lunes, 12 de octubre de 2020

Marcelo Ariel: poemas

























El espantapájaros
Para los niños

en medio del basural

visto de lo alto

un pantalón y una camisa

Son la
evocación del cuerpo
de un hombre 
sin zapatos

sus manos

dos buitres desgarrando un saco

su cabeza

un rato


Motor discontinuo

La máquina de despertar
dentro de la máquina
de respirar
La máquina
de hablar
Dentro de la máquina
de pensar
La máquina
de andar
Dentro de la máquina
de cansarse
En la máquina de ser
La máquina de estar
Dentro de la máquina de dormir
y soñar con
La vida afuera
de la máquina de morir
En la máquina de soñar


Cangrejos aplauden Nagasaki
Para Gilberto Mendes & Mano Brown

(Villa Socó)
Cuerpos en llamas se tiran al barro
mujeres y niños primero
cangrejos aplauden Nagasaki
bebé de ocho meses es calcinado
en cuanto Beatriz
ahora entiende el poema último
Beatriz madre soltera antes de morir dio un inútil puntapié en la puerta

En el aire
gritos mudos
la noche blanca de humareda envuelve todo
alguien en el bar de la esquina
piensa en Hiroshima
en las voces
horror y curiosidad despertaron la ciudad
mezclándose
dentro del infierno ojos claman
por teléfono
el ministro es informado
–El fuego los consume…
La sirena de las fábricas no
silencia
Dos serafines pasando por el lugar
susurran en el oído
del Creador
“Villa Socó: mi amor”
Una vieja permaneció acostada
alrededor de la cabeza en la aureola
el último pensamiento pasa
el coro de las sirenas
en medio del campo iluminado
una garza vuela asustada
con los humanos y su infierno creado
en el manglar el viento mueve las hojas

Un bombero grita:
–¡KSL! El fuego está contra el viento. Cambio…

Fue Dios quien quiso
dice el mendigo
que sobrevivió porque estaba durmiendo en la alcantarilla de la avenida.
Un orgasmo es cortado al medio
cuando la pareja percibe el fuego
quemando el espejo.
Retrocediendo en el tiempo
lamentamos
el movimiento del gas
ligerísimo iceberg
que convirtió fuego en fuego, horror en horror

Villa Socó
Estacionó en la Historia
al lado de Pompeya, Joelma y Andrea Doria
Pensando en eso
levanto en este poema un memorial
para nosotros mismos
víctimas vivas
del tiempo
donde se moviliza la muerte esparciéndose en el paisaje
como el gas
que también incendia al sol
(bomba de extensión infinita)

Beatriz se sentó cerca de la puerta y quedó mirando el fuego.
Hasta que invade la escena la luz suave de otro sol frío.
Fin del juego.

(Lo que no quema)

Beatriz ahora es otra cosa y contempla:
rayos negros en un cielo negro
después blancos en un cielo blanco
suavemente penetré en un jardín
donde un único árbol existe.

(El incendio acaba y la garza se posa en el mangue, donde los ángeles sueñan)

En aquella noche uno se despertó
anduvo en medio de las llamas
y las llamas
lo quemaron.


Sueño que soy João Antônio soñando que es Fernando Pessoa

En un subterráneo Letes o en un Éufrates interno
Tocando ramas de invisible agua o haciendo círculos con piedritas tiradas en un Tejo etéreo
No importa…
La quimera-esfinge me espera en todas las márgenes teniendo a su derecha a Sá Carneiro y Antero que ríen de la risa de Cerbero, cuando entre ellos paso, soy cercado y como si soñase voy al encuentro de Adília Lopes que está danzando desnuda en la fuente rodeada por una aureola de cucarachas blancas. Adília me señala una fila de hormigas subiendo a los cielos, donde nubes forman el rostro de Dante, sentado acá abajo y esta vez despierto, veo un ángel tuerto de ocho alas leyendo cerca de la casa de Adélia Prado. Sabiendo de la existencia de una iglesia allí enfrente, pregunto al ángel: “¿Y entonces, mi hermano, viniste para la misa?”.  El ángel dijo: “No, yo vine por las hormigas”. “¿Y Dios?”, vuelvo a preguntar. “Está allá oyendo Bach”. Voy hasta la iglesia, empujo la puerta y entro en un terreno baldío donde ángeles sin alas juegan a la pelota con mocosos sin remera, todos muy felices como si realmente existiesen.


Sin señales para las cenizas en el agua
“De las cosas lanzadas al azar, la más bella, el cosmos”
Heráclito

La luz del ser es como el agua
también vino del Sol
donde todos los planetas quieren entrar

Dentro del Sol
El ser es inmóvil
como la gratuidad de un éxtasis
parecido a la respiración

Fuera del Sol
el ser es móvil
Tiempo eternidad
y tiempo cronológico


El agua es el Alma
dentro del cuerpo
En un cuadrado
hay un triángulo
de fuego
un eneagrama
de aire

En nosotros
el agua
es lo que ama
en cuanto el aire piensa
y la emoción es la llama
que el incendio da muerte
alimenta

El agua es lo que sueña
lo que el tiempo dibuja
los círculos que somos
creados por la piedra
que se hunde
cuando despertamos

El Yo
es el vapor que se desprende
del hielo:
esa ilusión llamada identidad
en el fuego del Ser disolviéndose
Cuando decimos Yo
el alma que es el agua duerme
y lo que perdemos es la nube
de lo que no sabemos


Es música todo
lo que el agua piensa
En el rastro de las nubes
se esconde la armonía
de esa sentencia, igual en la tempestad
el relámpago
rasgando el aire
es un silencioso canto
pero el trueno, quiere nuestro despertar
y fracasa, ese rugido estelar
que despierta en nosotros, apenas miedo y espanto,
hacia la estrella retorna
silente furia
que no comprende
nuestro llanto


Versiones: Demian Paredes, Buenos Aires, 2020.
Material enviado por Edson Cruz, poeta y editor del sitio web “Musa Rara” (www.musarara.com.br).

Marcelo Ariel (1968, Santos, SP), poeta, performer y teatrólogo. Autor de Com o Daimon no Contrafluxo y Ou o Silêncio Contínuo poesia reunida 2007-2019, entre otros. Fue actor/guionista del film Pássaro transparente, de Dellani Lima, y grabó el disco de spoken word Contra o nazismo psíquico con “Projeto Scherzo Rajada”. Su blog: http://teatrofantasma.blogspot.com/