Kathy Durán |
I
¿Cómo desatarme de tu boca,
de ese húmedo placer que teje mis brillantes cabellos
enredados en la tibieza de tu piel?
Indescifrable son tus brazos rodeándome
sublimes, perfectos,
en las noches inmensas y agitadas
como mareas.
¿Cómo sucumbir al olvido de tu olor
si en la penumbra imagino cada gestos de
placer,
tu fuerte respiración,
tu esplendor vehemente que me asecha,
tan adherida a mis ganas
que a en ti hallo mis fuerzas?
Extasiarme en la profundidad de tus ojos,
en ellos me ilumino,
me envuelven tan tibiamente, poderosamente,
me encuentro entre el rápido ritmo de tus
latidos
en la luz que nos atropella sin notarlo.
Te presiento y soy toda deseo
y en estos recuerdos hechos de aroma
soy el susurro más seductor que mi cuello
sueña,
el sabor más ardiente,
el más profundo.
Debo permitirme ser tomada de
ese modo,
toda entera, labios y sueño
balacearme en tu rígido ímpetu,
sentirme moldeada al antojo de
tu deseo,
excitándome, volverme forma en
tus dedos,
morderte, saciarme en los
oscuros rincones
y que me respires, me sonrojes,
que colmes esta maravilla.
No negaré nunca este
irrebatible sueño,
ni esta noche de la que estoy
hecha,
si cuando soy, eres, somos…
me liberas.
II
Mira hacia el mar,
es tuyo,
escucha al ruiseñor del atardecer entre las olas,
pero recuerda que soy yo
la que siendo hondo rumor, brisa fresca, acaricio tu piel
encendida,
soy quien te sueña despierta en la roca,
espero que llegues,
que me acerques a tu oído
y selle con este verso mío en tus labios
el calor de mis besos.
III
Cuéntame,
¿qué tan arduo será
construir
esa piel de tus palabras
en
mis ojos ávidos de nuevos amaneceres
para
mis geografías?
IV
En las noches los ojos sueñan
lo que la razón
impide,
que la realidad
no admite,
que el alma no
entiende,
y que las
palabras no alcanzan a nombrar.
Ahora, sólo
ahora,
comencé a soñar
de día,
a ser alba,
a ser vigilia,
pero en algún
momento lograré encontrarme
con otra noche,
la noche en la
que fui por primera vez,
y tendré valor para desafiarme,
para alejarme de
todas las cosas
sin mirar atrás.
V
Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.
Octavio Paz
No hay respuestas,
ninguna fantasía
podría compararse con nuestro momento.
Yo dejo de ser de
tiempo y de destiempo,
soy ahora,
soy ahora,
también soy aquí.
No me desates,
No me desates,
quedo encendida para
siempre en tu abrazo,
sólo en tu baluarte
yo encuentro el fuego genuino.
Despojados estamos
de toda inhibición
porque el amor nos redimió.
Siente el pálpito de mi sangre –cual caudaloso río
porque el amor nos redimió.
Siente el pálpito de mi sangre –cual caudaloso río
enrojecido y
rugiente,
como delta
apasionada,
ansiosa de ti.
Mi piel tibia tiembla,
vibra vehemente,
tus besos se
esparcen como semillas por mi piel ondulante
en las perfectas
noches de pasión desbordada.
Quédate en mi ardor
perpetuo...
No dejes de amarme
Y te ofrezco la exaltación
de mis poros,
extendida, sin
medida,
ni fronteras, sin
interrogantes,
sólo con el alma
encendida,
porque mis suaves palabras
serán sólo
para tus oídos
ávidos de luz.
VI
Soñé contigo como si fueras un ser inmortal en mis
caderas.
Me aferraste, unías tus labios de luna a mis
geografías,
anclaste incesantemente en mi piel.
Comenzaste a besar cada cosa que era mía,
cada gesto como sombra
fijaste tu mirada en mí y sin decir nada,
tus ojos hablaban de amor.
Luego tus manos jugaban con mis pechos,
tu boca en mis pezones,
tu mano arrebató mi ropa,
arrancó mis bragas mágicamente,
y ya estabas desnudo,
todo erguido,
era placentero escuchar cómo mi respiración
encendía tu deseo.
Era noche cerrada,
pero había arena alrededor de nosotros,
el mar sublime iba,
venía al compás de nuestros movimientos.
Una ola sigilosa se unió
a nuestros cuerpos desnudos
y te pregunté: -¿Es cálido?
–Sí, muy cálido-
respondiste.
Tus manos vigorosamente apretaban mis muslos trémulos,
abriste tu boca para que entrara el susurro de la
noche
y todo lo que eres lo dejaste
en mi cálido y húmeda forma que las olas golpeaban.
Vi una estrella caer en el mar
y tú apacible encontraste mis brillantes ojos,
extenuado,
rodeándome con tus brazos,
en un dulce y seductor momento
nos hicimos uno.
Nuestros cuerpos marcaron la arena
y sobre ella quedó el rastro del cielo,
en ese mismo cielo carmesí donde una estrella fulguró,
y todo terminó en ese destello,
despertando con el sol en mi rostro,
húmeda entre mis sábanas que te conocieron
de la misma forma como mi sueño te tuvo
como un ser inmortal.
VII
Mírame sin los días
que me quedan,
sin estas arrugas
que me faltan,
sin el credo que mis
sueños te dictan,
sin esas pesadas
noches que ya son olvido,
sin tiempo cuando
vagaba por los bosques lluviosos
buscando un refugio
para el alma solitaria.
Aunque sea,
mírame con tu risa
antigua,
con el niño cautivo
que llevas en tus ojos.
Mírame a pedacitos,
si lo prefieres…
Mírame que mi amor
fluye
cual dulce como
erección.
Mírame aunque fuese
con tus letras escribiendo mi nombre.
No es el desierto el
que buscas,
no es la noche
ausente de astros por donde quisieras volar,
no es en el
acostumbrado día en el que ansías caminar,
ni albergar el frío
que acumulan tus manos
ahora que en la
soledad te detienes.
Mírame sin reparo,
sin ni siquiera
saber si duermo desnuda.
Soy la misma que te
mira y te desea,
La que se siente
llamarada y aroma.
VIII
Te veo detrás de cada sueño
Llamándome como en el rostro de los demás.
Y yo desde el otro lado,
aún más triste
aún sin máscara,
Y yo desde el otro lado,
aún más triste
aún sin máscara,
aún sin ti.
IX
Piel cómplice o mezcla de sangres
cuando roza el centro de suave
paloma.
Manos que también dicen adiós.
María Mercedes Carranza
Que agonía tejerme
entre tus brazos,
beber tu aroma en la
proximidad de tu piel, estanque perfumado,
sentir tus dedos en
la sutil seda que desnuda mi cuerpo,
porque el amor
suscitando por tus labios al amanecer se marchita,
porque es tu
ausencia la casa que construiste como mi guarida.
Dejar que incendies
mi paraíso con tu espada
de fuego es mi pena,
porque es otro
paraíso al que amas,
otro árbol perfumado
tiene tu verdadero fuego
sin que el tiempo se
precipite a robarle tus besos,
porque no hay medida
ni distancias en aquella que es tu casa.
Amarte con mis
lágrimas,
porque aunque sienta
que el mundo se reduce
a dos cuerpos que se
aman,
aunque mis tersos muslos
se abran a la levedad
del deseo con tu
sola mirada,
aunque tu
respiración entrecortada diga
mi nombre con tantas
ansias,
aunque te ame sin
deber entregando mi desnudez ardiente,
vistiéndote de
besos,
sé tú cual viajero,
cual pájaro emigrarás a tu nido
y sólo te tendré
en las cavernas de mi solitaria imaginación.
Y mayor es mi
tristeza,
porque seguiré
deseándote perdida en el placer que seduce mis labios,
quemándome en el
calor de tu mirada sobre mi cuerpo,
con el alma desnuda
en tu suspiro,
esperando que
aquellas palabras
que no fueron
posibles construir en mis oídos,
algún día dejen de
ser mi eterna condena.
X
Hoy cerraré mis ojos,
esconderé mis miedos,
exorcizaré las batallas que
mi mente propicia,
para mañana abrir mis labios
y nombrar lo que provoca mi
sentido al tacto,
dejar salir el calor de mi
piel, sofocarme,
seguir sintiendo,
sin permitirme,
sin conceder.
LAS GEOGRAFÍAS DE UNA PIEL, POESIA DE KATHY DURÁN.
La poesía llega como un relámpago y
llamea en las orillas del papel, sucumbe a cada gesto del lenguaje y se
detiene, ingrávida, en un recodo del paisaje dibujado en la mano de Kathy
Durán, la mano con la que escribe o con la que tira las barajas. Anochece. Una
luz verbal camina como un duende, se yergue, bebe junto a la fuente. Es el
poema recorriendo los cadenciosos mapas del caribe, buscando entre sílabas a la
ebria musa de los trópicos. Hace años,
desde que aún era niña, Kathy Durán está hecha de adjetivos intensos y de
colores profundos que sofocan el paisaje, que sofocan las mareas.
En la poesía de Kathy Durán hay una exacerbada e intensa relación con los instintos, con la
fábula del cuerpo, con la frágil soledad de las palabras y sus emociones. Cada
vez que Kathy Durán toca un verbo irregular, la página respira agitada, lucha
con sus emociones. Entrar en sus marcadas
geografías es perderse en arduos continentes de amor y belleza, en el caótico
esplendor de una ansiedad inaudita. Veo crecer sus íntimas relaciones con el
lenguaje, su comercio intimo con las sombras, veo un mar hechizado atravesando
sus sílabas, en mar en llamas que nombran sus labios al llegar la noche, el mar
que va y viene a sus espaldas, mientras en el sueño dos cuerpos trazan bajo los
astros la topografía de un deseo, la geografías de una piel.
Fernando Denis