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Con
el señuelo de la primavera
hay
un pájaro
que canta para mí sola.
Cuando
el verano llega
y
las rosas aparecen
el
petirrojo se aleja.
Pero
no me quejo pues sé
que
aunque haya huido,
mi
pájaro aprende más allá del mar
nuevas
melodías para mí
y
pronto volverá.
Sujetas
por mano más segura
sostenidas
en una tierra más real
son
mías.
Y
aunque ahora se vayan,
a
mi corazón indeciso
tuyas
son, le digo.
En
un brillo más sereno,
en
una luz más dorada
veo
cada
mínima duda o temor,
cada
nimia discordia
hasta
aquí borradas.
Entonces
no me afligiré
porque
sé que ese pájaro mío,
aunque
haya huido,
desde
un árbol lejano
una
brillante melodía
a
mí retornará.
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Su
pecho es afín con las perlas
pero
no soy buceador,
su
frente es afín con los tronos
pero
no ostento blasones,
su
corazón es afín con el hogar
yo
–un gorrión- entrelazo ahí
dulces
ramas, mi peremne nido
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¡Los
cirujanos deben ser muy cuidadosos
si
empuñan el cuchillo!
Bajo
sus finas incisiones
se agita el culpable ¡la Vida!
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¡Frenéticas,
frenéticas noches!
Si
contigo estuviera
el
nocturno frenesí
sería
nuestro lujo.
Vanos
los vientos
para
un corazón amarrado
dado
con la brújula
dado
con el mapa
a remo por el Edén.
¡Ah,
el mar!
¡Ah,
si esta noche
pudiera
en ti amarrar!
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Sentí
un funeral en mi cerebro,
el
vaivén de los deudos
-arrastrándose,
arrastrándose- hasta que pareció
quebrarse
entero el sentido.
Cuando
todos estuvieron sentados
el
servicio, como un tambor,
redoble
tras redoble comenzó
y llegué a pensar que mi mente enmudecía.
Luego
los oí levantar el cajón
y
su crujido traspasó mi alma
con
botas de plomo, otra vez
el
espacio comenzó a repicar
como
si los cielos fuesen campanas
y
existir, sólo una oreja,
y
yo, y el silencio, alguna exótica raza
náufraga,
solitaria, aquí.
Después
un vacío en la razón, quebrada,
caí,
y caí,
y
dí con otros mundos al hundirme
y,
por fin, supe.
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¡Soy
Nadie! ¿Y tú, quién eres?
¿Nadie,
también?
¡Somos
dos, entonces!
¡Calla!,
podrían descubrirnos.
¡Qué
tedioso ser Alguien!
¡Cuánto
impudor, cual una rana,
repetir
tu nombre todo el día
ante
una charca admirativa!
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Algunos
honran al Señor yendo a la iglesia
el
domingo, yo lo honro quedándome en casa
con
el coral de los tordos
y
un huerto por cúpula,
algunos
honran el domingo con roquete
yo
uso mis alas
y
en vez de tañer las campanas
canta
nuestro pequeño sacristán,
un
clérigo famoso predica
y
nunca alarga el sermón,
así
que en vez de ir al cielo
al fin, estoy yéndome desde el principio.
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Morí
por la belleza, pero era exigua
ajustada
en la tumba
alguien
que murió por la verdad
fue echado en el cuarto contiguo.
Preguntó con delicadeza ¿porqué fracasé?
“Por
la belleza” –respondí.
“Y
yo por la verdad, pues ambas son una
somos
hermanos” –dijo.
Así,
como parientes reunidos una noche,
charlamos
de un cuarto al otro
hasta
que el musgo tapó nuestras bocas
y
cubrió nuestros nombres.
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Creo
que la hora más larga
es
cuando llegados los coches
estamos
esperando la carroza;
parece
como si el tiempo
obstruyera
las doradas agujas
sin
dejar avanzar los segundos,
pero el instante más lento concluye.
Indignante
si el júbilo también acudiera.
Una
vez prestado mi tímido servicio
-por
decir así, de amor-
recojo
el pequeño violín
y más al norte lo llevo.
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