Néstor Tellechea |
Locura.
Manotazo de ahogado. Argentinismo. Júbilo fácil. Salto abismal hacia la
adultez. Terror. Búsqueda de preguntas. ¿Fuma? ¿Se pega taco contra taco? ¿Se
acuerda de cuando lo llamaron? ¿Se siente ya como un blanco permanente, aunque
tenga hambre? ¿Le presta atención a los ruiditos del arma mientras la mueve
pensando? ¿Gotas de miedo interno? ¿Se toca el casco? ¿Puede dormir o
adormecerse para salir un poco de su realidad? Y si lo hace ¿para qué? ¿Está parado,
o parapetado en sí mismo? ¿Y el espacio y el metal y los pasos? ¿Los puede
pensar? ¿Y cuando haya que actuar? ¿Tratará de convencerse de que tiene que ir
fluyendo contra el mundo a pesar de todo, para con todo lo que por ahora es
angustia y temblor y frío mientras está llegando la noche para colmo? ¿Perder
la conciencia como resistencia a lo incierto? ¿Tendrá la pretensión de ser su
propia calma? ¿Apacigua algo vivir la verdadera intensidad del cielo mientras
tanto? La oscuridad ¿hace sentirse más íntimo con la respiración? ¿Mirarse las
manos dice o provoca muchas cosas? ¿El ruido áspero de la marea, ahoga la
incertidumbre? ¿Alguno puede ver en el romperse del oleaje, alguna que otra
muerte falsa de sí mismo? ¿Y la vida sola? ¿Y la soledad indiscutible de lo que
se recrea solo? ¿Y los armados de situaciones que envuelven y desenvuelven la
espera? ¿Los pastos arqueados dejan entender la propia fragilidad o la
elasticidad como búsqueda de supervivencia? ¿Una guerra suspende más al pasado
que a la conciencia entera de estar en la vida? Lluvia. Temblores. Órdenes.
Entregar la tensión del cuerpo al pozo de refugio, espiando la contundencia del
silencio en la distancia. El sol. Un pájaro que parece que humedeciera el
resplandor del aire con su raya de viaje. Los ojos están sensibles hasta para
mirarse una muñeca o un bolsillo. Hasta para sentir al viento como un ataque
del olvido que se hace trizas con el infinito renacimiento de la familia en la
cabeza. Nada. Nadie. ¿Quién soy? ¿Cuándo van a llegar? Setenta y cuatro días
mojados por las dudas y el horror. Sos una vergüenza de la historia. No te
puedo ayudar. Patria. Parta pronto. Vaya a defender nuestra estrategia para
defendernos y perpetuarnos. Salida y paso de las luces veloces de las balas.
Barro. Tierra. Sangre. Gritos. Ropa insuficiente y revuelta. Carajo. Pendejo.
Estacas. Desde cuándo lo de ustedes va a ser de ustedes. Dios nos ha hecho la
elocuencia más contundente de todas las aguas. Tenemos una sola palabra. Somos
los dueños de cualquier circunstancia que nos interese. Hablando y matando
todas las razones enemigas por más lejanas que estén de todas nuestras imposiciones.
Bocinas triunfantes. Puños valerosos. Qué hacés que no vas. Te están llamando
las banderitas. Donaciones. Crucecitas blancas. Nombres. Vidas que recién
empezaban, puestas debajo de la indiferencia. Sos un gusto angustiante en la
memoria. Una fecha desesperante que no quiero perder. Un dolor. Una emoción.
Una necesidad en la conciencia.
Néstor
Tellechea (Quilmes, Buenos Aires, 1962) Poeta. Ha
publicado:
“Poemas”, (1995, libro artesanal); “El Emperador
de la Oscuridad
”(1997,plaqueta); “La
Brisa” (1998, plaqueta);“Las incorporaciones del ya"(
2001,plaqueta); “La luz y la rima”( 2001, plaqueta); “Hospital versus hospital”, (2001,plaqueta); “Olga” ( 2004, plaqueta); “Montale, esquina
Ungaretti”(2005, edición postal); “Cerca. Lejos”
(2005, plaqueta (diseño e impresión: Hilda Paz); “Pasaje Molinari”(2006 edición postal); "Balance"(
2009, edición postal) y"Cuatro Momentos", 2012.