Jorge Castro Vega |
EL
PAYASO MÁS TRISTE DEL MUNDO
Aclaración, por si hubiere
sensibles en esta carpa.
Les recordamos
que el número del cachetazo dura varias vidas
y el imbécil éste
siempre se olvida de agacharse.
EL
SILENCIO COMO KARMA
“Cuando no sepas qué hacer vente conmigo
pero
luego no digas que no sabes lo que haces”
Ángel
González
Hay poemas y poemas.
Cuando está escrito con las crines
de la espina dorsal
el poema te mira fijo
suda sangre
escupe
mariposas
y cuando cierras el libro
porque no le pudiste aguantar la mirada
se queda allí
con su caligrafía enana y temblante
esperando que vuelvas para el segundo round
mientras danza la poesía
tan excitada con la vida de la muerte
como el más sutil de los suicidios.
Hay poemas y poemas, ya lo dijiste.
Ahora te espera, dando saltitos en su rincón
tirando golpes
de los que se apropiará
tu rostro magullado.
te lee.
Todo esto
siempre y cuando no hubieras tirado la toalla.
Es un púgil muy ladino la poesía.
NERVADURA DE HOJA SECA
La juventud es una porrista de las más
sensuales.
Y también la más perversa.
Te presta atención
por un verano
– pero es tu automóvil
lo que en verdad le importa-
porque su novio (el capitán del equipo
de alguna cosa) se ha ido un mes
a un sitio cuyo nombre son puras
consonantes
a un certamen de Mrs. Mundo o a uno de
esos
talleres donde te enseñan a controlar la ira.
Músculos regresará
–regresa; en el otoño
me dicen los amigos.
Y ella
se desvanecerá
con sus colores de virgen medieval
y con tu convertible rojo de cartón
del cual todavía no pagaste ni una cuota.
Pero ella no desaparece
súbitamente. Camina
de espaldas y el viento no se anima
a mover sus faldas.
Paso a pasito
como si el camino
no tuviera apuro.
No nos deja
No nos deja
por el levantapesas, ni por nadie.
Nos deja por ella
y por nosotros: ella
la menos discreta de las acompañantes
que ahora oculta su rostro
y prefiere
no decir adiós.
SABIDURÍA
DE BAQUEANO
Se sabe: todos
los gatos, de noche
son hombres. Pero hoy parecen
virgencitas que nunca han ensayado. Dicen
que la noche salió rara
con una luna oscura que no miraba a nadie
como
prepoteando a los insomnes
por mirones.
Para mí que la noche
tiene
los días contados.
SECRETO
A VOCES
Quede claro: yo mismo vi
cuando la luna cabeceó como un equilibrista
que miró hacia abajo. Y es cierto
que casi se cae. Y se hubiera caído
si la
noche no hubiera hecho
lo que hizo.
Y me callo.
Le di mi palabra de poeta
LA PENA MÁXIMA
Por más que la muerte sea
Luis Suárez, le llevo ventaja.
Y cuando
pasa a mi lado
para poner la pelota en el punto penal
le digo bajito, casi adentro del oído: el que
lo ataja
se convierte en héroe y el que lo erra
es el hazmerreir
de Todo El Universo.
Le hago un guiño.
Le muevo el balón.
El juez
amenaza con echarme
por mi inconducta deportiva.
Me voy
despacio
con las medias bajas
bailoteando así
hasta línea del arco.
Ella
toma carrera. Eso es un toro.
Cierro fuerte los ojos
me arremango los pantaloncitos
y me
ajusto
los guantes
verdes de lana
que tejió la abuela.
Suárez –o lo que sea- también sufre un poco
creyendo que yo creo que no tengo
nada que perder. En eso, la muerte
se equivoca.
Pero no es cosa tampoco
de andarla avivando
justamente ahora.
Quedan unos segundos
antes del pistoletazo
de esa bola de hielo:
debo
convencerme
de apuro que soy
Lev Yashin.
“La Araña Negra”.
De apuro. Ya mismo.
Y si no
por lo menos, va a agarrarme
con las manos
calentitas.
LO QUE
CONTÓ MÁS TARDE LA SERPIENTE
(II)
Desde luego, grita,
golpea, destruye. Incluso
ha llegado a dormirse de puro enojado.
Dormirse durante siglos, sin soñar
nada
nada en absoluto
y de repente despertar
entre aullidos, empapado en vinagre
con un par de clavos en las manos.
En cuatro
palabras:
vive furioso consigo mismo.
Y ya no queda nadie en el Edén
(salvo la música de Bach)
a quien pueda
achacársele la culpa,
Desde que los echó, no juega
no canta, no baila.
Y ha dejado de rezar.
MIEDO DE
GATO
Le teme a
fantasmas y girasoles
de Van Gogh.
Al mediodía
se encierra en el ropero
y maúlla hasta que
parece cantar
bellamente
pero esa belleza
lo hace llorar;
llora un rato, rasguña
corbatas; rugiría, si pudiera.
Después afina un canto
que viene de lejos,
un disparo de ballesta
–tan lejano- que ni
siquiera se oyó.
Nos conocemos.
Hoy salió decidido
a mirarnos
a los ojos,
al sol y a mí.
LA PUERTA DEL CIELO
(al maestro Lenny)
El rico mira al camello
y al ojo de la aguja.
El
camello observa el ojo de la aguja
y de reojo
al hombre rico.
-Maldita bestia- grita el hombre.
Y le hace chasquear la cara de un latigazo.
-Si él fuera un poco menos obeso –piensa
el camello, lamiéndose la sangre.
Obedece. Todo camello
Encuentra su forma
de traicionar la revolución
MISERERE
(para
Gustavo castro Vega)
Era tal y tan precoz
mi conciencia sobre el punto
que podría decirse que aprendí a leer
a los solos efectos de escribir
mi biografía.
Lo supe desde siempre, desde
antes
incluso de saberlo. Una vida
llena
de palabras perennes y redondas, una vida
entera
me esperaba con sus 33 velitas, para ser
contada con crueldad barroca.
Y poner un
punto
o dos
o esos suspensivos.
Iba a ser
extraordinariamente interesante.
Como la de todos.
Pues bien
ahora que todo ha sido consumado
permíteme olvidar, Señor. Déjame ser
ese amputado
que siente el dolor del pie que ya no tiene.
Quiero morir con las sandalias puestas
VIDAS PASADAS
Traspasé, limpiamente, la médula de un hombre con
mi espada druida. Registré con minucia los
movimientos que iba haciendo su cuerpo hasta morir.
Eran tus profecías sus espasmos.
Emborrachado de ti, lapidé adúlteras y vírgenes.
Carpintero desde infante, fui famoso por mi
esmero en la construcción de cruces.
Me dejé clavar en el madero para complacerte. Cuando
todo había sido
consumado, arranqué con mis manos agujereadas
corazones infantiles y grabé tu nombre en ellos con
cuchillos de obsidiana, para que no te apagaras
como bombilla vieja. Estallaré. Para que brilles
como
nunca. Seré tu fiesta de fuegos de artificio. En
medio del estruendo de tu infinito amor en el que
todos
seremos arrastrados. Por fin, comprenderás que no
existes sin nosotros. Apiádate de
este humilde guerrero que te encomienda su alma,
Señor.
FOGATA
Mientras arde
el leño recuerda
todas las cruces que
fue
cuando era niño.
El fuego lo escucha.
Lo escucha y baila
lamiéndose a sí mismo
como un madero más
JORGE
CASTRO VEGA (Montevideo,
1963), abogado, crítico literario y teatral, escribió y publicó sostenidamente
en las últimas dos décadas del siglo XX, acumulando propuestas que le
valieron diversos premios, traducciones
y su inclusión en las más exigentes antologías de la poesía uruguaya: Primera línea (1982), Poesía de sitio (1985), Poesía involuntaria (1987), Poesía certificada (1989), Poesía arbitraria- Antología personal
(1989), Con motivo de Ana (1991), Un poco de sol (1993) y Cosas
que pasan (1997). En 1998 abandonó
su intensa actividad periodística en medios locales e internacionales e ingresó al Poder Judicial como magistrado;
nada ha publicado desde entonces. Actualmente se desempeña como juez en Montevideo, con competencia en
asuntos civiles, comerciales y contencioso-administrativos.
Los
poemas que aquí se publican pertenecen a un libro inédito que pone fin a un
paréntesis de más de quince años de silencio literario: COMO SI TAL COSA (2015)
(Nota bibliográfica confeccionada por el autor)