Carlos Begue |
1
Cuando ya enfermo
añoras lo gozado
y olvidas tus
pillajes y patrañas
medita si el tesoro
que has guardado
no dejará una
herencia de cizaña.
De por vida elegiste
ser avaro,
con los pobres
tuviste mala entraña.
Tu enorme tribu de
hijos y entenados
¿será toda de la
misma calaña?
Más de uno te ronda
zalamero
y hasta empuja tu
silla de lisiado
a paso ligero
silbando un tango.
Celoso del linaje,
cancerbero,
otro, a la puerta,
pasa por el filtro
a transidos pichones
de chimango.
2
Quien se obstine en
llevar a un enemigo
a las ardientes
llamas de la hoguera
de ordinario le
sigue en el camino
que aquél
tempranamente recorriera.
Inescrutables, las
vueltas del destino
a cualquiera exceden
y dan sorpresas.
La historia, aquí o
allá, es muestrario vivo
de cabezas frías más
otras huecas.
En tiempos donde
todo es pegajoso
cada cual se hace
toro en su rodeo
y ahora la verdad es
relativa.
Cuando el suelo se
ha vuelto cenagoso
los pobres diablos
se hunden los primeros
y se salvan, sin
mancha los de arriba.
3
Si la palabra
verdadera hallasen
de luto los poetas
vestirían,
pues el oficio que
un día abrazaran
su sentido al final
se perdería.
Venturoso destino el
no encontrarla
pues buscándola se
les va la vida.
La escritura vastos
secretos guarda
en los pasos de su
exigente alquimia.
Desde el largo
silencio de las piedras
hasta el vaivén
presente en el espacio
la umbría pena de un
amor lanceado
ola ronca voz de
quien grita ¡Tierra!
han sido fruto del
mismo almácigo
donde nace el don y
juegan los hados.
4
En toda familia hay
alguien perdido
sin que falte quien
lo quiera encontrar.
El temor es el
límite temido
si al ausente se
deba perdonar.
La misma Biblia
acredita lo dicho
a través de una
historia que alecciona:
la del hijo
derrochón acogido
por un padre
dispuesto a perdonar.
Quejoso, aquel
hermano descontento,
ausente en la rumbosa bienvenida,
mastica bronca y lo envilece el odio.
A cuántos jamás les
llega el momento
de mandar al
infierno las discordias y
alternar las diatribas
con elogios.
5
La comunión entre el
cielo y la tierra
no es asunto para
quedar perplejos,
pues grandísima
verdad encierra
sabido que de Dios
somos reflejo.
Toda oración válidos
frutos deja
y trae paz si
condigno es el objeto.
Infeliz el que por
todo se queja
pues oídos sordos
tendrán sus rezos.
Si nada tienes que
decir, mejor calla
y nunca tiembles por
quedarte mudo
ante un Cristo
exánime en el suplicio.
Golpes de pecho y
azotes descarta,
basta ofrecer tu
corazón desnudo.
Aquéllos son pura
espuma, malicio.
6
Manaba el rojo vivo
de la sangre
y entre el zumbido
de las moscas verdes
quien fuera guerrero
de cruel mirada
yacía, al fin,
acechado por los buitres.
Nadie hay que un chifle
con agua le alcance,
ya el postre malón
rumbo al Sur se pierde
batido por los
Rémington con alza,
fragoso adiós a esas
lanzas en ristre.
Así, aquellos
desiertos se ganaron
para criar vacas y
sembrar las mieses
de paso, se forraban
los bolsillos
de algunos
caballeros avispados.
Con peonadas fieles,
de brazo fuerte,
hicieron patria sin
decir ni pio.
7
Si al cabo del
combate me venciera
el ángel condenado
por su orgullo
arrójame una sirga
tan siquiera
para esquivar las garras
del intruso.
Rescatado, así, en
el postrer minuto
y adrizadas a su tiempo
las velas,
sea tu muerte en el
Calvario oscuro
pasavante firme a la
vida eterna.
Quedarán atrás las
horas perdidas
en juegos de tronos
o en ver mi ombligo
mientras la
misericordia olvidaba.
Poco vale la Fe sin
caridad
que a todos los
ritos les da sentido
librándolos de resumirse
en nada.
8
Como rata por
tirante escapabas
sin siquiera del
gato despedirte
y a mí, cual
zanahoria me plantabas,
ya sin ganas
siquiera de escupirte.
Hasta el cuello con
tierra me tapabas
al fondo de un yermo
jardín tan triste
donde ni un solo pájaro
cantaba
vacías las cazuelas
del alpiste.
¿Qué impúdica razón
me urgió a desearte
cuando mofarse de tu
corta talla
era un juego de
infantes y mayores?
Hormigas siento que
mis pies abaten
y las moscas zumban
en plena cara.
¿Vendrá otra tanda
de soñar horrores?
9
Malas gentes que
omiten los cumplidos,
desecha pronto la
piel de cordero
y, a conciencia
pura, sin dar aviso,
se vuelven lobos de
husmear siniestro.
Sin distingos entre
el docto y el zafio,
tanto arriba como
abajo hay sujetos
duchos en estos
engaños mezquinos
de ofrecer olivo y
dejarte en cueros.
Levantar castillos
de arena es gusto
que replica el niño
a orillas dela mar
ajeno a las maldades
todavía.
Se miente a destajo
como en el truco
en esta mano de
nunca acabar.
¿Hasta cuándo, Dios,
la patria cautiva?
10
Se principia el
morir cuando nacemos
y al morir acaso
amanezcamos
a otra vida que aún
no conocemos
si bien, pocos o
muchos, la anhelamos.
Al transitar de este
mundo a un veremos
cuyos vastos enigmas
barruntamos
¿Qué portales, al
fin, enfrentaremos
de volverse real
cuanto soñamos?
Si el viaje nos
llevara al Paraíso
¿tendremos la
alegría del reencuentro
en un ágape de
eterna alabanza?
Gran tesoro obtenido
la esperanza
pues la Fe es don
gratuito y es sustento
para no confundirse
de camino.
11
Ya en el ocaso de
una luenga vida
pienso, al hojear mi
agenda de bolsillo,
cuántos ¡ay! ya no
son de la partida
en la barra de
amigos tan queridos.
Ninguno atenderá la
campanilla
preludiando aquel
“hola” consabido,
mas me niego a una
sola borratina
pues sería un morir
por repetido.
De un año a otro al
sustituir la agenda
mustio hago cruz y
raya, así esos nombres
devienen en cenizas
la memoria.
Con cada cual iré
por distinta senda
y así volverá el eco
de sus voces
o tal lance de una
brumosa historia.
Carlos Begue (Buenos Aires, Argentina, 1935). Narrador y poeta. Ha
publicado Oscuro tesoro de la muerte (cuentos,
Premio Municipal de Literatura de la ciudad de Buenos
Aires, 1984), El paseo del Centauro (cuentos, 1983), Buitre
de pesares la memoria (novela, fue finalista en 1999 del XVII
Premio Herralde, Premio Osvaldo Soriano, Mar del Plata, 2001 y Primer
Premio del Fondo Nacional de la Artes, 2003). En poesía es autor
de Los Cardales (1986). Le decían cabezón (cuentos, obtuvo
una mención en el premio Casa de las América (Cuba, 1987) y en Uruguay el
primer premio del concurso Cuentos de Inmigrantes.