María Casiraghi |
VACA DE MATADERO
No me llamen sagrada
vaca de matadero
diosa de la india.
No espíen mi diario íntimo
el de la niñez
el del candado de plata y hojas
rosadas.
No me saquen del mar
dejen mi cuerpo ardiendo
entre aguas vivas.
No me juzguen
si olvido a todos cuando viajo.
No me digan puta.
No me escriban cartas de amor
si no conocen mi primera lluvia
la de atrás del muro
la del vecino que nunca me amó.
Ni me llamen mala madre
mala esposa
mala vaca.
No se rían si bailo sordomuda.
BALANCE
Nace el ala
antes que el pájaro
el envión
se acomoda en el aire
y allí se alza
milenario
el torpe vuelo de la vaca.
Todos fuimos
en las rocas
un camino.
Y no decíamos nada.
Suplicábamos un cuerpo inmaterial
para traspasar los muros
los secretos
las estrellas.
En las catacumbas
huele todavía
esa pluma errante
que dejamos ir
equivocados.
La humanidad
entera
se está mirando en el espejo
y diluvia
en las ventanas de las casas
y gimen aterrados
en los hospitales
los recién nacidos.
Agachados
a la lluvia
imploramos un mago
que nos meta de nuevo en el
sombrero.
LAVANDERA
Abrí el
bolso de viaje de mi hijo
saqué su
ropa
y toda
esa casa volvió de golpe
a
impregnar el aire de la mía.
Olí las
mañanas entre los pinos
y las tardes
en caminos ignotos de la sierra
y también
los libros
los
viejos estantes sin leer
y las
camas tendidas para nadie en el invierno.
Pero en
la ropa estaba también la mugre
las
puertas envenenadas
y las
fichas del juego quemándose en la chimenea.
De su
saquito azul
me vino
el canto del benteveo
y la
persiana negra
el mármol
de la montaña
y la
fresca inocencia de la luna.
Olí las
noches sorteando víboras en las espinas del parque
y vos y
yo que éramos alguien
aún
sabiendo que la luna marchitaba
nos abrazábamos
y
decíamos que sí
ante ese
brillo blanco de la despedida.
Ahora mi
hijo
recién
llegado
me cuenta
lo vivido
y se
niega
a
recordar mis recuerdos.
Y me
habla de esa casa como si yo fuese ciega.
Entonces
arrojo en
el lavarropas
todo lo
que trajo.
Él
presiona el botón
y juntos
nos sentamos
a mirar
cómo dan
vueltas
entre la
espuma
los
espíritus.
Y se lava
el sepulcro
y se
blanquea la tarde
y
mientras él juega con su caballito de madera
yo tiendo
en la soga
la ropa
limpia
inodora
y el sol
incendia
por fin
el patio
de esta nueva casa.
SOLITARIO
Hay un extraño placer en estar solo
solo
sin siquiera un animal
nada más que hojas
balanceándose
en la ventana
y unas pocas flores abriéndose
en los canteros de la
casa
o estar quieto
un día entero
en un cuarto sin luz
entre el humo desquiciado de la tarde
y una historia propia
una larga travesía hacia atrás
en una cama de cenizas.
Y cruzar la ciudad desierta
cuando todos están muertos
detenerse sin cautela en medio de la calle
y desafiar al vacío.
Es extraño el placer del desterrado voluntario
empujado a ser su propio dios
y su propia pregunta.
Todo solitario
navega dentro de una botella
con un solo mensaje
no me salven
de mí
no me salven.
CONFESIÓN
Hoy decidí entregar mi secreto al mundo
es un secreto antiguo
soy un alga
soy verde y espanto a los niños
floto gelatinosa
y me burlo de la fauna de mi hábitat
se matan entre ellos
los peces comiendo peces
no los juzgo
no soy quién
yo
que
me venden por nada
hombres y mujeres se embellecen de mí
para comerse después unos a otros
peces y hombres
Y yo
que por ser alga
tengo adentro el mar
me alimento
de la risa de los niños zambulléndose en el agua
de sus altos barriletes sin escoltas
de la belleza
finita
de sus madres.
Yo
que siendo tan imperfecta
siempre estoy desnuda.
ENAMORADOS
Sabes,
a veces
la velocidad nos tumba,
vuelve la lámpara a la cama,
alumbra los gestos
los despliega
y la erupción
irrumpe
y baja la lava por los cuerpos,
dilatada.
Es tiempo,
-alguien susurra-
tiempo que llega
y flota,
detrás de la marea,
contra toda solidez.
La ciencia no sabe cómo.
No hay quien pueda meter el amor en
un frasco
y germinarlo como a una plantita
desolada
nace increado
y nos instaura
un incómodo deseo
de permanecer
por siglos
en estado de coma.
Cuando sucede
sólo los caballos lo ven venir
y lo anuncian
huyendo en estampida.
Tu,
que no eres caballo
deja nomás que te cabalguen
a nadie le hace daño
destrozarse
debajo de las patas
del amor
AMBIVALENCIA
a
Adriana Mancini
Siempre he tenido dos casas
la que habito
y la que hubiese amado
viviendas
deshaciéndose
a cada paso que doy.
Cuando me fui
era mi choza de los conejos
choza de vidrio y sal
cuando volví
era la casa de la historia
una morada de música
cajita triste
que no canta.
Mi casa siempre se bifurca
cuando llueve
una sola gota
y acuesta
el ángel
su pelo estéril.
¿y la otra?
La de sombra
es una casa vacía
que no se vende
casa de sombra
en la pared.
Todos los muebles falleciendo en su penumbra.
Quizás no exista una casa.
Sólo
habitar donde no estamos.
Ladrillos para encerrar lo que se aleja
ventanas
para
salir a buscarlo.
María Casiraghi,
Buenos Aires, 1977. Poeta, narradora y periodista. Autora de los poemarios:
Escamas del Silencio (2004), Turbanidad (2008), Décima Luna
(2011), Loba de Mar (2013) y Albanegra (2015), todos de Editorial Alción. Integró La
Erótica del relato
(Adriana Hidalgo, 2009), antología de escritores de la nueva literatura
argentina, y publicó Nomadía, relatos breves, (Monte Ávila, Venezuela,
2010). Como periodista, es autora de Retratos, Patagonia Sur, y Santa
Cruz, Patagonia Argentina. (G.A.C, 2000)