lo consideré una de las cosas más maravillosas que me han pasado
en la vida. Es el artista más original y más importante que ha existido en toda
la historia del arte colombiano.» Jesús Soto y Sérgio de Camargo siempre
reconocieron en Negret al gran plástico de Latinoamérica. El escultor vasco
Jorge de Oteiza, uno de los más imaginativos teóricos del arte, ha dicho que
«Negret es el más importante de los escultores en Latinoamérica y uno de los
más grandes de la escultura contemporánea». Y críticos de afuera también han
hablado: Juan Acha dice, «Sin lugar a dudas, Negret ha gestado una de las obras
más importantes del arte Latinoamericano y de las más actuales y bellas de la
escultura mundial»; Damián Bayón, «Edgar Negret es uno de los principales
escultores de este tiempo. Que se trate de uno de los nuestros, no puede dejar
de llenarnos de legítimo orgullo»; y Marta Traba, «es, no solamente el mejor
escultor de Colombia, sino el mejor de América Latina y una de las grandes
figuras de la escultura mundial». Y es que al revisar su obra y encontrar que
entre sus navegantes, puentes, edificios, metamorfosis, vigilantes, escaleras,
cascadas, Andes, quipus, máscaras, lunas y otras, hay más de treinta obras
maestras, nos indica que, sin duda, estamos ante un artista genial. Le tememos
a la palabra genial: el genio crea, el ingenio inventa. Negret no relata, no
comenta, no describe, no grita, no exclama. Su obra no es derivativa, formal ni
temáticamente. Negret nombra, es un creador, su escultura es inaugural: «poesía
es un alma inaugurando una forma».[v]
Suprime antecedentes y comparaciones y, a la vez, es un puente con la cultura
occidental: «Cada arte al profundizarse se cierra en sí y se separa. Pero este
arte se compara con las demás artes y la identidad de sus tendencias profundas
la devuelve a la unidad».[vi]
El mismo Chillida, después de hablar sobre sus Peines del Viento, sus Homenajes
a la Tolerancia y su retiro obligado de la portería titular de la Real Sociedad
por una lesión en la rodilla, me afirmaba, «el más importante e imaginativo
escultor latinoamericano es Negret».
Así como reconocemos en
Matta, Lam, Tamayo, Reverón y Torres-García los pilares de la pintura moderna
en Latinoamérica, hay que señalar a Negret, Goeritz, Clark, Soto y Fonseca,
como las piedras angulares de la escultura entre nosotros. Sin duda, Negret es
para América Latina lo que Anthony Caro y Eduardo Chillida son para Europa. Y
es precisamente un estudio comparado de la evolución de la escultura de Negret
con sus contemporáneos europeos el que nos revela de manera nítida su
vitalidad, significación y pertenencia:
-Primera
escultura abstracta: Negret 1950, Chillida 1951, Caro 1960.
-Primera
escultura en metal: Negret 1949, Chillida 1951, Caro 1960.
-Primera
escultura policromada: Negret 1956, Caro 1960.
-Primera
escultura sin pedestal, puesta directamente en el piso: Negret 1963, Caro 1960.
-Primera
exposición individual: Negret 1943, Chillida 1954, Caro 1956.
-Premio de escultura en
la Bienal de Venecia: Negret 1968, Chillida 1958.
Sólo que allá los
escritores, los filósofos, las universidades, los directores de bienales,
museos y encuentros de arte, la empresa privada y hasta los grises funcionarios
públicos han estado atentos a reconocer, estudiar, cuidar, divulgar y adquirir
sus obras, mientras acá nuestros burócratas culturales y curadores están
conmocionados con el portentoso concepto que hay detrás de la C de Cocacola y,
en un indisimulable tráfico de influencias, gastan una enorme e injustificable
cantidad de dinero en obras y eventos carentes de sentido y significación que
son un ignorante agravio para la misma gente del arte en un país pobre como el
nuestro. «La verdad no se opone al error, sino a las falsas apariencias», nos
dice Foucault. ¿No es una obligación de quienes detentan el poder económico,
político y cultural haber adquirido desde hace mucho tiempo una serie
suficiente y coherente de esculturas de Negret para que la gente del común
pueda conocerlas, sentirlas, estudiarlas
y, de paso, haberle dado así el reconocimiento y la compañía que tanta falta le
han hecho? ¿No es una obligación insoslayable de quienes detentan el poder
económico, político y cultural no permitir que su enseñanza ejemplar se diluya?
Pero su lección no ha
sido sólo poética. Ha sido, sobre todo, humana, ética. La ética no es un
tratado, no es una técnica. La ética se hace evidente en la acción, en el
obrar, en el hacer. «Ya no es sólo búsqueda estética, sino, también, encuentro
ético. [...] Sólo el gran arte es ético. Surge desde su origen como una
necesidad expresiva. Y su fuente -la fuente de la que se nutre- no es lo
exterior sino lo entrañable. No lo extranjero sino lo íntimo. Surge del ser y
se afirma creando su propio terreno y fundando su propia verdad».[vii]
Sus raíces, profundas y vivas, no proyectan sombras. Y como un ser verdaderamente
ético, el hombre y el escultor caminan abrazados por el mismo sendero. Por ello
el refinamiento, la alegría, la ausencia de nostalgia, son las mismas en obra y
hombre. La belleza de la obra es la misma del alma del hombre. Y la belleza no
es albergue para los cobardes ni para los mediocres. Entonces, sin reato
alguno, amamos la belleza porque «la reconocemos como lo que verdaderamente es,
no la diosa anémica de las academias sino la amiga, la amante, la compañera de
nuestros días».[viii]
[i] Atahualpa
[ii] Negret
[iii] Doris Salcedo sí tiene su
lugar, pero no debe nada a nadie: es conocida internacionalmente por su propia
capacidad de proyección.
[iv] Un famoso director de teatro
colombiano aconsejaba no leer poesía debido a su profundidad y complejidad:
“medio poema es suficiente”, afirmaba sin vergüenza.
[v] Jouve
[vi] Kandinsky
[vii] A. Montaña sobre Negret
[viii] Camus
Samuel Vásquez (Medellín,
Colombia, 1949). Poeta, dramaturgo, músico, pintor, crítico de arte y profesor
de diseño, pintura, estética e historia comparada del arte contemporáneo en
varias universidades. Fue curador de las bienales de arte de Medellín. Es
fundador y director del Taller de Artes de Medellín, que congrega teatro,
música y artes plásticas. Como director del grupo de Teatro del taller, ha
puesto en escena quince obras, entre ellas, de Kafka, Beckett, Genet, Arrabal y
de su propia autoría, como Técnica Mixta y El Bar de la Calle Luna. En 1992 le
fue otorgado el Premio Nacional de Dramaturgia. Es autor de los libros: El sol
negro (Teatro); Raquel, historia de un grito silencioso (Teatro); El abrazo de
la mirada (Ensayo); Las palabras son puentes que nos separan (Poesía).