Horacio Cavallo |
Ritual
Buscar la claraboya –raro
cielo–,
andar casi sin ropa,
atardeciendo
por los muros crecidos de
la casa,
entre juguetes rotos y
alaridos
que sobrevuelan sobre toda
infancia.
Andar, y andando así,
entristecido
oír en los tablones de
madera
el paso del abuelo hacia
la nada,
la radio borroneada en la
cocina.
Oír al heladero en las
veredas
de todos los domingos que
retengo.
El estirón, el rostro
demacrado,
el miedo de crecer sin
evitarlo,
los carros vibrando en los
adoquines.
No hay cómo rescatar esos
veranos
con la ventana abierta y
las revistas:
las muchachas perdidas en
las ramas
de los árboles altos y
frondosos,
y nosotros –soy yo, y los
que me habitan–
perdidos en las nubes, en
los charcos,
sonando una guitarra en
solitario,
queriendo retener y sin
remedio
la verdadera vida, que se
pierde
irremediablemente con las
horas.
Y llegan los disfraces,
las costumbres
que deben repetir los
hombrecitos,
el fingido ritual, la
mansedumbre
que se empoza en la boca,
amargamente.
Rezar
Vuelto de trabajar,
anocheciendo,
miope don nadie entre la
muchedumbre
apuro el paso.
Busco tu desmemoria, tu
pereza,
la curva de tu espalda
acucharada
donde hincarme a rezar en
buen lunfardo.
Claustro
Hay noches que quisiera
cerrar puertas, portones,
ventanales,
oírme respirar,
creerme un poco.
Alberto
El padre de mi padre está
sentado
en un sillón de mimbre, un
mediodía,
inmerso entre la luz que
da el pasado,
bajo una claraboya que
llovía.
Mira la nada, bebe
adormilado,
hojea el diario, tose en
su manía
de descifrar las letras.
Cualquier lado
donde olvidar los lentes
le servía.
Abre un álbum y busca
entre las fotos
a su madre muriendo
calcinada
–un primus que revienta,
ya no hay modo–
o al hijo, a las mujeres,
nada, todo
lo que recuerda olvida, en
la gastada
mesa del bar con sus
compinches rotos.
María Isabel
La madre de mi padre
balbucea
atada a la baranda de la
cama.
Reclama sus zapatos,
gruñe, llama
al dios que alguna vez la
volvió atea.
Evoca Sangineto, la marea,
il papo, il fratello, la
sua mamma.
Después todo se vuelve
melodrama:
Jura que cada uno la
apedrea
Una abeja se posa en un
anillo.
Se casa, se descasa.
Rencorosa
se mira en el reflejo de
un cuchillo.
Sus perras enterradas y
sus nietos,
el hijo, los apuntes, la
borrosa
sombra que cae sobre sus
ojos quietos
Espuma
Quiero traer un niño de diez años
debajo de esta ducha.
No mirará a su padre que lo enfrenta
mientras oye caer el chorro de agua.
Nadie más andará por los vestuarios.
Acaso alguna voz llegue de lejos
a confirmar que nadie está soñando.
Es sábado después del mediodía.
Siento que la felicidad va a parecerse
a la espuma en el pecho de mi padre.
Sigo siendo ese niño bajo el chorro de agua.
Los dedos arrugados en las puntas
y una pregunta clara que no suelto.
Durazno
abierto
Estoy temblando, madre,
como me sacudía una tarde
con un durazno abierto
en medio de las manos.
Estoy temblando, madre,
parado sobre el charco,
con los ojos abiertos, madre, padre,
y una palabra oscura al borde de la lengua.
Madre que estoy temblando,
bajando la escalera con pasos de reloj.
Te estoy pidiendo agua, madre.
Agua.
Alto en la
noche
Alto en la noche busco sus dos ojos
y hay un espejo y una cama prestada
en donde el movimiento del plexo,
de las manos, como si soñara
con perros que no encuentran acomodo,
o con una Meharí en la que viajaban
el viejo y Dorotea y sus silencios.
El plexo y sus dos manos, le decía,
encierran una forma de la dicha.
Hay otras entre medio:
La ventana y el carro entre las sombras,
el agua en la botella del ciervo y de la cruz,
la forma en que se hamaca mientras fuma,
o cuando vuelve rugosa la curva de su espalda
y dibuja con su boca una O como una invitación
a descender
al maelström.
Esas cosas que cuando todo tenga su límite preciso
-todo se va a algún lado con el tiempo-
flotarán en lo alto de la noche.
Horacio Cavallo: Narrador y poeta uruguayo nacido en Montevideo el 31 de diciembre de 1977.
Ha publicado El revés
asombrado de la ocarina, poesía, Ediciones de la Crítica, 2006, (Premio
Anual de Literatura MEC, Ministerio de Educación y Cultura 2006); Oso de trapo,
novela, Trilce, 2008, Premio Municipal de narrativa 2007; Sonetos a dos (en
coautoría con Francisco Tomsich), poesía, Trilce, 2010,Premio Fondos
Concursables para la Cultura
2009 (MEC); Fabril, novela, Trilce, 2010, Premio Fondos Concursables para la Cultura 2009 (MEC); Piano
solo, relato, Trópico Sur, 2011; Clementina y Godofredo (con ilustraciones de
Daniela Beracochea), infantil, Topito Ediciones, 2012, Premio Fondos
Concursables para la Cultura
2012 (MEC); Cenizas, relatos, La Propia Cartonera, 2012; El jorobado de las alas
enormes (con ilustraciones de Pantana), infantil, Trilce, 2012, Descendencia,
poesía, Ediciones del Estómago Agujereado, 2012, El silencio de los pájaros,
Alter ediciones, 2013, relatos, y Figurichos, junto al Ilustrador Sebastián
Santana, Ediciones de la
Banda Oriental, 2014, Premio Bartolomé Hidalgo en Libro
Álbum. Integra varias antologías tanto en poesía como en narrativa.