Elvio Romero |
Una
hora de recogimiento
por
los caídos aquí, los olvidados;
no
la fanfarria inútil, los caballos ruidosos
del
desfile, el oropel vacío y los salones alucinados
de
una fiesta, no; no las palabras vanas
del
discurso vacío en una plaza; no, ni siquiera
la
ceremonia oscura de las catedrales.
¡Una
hora de recogimiento
por
estos pobres, por Dios!
por
su luto y su manto desdichado,
por
su comunión con el hambre, contando su rosario
de
amargas inclemencias, arrodillados ante su memoria,
conformados
con su vasija rota, con su pozo sin aguas,
solos
ante su tos y ante su muerte.
Una
hora de recogimiento
por
esta tierra, mi amor,
atravesada
por los padecimientos,
por
la desgracia de su invencible orgullo,
por
esta tierra cansada de recibir el odio
como
un golpe en el pecho, como un puño en la cara,
marcada
por el hierro como los animales.
Una
hora sola de recogimiento…